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lunes, 4 de noviembre de 2024

Volver al corazón

Una mirada a la realidad con ojos y corazón cristianos


¿Cómo surge la cuarta encíclica del Papa y cuál es su finalidad?

La encíclica Dilexit nos, sobre al amor humano y divino de Jesucristo (24-X-2024), nace de la experiencia espiritual del Papa Francisco y se puede ver como clave de lectura del pontificado. También, por tanto, de las anteriores encíclicas de Francisco en su conjunto. 


Plantea lo que se puede colegir de la nota 1 en el primer capítulo, donde se remite al padre Diego Fares, que calificó el pontificado de Francisco en la línea de una “reforma desde el corazón” y una “educación del corazón”.

Se nos propone “volver al corazón” (cf. nn. 9 ss) en un mundo tentado por el consumismo, donde corremos el riesgo de perder personalmente nuestro centro, la fuente de nuestras verdaderas intenciones, preguntas y respuestas, donde se juega realmente nuestra vida. Pues el corazón es lo que nos unifica personalmente (armonizando la inteligencia y la voluntad, los sentidos, los afectos y los deseos). Y sin el corazón nos quedamos como fragmentados y descoyuntados por dentro. Además, el corazón es el que permite los encuentros y los vínculos con los demás y con el mundo. Y cuando falla el corazón “nos volvemos incapaces de acoger a Dios” (n. 17). En efecto, y el lenguaje común sabe algo de lo que significa tener corazón o no tenerlo.

De ahí que, ante los dramas de nuestro mundo, el Concilio Vaticano II invitaba a volver al corazón, ya que el ser humano “por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 Sal 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino “ (Gaudium et spes, 14).

sábado, 9 de marzo de 2024

Una eclesiología "de misión"

Imagen: "San Pedro y el gallo" (cf. Lc 22, 61) en el Salterio bizantino Cludov (s. IX). Tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/El_estudiante_(relato)


En los párrafos que siguen (*) el entonces obispo Angelo Scola (luego sería cardenal de Venecia) propone, en una primera parte, tres rasgos esenciales de la Iglesia, que se traducen en la vocación-misión de sus miembros: 

a) su carácter dramático (en cuanto implica la acción que envuelve la libertad de Dios y de los hombres);

 b) su carácter sacramental (la Iglesia ha sido denominada “sacramento radical”, en el sentido de que es el ámbito y punto de encuentro de todos los sacramentos, que los contiene a todos y los vivifica; y todo ello en y desde Cristo, que es el “sacramento primordial” según los Padres, del que depende también la función mediadora de la Iglesia, centrada en los siete sacramentos;

 c) su carácter eucarístico (pues en torno a la Eucaristía se desarrolla el encuentro entre la libertad de Dios y la del hombre y, desde ahí, el despliegue de la vocación y misión del cristiano).


En la segunda parte, el autor muestra cómo una “eclesiología de misión” es capaz de manifestar la dimensión antropológica y sacramental del misterio de comunión que es la Iglesia. 


miércoles, 6 de marzo de 2024

La vid y los sarmientos, la Iglesia y las bodas


V. Van Gogh, El viñedo rojo (1888), Museo Pushkin, Moscú

En la Biblia la viña es imagen de la esposa (cf. Cantar de los cantares, 2, 15 y 7, 13), y se pide a Dios que la cuide, a pesar de las infidelidades de su pueblo (cf. Sal 80, 9-20). En la predicación de Jesús, son los viñadores los que rechazan al hijo del dueño de la viña (Mc 12, 1-2). En el cristianismo, el rojo se asocia a la sangre de Cristo y su sacrificio en la cruz.

Dice Joseph Ratzinger en Jesús de Nazaret que en la tradición judeocristiana "el vino encarna la fiesta. Hace que el hombre experimente la gloria [la belleza, el resplandor, que procede de su origen divino] de la creación. Por eso forma parte de los rituales del sábado, de la Pascua, de las bodas. Y nos hace vislumbrar algo de la fiesta definitiva de Dios con la humanidad" (cf. Is 25, 6).

"El don del vino nuevo se encuentra en el centro de la boda de Caná (cf. Jn 2, 1-12), mientras que, en sus discursos de despedida, Jesús nos sale al paso como la verdadera vid (cf. 15, 1-10)" (pp. 298-299).

domingo, 3 de marzo de 2024

Sobre el culto espiritual y "el altar del corazón"

[Imagen: Fra Angelico, La Crucifixión (h. 1420-1423), Metropolitan Museum of Art, New York]

En una de sus audiencias generales de los miércoles, Benedicto XVI explicó el "culto espiritual" (*), que se puede considerar como el “contenido” del sacerdocio común de los bautizados: la capacidad que se nos otorga, con el bautismo, de convertir nuestra vida en ofrenda a Dios y servicio a los demás, también en la vida ordinaria, centrada en la Eucaristía.

El tema se inscribía dentro del año dedicado a san Pablo. El Papa Ratzinger se apoyó en tres textos de la carta a los Romanos, para mostrar que “san Pablo ve en la cruz de Cristo un viraje histórico, que transforma y renueva radicalmente la realidad del culto”.

martes, 20 de febrero de 2024

Comunión de las Iglesias, Eucaristía y episcopado




(Imagen: Báculo con Cordero de Dios (h. 1360-1440) pintado en hueso con elementos de oro. Metropolitan museum, New York)

La Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe Communionis notio, sobre algunos aspectos de la Iglesia considerada como Comunión (28-V-1992) (*), dedica su tercera parte (nn. 11-14) a la relación entre la comunión de las Iglesias, la Eucaristía y el episcopado.

[Comienza desarrollando por qué la comunión de las Iglesias particulares tiene su fundamento, además de en la misma fe y el Bautismo común, en la Eucaristía. Esto es así porque la celebración de la Eucaristía es imagen y presencia de la Iglesia como tal, una e indivisible, universal y, a la vez, acoge en su plenitud a cada Iglesia particular. Esto hace imposible la autosuficiencia de la Iglesia particular, en cuanto que no se sostiene en sí misma, sino en la comunión con todas las demás]


Comunión de las Iglesias y Eucaristía

(n. 11) “La unidad o comunión entre las Iglesias particulares en la Iglesia universal, además de en la misma fe y en el Bautismo común, está radicada sobre todo en la Eucaristía y en el Episcopado.

Está radicada en la Eucaristía porque el Sacrificio eucarístico, aun celebrándose siempre en una particular comunidad, no es nunca celebración de esa sola comunidad: ésta, en efecto, recibiendo la presencia eucarística del Señor, recibe el don completo de la salvación, y se manifiesta así, a pesar de su permanente particularidad visible, como imagen y verdadera presencia de la Iglesia una, santa, católica y apostólica (Cf. LG 26).

El redescubrimiento de una eclesiología eucarística, con sus indudables valores, se ha expresado sin embargo a veces con acentuaciones unilaterales del principio de la Iglesia local. Se afirma que donde se celebra la Eucaristía, se haría presente la totalidad del misterio de la Iglesia, de modo que habría que considerar no-esencial cualquier otro principio de unidad y de universalidad. Otras concepciones, bajo influjos teológicos diversos, tienden a radicalizar aún más esta perspectiva particular de la Iglesia, hasta el punto de considerar que es el mismo reunirse en el nombre de Jesús (cfr. Mt 18, 20) lo que genera la Iglesia: la asamblea que en el nombre de Cristo se hace comunidad, tendría en sí los poderes de la Iglesia, incluido el relativo a la Eucaristía; la Iglesia, como algunos dicen, nacería "de la base". Estos y otros errores similares no tienen suficientemente en cuenta que es precisamente la Eucaristía la que hace imposible toda autosuficiencia de la Iglesia particular. En efecto, la unicidad e indivisibilidad del Cuerpo eucarístico del Señor implica la unicidad de su Cuerpo místico, que es la Iglesia una e indivisible. Desde el centro eucarístico surge la necesaria apertura de cada comunidad celebrante, de cada Iglesia particular: del dejarse atraer por los brazos abiertos del Señor se sigue la inserción en su Cuerpo, único e indiviso. También por esto, la existencia del ministerio Petrino, fundamento de la unidad del Episcopado y de la Iglesia universal, está en profunda correspondencia con la índole eucarística de la Iglesia”.

viernes, 26 de enero de 2024

La bendición de la unidad


(Imagen: vidriera en la iglesia católica de Santa Teresa del Niño Jesús, Springfield, Ohio. El antiguo símbolo de la cruz, el ancla y el corazón expresa la unidad de la fe, la esperanza y el amor)

La Semana de oración por la unidad de los cristianos este año ha tenido como lema Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo (Lc 10, 27). El amor es manifestación de unidad y camino de unidad. Dentro de la Trinidad, el Espíritu Santo es el principio de unidad (entre el amor de Dios Padre y el amor del Hijo) y de la vida íntima entre las Personas divinas. Y es el Espíritu Santo el principal artífice de la unidad de los cristianos, que requiere nuestra oración y nuestro empeño de muchas maneras. Comenzando por el esfuerzo en la unidad entre los fieles católicos.

Para la fe católica, la unidad se edifica especialmente en la comunión eucarística. Dice Benedicto XVI en su primera encíclica sobre Dios es amor: «La unión con Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a los que él se entrega. No puedo tener a Cristo solo para mí; únicamente puedo pertenecerle en unión con todos los que son suyos o lo serán. La comunión me hace salir de mí mismo para ir hacia Él y, por tanto, también hacia la unidad con todos los cristianos. Nos hacemos ‘un cuerpo’, aunados en una única existencia. Ahora, el amor a Dios y al prójimo están realmente unidos» (n. 14).


La unidad del amor y la bendición

En efecto. Todo lo que hace la Iglesia, lo que quiere hacer, es la unidad del amor. Primero entre los creyentes, luego entre todas las personas y en armonía con el mundo creado. Ese es el bien que la Iglesia busca, en cumplimiento de su misión evangelizadora.

Ya en el libro del Génesis Dios crea con su palabra que es eficaz y con su amor que dice y hace el bien, lo bueno. Continuamente se sucede el ritmo: «Y dijo Dios… hágase / Y vio Dios que era bueno». Como plenitud de la historia de la salvación, viene Jesucristo, cuyo mensaje es Evangelio, buena noticia, porque es Palabra que nos trae el bien. Y todo lo que la Iglesia hace, quiere decir y hacer el bien, bendecir. Si alguien no lo entendiera así en algún caso, podría ser porque no ha comprendido de qué se trata, o porque no se le ha explicado de modo adecuado.

Más específicamente, los ministros de la Iglesia bendicen en los sacramentos, que tienen la fuerza de transmitir la gracia de Dios cuando se celebran en la forma y condiciones requeridas. En otras ocasiones bendicen a personas, objetos e incluso animales, con fórmulas previstas en los rituales. Incluso con otras bendiciones no ritualizadas, de forma más sencilla, cuando los fieles acuden a ellos pidiendo con confianza (fiducia supplicans) su intercesión ante Dios para el camino de la vida y el cumplimiento de su voluntad, aunque en el presente se encuentren en situaciones objetivamente inmorales. Ante todo en estas bendiciones lo que se bendice es la presencia de Dios, que nunca abandona al hombre en cualquier circunstancia de la vida. Por tanto, se bendice Su bondad, que se muestra como misericordia hacia sus criaturas, plenamente manifestada en Cristo y extendida por la misión de la Iglesia (2). A la vez, se trata de oraciones de intercesión para invocar su protección, de modo que nuestra vida se adecúe a su bondad y participe en mayor grado posible de ella. Derivadamente, se bendice la confianza en Dios, que lleva a pedir la bendición, y los esfuerzos por hacer el bien y ayudar a otros (aunque sean pobres esfuerzos y pequeñas ayudas a nivel humano) (3). 

Más aún, todos los fieles pueden invocar a Dios sobre sí mismos o sobre otros, sobre sus viajes y sus actividades, para que Él les proteja y les ayude, en su respuesta a la llamada a la santidad y al apostolado que tiene todo cristiano.

Por otra parte, cabe preguntarse si ha sido bueno todo lo que se ha bendecido. La bendición, o las bendiciones que la Iglesia por medio de sus ministros imparte, como toda acción eclesial, se sitúan en la historia, en el tiempo de los hombres. Y, por tanto, es posible que su ejercicio o su significado haya sido herido por las limitaciones y las fragilidades humanas. Por eso las bendiciones deben ser promovidas junto con la necesaria purificación de la memoria histórica.

miércoles, 27 de diciembre de 2023

El misterio del templo en el Apocalipsis

(Imagen: belén en la catedral de León, España)

¿Qué es un templo y qué significa? ¿Es lo mismo el templo cristiano que otros templos? ¿Qué tiene que ver el templo con la vida corriente de un cristiano en el día a día? ¿Qué sentido tienen los ritos, los sacrificios, los sacramentos y el sacerdocio en la Iglesia católica? 

Son algunas de las preguntas que se planteaba Yves Congar, cuando escribió, en 1958 un libro que se tituló “El misterio del templo”. En él explica que el plan salvífico de Dios incluye su progresivo hacerse presente en sus criaturas. Y los templos son medios para eso.  

La fase final de ese proceso está expresada en el libro del Apocalipsis. Ahí se describe, de forma bella y dinámica, fuertemente simbólica y a la vez paradójica, que el templo o mejor el “no-templo” (porque se dice que allí no hay templo, o por lo menos no existirá ningún templo como los que históricamente se hayan podido conocer) será entonces la Iglesia.

A la vez, se la describe como una ciudad (la “nueva Jerusalén”) y una esposa…e incluso una familia, formada por una muchedumbre de todas las razas, pueblos y lenguas. 

Sobre todo, el “nuevo templo” es una Persona (Cristo), y lo demás gira en torno a Él, pero no sin nosotros (1). Veamos cómo lo explica el ilustre teólogo francés.


La nueva Jerusalén

“El Apocalipsis, para hablar del templo (…) lo describe con términos e imágenes que se refieren al Templo de Jerusalén. (…)

El Apocalipsis habla de dos templos, uno celeste y otro terrestre. Durante toda una serie de visiones, hay un templo en el cielo en el que algo ocurre, mientras dura todavía la historia terrena y existe incluso un templo sobre la tierra, en el que también ocurren otras cosas. En un momento dado, se nos anuncia el fin de la historia (…); Juan ve producirse el juicio de las Naciones (20, 11-15) y la aparición después de un nuevo cielo y de una nueva tierra (21, 1); la Jerusalén nueva desciende del cielo (21, 2) y queda instaurada entonces una situación nueva por lo que respecta al templo o a la inhabitación de Dios: hay ciertamente una ciudad, Jerusalén, ‘pero templo no vi en ella, pues el Señor, Dios Todopoderoso, con el Cordero, era su templo’ (21,22) (…).

Notemos en esta Jerusalén nueva del Apocalipsis el cumplimiento de los temas mayores del Antiguo y del Nuevo Testamento. Todo halla su recapitulación: ‘La aplicación de Jerusalén como tipo [imagen o símbolo] al estadio final de la obra de Dios entraña la alianza, la elección, el pueblo, la herencia, las doce tribus, los esponsales divinos, la inhabitación divina. Todo está renovado’ (J. Comblin). (…)

martes, 12 de diciembre de 2023

Yo estoy en la Iglesia

                            
                                    Van Gogh, V., La Iglesia de Auvers (1890)-Wikipedia Commons




[Los años setenta del siglo XX fueron tiempos de dura prueba para la Iglesia. Al principio de esa década hubo también grandes figuras que testimoniaron su adhesión a Cristo, como Jean Daniélou en el texto “Yo estoy en la Iglesia” (*), del que extraemos los párrafos siguientes. La primera razón que da para permanecer y vivir en la Iglesia es que en ella se encuentra Jesucristo].


En la Iglesia se encuentra Cristo

“Lo que me atrae a la Iglesia no es la simpatía que yo pueda sentir hacia las personas que la componen, sino lo que se me da a través de estos hombres, no importa quienes sean, esto es, la verdad y la vida de Jesucristo. Yo me uno a la Iglesia porque Ella no puede separarse de Jesucristo, porque Jesucristo libremente se dio a sí mismo a Ella, porque no puedo encontrar a Jesucristo de una manera auténtica fuera de Ella. Esa es la respuesta a aquellos que dicen: ‘¿Por qué la Iglesia?’ Toda búsqueda de Cristo fuera de la Iglesia es una quimera. Es sólo a la Iglesia, que es su esposa, a quien Cristo dio las riquezas de su gloria para su distribución al mundo. (…)"

[Y no es que Daniélou dejara de conocer y apreciar las enseñanzas del Concilio Vaticano II acerca de la "preparación del Evangelio" que hay en las religiones o en las culturas (cf. Lumen gentium, 16, Gaudium et spes, 57); pues la Iglesia "con su trabajo consigue que todo lo bueno que se encuentra sembrado en el corazón y en la mente de los hombres y en los ritos y culturas de estos pueblos, no sólo no desaparezca, sino que se purifique, se eleve y perfeccione para la gloria de Dios, confusión del demonio y felicidad del hombre" (Lumen gentium, 17; cf. Ad gentes, 11). Y por ello "la Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones es verdadero y santo" (Nostra aetate, 2). En consecuencia, debemos mantener que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo conocido sólo por Dios, se asocien al misterio pascual (la muerte y la resurrección) de Cristo (cf. Gaudium et spes, 22). Por eso, en el fondo ninguno de los hombres de buena voluntad se encuentra propiamente "fuera" de la Iglesia, pues aunque no lo sepan, ellos esperan y anhelan el anuncio de Cristo, único mediador y salvador del género humano, anuncio que viene por medio de la misión de la Iglesia. En efecto, solamente por la misión evangelizadora de la Iglesia se encuentra plenamente a Cristo. De ahí la importancia del apostolado cristiano y de la tarea misionera].

lunes, 30 de octubre de 2023

Adorar y servir

La homilía del Papa Francisco en la clausura de la primera sesión del Sínodo de obispos (Homilía del domingo, 29-X-2023), reconduce el camino de la sinodalidad (lo que es el tema de este sínodo, por genérico y difícil que parezca), a lo fundamental. Está en la respuesta que Jesús da al doctor de la ley que le pregunta cuál es el mandamientos más grande (cf. Mt 22, 36).

“También nosotros –afirma el sucesor de Pedro señalando, ahora, el marco eclesial de la pregunta y de la respuesta– sumergidos en el río vivo de la Tradición, nos preguntamos: ¿Qué es lo más importante? ¿Cuál es la fuerza motriz? ¿Qué es lo más valioso, hasta el punto de ser el principio rector de todo?

La respuesta de Jesús, es, entonces y ahora, clara: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo2 (Mt 22,37-39).

Y así lo subraya el obispo de Roma, al finalizar este tramo del camino recorrido (la primera fase del sínodo sobre la sinodalidad, que da paso a la segunda fase hasta octubre de 2024): "Es importante contemplar el “principio y fundamento” del que todo comienza y vuelve a comenzar: amar. Amar a Dios con toda la vida y amar al prójimo como a nosotros mismos”.

Por tanto, lo importante, explica, no son las estrategias o los cánculos o las modas. “Pero –añade–, ¿cómo traducir ese impulso de amor? Les propongo dos verbos, dos movimientos del corazón sobre los que quisiera reflexionar: adorar y servir. Se ama a Dios con la adoración y con el servicio”.


Amar es adorar

Primer verbo: adorar. “Amar es adorar”.

En efecto, si los amantes, en un arrebato de romanticismo, se declaran: “te adoro”, esto, como enseña la Sagrada Escritura, propiamente sólo tiene sentido cuando se trata del amor de Dios. Porque adorar algo que no sea Dios, es convertirlo en un ídolo, sea consciente o inconscientemente.

La adoración es la primera respuesta que podemos ofrecer al amor gratuito, al amor sorprendente de Dios”. Así es, y vaya que debería sorprendernos: ¿qué somos cada uno comparados con Dios? ¿Cómo es posible que el único Dios verdadero según la tradición judeocristiana, que ha creado todas las cosas y no necesita nada, se haya enamorado de nosotros? Es algo que no debería dejar de asombrarnos.

Dice Francisco: “El asombro de la adoración es esencial en la Iglesia, sobre todo en este tiempo en el que hemos perdido el hábito de la adoración. Adorar, de hecho, significa reconocer en la fe que sólo Dios es el Señor y que de la ternura de su amor dependen nuestras vidas, el camino de la Iglesia, los destinos de la historia. Él es el sentido de la vida”.

A este propósito es de notar el acento del Papa en reconocer, dentro de la fe, la ternura de Dios. En el Angelus del mismo domingo, dijo: “Un niño aprende a amar en las rodillas de su madre y de su padre, y nosotros lo hacemos en los brazos de Dios. Dice el Salmo: «Como un niño destetado en los brazos de su madre» (131,2), así debemos sentirnos entre los brazos de Dios”. La adoración de que se trata no es por tanto, una manifestación de mero sometimiento ante la majestad y omnipotencia de Dios sino más bien la confianza de un niño (infancia espiritual) en el regazo de su madre y de padre (filiación divina).

Además, cabe pensar que si los cristianos hemos perdido el “hábito” (la buena costumbre) de la adoración, se trata, ciertamente, de algo muy importante. Y, como estamos leyendo, será porque hemos dejado enfriar la fe en la grandeza de Dios, en su ternura, como dice el Papa, en su providencia, en que realmente Él es el que da sentido a la vida. Esto debería llevar a preguntarnos por la “imagen” que nos hemos hecho de Dios, sin duda enfriada por esa parte de la modernidad que nos lleva a vivir prescindiendo de Él. Pero bueno, es algo que se plantea luego.

Sigue el Papa mostrando las consecuencias de la adoración o de la no adoración. “Adorándolo a Él redescubrimos que somos libres.”. Y aquí viene lo de la idolatría. Porque en la Escritura el amor a Dios suele asociarse al rechazo de toda idolatría.

Esto es así, observa Francisco, porque “quien adora a Dios rechaza a los ídolos porque Dios libera, mientras que los ídolos esclavizan, nos engañan y nunca realizan aquello que prometen, porque son ‘obra de las manos de los hombres’ (Sal 115,4)” y así son manipulados por el hombre. “En cambio, Dios es siempre el Viviente, que está aquí y más allá”.

Aquí, una cita de Carlo María Martini advierte que no siempre tenemos una idea justa de Dios. De hecho, a veces nos decepcionamos porque esperábamos o nos imaginábamos que Dios se comportaria de tal manera, y no lo ha hecho. “De esta manera volvemos a recorrer el sendero de la idolatría, pretendiendo que el Señor actúe según la imagen que nos hemos hecho de él” (El jardín interior. Un camino para creyentes y no creyentes, Santander 2015, 71).

“Y esto –apunta Francisco– es un riesgo que podemos correr siempre: pensar que podemos ‘controlar a Dios’, encerrando su amor en nuestros esquemas; en cambio, su obrar es siempre impredecible, va más allá, y por eso este obrar de Dios requiere asombro y adoración”.

Concreta el sucesor de Pedro dos tipos de idolatrías contra las que hemos de luchar siempre: primero, las mundanas (la vanagloria, el ansia de éxito, la autoafirmación a toda costa, la avidez del dinero, el carrerismo); segundo, “las idolatrías disfrazadas de espiritualidad” (en relación con las ideas religiosas o las habilidades pastorales). Y advierte: “Estemos vigilantes, no vaya a ser que nos pongamos nosotros mismos en el centro, en lugar de poner a Dios”

Insiste en la importancia de la adoración, ante todo para los pastores de la Iglesia, pero también para todos. El dedicarle al Señor un tiempo cada día ante el sagrario (para darle gracias, alabarle, contarle lo que nos preocupa, pedirle por las necesidades propias y de los demás; todo ello quizá con el apoyo de algún libro o de algún texto o imagen que nos ayude). ¿Y por qué? Retorna el Papa al argumento de la idolatría y sus variantes. “Porque sólo así nos dirigiremos a Jesús y no a nosotros mismos; porque sólo a través del silencio adorador la Palabra de Dios habitará en nuestras palabras; porque sólo ante Él seremos purificados, transformados y renovados por el fuego de su Espíritu”


Amar es servir

Segundo verbo, servir, porque “amar es servir". (Y eso que en algunos ambientes es un verbo que no está de moda). Cristo une inseparablemente el amor a Dios y al projimo. Y confirma el Papa que no existe una verdadera experiencia religiosa que permanezca sorda a las necesidades de los demás, al clamor del mundo.

También en el Angelus de ese domingo, puso el ejemplo de un espejo o una gota de agua que refleja la imagen de quien lo mira. En este caso, cada cristiano que ama a los demás, como consecuencia del agradecimiento ante el amor de Dios, sería el espejo o la gota que refleja no la propia imagen, sino la imagen de Dios: “Amando a los hermanos, reflejamos, como espejos, el amor del Padre. Reflejar el amor de Dios, ese es el punto; amando a Aquel a quien no vemos, en el hermano que vemos (cfr. 1Jn 4,20)”.

La imagen de la gota es de Santa Teresa de Calcuta, cuando un periodista le preguntó si con lo que hace se hacía la ilusión de cambiar el mundo, respondió: «¡Nunca pensé que podría cambiar el mundo! Sólo intenté ser una gota de agua limpia, en la que pudiera brillar el amor de Dios» (Encuentro con los periodistas tras la concesión del Premio Nobel de la Paz, Roma, 1979).

Dice Francisco en esta homilía: “No hay amor de Dios sin compromiso por el cuidado del prójimo, de otro modo se corre el riesgo del fariseísmo”.

Recordemos que el Papa no habla en general, sino ante todo para quienes están en medio de un sínodo sobre la sinodalidad, que es como decir: para quienes se plantean cómo llevar adelante la Iglesia (de alguna manera todos los cristianos). Y nos pide a todos que no nos engañemos: “Quizás tengamos realmente muchas ideas hermosas para reformar la Iglesia, pero recordemos: adorar a Dios y amar a los hermanos con su mismo amor, esta es la mayor e incesante reforma”.

Esto –concreta el sucesor de Pedro– significa lavar los pies a la humanidad herida, acompañar el camino de los fragiles, de los débieles y los descartados, y salir al encuentro de los más pobres, tal como dice la Escritura. Sin duda algo exigente. No es extraño, en efecto, que el cristianismo sea una verdadera “revolución”.

Pues bien, esta es, dice Francisco, la Iglesia que estamos llamados a soñar: “una Iglesia servidora de todos, servidora de los últimos”. “Una Iglesia que acoge, sirve, ama, perdona.” Una Iglesia con las puertas abiertas, puerto de misericordia.

Al concluir la asamblea sinodal el Papa resalta lo fundamental: “En esta ‘conversación del Espíritu’ hemos podido experimentar la tierna presencia del Señor y descubrir la belleza de la fraternidad. Nos hemos escuchado mutuamente y, sobre todo, en la rica variedad de nuestras historias y nuestras sensibilidades, nos hemos puesto a la escucha del Espíritu Santo”. Aunque todavía no vemos el fruto completo de este proceso, confiamos en que el Señor nos guiará para hacer que seamos una Iglesia más sinodal y más misionera, que también quiere decir una Iglesia que adora a Dios y sirve a todos.

 



martes, 11 de octubre de 2022

Caminos de la fe: siete itinerarios en el Catecismo de la Iglesia Católica



Hoy se cumplen 30 años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica. Reproducimos una entrada que salió el año pasado, al presentar un libro con ocasión de este aniversario. 

Ramiro Pellitero, Caminos de la fe: Siete itinerarios en el Catecismo de la Iglesia Católica, ed. Palabra, Madrid 2021.

 

Para celebrar los 30 años del Catecismo

"El Catecismo de la Iglesia Católica", ha señalado el Papa Francisco, "se presenta como un camino que permite captar la dinámica de la fe" (*).

Con motivo de los treinta años de publicación de este singular Catecismo (11-X-1992), el autor de este blog ha seleccionado siete itinerarios en ese camino de la fe.

Se pueden considerar como claves o indicadores, perspectivas o pistas, luces o destellos del depósito de la fe, vivo y dinámico.

También se podrían ver como ideas madres o líneas maestras del Catecismo, entre otras que cabría indicar. O como puertas para entrar en él o ventanas, para mirar desde él la realidad de la fe cristiana, que pide hacerse vida.
 
 
Indice de capítulos
 
1. El Catecismo de la Iglesia Católica en sí mismo
2. Dignidad humana del acto de fe
3. El cristocentrismo trinitario del Catecismo
4. La Iglesia, misterio de comunión y sacramento universal de salvación
5. La "economía sacramental"
6. La moral cristiana como respuesta de amor
7. La oración, relación personal con Dios. 
 
Nota: Entre la abundante bibliografía ya existente sobre este Catecismo, se encuentran otros libros publicados por el autor de este blog:
- La sinfonía de la fe: redescubrir el Catecismo de la Iglesia Católica, 84 pp., ed. Promesa, Costa Rica 2013 (pequeña introducción)
- Renovar la educación de la fe: claves del Catecismo de la Iglesia Católica, 276 pp., ed. Eunsa, Pamplona 2019 (para educadores)
- Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica (Col. Manuales del ISCR, n. 28), ed. Eunsa, 176 pp., Pampona 2019 (curso de estudio)


Además, en este blog hay diversos materiales sobre este Catecismo (ver en etiquetas).


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(*) Francisco, "Presentazione", en Catechismo della Chiesa Cattolica. Testo integrale. Nuovo commento teologico-pastorale, 2017.


jueves, 30 de junio de 2022

Necesidad de la formación litúrgica




La carta apostólica Desiderio desideravi (29-VI-2022), del Papa Francisco, subraya la necesidad de la formación litúrgica para todos los fieles, no solo para los laicos. La carta señala que la liturgia cristiana se entiende y se vive como encuentro con Cristo, sobre todo en la Eucaristía. Distingue el sentido de la liturgia con respecto a ciertas ideologías. Propone el asombro ante lo creado, como modo para redescubrir la belleza y el simbolismo de la liturgia, contando con la oración, la acción del Espíritu Santo y la realidad de la Iglesia.

 
Verdad, fuerza y belleza de la liturgia: el encuentro con Cristo

La finalidad de la liturgia, cuyo centro es la celebración de los sacramentos y especialmente la Eucaristía, es la comunión de los cristianos con el cuerpo y la sangre de Cristo. Es el encuentro de cada uno y de la comunidad cristiana como un solo cuerpo y una sola familia, con el Señor.

La liturgia, señala el Papa, garantiza la posibilidad del encuentro con Jesucristo en el “hoy” de nuestra vida, para trasformar todas nuestras actividades –el trabajo, las relaciones familiares, el esfuerzo por mejorar la sociedad ayudar a quien nos necesita– en luz y fuerza divinas. Esto es lo que Cristo ha querido en su última Cena. Esta es la finalidad de sus palabras: “Haced esto en memoria mía”. Desde entonces nos espera en la Eucaristía. Y la misión evangelizadora de la Iglesia no es otra cosa que la llamada para ese encuentro que Dios desea con todas las personas del mundo, encuentro que comienza en el bautismo.

En varias ocasiones enuncia progresivamente los objetivos de este documento: “Con esta carta quisiera simplemente invitar a toda la Iglesia a redescubrir, custodiar y vivir la verdad y la fuerza de la celebración cristiana” (n. 16); “Redescubrir cada día la belleza de la verdad de la celebración cristiana” (antes del n. 20); “(…) Reavivar el asombro por la belleza de la verdad de la celebración cristiana, recordar la necesidad de una auténtica formación litúrgica y reconocer la importancia de un arte de la celebración que esté al servicio de la verdad del misterio pascual y de la participación de todos los bautizados, cada uno con la especificidad de su vocación” (n. 62).
 

jueves, 11 de marzo de 2021

Sobre la Iglesia en la enseñanza de la religión

 
Fra Angelico, Juicio final (detalle), 1425-1431
San Marcos, Florencia (Italia)  

¿Cómo presentar hoy la Iglesia en el currículo de religión católica? ¿Qué es la Iglesia, quiénes la componen, cuál es su misión? (*) 


La Iglesia, comunidad de los discípulos de Jesucristo

 
1. En el contexto actual de nuestra cultura, la Iglesia puede presentarse como la comunidad de los discípulos de Jesucristo. Es decir, el “nosotros” de los cristianos, el hogar espiritual y la familia humana en la que recibimos y vivimos la fe. Esta comunidad de discípulos tiene en la sociedad la misión de anunciar el amor manifestado por Dios en Cristo, en diálogo con otras religiones y también con los no creyentes.

sábado, 31 de octubre de 2020

Oración, misa y misión cristiana

 

Marc Chagall, El Cantar de los cantares (detalle), 
Museo M. Ch., Niza (Francia)


¿Qué tiene que ver nuestra oración con la oración de Jesús? ¿Se refiere esto a que su oración es modelo de la nuestra o que nos enseña a hacer oración? Sí, pero no solo eso. Todo en nuestro oración (que se puede hacer sencillamente como un diálogo con Dios) tiene que ver con la de Jesús. Lo ha explicado el Papa Francisco en su audiencia general del 28 de octubre.

Se ha fijado especialmente en la oración de Jesús el día de su bautismo en el río Jordán. Allí quiso ir, él, que no tenía pecado alguno de que lavarse, en obediencia a la voluntad del Padre. Y no se quedó al otro lado del río en la orilla, como diciendo: yo soy el santo, y vosotros sois los pecadores. Se puso a la cabeza de los penitentes, “en un acto de solidaridad con nuestra condición humana”. Esto es siempre así, constata el Papa: “Nunca rezamos solos, siempre rezamos con Jesús”
 
Un tema desarrollado y profundizado antes por el Papa emérito Benedicto. También para comprender a Cristo.

lunes, 14 de septiembre de 2020

La cruz, el Espíritu Santo y la Iglesia

 

P. Sciancalepore (†), Cristo (detalle) en el Santuario de Torreciudad, Huesca, España


La cruz de Cristo fue humanamente una derrota y un fracaso. Pero para los cristianos la cruz de Cristo es sobre todo el signo de la victoria de Dios sobre el mal y el trono de su realeza, que es realeza de amor. Por eso la Iglesia exalta la cruz y la pone en su corazón, invitándonos a contemplarla sin miedo. Al mismo tiempo, para entender mejor el misterio de la cruz –y con ello el modo en que la fe cristiana ilumina el sentido del sufrimiento-, conviene considerar que "hemos nacido ahí" y ahí sigue estando nuestra fuerza: en el amor de Dios Padre, en la gracia que Jesús nos ganó con su entrega y en la comunión del Espíritu Santo (cf. 2 Co 13, 14).


La vida interior del cristiano se identifica con su relación con Cristo. Pues bien, esta vida pasa a través de la Iglesia, y viceversa: nuestra relación con la Iglesia pasa necesariamente por nuestra relación personal con Cristo. En este cuerpo de Cristo todos los miembros deben asemejarse a Cristo «hasta que Cristo esté formado en ellos» (Ga 4, 9).

«Por eso –dice el Vaticano II y recoge el Catecismo de la Iglesia Católica– somos integrados en los misterios de su vida (...), nos unimos a sus sufrimientos como el cuerpo a su cabeza. Sufrimos con él para ser glorificados con él» (Lumen gentium, 7; CEC 793). 

lunes, 15 de junio de 2020

La Eucaristía, memorial del corazón

En otras ocasiones hemos aludido a una historia que recoge Joseph Ratzinger en sus meditaciones de los años ochenta. Hagámoslo de nuevo.

Un hombre había perdido la “memoria del corazón”. Es decir, “había perdido toda la cadena de sentimientos y pensamientos que había atesorado en el encuentro con el dolor humano”. ¿Por qué sucedió esto y qué consecuencias tuvo? “Tal desaparición de la memoria del amor le había sido ofrecida como una liberación de la carga del pasado. Pero pronto se hizo patente que, con ello, el hombre había cambiado: el encuentro con el dolor ya no despertaba en él más recuerdos de bondad. Con la pérdida de la memoria había desaparecido también la fuente de la bondad en su interior. Se había vuelto frío y emanaba frialdad a su alrededor”.

Viene bien esta historia a propósito de la predicación del Papa Francisco en la solemnidad del Corpus Christi (14-VI-2020).

lunes, 9 de marzo de 2020

Fe y sacramentos: diálogo de salvación

R. Van der Weyden, Tríptico de los siete sacramentos (h. 1440-1445),
Museo de Bellas Artes, Amberes (Bélgica)

A la izquierda se representan el Bautismo, la Confirmación y la Penitencia o confesion de los pecados.
En el centro, detrás del Crucificado, la Eucaristía (la Misa).
A la derecha, el Orden sacerdotal, el Matrimonio y la Unción de los enfermos.

La íntima conexión entre la Fe y los sacramentos –se requieren mutuamente– es el tema del documento de la Comisión teológica Internacional titulado "La reciprocidad entre fe y sacramentos en la economía sacramental", publicado en marzo de 2020.

Para ilustrar esta necesaria implicación entre la fe y los sacramentos, el documento explica, en el segundo capítulo, el carácter de “diálogo” que tienen los sacramentos y, más en general, la vida cristiana. Diálogo entre Dios y las personas y viceversa, que lleva a un diálogo de amistad y fraternidad con los demás.

viernes, 24 de enero de 2020

Cordero de Dios

Hermanos Van Eyck, "El cordero místico" (1432, detalle),
Altar de Gante, Bélgica

El “tiempo ordinario” se introduce, en la liturgia católica, mediante la presentación del Bautismo de Jesús. Esta fiesta –situada al final del tiempo de Navidad– se prolonga en la semana siguiente con la figura del “Cordero de Dios”, como Juan Bautista le denomina ante sus discípulos.

Podemos escoger tres cuadros que nos presentan esta figura de Jesús como cordero manso y apacible que lleva a cabo la obra redentora, ofreciéndose en una entrega generosa por la salvación de cada persona y del mundo. En esa perspectiva la fe cristiana ayuda a encontrar un sentido al dolor, incluso al sufrimiento inocente.

sábado, 12 de octubre de 2019

Sobre la Palabra de Dios en la vida cristiana y en la evangelización


La carta apostólica “Aperuit illis” (30-IX-2019), con la que el papa Francisco establece el “Domingo de la Palabra de Dios”, es un texto importante para los educadores de la fe. Constituye un pequeño tratado sobre la importancia de la Palabra de Dios en la vida cristiana y en la evangelización.

La primera referencia la constituye el misterio pascual, es decir, la muerte y resurrección de Cristo para nuestra salvación. Entre Cristo y las Sagradas Escrituras hay una relación tan estrecha que ellas no se entienden sin Él y viceversa.

Al dedicar un Domingo del Año Litúrgico a la Palabra de Dios, el papa desea, sobre todo, “que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable” (n. 2).

Con esta carta quiere contribuir a valorar el hecho de que “en las diferentes Iglesias locales hay una gran cantidad de iniciativas que hacen cada vez más accesible la Sagrada Escritura a los creyentes, para que se sientan agradecidos por un don tan grande, con el compromiso de vivirlo cada día y la responsabilidad de testimoniarlo con coherencia” (Ibid.).


miércoles, 25 de septiembre de 2019

Signos vivos del amor que anunciamos

Velázquez, Cena de Emaús (1222-1223)
Metropolitan Museum of Art, New York

En un encuentro con el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización (21-IX-2019) el papa Francisco ha profundizado en lo que Juan Pablo II denominaba el ardor, los métodos y la expresión del anuncio del Evangelio (cf. Discurso en Haití, 9-III-1983). Y al hacerlo, ha puesto de relieve lo que podría llamarse la “insuperabilidad” del amor. Nuestra misión como cristianos es anunciar ese amor como algo que vivimos.

1. La cuestión de entrada es “cómo encender el deseo de encontrar a Dios a pesar de los signos que oscurecen su presencia”. Cuenta el papa que en una ocasión, ante un periodista que le manifestaba no ser creyente, el santo papa Juan XXIII le respondió: «¡Tranquilo! ¡Eso lo dices tú! Dios no lo sabe, y te considera igualmente como un hijo al que amar». El secreto –señala Francisco– está en ayudar a sentir, junto con las propias incertidumbres, la maravilla de la presencia de Dios entre nosotros, lo que provocó el estupor de los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 32).

martes, 10 de septiembre de 2019

Paradoja de la belleza cristiana

Icono ortodoxo de la crucifixión (1499-1500)

Según el diccionario del español, paradoja es un hecho o una expresión aparentemente contrario o contradictorio respecto de la lógica. Por ejemplo: “Mira al avaro, en sus riquezas, pobre”.

La realidad está llena de paradojas y la sabiduría cristiana proporciona orientación para situarse ante esa realidad, de modo que la vida sea lo más plena posible. Especialmente los valores, como muestra el cristianismo, presentan una apariencia paradójica que conviene descubrir; también la belleza, que es un camino educativo de primera calidad, especialmente en relación con la vida cristiana. Ese ha sido el tema de un seminario celebrado recientemente en la Universidad Panamericana de Guadalajara-México (29-31/VIII/2019).

1. Cuenta el evangelio de San Lucas que cuando un paralítico fue curado por Jesús, “al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa”. Como consecuencia “el asombro se apoderó de todos”, de modo que decían: “Hoy hemos visto cosas increíbles” (Lc 5, 25-26). El texto original utiliza la palabra griega paradoxa (literalmente, algo contrario a la opinión extraída de la experiencia).