La película “Los juegos del hambre” (The Hunger Games, G. Ross, 2012) se sitúa en una sociedad futura. Siendo aparentemente un film sin religión ni Dios, muestra adónde puede ir a parar una sociedad sin el Dios verdadero: a sacrificar vidas humanas para quitarse de encima las propias culpas o pecados, y así tranquilizar la conciencia.
Sin embargo, la película también plantea la posibilidad de que haya quienes –casualmente una pareja, chico y chica– se rebelen contra esa situación asumiendo voluntariamente el lugar de las víctimas, como modo de terminar con ese terrible sistema.
En esta clave el secreto del mito que en muchas civilizaciones se concreta en la muerte de un “chivo expiatorio” puede sugerir caminos para profundizar en el sentido del amor verdadero (cf. A. Llano, Deseo, violencia y sacrificio: el secreto del mito según René Girard, Eunsa, Pamplona 2004).
Otra película parecida, también futurista y en principio más bien pesimista es “Divergente” (Divergent, N. Burger 2014). En ella se muestra cómo, a pesar de los esfuerzos de la humanidad, el mal o el pecado está siempre presente. A la vez, también aparece la capacidad de pedir perdón y la capacidad de sacrificio. Con todo, aunque somos capaces de colaborar en nuestra salvación, esa salvación en parte ha de venir “de fuera”.