Se cumple un año de la encíclica del Papa Francisco Laudato si’, sobre el cuidado de la Casa común. La fe bíblica asegura la dignidad de la persona humana y su valor especial, por haber sido creada para una vida de amor que sea respuesta al amor divino. Esa respuesta de amor comporta el cuidar con respeto el mundo y los seres que lo pueblan. Ya se ve que esto nada tiene que ver con un antropocentrismo despótico o radical, en el sentido denunciado por muchos de los que se dedican a la ética ambiental.
Veamos en primer lugar la relación entre cristianismo y antropocentrismo y en segundo lugar los compromisos ecológicos que resultan de la fe bíblica.