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lunes, 28 de enero de 2019

Vivir el ahora de Dios

Aquel día en la sinagoga de Nazaret, Jesús se levantó para “poner en acto el sueño de Dios”. Allí se venía proclamando la palabra de Dios como promesa de futuro; “pero en boca de Jesús solo podía decirse en presente, haciéndose realidad: Hoy se ha cumplido”.

Tomando pie del Evangelio del día, Francisco ha pronunciado la homilía de clausura en la JMJ de Panamá. Sus palabras traen, para los jóvenes, la fuerza de una convocación que no admite demora. Así hace presente y eficaz la acción de Jesús que es el “Hoy” y “ahora” de Dios.

“Jesús revela el ahora de Dios que sale a nuestro encuentro para convocarnos también a tomar parte en su ahora de ‘llevar la Buena Noticia a los pobres, la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia en el Señor’ (cf. Lc 4,18-19)”.

“Este es –señala el papa Bergoglio– el ahora de Dios que con Jesús se hace presente, se hace rostro, carne, amor de misericordia que no espera situaciones ideales, situaciones perfectas para su manifestación, ni acepta excusas para su realización. Él es el tiempo de Dios que hace justa y oportuna cada situación y cada espacio. En Jesús se inicia y se hace vida el futuro prometido”.


No siempre creemos

En efecto, en Jesús, Dios se ha hecho carne, no solo hace 2000 años en Belén, sino ahora, porque Él sigue vivo y actúa y quiere vivir y actuar también por nosotros ahora. Ciertamente que, hoy como entonces, encuentra resistencias: “No todos los que allí lo escucharon se sintieron invitados o convocados”. “No todos los vecinos de Nazaret estaban preparados para creer en alguien que conocían y habían visto crecer y que los invitaba a poner en acto un sueño tan esperado. Es más, decían: “¿ Pero este no es el hijo de José?” (cf. Lc 4,22).

“También a nosotros –advierte Francisco– nos puede pasar lo mismo. No siempre creemos que Dios pueda ser tan concreto, tan cotidiano, tan cercano y tan real, y menos aún que se haga tan presente y actúe a través de alguien conocido como puede ser un vecino, un amigo, un familiar. No siempre creemos que el Señor nos pueda invitar a trabajar y a embarrarnos las manos junto a Él en su Reino de forma tan simple pero contundente”.

¿Y por qué nos pasa esto? Por falta de fe. “Cuesta aceptar que ‘el amor divino se haga concreto y casi experimentable en la historia con todas sus vicisitudes dolorosas y gloriosas’” (Benedicto XVI, Audiencia general, 28-IX-2005). Así es, quizá porque estamos, especialmente en nuestro mundo occidental, pegados a lo material, un tanto “instalados” y despreocupados de la realidad concreta, de las necesidades de otros.


Dios es amor concreto

Por eso, apunta el papa, “no son pocas las veces que actuamos como los vecinos de Nazaret, que preferimos un Dios a la distancia: lindo, bueno, generoso, bien dibujadito pero distante y, sobre todo, un Dios que no incomode, un Dios ‘domesticado’. Porque un Dios cercano y cotidiano, un Dios amigo y hermano nos pide aprender de cercanías, de cotidianeidad y sobre todo de fraternidad. Él no quiso tener una manifestación angelical o espectacular, sino quiso regalarnos un rostro hermano y amigo, concreto, familiar. Dios es real porque el amor es real, Dios es concreto porque el amor es concreto. Y es precisamente esta ‘concreción del amor lo que constituye uno de los elementos esenciales de la vida de los cristianos’ (cf. Benedicto XVI, Homilía 1-III-2006).

Es cierto. Cuando nos planteamos que Jesús es alguien así, Dios hecho carne real, concreta, aquí y ahora para mí también en otros, y en mí para otros, intuimos que tendríamos que cambiar. Y como nos resistimos a cambiar, preferimos “bajar” la realidad de Dios, los “sueños de Dios”, a nuestra realidad, a nuestros pequeños sueños de tejas abajo. “Querer domesticar la Palabra de Dios es tentación de todos los días”.

Esto puede pasar también con los jóvenes, dice Francisco, “cada vez que piensan que su misión, su vocación, que hasta su vida es una promesa pero solo para el futuro y nada tiene que ver con el presente. Como si ser joven fuera sinónimo de sala de espera de quien aguarda el turno de su hora”. Y los demás, ‘mientras tanto’, quizá les empaquetamos un futuro garantizado y bien asegurado como en un laboratorio. Pero eso es una ficción de la verdadera alegría y del amor.

“Y así –observa el papa–, con esta ficción de la alegría los ‘tranquilizamos’, los adormecemos para que no hagan ruido, para que no molesten mucho, para que no se pregunten ni nos pregunten, para que no se cuestionen ni nos cuestionen”.

“Y en ese ‘mientras tanto’ –prosigue– sus sueños pierden vuelo, se vuelven rastreros, comienzan a dormirse y son ‘ensoñamientos’ pequeños y tristes (cf. Homilía del Domingo de Ramos, 25-III-2018), tan solo porque consideramos o consideran que todavía no es su ahora; que son demasiado jóvenes para involucrarse en soñar y trabajar el mañana. Y así los seguimos procrastinando…”

“Y ¿saben una cosa?, que a muchos jóvenes esto les gusta. Por favor, ayudémosles a que no les guste, a que se rebelen, a que quieran vivir el ahora de Dios”. Vivir el ahora de Dios. Esa es la propuesta.

¿Entonces qué podemos hacer, qué podemos proponer? ¿Cómo levantarnos, tambien nosotros: unos, los jóvenes, para entrar a ser protagonistas de “esta hora”; otros, para impulsarles y acompañarles?


Crear canales y espacios para soñar despiertos

El papa recuerda que el sínodo sobre los jóvenes ha señalado “la riqueza del intercambio y el valor de reconocer que nos necesitamos, que tenemos que esforzarnos en propiciar canales y espacios en los que involucrarse en soñar y trabajar el mañana ya desde hoy. Pero no aisladamente, sino juntos, creando un espacio en común. Un espacio que no se regala ni lo ganamos en la lotería, sino un espacio por el que también ustedes deben pelear”.

Por tanto, esta es la “hora” de los jóvenes: “Ustedes jóvenes deben pelear por su espacio hoy, porque la vida es hoy. Nadie te puede prometer un día del mañana. Tu vida hoy, es hoy. Tu jugarte es hoy. Tu espacio es hoy. ¿Cómo estás respondiendo a esto?”

Aún insiste con fuerza Francisco: “Ustedes, queridos jóvenes, no son el futuro. Nos gusta decir: ‘Ustedes son el futuro…’. No, son el presente. No son el futuro de Dios, ustedes jóvenes son el ahora de Dios. Él los convoca, los llama en sus comunidades, los llama en sus ciudades para ir en búsqueda de sus abuelos, de sus mayores; a ponerse de pie junto a ellos, tomar la palabra y poner en acto el sueño con el que el Señor los soñó”.


Pasión de amor que actúa

Jesús convoca a los jóvenes, también hoy, aquí y ahora, para pedirles que confíen en Él. Es una cuestión de fe y de valentía:

“No mañana, ahora, porque allí, ahora, donde está tu tesoro está también tu corazón (cf. Mt 6,21); y aquello que los enamore conquistará no solo vuestra imaginación, sino que lo afectará todo. Será lo que los haga levantarse por la mañana y los impulse en las horas de cansancio, lo que les rompa el corazón y lo que les haga llenarse de asombro, de alegría y de gratitud”.

La pasión de Dios por los hombres es la que Jesús quiere contagiar a los jóvenes: “Podremos tener todo, pero, queridos jóvenes, si falta la pasión del amor, faltará todo. ¡La pasión del amor hoy! ¡Dejemos que el Señor nos enamore y nos lleve hasta el mañana!”

Los adultos con frecuencia nos cansamos, nos detenemos o al menos nos entretenemos. “Para Jesús –señala el papa– no hay un ‘mientras tanto’ sino amor de misericordia que quiere anidar y conquistar el corazón. Él quiere ser nuestro tesoro, porque Jesús no es un ‘mientras tanto’ en la vida o una moda pasajera, es amor de entrega que invita a entregarse” .

Así es el ahora de Dios, el amor de Dios: “Es amor concreto, de hoy, cercano, real; es alegría festiva que nace al optar y participar en la pesca milagrosa de la esperanza y la caridad, la solidaridad y la fraternidad frente a tanta mirada paralizada y paralizante por los miedos y la exclusión, la especulación y la manipulación”.

Por si acaso a alguien se le había ocurrido dedicarse a esperar tiempos mejores, Francisco concluye como ha comenzado: invitando a caminar con Jesús para hacer posible el sueño de Dios. Ese sueño que –como les dijo a los jóvenes en el encuentro inicial de esta Jornada– es Cristo:

“El Señor y su misión no son un ‘mientras tanto’ en nuestra vida, un algo pasajero, no son solo una Jornada Mundial de la Juventud, ¡son nuestra vida de hoy y caminando!"

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