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miércoles, 5 de febrero de 2014

La teología, ciencia de la fe vivida

¿Qué es propiamente la verdad cristiana? ¿Qué nos aporta para la vida? ¿Qué consecuencias tiene esto en la educación cristiana y en la tarea teológica?

     En su mensaje a las Academias Pontificias, el 28 de enero, el Papa Francisco, ha querido señalar el hilo que une la encíclica sobre la Fe (Lumen fidei, 29-VI-2013) y la exhortación “La alegría del Evengelio” (Evangelii gaudium, 24-XI-2013). Ese hilo es la relación entre la fe, la verdad y el amor. 

     El Papa comienza evocando el núcleo mismo, lo más importante de lo que dice la encíclica sobre la fe. La fe no son meras creencias, sino verdadero conocimiento, que aporta fuerza de convicción y luz para iluminar la vida. Ahora bien, el conocimiento, la convicción y la luz propios de la fe provienen de su vinculación con el amor: “La fe conoce en cuanto está vinculada al amor, en cuanto el amor mismo lleva una luz. La comprensión de la fe es la que nace cuando recibimos el gran amor de Dios que nos trasforma interiormente y nos da ojos nuevos para ver la realidad” (Lumen fidei, 26).


La verdad cristiana: el amor de Dios manifestado en Cristo

     Eso es lo que acontece a partir del encuentro con Cristo. Observa el Papa Francisco que, al ver a Jesús que había vuelto a la vida ya para siempre, los discípulos “no contemplaron una verdad puramente interior o abstracta, sino una verdad que se les abría precisamente en el encuentro con el Resucitado, en la contemplación de su vida, de sus misterios”. Esa contemplación, que ellos realizaron con sus propios ojos, les abrió una mirada nueva a la realidad. En adelante serían capaces de ver todas las cosas y los acontecimientos con unos “ojos nuevos”, los ojos de Cristo. Él les haría participar espiritualmente de su propia mirada, para que aprendieran a mirar, y por tanto a entender las cosas, como él las ve y las entiende. En esto consiste la fe cristiana.

     De todo ello, señala Francisco, se deducen importantes consecuencias, tanto para el obrar de los cristianos como para el método de la teología. A este propósito cita otro pasaje de la encíclica, donde podemos encontrar respuestas a nuestras preguntas: ¿cómo es la verdad cristiana y qué transformación produce en nosotros?

     “La verdad –leemos en Lumen fidei– hoy se reduce a menudo a autenticidad subjetiva de cada uno, válida solo para la vida individual. Una verdad común nos da miedo, porque la identificamos con la imposición intransigente de los totalitarismos. Pero si la verdad es la verdad del amor, si es la verdad que se abre en el encuentro personal con el Otro y con los demás, entonces queda liberada de la clausura en el individuo y puede formar parte del bien común… Lejos de endurecernos, la seguridad de la fe nos pone en camino, y hace posible el testimonio y el diálogo con todos” (Lumen fidei, 34).


Un camino de testimonio y diálogo

     Pues bien, dice ahora el Papa Francisco, ese camino al que nos conduce la fe –un camino de testimonio y diálogo– es el que se explica en la exhortación Evangelii gaudium, sobre el anuncio gozoso del Evangelio en el mundo actual.

     Ahí se propone una “opción misionera” que deben tomar, o renovar, decididamente cada uno de los cristianos y también la Iglesia en su conjunto y cada una de sus partes, para contribuir a transformar toda la realidad con el anuncio de la fe.

    ¿En qué consiste, concretamente, esa transformación? “No se trata –apunta el Papa– de hacer obras exteriores, ‘de fachada’. Se trata más bien (…) de concentrarse una vez más ‘en lo esencial, en lo que es más bello, más grande, más atrayente y al mismo tiempo más necesario’ (Lumen fidei, 35)”. Y de ese modo, añade también con palabras de la encíclica, “la propuesta se simplifica, sin perder por eso profundidad y verdad, y así se hace más convincente y radiante» (ibid.).

     Esto es lo que la Iglesia, por voz del Obispo de Roma pide también a los miembros de las Academias Pontificias, donde se trabaja intensamente en la reflexión sobre la fe y la relación entre teología y ciencias humanas.


La teología es sabiduría para la vida

    Santo Tomás de Aquino afirma, al principio de su Suma Teológica, que la teología es una ciencia especulativa y por eso también práctica. Pero atención, por el adjetivo especulativa no debe entenderse una reflexión puramente teórica que no baja a la vida. En el mismo lugar señala el Aquinate que la teología –por fundarse en la razón y la fe– participa del conocimiento propio de Dios, esencialmente vinculado al amor. La teología arranca de la contemplación y aspira, por el amor que esa contemplación infunde en el creyente, a comunicar, entregar o transmitir a otros lo contemplado.

    Por tanto, la teología –cabría decir hoy de modo más directo– es sabiduría que permite, al cristiano, conocer y amar a Dios y sus obras; y, por tanto, lleva a vivir ayudando a los demás, colaborando en el bien común, mediante el diálogo amable y el trabajo por transformar este mundo en un camino que recorremos con otros hacia la casa del Padre.

    En este perspectiva el Papa Francisco se ha dirigido también a los miembros de la Congregación para la doctrina de la fe, recordándoles que la doctrina cristiana no permite ser comprendida como una pura especulación, aunque de hecho ha existido la tentación de verla así:

     “Desde los primeros tiempos de la Iglesia existe la tentación de entender la doctrina en un sentido ideológico o de reducirla a un conjunto de teorías abstractas y cristalizadas” (cf. Evangelii gaudium, nn. 39-42). “En realidad –ha añadido el Papa–, la doctrina tiene el único fin de servir a la vida del Pueblo de Dios y pretende asegurar a nuestra fe un fundamento cierto” (Discurso 31-I-2014).

     En definitiva, con los textos que el Papa Francisco nos ha ofrecido –Lumen fidei y Evangelii gaudium– tenemos luces claras para el obrar cristiano, la educación en la fe y la tarea teológica.

     Respecto a la teología, hoy es necesario redescubrir e impulsar su finalidad evangelizadora. La teología es sabiduría, ciencia –conocimiento por causas– que no busca siemplemente analizar la fe hasta llegar a conclusiones de carácter intelectual, sino que es ciencia de la fe vivida (por el amor), y por tanto, de la fe anunciada y transmitida. Y si no, no es teología.

     Y por eso conviene subrayar la importancia de las disciplinas teológicas que hoy se dedican especialmente a la evangelización, como la misionología, la teología catequética y, en un sentido más amplio (el conjunto de la acción eclesial), la teología pastoral.


(publicado en www.analisisdigital.com, 3-II-2014)

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