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miércoles, 17 de agosto de 2011

La JMJ, fiesta de la fe

Veronés, La disputa con los doctores en el Templo (h. 1562),
Museo del Prado

El cuadro "La disputa (de Jesús) con los doctores en el Templo", de Veronés, se ofrece en el Museo del Prado especialmente al peregrino de la JMJ-Madrid 2011. Representa no tanto una “disputa” en el sentido actual del término, sino más bien un debate o un diálogo, que, al estilo de las antiguas escuelas filosóficas, tendría lugar según un método y ritmo prestablecido (hay un reloj de arena en el centro inferior de la imagen).

      En la línea de los Evangelios apócrifos y de la época de la Contrarreforma, se suele pensar que Jesús “enseñaba” a los doctores (Veronés lo representa de pie, en el centro, en un lugar elevado entre dos columnas). Sin embargo el Evangelio dice más bien que les escuchaba y les preguntaba (Lc 2, 46). El dedo levantado de Jesús quizá no quiere sólo reforzar sus argumentos, sino sobre todo señalar hacia lo alto, porque Él es el Camino que lleva al Padre.

      De pie a la derecha se distingue un personaje barbado de traje negro, que probablemente inmortaliza la persona que encargó la obra, tras una peregrinación a Tierra Santa. En él nos podemos ver nosotros representados, escuchando a Jesús, que es la Palabra misma del Padre, el Camino, la Verdad y la Vida.



Jesús aprende y enseña en la casa de su Padre

      Jesús está aprendiendo (en cuanto hombre) y también enseñando, primero con su actitud, en la casa de su Padre, como les dice a María y a José: no le comprendieron entonces, y Jesús bajó a Nazaret y siguió viviendo sujeto a ellos. “Su madre –agrega el Evangelio– conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón”, y “Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (vv. 49-52).

      En efecto, estaba Jesús en el Templo como en su casa, que destacaba entre las cosas de su Padre (era “el hijo del dueño”). Esto no significa que las demás realidades no las viviera en unión íntima con su Padre. Pero Jesús debía, por así decir, tomar posesión del templo que le precedía y preparaba su misión, como nuevo y definitivo Templo. Así se explica el celo santo que le consumía, y que le llevó a expulsar del atrio a los mercaderes: “No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado” (Jn 2, 16). Y cuando profetizó “Destruid este templo y en tres días lo levantaré” (v. 19), el autor del Evangelio explica que Él hablaba del Templo de su Cuerpo. 



Dos cuadros de finales del s. XV. A la izquierda, Jesús entre los doctores (1495-1497),
National Gallery de Washington.
A la derecha, María y José encuentran a Jesús entre los doctores,
Libro de las Horas de Enkhuisen (Holanda).


Crecer en sabiduría y gracia

      Ahora bien, ese verdadero Templo, que es el Cuerpo de Jesús, se amplía a las dimensiones del mundo y de la historia por medio de su Cuerpo místico, la Iglesia, formada por los cristianos unidos a Cristo. Cada uno de ellos, a imagen de su maestro, ya desde adolescentes han de crecer no sólo en estatura, sino también en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres, bajo la mirada atenta y solícita de María.

      Para crecer en sabiduría, Benedicto XVI ha subrayado la importancia de estudiar el Catecismo de la Iglesia Católica y su Compendio, como referencia esencial de la fe. Con motivo de la JMJ de Madrid 2011, ha prologado el YouCat, subsidio pedagógico que ofrece a los jóvenes una explicación de la fe, buscando (y con frecuencia logrando) formas de expresión asequibles a su situación.

      “¡Estudiad el Catecismo con pasión y perseverancia!”, les ha pedido el Papa. “¡Sacrificad vuestro tiempo por ello! Estudiadlo en el silencio de vuestra habitación, leedlo entre dos, si sois amigos formad grupos y redes de estudio, intercambiad ideas en Internet. ¡Continuad de todas las formas posibles el diálogo sobre vuestra fe!”

     Sólo así, les explica, podrán comprender su fe, y hacer de su propia vida una obra de arte. Podrán crecer, como árboles de fuertes raíces, para afrontar los retos de nuestro tiempo. Con la ayuda de la gracia divina (especialmente en la Eucaristía y la Confesión), podrán librarse de las sequías como el consumismo y la pornografía. Y podrán dar sombra y frutos, ayudar y servir a los otros, especialmente a los más débiles. Y seguir celebrando siempre la fiesta de la fe. 




(la primera versión fue publicada en www.religionconfidencial.com, 17-VIII-2011)



W.H. Hunt, El hallazgo del Salvador en el templo (1860)
Birmingham, Museum & Art Gallery

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