miércoles, 27 de febrero de 2019

Para comprender a Cristo

En uno de sus textos de los años ochenta, Joseph Ratzinger, ahora papa emérito Benedicto XVI, ofrece siete claves para comprender quién es Cristo, según el testimonio de la Sagrada Escritura[1]. Analizamos aquí esas claves, con sus implicaciones principales para la oración y la vida cristiana.

(El retrato que figura a la izquierda es de Laur Iduc)


El centro de la vida de Cristo es su oración

1. “Según el testimonio de la Sagrada Escritura, el centro de la vida y de la persona de Jesús es su permanente comunicación con el Padre[2], sobre todo en su oración.

lunes, 18 de febrero de 2019

El humanismo de la vida: hacia una bioética global


(A propósito de la Carta “Humana communitas” del papa Francisco, con motivo del XXV aniversario de la Pontificia Academia para la Vida, 6-I-2019) (1)

Esta reflexión tiene dos partes. En primer lugar, presentamos el valor de la vida, especialmente de la vida humana, en la perspectiva de las Sagradas Escrituras. Desde ahí ofrecemos a continuacion algunas orientaciones operativas sobre todo para quienes se dedican a las ciencias de la vida.

domingo, 10 de febrero de 2019

Sentir la Iglesia


Tiziano, Pentecostés (h. 1545),
                                                                 iglesia de Santa Maria della Salute (Venecia)

En su viaje a Panamá el papa Francisco tuvo un encuentro con los obispos centroamericanos (24-I-2019), que se celebró bajo el lema episcopal de san Oscar Romero: “Sentir con la Iglesia”. Se trata de un aspecto importante para todos los cristianos. Pues sentir con la Iglesia implica tener el “sentido de la Iglesia”, también como parte esencial de la vida espiritual.

¿Qué lugar ocupa la Iglesia en nuestras inquietudes e incluso en nuestra oración? Para tratar de responder a esta preguntas, quizá convenga plantearse antes otra: ¿Pero qué es la Iglesia?

Para muchos la Iglesia es una institución humana más. En la perspectiva cristiana la Iglesia es una realidad profunda que pertenece a la fe: “Creo en la Santa Iglesia Católica”. Esto se recoge en el llamado Credo o Símbolo de los apóstoles, profesión de fe que procede de la primitiva Iglesia de Roma, presidida por el apóstol Pedro.

En 1963, mientras se celebraba el Concilio Vaticano II, un perito teólogo llamado Joseph Ratzinger señalaba que interpretar bien el misterio de la Iglesia no era cosa solo de los padres conciliares, sino de todos los fieles cristianos. Primero, porque la Iglesia, como decía Guardini al principio del siglo, había “despertado en las almas” (esto es, los cristianos percibían, movidos por la gracia de Dios, la realidad eclesial en la que vivían y de la que formaban parte). Además, porque —de acuerdo con ese despertarse del sentido de la Iglesia en los cristianos— una declaración doctrinal sobre la Iglesia solo lograría tener un pleno significado “si se traduce en una realidad espiritual en la vida de fe de los individuos” (1).