En efecto, en el comienzo de su pontificado Francisco presentaba a san José como aquél que cuidó del proyecto salvífico centrado en Cristo. Y lo hizo por medio de su propio discernimiento, a partir de los signos de la acción del Espíritu Santo que se perciben cuando se miran con fe y con realismo los acontecimientos.
La imagen escogida por el Papa es la navegación hacia la paz, que es nuestro puerto o nuestra meta. Hacia ahí navegamos, “todos estamos en la misma barca”, como señala en Fratelli tutti. Meses antes, el 27 de marzo había dicho que la pandemia nos ha hecho conscientes de estar una barca frágiles y desorientados. Ahora podemos ver claramente que esa barca es o debe ser la fraternidad, el camino es la justicia y el rumbo, la paz. El Papa desea que la humanidad “pueda progresar en este año por el camino de la fraternidad, la justicia y la paz”.
Qué es la paz
Ante todo, quizá nos convenga recordar qué es la paz en la perspectiva de la antropología cristiana, de raíz bíblica. En la séptima bienaventuranza se declara bienaventurados a los fabricantes o hacedores de la paz, por contraste con los indiferentes. Y el motivo que se aduce es que ellos serán llamados hijos de Dios. Esa bienavanturanza es un eco de la plenitud expresada en el séptimo día de la creación, cuando Dios descansó y vio que todo era no solo bueno, sino "muy bueno".
El shabat, séptimo día, el hombre está invitado a unirse al descanso de Dios. De ahí el saludo entre los judíos, schalom, que recuerda y reactiva esa paz, saludo que se refuerza el sábado, shabat schalom, deseando ese día especialmente la paz que viene de Dios. En la cultura y lenguaje bíblicos, lo opuesto a esa paz es el pecado, es decir el desorden y la negación del amor. Y todo ello se aplica a las cosas, a las personas y a la sociedad.
Los cristianos vemos esto desde los frutos del misterio pascual. Jesús es el príncipe de la paz (profetizado en Is 9, 6), también desde sus años de trabajo y vida ordinaria en Nazaret.
Trabajar y hacer la paz es imitar y considerar, colaborar lo que Dios hace en todo su plan de salvación. Construir la paz tiene mucho que ver con trabajar bien, en sintonía con el Señor, en sintonía con las personas, buscando la armonía y la unidad de vida, en la perspectiva de la antropología cristiana.
Se puede analizar el mensaje del Papa siguiendo los pasos del método del discernimiento, que alguna vez ha nombrado así: contemplar, discernir, proponer.
Contemplar
1. Francisco contempla especialmente el contexto del Covid, con su drama (sanitario, económico, etc.) y también sus luces (el heroísmo escondido de tantos, testimonios de caridad y solidaridad). Y renueva la llamada a sus aspectos éticos (acceso a las vacunas y las tecnologías).
Señala algunos obstáculos: “diversas formas de nacionalismo, racismo, xenofobia e incluso guerras y conflictos”. Y sobre todo los caminos: “Hacernos cargo los unos de los otros y también de la creación, para construir una sociedad basada en relaciones de fraternidad”. De ahí el lema de este mensaje “La cultura del cuidado como camino de paz”.
De modo directo explica la finalidad de esta “Cultura del cuidado”: erradicar la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que suele prevalecer hoy en día. Se trata de una navegación en esa barca de la fraternidad, en ese camino de la justicia y con ese rumbo a la paz.
Discernir con fundamento
2. Los fundamentos y criterios para el discernimiento los podemos encontrar en la revelación, en los signos de los tiempos, en las ciencias humanas y siempre en la situación actual.
Esos fundamentos o criterios aparecen aquí agrupados en dos tipos. Unos se refieren a la historia de la salvación y otros se refieren a la doctrina social de la Iglesia.
a) El primer grupo, en torno a la historia de la salvación. En esa historia se enseña y promueve el “cuidado” en relación con Dios, uno mismo, los demás (la fraternidad y la justicia) y a la vez con la Tierra. En esa perspectiva se nombra a Adán (el hombre relacionado con la Tierra) y su encargo de cultivarla y cuidarla (cf. Gn 2, 15). La figura de Caín, que se “excusa” de no haber sido el guardián de su hermano (cf. Gn 4, 9). Y sobre todo, el cuidado de Dios mismo sobre Caín (cf. Gn 4, 9), sus instrucciones sobre el descanso del sabático en relación con el culto y al mismo tiempo con el orden social y los pobres (cf. Dt 15, 4). También la predicación de los profetas, como Amós e Isaías, en la misma línea.
Un paso más, y definitivo, es la vida de Jesús y el “cuidado” en su ministerio, concretamente su amor y compasión hacia los pobres y necesitados. Recuérdese su primera predicación en la sinagoga de Nazaret (Lc 4, 18), su identificación como buen pastor (cf. Jn 10,11-18; Ez 34,1-31), su enseñanza sobre la misericordia del buen samaritano (cf. Lc 10, 30-37: haz tú lo mismo) y, finalmente, su entrega: el don y sacrificio de su vida en la Cruz y la invitación a seguirle por ese camino.
Esa cultura del cuidado la aprenden los seguidores de Jesús. Ahí está la insistencia de la Iglesia sobre las obras de misericordia, desde los primeros cristianos (cf. Hch 4,34-35). Las enseñanzas de los Padres sobre el bien común y el sentido de la propiedad sobre los bienes. Y tantas instituciones que han surgido luego precisamente para el cuidado de los más necesitados.
b) En un segundo grupo se presentan criterios de la doctrina social de la Iglesia, que asumen y concretan los anteriores como fundamentos o criterios fundamentales de la cultura del cuidado: 1) la dignidad humana (el concepto de persona y la exclusión de su manipulación, de raíz cristiana; los derechos y deberes en relación con los demás); 2) el bien común, que corresponde a toda la familia humana; 3) la solidaridad, en relación con el bien común y la responsabilidad por todos (cf. enc. Fratelli tutti); 4) la protección de la creación: paz, justicia y conservación de la creación, inseparables de la ternura, compasión y preocupación por cada ser humano (cf. enc. Laudato si’)
Proponer
3. Como conclusión del discernimiento, el papa propone que esos principios representan la brújula para un rumbo común, un “rumbo verdaderamente humano”: el rumbo de la paz y de la humanización, siguiendo los principios de la doctrina social de la Iglesia Así se podrá facilitar la solución de los conflictos.
Ya dentro de las propuestas concretas, Francisco señala la importancia de la promoción de procesos, y en este caso concretamente de procesos educativos, para fortalecer la dinámica “dentro de la barca” común, que es la fraternidad. Es decir, la dinámica entre amistad social y fraternidad. Podemos señalar, de acuerdo con Evangelii gaudium, Fratelli tutti y Laudato si', y en el contexto actual que incluye la pandemia, que esos procesos educativos implican: una antropología, una ética (volvemos a los principios sociales), apertura a los demás, discernimiento y diálogo en busca de la “verdad vivida”.
Todo ello, junto con una educación de la fe que asuma esos valores y caminos. Y de esa manera, en la barca, demos testimonio de que estamos con Cristo: que vive, aunque a veces pueda parecer que duerme, pero tiene poder para calmar la tempestad o hacernos caminar sobre las aguas, y dar mucho fruto, llegando a puerto con la humanidad que nos ha sido confiada.
Esto habrá que traducirlo en proyectos concretos a nivel universal y local: en la familia, la parroquia y la escuela, en la universidad, en relación con las religiones y en colaboración con otros educadores (pacto educativo), que sepan poner de relieve los valores (contenidos valiosos) y los caminos de la realidad humana y de la creación.
Conclusión
Este planteamiento se podría representar con la figura de un triángulo en cuyo fondo está la cultura del cuidado como clave de la navegación hacia la paz. Esa cultura se enraíza y construye continuamente a partir de la historia de la salvación (vértice superior), del discernimiento (vértice izquierdo) y de los procesos educativos concretos (vértice derecho). Y a la vez, la cultura del cuidado retroalimenta los procesos vivos que enlazan la acción de Dios en las acciones humanas. Entre el vértice superior (historia de la salvación) y el izquierdo (discernimiento), se puede subrayar la acción del Espíritu Santo. Del otro lado (derecho), esa misma historia viva de la salvación sigue interactuando en los procesos educativos, por medio de la evangelización, del desarrollo humano (impulsado por el trabajo) junto con la ecología integral, y la fraternidad. Los procesos educativos, a su vez, se sitúan en relación dinámica con el discernimiento (base del triángulo), en esta “navegación de la paz”, que se guía por los principios y criterios de la doctrina social de la Iglesia (*)
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(*) Este texto es una síntesis del contenido presentado, en forma de entrevista, en una sesión telemática organizada por el Departamento de Pastoral y Cultura de la Conferencia Episcopal Mexicana y transmitida el 12-I-2021 (51 minutos).
Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=Cqk6bgwjyEQ&feature=youtu.be
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