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lunes, 11 de marzo de 2013

La Iglesia: Cristo que vive en los cristianos

Mater ecclesiae, mosaico en la plaza de San Pedro, Vaticano


Las últimas palabras “públicas” de Benedicto XVI como Sucesor de Pedro consistieron en su despedida de los cardenales y un breve saludo a las personas congregadas para recibirle en Castelgandolfo. En la línea del día anterior, quiso dedicarlas a la Iglesia, “razón y pasión” de su vida. Y al hacerlo –como otras expresiones de estas semanas finales de su pontificado– expresa algo que pertenece al centro mismo de su ministerio petrino.

La Iglesia es una realidad viva y su corazón es Cristo

      Después de reiterar a los cardenales su agradecimiento y exhortarles a la unidad, “como una orquesta, donde las diversidades, expresión de la Iglesia universal, contribuyan siempre a una armonía superior y concorde”, quiso dejarles un “pensamiento sencillo (…): un pensamiento sobre la Iglesia, sobre su misterio, que constituye para todos nosotros –podemos decir– la razón y la pasión de la vida”.

     Para ello se apoyó en unas palabras que Romano Guardini consignó, en su último libro (Die Kirche des Herrn), como dedicatoria personal dirigida a Joseph Ratzinger. El libro fue escrito en 1965, año en que los Padres del Concilio Vaticano aprobaron la Constitución Lumen Gentium. Y Benedicto XVI afirma que esas palabras de su maestro las aprecia especialmente.

     Dice Guardini: “La Iglesia no es una institución ideada y planificada, sino una realidad viva. Vive a lo largo del transcurso del tiempo, en devenir, como cualquier ser vivo, transformándose. Sin embargo, en su naturaleza sigue siendo la misma: su corazón es Cristo”.

     A continuación Benedicto XVI evoca la multitud reunida el día anterior en la plaza de San Pedro en el Vaticano, y recoge la idea principal: la Iglesia es de Dios y es una realidad viva.

     “Si pienso en la Plaza que vimos ayer, veo que la Iglesia es un cuerpo vivo, animado por el Espíritu Santo y vive verdaderamente de la fuerza de Dios. La Iglesia está en el mundo pero no es del mundo: es de Dios, de Cristo, del Espíritu. Lo vimos ayer”.


La Iglesia se despierta en las almas

     Por eso –observa–, es también verdadera y elocuente otra célebre frase de Guardini: "La Iglesia se despierta en las almas" (Von Sinn der Kirche, 1922).

     E interpretaba el papa Ratzinger: “La Iglesia vive, crece y se despierta en las almas, que –como la Virgen María– acogen la Palabra de Dios y la conciben por el poder del Espíritu Santo. Ofrecen a Dios su propia carne y, justo en su pobreza y su humildad, se vuelven capaces de engendrar a Cristo en el mundo de hoy”. Y así puede añadir: “A través de la Iglesia, el misterio de la Encarnación permanece presente para siempre. Cristo sigue caminando a través de los tiempos y de todos los lugares”.

     Así es. La Iglesia es de Dios y no nuestra. Y vive en los cristianos fieles porque ellos –los que están en el camino de la santidad– son vida de Cristo para el mundo.

     “Permanezcamos unidos –se despedía el papa–, queridos hermanos en este misterio. Sobre todo en la Eucaristía y en la oración diarias, para servir a la Iglesia y a toda la humanidad. Esta es nuestra alegría, que nadie nos puede quitar”.

     Ya en el palacio de Castelgandolfo, Benedicto XVI quiso expresar la que sería en breve tiempo su nueva condición: “Soy simplemente, un peregrino que empieza la última etapa de su peregrinación en esta tierra. Pero quisiera todavía, con mi corazón, con mi alma, con mis oraciones, con mis reflexiones, con toda mi fuerza interior, trabajar por el bien común y el bien de la Iglesia y de la humanidad. Y me siento muy apoyado por vuestra simpatía. Vayamos adelante con el Señor, por el bien de la Iglesia y del mundo”.

     Como tantos sabios y santos, Benedicto XVI emprende la última etapa de su peregrinaje redescubriendo la Iglesia viva, la que vive de Cristo en los cristianos.


(publicado en www.religionconfidencial.com, 11-III-2013)

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