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miércoles, 12 de septiembre de 2012

Contenidos y pedagogía de la fe



Transmitir la fe es el objetivo de la nueva evangelización. Esto implica la fe de los cristianos y la entera vida de la Iglesia, pues “no se puede transmitir lo que no se cree y no se vive”.

"Conocer la fe" para vivirla y transmitirla

     Hoy se requiere, y así lo ha pedido Benedicto XVI para el Año de la Fe, una confirmación de los contenidos esenciales de la fe. Sólo será posible si los cristianos dan testimonio de cómo la fe cristiana “transforma la vida con el gran don de la filiación divina en la comunión eclesial” (Documento de trabajo para el Sínodo sobre la nueva evangelización, n. 94). Es decir: al hacernos hijos de Dios, la fe vivida nos hace hermanos, miembros de la misma familia de Dios, que es la Iglesia, como germen de solidaridad y fraternidad en el mundo.
     Esta vida de fe y transmisión de la fe encuentra obstáculos en la cultura ambiente: consumismo y hedonismo, nihilismo y cerrazón a la trascendencia; una cierta agresividad respecto a la fe cristiana; otras dificultades provienen de los ámbitos de la ciencia y la tecnología. También hay obstáculos dentro de Iglesia o en los cristianos mismos: “Una fe vivida en modo privado y pasivo; una inadvertencia de la necesidad de una educación de la propia fe; una separación entre la fe y la vida” (n. 95); sincretismo y debilitación de la fe, etc., si bien hay signos de un renacimiento de la fe, particularmente en grupos y movimientos eclesiales y comunidades de vida consagrada.


La pedagogía propia de la fe: cabeza y corazón

     Para mejorar la transmisión de la fe, es necesario prestar una mayor atención a la pedagogía de la fe, en dos ámbitos principales.

     Una formación litúrgica y bíblica. “Sin la liturgia y los sacramentos –dice la carta Porta fidei–, la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los cristianos” (n. 11); se requiere asimismo la oración guiada por la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura.

     En esta línea, se destaca el redescubrimiento del sacramento de la reconciliación (la confesión) y la adoración eucarística, como se ha comprobado cada vez más en las Jornadas Mundiales de la Juventud; se percibe también una discreta difusión de la liturgia de las horas, y de grupos de oración y diversas formas de piedad popular.

    Marco general para la pedagogía de la fe es el Catecismo de la Iglesia Católica. “El Catecismo de la Iglesia Católica nos ha sido entregado como el instrumento para una doble acción: contiene los conceptos fundamentales de la fe y al mismo tiempo indica la pedagogía de su transmisión” (Documento de trabajo, n. 101).

     Y esto es así porque la fe tiene su “estructura pedagógica profunda” (cf., por ejemplo, Rm 10, 10). En efecto, y el Concilio Vaticano II lo ha mostrado siguiendo los pasos de los Padres de la Iglesia. Ellos unían la vida y la doctrina, la verdad y la caridad. Diríamos hoy: la cabeza y el corazón, la fe que da sentido a nuestra vida y las obras de servicio en que esa fe se manifiesta. Benedicto XVI ha señalado que “el conocimiento de los contenidos que se han de creer no es suficiente si después el corazón (…) no está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de Dios” (Carta Porta fidei, n. 52). 


Renovación de la catequesis

     El Documento de trabajo para el sínodo sobre la Nueva Evangelización subraya la necesidad de la renovación de la catequesis. “Se trata de un esfuerzo enorme”, y a todos los niveles. Y a la luz de la experiencia recogida en todo el mundo, se refiere al Catecismo de la Iglesia Católica, como un instrumento eficaz “para dar unidad y claridad de orientación” (Documento de trabajo n. 102) en la educación de la fe.

     La catequesis renovada no se puede limitar, como es frecuente en nuestros días, a la preparación de los sacramentos. La vida enseña que una fe renovada en el cristiano que le permita dar razón de su querer y actuar cara a Dios –queriendo con hechos a sus hermanos, los hombres y mujeres de su tiempo, y colaborando con ellos en construir una sociedad “humana” – requiere una educación permanente de los cristianos en la fe.

     Por eso el sínodo habrá de interrogarse “acerca del modo de realizar una catequesis que sea integral, orgánica, que transmita en modo intacto el núcleo de la fe, y al mismo tiempo sepa hablar a los hombres de hoy, dentro de sus culturas, escuchando sus interrogantes, animando en ellos la búsqueda de la verdad, del bien y de la belleza” (n. 104). 


Un compromiso a las puertas del "Año de la Fe"

     En definitiva, la transmisión de la fe, en sus contenidos (comenzando por los esenciales) y su pedagogía específica, requiere un compromiso de todos los cristianos, individual y asociadamente. ¿Cómo hacer que la formación sea más bíblica, más litúrgica y sacramental? ¿Enseñamos que los sacramentos son signos e instrumentos para una vida coherentemente cristiana, que se manifiesta en la justicia y en la caridad? ¿Conocemos las claves del Catecismo de la Iglesia Católica para poder educar según la “estructura de la fe”?

     Transmitir la fe es hacer discípulos a todos los pueblos, bautizándolos y enseñándoles a guardar lo que Jesús nos ha mandado con la conciencia de que él está siempre con nosotros (cf. Mt 28, 19 y 20).

     Por eso cada cristiano –ya a las puertas del Año de la Fe–­ podría preguntarse personalmente cómo es su disposición respecto al mandato de Jesús y en relación con la transmisión de la fe. De ese mandato podría decirse lo mismo que de la invocación de Jesús “que todos sean uno”, en palabras de Juan Pablo II: “Es, a la vez, imperativo que nos obliga, fuerza que nos sostiene y saludable reproche por nuestra desidia y estrechez de corazón” (Carta Novo millennio ineunte, n. 48). 


(publicado en www.analisisdigital.com, 10-IX-2010)

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