Prison window, Kaziya Akimoto, 2005
Jesús estaba, en cierto sentido, dentro de la cárcel, y el Papa vino a visitarle. También estaba, de otro modo, en el que visitaba a los reclusos: el vicario de Cristo.
"Estaba en la cárcel y me visitásteis"
Ellos le hicieron preguntas sobre el respeto a la dignidad humana, y acerca del modo en que Dios escucha y perdona. Le pidieron que se hiciera cargo de la situación en que se encuentran. Pero también le agradecieron, sencillamente, que les fuera a visitar en nombre de Jesús y secundando sus palabras: “Estaba en la cárcel y me visitásteis” (Mt 25, 36). Todo ello puede comprobarse leyendo el diálogo entre Benedicto XVI y los reclusos de la cárcel de Rebibbia, que visitó el 18 de diciembre.
Es muy aleccionador este gesto del Papa, realizando una de las obras de misericordia literalmente señaladas en el Evangelio: “Dondequiera que haya un hambriento, un extranjero, un enfermo, un encarcelado, allí está Cristo mismo que espera nuestra visita y nuestra ayuda. Esta es la razón principal por la que me siento feliz de estar aquí, para rezar, dialogar y escuchar”.
Sin duda ha rezado. Asimismo ha dialogado con ellos, respondiendo a sus preguntas, lo que implica primero escuchar: “Querría de hecho poder ponerme a la escucha de la peripecia personal de cada uno, pero, lamentablemente, no es posible; sin embargo, he venido a deciros sencillamente que Dios os ama con un amor infinito, y sois siempre hijos de Dios. Y el mismo Unigénito Hijo de Dios, el Señor Jesús, experimentó la cárcel, fue sometido a un juicio ante un tribunal y sufrió la más feroz condena a la pena capital”.
Atención cristiana y pastoral en las cárceles
Junto al anuncio de Cristo y de su amor, Benedicto XVI ha sintetizado los principios que presiden la atención cristiana y pastoral a los reclusos. Ésta debe ir acompañada del interés por sus necesidades, la promoción de su dignidad y sus derechos. Todo ello en el ejercicio de una justicia, la justicia humana, que recibe luces de la justicia divina, siempre caracterizada por la misericordia, “para evitar –como lamentablemente no pocas veces sucede– que el detenido se convierta en un excluido”.
En Dios la justicia y la misericordia se unen. Por eso, “nuestra justicia será tanto más perfecta cuanto más esté animada por el amor por Dios y por los hermanos”. Pero ¿cómo compaginar esto con los requerimientos de la sociedad y la organización de las cárceles? “El sistema de detención gira en torno a dos puntos de referencia, ambos importantes: por un lado, tutelar a la sociedad de eventuales amenazas, por otro, reintegrar a quien ha cometido un error sin pisotear su dignidad y sin excluirlo de la vida social”. En efecto, la justicia implica siempre el respeto a la dignidad (cf. la respuesta del Papa a la primera pregunta de los presos). La dificultad de lograr estos objetivos se acrecienta actualmente por la superpoblación y la degradación de las cárceles.
De ahí el interés de “que las instituciones promuevan un atento análisis de la situación penitenciaria hoy, verifiquen las estructuras, los medios, el personal, de modo que los detenidos no descuenten nunca una ‘doble pena’; y es importante promover un desarrollo del sistema penitenciario, que, aún en el respeto de la justicia, sea cada vez más adecuado a las exigencias de la persona humana, con el recurso también a las penas sin internamiento o a modalidades diversas de detención”.
También nosotros estamos en la cárcel
En vísperas de la Navidad, el Papa nos invitaba a no sentirnos ajenos a la situación de los encarcelados, comenzando por visitarles; pues todos y cada uno lo somos, de diversas maneras, y necesitamos de la liberación que nos trae el Niño de Belén: “Pidámosle en el silencio y en la oración ser todos liberados de la cárcel del pecado, de la soberbia y del orgullo: cada uno de hecho necesita salir de esta cárcel interior para ser verdaderamente libre del mal, de las angustias de la muerte. ¡Sólo aquél Niño en el pesebre es capaz de dar a todos esta liberación plena!”.
(publicado en www.cope.es, 26-XII-2011)
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