martes, 20 de agosto de 2013

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Aparecida y el discernimiento eclesial

Aparecida está siendo una referencia para la Iglesia entera. No es sólo el sencillo acontecimiento del hallazgo de la imagen por unos pescadores, que dio lugar al santuario más tarde declarado por Juan Pablo II basílica de la Patrona de Brasil. Aparecida es también la V reunión del CELAM, en mayo de 2007, y el excelente documento, fruto de aquellos días, coordinado por el entonces Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, y presentado por Benedicto XVI.


Para comprender Aparecida

            En su discurso inagural de la Conferencia de Aparecida (13-V-2007), Benedicto XVI destacó la importancia del encuentro entre la fe católica y las etnias originarias, y la rica cultura cristiana que allí tiene origen. Subrayó la aceptación de la fe cristiana en aquellas tierras y la religiosidad popular como expresión del alma de los pueblos latinoamericanos. Apreció la madurez de muchas comunidades eclesiales y la aportación de los creyentes a la difusión de la fe y la vivificación de las culturas locales. Al mismo tiempo, reconoció un cierto debilitamiento de la fe cristiana que está teniendo lugar, por la influencia del secularismo y también de las sectas y otros grupos pseudorreligiosos. Urgió la transmisión de la fe y la sensibilidad social como dimensiones esenciales de la nueva evangelización, precisamente en y desde Aparecida
            Durante su viaje pastoral a Río de Janeiro con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, el 28 de julio de 2013, el Papa Francisco mantuvo un encuentro con el comité de coordinación del CELAM, que reúne 22 Conferencias Episcopales de América Latina y El Caribe. De ese encuentro procede un documento que junto con el correspondiente al encuentro del día anterior, con los obispos brasileños, es un buen instrumento para comprender el documento de Aparecida y su importancia en el momento actual de nueva evangelización.
            En esa ocasión el Papa decía a los coordinadores del CELAM: “Como Ustedes, también yo soy testigo del fuerte impulso del Espíritu en la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y El Caribe en Aparecida, en mayo de 2007, que sigue animando los trabajos del CELAM para la anhelada renovación de las iglesias particulares".


Diálogo y oración

            Señalaba a continuación cuatro características peculiares de la Conferencia de Aparecida, calificándolas de “cuatro columnas” que confieren a esa asamblea su originalidad.
         1. Inicio sin documento. Las reuniones anteriores de Medellín, Puebla y Santo Domingo, fueron preparadas mediante un proceso que culminó en un documento base de trabajo, sobre el que allí se desarrolló la reflexión. En cambio, el documento preparatorio de Aparecida, fue ciertamente una referencia pero no se asumió como base de partida. Así lo dice quien fue el coordinador de los trabajos y principal redactor del texto: “El trabajo inicial consistió en poner en común las preocupaciones de los Pastores ante el cambio de época y la necesidad de renovar la vida discipular y misionera con la que Cristo fundó la Iglesia”.
            Así pues, tenemos en primer lugar una puesta en común de preocupaciones por parte de los responsables de la Iglesia, ante la situación actual, entendida como “cambio de época”, y en orden a la renovación de los cristianos y su misión. Este método tiene mucho que ver con modo de hacer del Concilio Vaticano II.
            2. Ambiente de oración con el Pueblo de Dios. El Papa destaca el “ambiente de oración generado por el diario compartir la Eucaristía y otros momentos litúrgicos, donde siempre fuimos acompañados por el Pueblo de Dios. Por otro lado, puesto que los trabajos tenían lugar en el subsuelo del Santuario, la ‘música funcional’ que los acompañaba fueron los cánticos y oraciones de los fieles”.
         Dicho brevemente, los pastores de la Iglesia reunidos en aquel proceso de discernimiento eclesial, se sintieron acompañados por los fieles.


Compromiso evangelizador

            3. Documento que se prolonga en compromiso. “En ese contexto de oración y vivencia de fe –continúa evocando el Papa Francisco– surgió el deseo de un nuevo Pentecostés para la Iglesia”, que se concretó en la denominada “Misión Continental”. De modo que Aparecida no termina con un documento, sino que –también como corresponde a un auténtico discernimiento eclesial– se prolonga en un concreto impulso evangelizador, a la medida de las necesidades actuales (cf. Documento de Aparecida, n. 11 y 551).
            Hay que tener en cuenta, como dice el texto mismo, que “la misión no se limita a un programa o proyecto, sino que es compartir la experiencia del acontecimiento del encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciarlo de persona a persona, de comunidad a comunidad, y de la Iglesia a todos los confines del mundo (cf. Hch 1, 8)” (Documento de Aparecida, n. 145).


Presencia, apoyo y ejemplo de María

            4. La presencia de Nuestra Señora es percibida especialmente, en cuanto que era la primera Conferencia del CELAM que se realizaba en un santuario mariano. 
            El Papa Francisco se refiere más adelante al método “ver, juzgar, actuar”, que se utilizó para el discernimiento en Aparecida. Se trata de un método popularizado en la Acción Católica europea (card. Cardijn) antes del Concilio Vaticano II, y que luego se trasladó a Latinoamérica. “Ver” significa interpretar la realidad y leer en ella los signos de la voluntad de Dios, escuchar lo que él nos dice por medio de los acontecimientos, atendiendo sobre todo a los más necesitados. “Juzgar” significa lo que efectivamente debe ser hecho o cambiado, e implica sobre todo la decisión que hay que tomar. Actuar es el último paso para que ese proyecto no quede en una mera teoría, sino que se lleve a cabo, pensando también cómo y cuándo se irá evaluando.
            Pues bien, en la vida de María se puede ver de alguna manera realizado este proceso, y no una sola vez sino como actitud fundamental. En su intervención como conclusión del mes mariano, en Roma, el 31 de mayo de 2013, el Papa  Francisco caracterizaba esa actitud de María con tres palabras: escucha, decisión y acción.
            Su escucha está “hecha de atención, acogida, disponibilidad hacia Dios”. También hacia esas “palabras” de Dios que son los acontecimientos cotidianos de la vida, cuando no nos detenemos en su superficie; porque Dios pone signos en nuestro camino y nos da la capacidad de verlos.
            María decide. No vive precipitadamente, pero cuando lo ve necesario, decide y actúa. Precisamente porque está atenta a los hechos y a los problemas, los hace frente. No como nosotros, que con frecuencia tardamos en decidir por comodidad o cobardía.
            María actúa, “a pesar de las dificultades, las críticas recibidas por su decisión de ponerse en camino, no se detiene ante nada” y parte “deprisa” (cf. Lc 1, 39). Su acción une la obediencia a la caridad y al servicio. A veces nos pasa que escuchamos y reflexionamos, e incluso tomamos la decisión, pero no pasamos a la acción. “Sobre todo no nos ponemos en juego nosotros mismos moviéndonos ‘de prisa’ hacia los demás para llevarles nuestra ayuda, nuestra comprensión, nuestra caridad; para llevar también nosotros, como María, lo que tenemos de más valioso y que hemos recibido, Jesús y su Evangelio, con la palabra y sobre todo con el testimonio concreto de nuestro obrar”.
            Así María anticipa en su actitud el discernimiento eclesial de la voluntad de Dios.  Y a la vez, como Madre de la Iglesia, familia de Dios, la protege y la impulsa siempre en esta tarea de discernimiento en la que todos, en diversos modos y medidas (por medio de la oración y el diálogo, el estudio y el compromiso) estamos llamados a participar. Es lógico, por eso, que María sea una columna fundamental de Aparecida. 


(publicado en www.analisisdigital.com, 19-VIII-2013)

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