En una ocasión visité la abadía de Melk, en Austria. Me llamó la atención, en el retablo de la iglesia, una enorme corona dorada sostenida por ángeles con esta inscripción: “Nadie puede conocerse a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni puede vencer si no ha luchado, ni puede luchar si carece de enemigo y de tentaciones” (San Agustín, Comentario sobre el salmo 60).
A la vez, los cristianos, para calibrar la realidad de su situación ante Dios y en cada momento de la vida, necesitamos del discernimiento, tanto desde el punto de vista personal como familiar, social y eclesial
El último capítulo de la exhortación Gaudete et exsultate plantea estos dos medios imprescindibles para todo cristiano que desea seguir seriamente la llamada a la santidad: el combate espiritual y el discernimiento.