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miércoles, 9 de octubre de 2013

El placer y la realidad

J. Miró, El carnaval del arlequín (1925)
(El arlequín es un personaje que simboliza a veces el capricho o la sagacidad, 
y otras veces la ingenuidad o la sensibilidad)

¿Qué es el bien? ¿El placer? ¿La autoconservación? Después de algunos experimentos Spaemann concluye que el bien tiene que ver sobre todo con la realidad; y en este sentido, con la educación ética.


1. De nuevo, ¿qué es el bien?

     Una vida buena o auténtica consiste en buscar el bien, incluso “debe” procurar hacer el bien. La palabra “deber” apela a nuestra voluntad, y a muchos hoy esto les suena como una imposición que viene de fuera, y no de su propia voluntad, pues “yo quiero hacer lo que yo quiero”. Esto parece evidente. Pero ¿por qué quiero algo?. El apático, el que no quiere nada, no se plantea ningún deber. Pero entonces no podrá aspirar a una vida mejor, éticamente hablando; es decir, a crecer en madurez y por tanto en posibilidades de ayudar a los demás. 


     Cuando en el siglo III antes de Cristo comenzó la reflexión Ética, esto no sucedió con la pregunta sobre lo que debemos hacer, sino con la pregunta qué y por qué queremos algo. Por ejemplo, si hago caso a mi médico es para estar más sano, o si le doy la cartera al atracador, para salvar por lo menos mis huesos. Y si me doy cuenta que “debo” hacer eso es porque tengo mis motivos, mis razones, porque hacer eso es razonable, es lo bueno. Pues bien, lo que verdaderamente queremos como causa de cualquier otro deseo es lo que los griegos llamaron “el bien” o incluso “el bien supremo”. Esto segundo significa que ellos presuponían que en el fondo y de verdad buscamos algo por encima de todo.

     Si aceptamos esto, entonces los sistemas normativos serían más o menos naturales dependiendo que nos ayuden o no a alcanzar lo que de verdad queremos. Y si no, serían antinaturales. Y esto puede suceder de dos maneras:

     a) por entregar al hombre en manos de otro (heterodeterminación: el atracador nos impone su propia voluntad, y eso no se puede decir que sea lo que naturalmente queremos, sino que es lo que Spaemann llama una “dominación interiorizada”: puesto que no tengo más remedio, accedo a hacer lo que mandas);

    b) por entregarnos en manos de nuestro capricho, deseos o gustos del momento (pero entonces tampoco hacemos lo que naturalmente debemos, y no lo hacemos por falta de suficiente conocimiento o por falta de autodominio).

     Pero nos queda una pregunta: ¿de verdad existe ese “bien supremo” o deseo fundamental, que puede servir para medir todos nuestros deseos, y por tanto para regular todas las normas morales? 


2. El hedonismo

     La respuesta más antigua a esa pregunta es: lo que en el fondo buscamos es el placer (hedoné), evitar el dolor, sentirnos a gusto. Esto implica descubrir que lo bueno produce una satisfacción (en castellano decimos: a nadie le amarga un dulce). Si salvo la vida a alguien o soy agradecido, me siento satisfecho. Pero la interpretación hedonista tiene un fallo, porque yo no hago esas cosas para conseguir una satisfacción.

     Ciertamente que hacemos las cosas por distintos motivos buenos o malos. Epicuro (uno de los representantes del hedonismo) no afirmaba que todos los hombres fueran hedonistas, sino que les recomendaba serlo.

    Spaemann distingue dos variantes del hedonismo, que podemos llamar positiva y negativa (podríamos llamarlas también maximalista y minimalista). La positiva propone lograr un máximo de placer, y suele darse entre las clases dominantes, y acomodadas, de una sociedad. La negativa propone evitar el dolor, y tiene que ver con lo “ascético” (de ascesis, esfuerzo o ejercicio para liberar el espíritu), pues quien tiene pocos deseos tendrá pocas frustraciones). Esta segunda es la postura de Epicuro, aplicada sobre todo a la salud). De ahí también que, según Epicuro es razonable reducir los deseos (es más fácil ser feliz si se tiene un menor rango de expectativas); y la amistad sería algo ético porque lleva a sentirse bien (hacer el bien” lleva a “sentirse bien”, pero, cabría preguntarse, ¿es éste el objetivo que hay que buscar?).


3. La autoconservación

     Junto al del placer, el hombre tiene también el apetito de la autoconservación. Como en los animales, ese instinto está vinculado al hambre y la sed y al instinto sexual. Pero el hombre puede separar esos instintos de su fin natural, buscando su propia satisfacción, aunque esto provoque ciertos problemas.

     Sigmund Freud describió el desarrollo del niño mediante la relación de dos principios que llamó el principio de “placer” (o libido) y el principio de “realidad”. El niño tiende al placer corporal, pero se encuentra con algo que se opone al impulso del placer, que es la realidad. Debe aprender a acomodarse, renunciando a parte de sus deseos para conseguir otros, y así se desarrolla la razón (en un país como Jauja no se dsarrollaría algo como la razón). Visto así el hombre resulta ser un hedonista frustrado, y esto, según Freud, sería la causa de todas las neurosis, pero también la causa de todas las más altas realizaciones culturales que resultan de la sublimación de los impulsos primarios (cómo es posible esto no lo explicó Freud). 


4. Dos experimentos

     Para valorar las interpretaciones de Freud, Spaemann propone dos experimentos mentales:

    a) Imaginemos un hombre atado a una sala de operaciones. Se le han introducido uns cables que conectan con centros nerviosos y le producen continuamente euforia, bienestar. Según el médico que le cuida, esto puede durar diez años más, o se le puede desconectar para que muera sin dolor. Y se nos pregunta si cada uno estaría dispuesto a cambiar su vida por ese tipo de felicidad. De nuestra negativa se puede deducir que preferimos nuestra vida mediocre a esa felicidad, inducida fuera de la realidad.

     Spaemann deduce que nosotros no consideramos la realidad como enemiga del placer, sino que aceptamos el dolor o las molestias que trae la vida, si no son excesivos; Pero lo que de verdad y en el fondo deseamos no es el placer, sino la vida realizada lo mejor posible.

     b) En otro experimento de imaginación, en este momento nos enteramos de que nunca moriremos, sino que viviremos para siempre sin dolor y sin envejecer. Si aceptamos esto, viviríamos a gusto quizá los primeros doscientos años; pero luego todo lo que hacemos iría careciendo de importancia, porque se podría hacer lo mismo mañana y al día siguiente (aquí cabría aludir a la película “Atrapado el tiempo”, Groundhog Day, de H. Ramis, 1993; ver trailer)

     De aquí surge otra observación. En una vida sin fin, nada sería valioso. Y sin la preocupación por la muerte no cabe una existencia plena. Por eso, lo mismo que el placer, el principio de la autoconservación (sea del individuo o de un sistema social) no sirve para la felicidad total, pues no lo queremos a cualquier precio. De hecho uno puede sacrificar su vida por otra persona o por una causa más alta que su mera conservación. Una moral de autoconservación, al sustitur la palabra “bueno” por “autconservación de la vida”, deja pendiente es en qué consiste una vida valiosa, pues es posible y razonable tener más miedo a una mala vida que a la muerte.

     En la sociedad hay una tendencia a exagerar a veces el placer o la libertad, con la consabida satisfacción subjetiva de los ciudadanos, a costa de la conservación y la seguridad, y otras veces lo contrario. Dice Spaemann que esto es como un símbolo de las dos maneras, izquierda y derecha, de destruir lo bueno. 


5. Bien y realidad

     En 1968 aparecieron las paredes de la Universidad de la Sorbona en Paris pintadas con las palabras: “La imaginación al poder”, cosa que se podía proponer en una sociedad de la abundancia. Luego vinieron las desilusiones y las crisis (hasta nuestros días). Quien propone al hombre el único horizonte del placer necesariamente considera la realidad como enemiga. En cambio quien comprenda que lo que deseamos es la realidad, de modo que en diálogo con ella maduramos como personas, se dará cuenta de que el bien tiene que ver con el hacer justicia a la realidad. Por eso, concluye Spaemann, debemos ser educados desde niños no para combatir la realidad o arrebatarle algo que alimente simplemente nuestro placer, sino para desarrollar nuestras fuerzas y capacidades frente a lo que es independiente de nosotros mismos. Corresponde a una buena educación ética que la realidad se experimente ante todo como algo amistoso y favorable, y no con miedo o desconfianza
     En efecto, y así se propone en películas como "La vida es bella" (R. Benigni 1997), y "En busca de la felicidad" (G. Muccino, 2006). En "Blade runner" (R. Scott, 1982) y "Los inmortales" (R. Mulcahy, 1986) se plantea la cuestión de la inmortalidad. Otras películas donde aparece el problema de una vida alienada de la realidad son "El show de Truman" (B. de Palma, 1998) y "Matrix" (Wachowsky Brothers, 1999). El placer y la felicidad "programados" en un mundo futuro se muestran en la novela "Un mundo feliz" de A. Huxley (Brave New World, 1932).

*    *    *

Preguntas de autoevaluación 
(responder Verdadero o Falso)

1. La Ética comenzó hace 2500 años con la pregunta sobre lo que debemos hacer

2. Epicuro afirmaba que todos los hombres son hedonistas

3. Para Epicuro, las virtudes de la benevolencia, liberalidad y amistad pertenecen a la buena vida, ya que estas cualidades son una fuente de alegría para quien las posee

4. Freud pensaba que el inevitable “principio de realidad” consiste en que desde niños debemos experimentar la realidad como algo que se opone al placer, y por eso nos tenemos que acomodar a la naturaleza

5. Freud pensaba que el hombre es un “hedonista frustrado”, y que ahí reside la causa de todas las neurosis, pero no la causa de las más altas realizaciones culturales que brotan de la sublimación de los impulsos primarios

6. La realidad es sobre todo y principalmente una fuerza que se nos impone, y se opone a que nos realicemos como personas

7. La experiencia de la realidad, muy lejos de ser impedimento para la realización de la vida, es más bien su contenido genuino

8. Sin la preocupación por una vida amenazada por el final, no cabe una existencia plena

9. Según Spaemann, educar tiene que ver con introducir a alguien en la realidad, procurando que la experimente ante todo como algo amistoso y favorable

10. Lo natural es sólo lo que brota de mi interior, es decir, lo que depende de mis deseos y gustos en cada momento

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