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lunes, 2 de junio de 2025

León XIV: tras las huellas del Vaticano II

(Publicado en la web de "Omnes", 1-VI-2025)


 En pocas semanas hemos recibido ya muchas enseñanzas del nuevo Papa, León XIV. Los primeros días, sus palabras eran examinadas cuidadosamente por todos, para avizorar las claves y orientaciones de su pontificado.

¿Por dónde guiará a la Iglesia el nuevo pontífice?, queríamos saber. Pues bien, el mismo León XIV ha sido suficientemente explícito al respecto. A sus primeras palabras, desde la logia central del Vaticano el día de su elección, han seguido intervenciones clarificadoras.

Presentamos aquí esas primeras palabras, la homilía en la Misa con los cardenales y el discurso en el posterior encuentro con ellos y, finalmente, la homilía en el inicio del ministerio petrino.


Cristo resucitado trae la paz y la unidad

Como un eco de las de Cristo el día de su Resurrección, las palabras del nuevo Papa liberaron el aliento contenido de todos en la plaza del Vaticano (8-V-2022): “¡La paz esté con todos ustedes! Queridos hermanos y hermanas, este es el primer saludo del Cristo Resucitado, el buen pastor que dio su vida por el rebaño de Dios. Yo también quisiera que este saludo de paz entrara en sus corazones, alcanzara a sus familias, a todas las personas, dondequiera que se encuentren, a todos los pueblos, a toda la tierra. ¡La paz esté con ustedes!”

No se trata de cualquier paz, sino de la paz de Cristo Resucitado: “una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante”, que proviene de Dios, quien nos ama a todos incondicionalmente.

Como Francisco, a quien el nuevo Papa evocó en su primera bendición a Roma y al mundo entero, también León XIV desea bendecir y asegurar al mundo la bendición de Dios y el amor de Dios, y su necesidad de seguir a Cristo:

El mundo necesita su luz. La humanidad lo necesita como puente para ser alcanzada por Dios y por su amor. Ayúdenos también ustedes, y ayúdense unos a otros a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz. ¡Gracias al Papa Francisco!”.

Agradeció a los cardenales el haberle elegido y propuso “caminar (…) como Iglesia unida, buscando siempre la paz, la justicia, tratando siempre de trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo, para proclamar el Evangelio, para ser misioneros”.

Declaró como hijo de san Agustín: “Con ustedes soy cristiano y para ustedes obispo”. Y añadió: “En este sentido, todos podemos caminar juntos hacia la patria que Dios nos ha preparado”. Y saludó especialmente a la Iglesia en Roma, que debe ser misionera, constructora de puentes, con los brazos abiertos a todos, como la plaza de san Pedro.

A Roma ha llegado desde Chiclayo (Perú) donde estuvo ocho años como obispo y lo recuerda –y es recordado allí– con afecto: “donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto, tanto para seguir siendo Iglesia fiel de Jesucristo”.

Expresó su deseo de caminar juntos, tanto en Chiclayo como en Roma. Con ello enlazó: “Queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que busca siempre estar cercana especialmente a los que sufren”.

Y terminó invocando a la Virgen de Pompeya, cuya advocación se celebraba ese día.

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lunes, 4 de noviembre de 2024

Volver al corazón

Una mirada a la realidad con ojos y corazón cristianos


¿Cómo surge la cuarta encíclica del Papa y cuál es su finalidad?

La encíclica Dilexit nos, sobre al amor humano y divino de Jesucristo (24-X-2024), nace de la experiencia espiritual del Papa Francisco y se puede ver como clave de lectura del pontificado. También, por tanto, de las anteriores encíclicas de Francisco en su conjunto. 


Plantea lo que se puede colegir de la nota 1 en el primer capítulo, donde se remite al padre Diego Fares, que calificó el pontificado de Francisco en la línea de una “reforma desde el corazón” y una “educación del corazón”.

Se nos propone “volver al corazón” (cf. nn. 9 ss) en un mundo tentado por el consumismo, donde corremos el riesgo de perder personalmente nuestro centro, la fuente de nuestras verdaderas intenciones, preguntas y respuestas, donde se juega realmente nuestra vida. Pues el corazón es lo que nos unifica personalmente (armonizando la inteligencia y la voluntad, los sentidos, los afectos y los deseos). Y sin el corazón nos quedamos como fragmentados y descoyuntados por dentro. Además, el corazón es el que permite los encuentros y los vínculos con los demás y con el mundo. Y cuando falla el corazón “nos volvemos incapaces de acoger a Dios” (n. 17). En efecto, y el lenguaje común sabe algo de lo que significa tener corazón o no tenerlo.

De ahí que, ante los dramas de nuestro mundo, el Concilio Vaticano II invitaba a volver al corazón, ya que el ser humano “por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 Sal 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino “ (Gaudium et spes, 14).

domingo, 1 de septiembre de 2024

El encuentro y su papel en la pedagogía


M. Chagall, Lucha de Jacob con el ángel (1967) 
Musée National Marc Chagall, Niza (Francia)

Educar es educar desde y para el encuentro. Se reconoce que uno de los textos pedagógicos más importantes de Romano Guardini, que conservan hoy toda su vigencia, es el que dedica al encuentro (*).

Dejemos a un lado, aunque el autor lo considera brevemente, el encuentro entre dos objetos materiales, entre dos plantas, entre dos animales, que en cada caso sigue unas leyes diversas según sus respectivos modos de ser.


Condiciones para que se dé el encuentro personal


Hablamos de encuentro, se nos dice, propiamente cuando un hombre contacta con la realidad. No es todavía un encuentro si solo busca, por ejemplo satisfacer su hambre, aunque puede ir más allá del instinto. Como todavía no lo es tampoco un simple choque entre dos personas.

Dos condiciones iniciales para que se dé un encuentro (personal), según Guardini, serían: 1) el toparse con la realidad más allá de una interacción simplemente mecánica, biológica o psicoógica; 2) establecer una distancia respecto a esa realidad, fijarse en su singularidad, tomar postura ante ella y adoptar una conducta práctica respecto a ella.

Para todo ello se requiere la libertad. En la libertad se pueden ver dos lados: una libertad material, por la que podamos entrar en relación con todo lo que nos rodea; una libertad formal, como facultad de actuar (o no) desde la energía inicial propia de la persona. A veces la persona puede llegar a la convicción de que no se debe confiar en todo lo que sale al encuentro: “Puede cerrar las puertas de su corazón, y dejar fuera el mundo. La antigua Stoa [escuela del estoicismo] lo hizo así, y así se comporta la ascesis religiosa, para dirigir el amor solo a Dios”[1].

El encuentro puede partir solamente de parte de la persona, por ejemplo, frente a una cosa que despierta nuestro interés, como una fuente, un árbol o un pájaro y se puede convertir en una imagen de algo más profundo o incluso puede ayudar a comprender radicalmente la existencia. Esto, siempre que se venza la costumbre, la indiferencia o el esnobismo, la presunción engreída y llena de sí mismo[2]. Tales son los enemigos principales del encuentro.

Pero el encuentro puede ser también bilateral, y entonces surge una relación especial, en la que dos personas se valoran más profundamente, más allá de su mera presencia o sus funciones sociales: se convierten en un “tú”.

Como contenidos del encuentro Guardini enumera: 1) el conocimiento de la persona y de su conducta que de ahí se deriva; 2) una “vivencia peculiar de la familiaridad y de la extrañeza”: familiaridad que puede crecer y convertirse en confianza en unión; y aquí, la relación con el carácter y la actividad, el pueblo y el grupo social, las ideas, la relación con el mundo, etc; pero también con las diferencias, la extrañeza y la irritación, la antipatía y la enemistad; 3) Siempre, incluso entre las personas más íntimas, está ese elemento de extrañeza, por el carácter irreductible de la individualidad. Esto marca necesariamente la distancia de la persona.

Además, el encuentro requiere que se dé “un buen momento”, un momento propicio, que se constituye a partir de miles de elementos más o menos conscientes o inconscientes: vivencias del pasado e imágenes, energías y tensiones, necesidades, ambiente, estado de ánimo, elementos creativos y afectivos, etc. De ahí la dificultad o la imposibilidad de “confeccionar” un encuentro, y la apertura del encuentro hasta acercarse a la Providencia y a la suerte.

El encuentro requiere, pues, a la vez, la libertad y la espontaneidad, en el sentido de que solo acontece si no se busca, como sería el encuentro con una flor azul que abre el camino hacia el tesoro.

domingo, 4 de septiembre de 2022

El asombro de colaborar con Dios

La homilía del Papa con los nuevos cardenales, el pasado 30 de agosto, es, entre otras cosas y dentro de su género y brevedad, una lección de lo que podríamos llamar eclesiología espiritual y pastoral.

La cuestión central es la del asombro. Las lecturas escogidas, de la carta a los Efesios (cf. Ef 1, 2-14) y del evangelio de San Mateo (cf. Mt 28, 16-20), le sugieren al Papa Francisco ese asombro, ese “estupor” producido por la acción del Espíritu Santo en la Iglesia. Dividimos la exposición de los argumentos del Papa en tres puntos.

jueves, 1 de septiembre de 2022

El don de la ancianidad: servicio y testimonio de esperanza

 Ha concluido la catequesis del Papa sobre el sentido y el valor de la vejez (23-II al 24-VIII-2022). Quiso “animar a todos a invertir pensamientos y afectos en los dones que ella trae consigo y para las otras edades de la vida” (23-III-2022); pues, en efecto, la ancianidad es un don y bendición divinos (*).



Los ancianos, maestros de sabiduría

Francisco señaló que en la cultura dominante, “los ancianos son poco valorados, en su calidad espiritual, su sentido comunitario, su madurez y sabiduría. Y esto, a los ojos del Papa, implica un “vacío de pensamiento, imaginación, creatividad” (Ibid.).

Insistió en que sin el diálogo entre generaciones tenemos “una sociedad estéril, sin futuro, una sociedad que no mira al horizonte, sino que se mira a sí misma” (2-II-2022).

A los ancianos les dijo: “Tenéis la responsabilidad de denunciar la corrupción humana en la que vivimos y en la que continúa esa forma de vida del relativismo, totalmente relativa, como si todo fuera lícito. Adelante. El mundo precisa, necesita jóvenes fuertes, que salgan adelante, y viejos sabios” (Ibid.).

A los demás, les recordó su deber de proteger a los ancianos y de educar en el cuidado de la ancianidad. A propósito del cuarto mandamiento ”honrar padre y madre” , señaló: “El honor falta cuando el exceso de confianza, en vez de manifestarse como delicadeza y cariño, ternura y respeto, se convierte en rudeza y prevaricación. Cuando la debilidad es reprochada, e incluso castigada, como si fuera una falta. Cuando el desconcierto y la confusión se convierten en ocasión para la burla y la agresión” (23-II-2022).

domingo, 29 de mayo de 2022

Sobre la aceptación de sí mismo

Según Guardini (*), el presupuesto para el crecimiento de la vida moral, es decir, de la madurez en los valores, es la aceptación de uno mismo. Aceptarse a sí mismo, a las personas que nos rodean, al tiempo en que vivimos (cf. para lo que sigue R. Guardini, Una ética para nuestro tiempo, Madrid 1977, cap. III, pp. 140ss.).

Esto no quiere decir “dejarse llevar” sino trabajar en la realidad y si es preciso luchar por ella, para transformarla, para mejorarla en lo que dependa de nosotros, aunque sólo sea “un granito de arena”. 

En el animal sólo hay un acuerdo consigo mismo, no existe la dinámica propia del espíritu humano, que consiste en una tensión entre ser y deseo: entre lo que somos y lo que queremos ser, tensión que es buena, siempre que nos mantenga en la realidad y no nos haga refugiarnos en fantasías. 

Se puede comenzar por la aceptación de uno mismo: circunstancias, carácter, temperamento, fuerzas y debilidades, posibilidades y límites. Esto no es obvio, pues con frecuencia uno no se acepta: hay hastío, protesta, evasión por la imaginación, disfraces y máscaras de lo que somos, no sólo ante los demás sino ante uno mismo. Y esto no es bueno. Pero esconde la realidad de un deseo de crecer, que pertenece a la sabiduría. “Puedo y debo trabajar en mi estructura vital, dándole forma, mejorándola; pero, ante todo, he de decir ‘sí’ a lo que es, pues si no todo se vuelve inauténtico” (ibid., pp. 142s). 

Así, el que se le ha dado por naturaleza un sentido práctico, debe aprovecharlo, pero consciente de que carece de imaginación y creatividad. Mientras que el artista debe sufrir temporadas de vacío y desánimo, Quien es muy sensible ve más, pero sufre más. El que tiene un ánimo frío y no le afecta nada, se arriesga a desconocer grandes aspectos de la existencia humana. Cada uno debe aceptar lo que tiene, purificarlo para servir con ello a los demás, y luchar por lo que no tiene, contando también con los otros. 

En la práctica esto no es fácil. Hay que empezar por llamar bueno a lo bueno, malo a lo malo; sin molestarse cuando algo sale mal o a uno le corrigen. Sólo reconociendo mis propios defectos, que se van conociendo poco a poco, tengo la base real para mi superación. 

También hay que aceptar la situacion vital, la etapa de la vida en la que estamos y la época histórica en la que vivo, sin trata de escaparme de esas realidades: procurando conocerlas y mejorarlas. No se puede escapar hacia el pasado o hacia el futuro, sin valorar lo presente. 

Aquí entra la aceptación del destino (tratado por R. Spaemann en el último capítulo de Ética: cuestiones fundamentales, Pamplona 2010). El destino no es azar, sino resultado de la conexión de elementos interiores y exteriores, algunos de los cuales dependen de nosotros. Primero de nuestras disposiciones, carácter, naturaleza, etc. (de nuevo: aceptarse a sí mismo). Pero además es resultado de nuestra libertad en el día a día, también en lo pequeño que dejamos o no dejamos pasar. 

Aceptarse a sí mismo o al destino puede hacerse difícil cuando viene el dolor o el sufrimiento. Por eso incluye la capacidad de aprender del sufrimiento, sin limitarse a evitarlo, como es lógico, en lo posible; sino tratando de comprenderlo, aprender de él.

Aceptar la propia vida es aceptarla como recibida, recibida de los padres, de la situación histórica y de los antepasados, pero también, cabe pensar con sabiduría, de Dios. 

Según el cristianismo, Dios tiene experiencia de nuestros problemas pues ha tomado carne en Jesucristo, que se hizo vulnerable hasta el extremo, pero con plena libertad. Y en Dios no hay falta de sentido. Un sentido que no es solamente racional sino a la vez amor. Por eso no hay que confundir el hecho de que yo no capte hoy y ahora el sentido de esta situación, con el hecho de que esta situación tiene un sentido en el conjunto de mi vida, que yo debo descubrir y aprovechar con confianza.
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(*) Además del libro que se cita en este artículo, ver la primera parte (original de 1955) de su pequeño libro: “La aceptación de sí mismo; las edades de la vida”, Cristiandad, Madrid 1977; Lumen, Buenos Aires 1992. El tema de la aceptación fue desarrollado por el autor ocho años más tarde en un segundo libro, sobre las virtudes, que es el referido en nuestro texto. Cf. “La aceptación”, en Una ética para nuestro tiempo (originalmente titulado "Tugenden", virtudes, y publicado como segunda parte de La esencia del cristianismo, Cristiandad, Madrid 2007, pp. 139-151); en este caso la aceptación se considera como una virtud junto con otras del ámbito del dominio de sí (como respeto y fidelidad, paciencia y ascetismo, ánimo y valentía, concentración y silencio), de la búsqueda de la verdad y de la solidaridad. 


miércoles, 23 de diciembre de 2020

Tiempos de crisis, tiempos de gracia

 

                                                                              Le Nain (s. XVII), La Natividad

Heidegger dice que el hombre nace para ser arrojado a la muerte. Con ese tipo de barcos no se puede llegar a buen puerto. Pero su discípula Hanna Arendt, sobre las ruinas de los totalitarismos del siglo veinte, subraya lo contrario: los hombres han nacido para comenzar, y por eso el milagro que salva al mundo es “el hecho de la natalidad”, como expresan en pocas palabras los evangelios: “os ha nacido hoy un Salvador” (La condición humana, ed. Paidós, Barcelona 2012, 264). Arendt, que no era cristiana sino judía, indudablemente tiene de la vida una idea más luminosa, profunda y fructuosa.

Con este argumento sorprendente comenzaba el Papa Francisco su discurso a la Curia romana (21-XII-2020) con motivo de la Navidad. Y ese era el primer punto: el contraste, podríamos decir, entre una cultura de la muerte y una cultura de la vida, que encuentra, esta última, su centro y plenitud en la encarnación del Hijo de Dios.

Pero, continuaba, para captar, valorar y sacar fruto de ese acontecimiento hace falta ciertas condiciones. Hay que “situarse” en un lugar adecuado, cosa que sucede “solo si somos inermes, humildes, esenciales”.

Ante esta “Navidad de la pandemia”, Francisco reflexiona una vez más sobre nuestra situación: ha sido, dice, “una prueba importante y, al mismo tiempo, una gran oportunidad para convertirnos y recuperar la autenticidad”.

jueves, 7 de mayo de 2020

Un sueño revelador


En su cuento “El sueño de un hombre ridículo” (*), Dostoiewsky relata el caso de un hombre escéptico y desesperado, hasta el punto de que había decidido suicidarse.

Una noche lóbrega, cuando caminaba hacia su casa, una niña le salió al encuentro, llorando y gritando, pidiéndole ayuda.

Aunque él la despreció, más tarde, ya en su casa, le vino el remordimiento:

“Podía haber ayudado a la niña. ¿Y por qué no la ayudé? Pues por una idea que me asaltó: cuando ella me estaba tirando del brazo y me llamaba, se me planteó una cuestión que no pude resolver. (...) ¿Por qué razón sentí de pronto que no todo me resultaba indiferente, y que sentía compasión hacia aquella niña?”

viernes, 24 de enero de 2020

Cordero de Dios

Hermanos Van Eyck, "El cordero místico" (1432, detalle),
Altar de Gante, Bélgica

El “tiempo ordinario” se introduce, en la liturgia católica, mediante la presentación del Bautismo de Jesús. Esta fiesta –situada al final del tiempo de Navidad– se prolonga en la semana siguiente con la figura del “Cordero de Dios”, como Juan Bautista le denomina ante sus discípulos.

Podemos escoger tres cuadros que nos presentan esta figura de Jesús como cordero manso y apacible que lleva a cabo la obra redentora, ofreciéndose en una entrega generosa por la salvación de cada persona y del mundo. En esa perspectiva la fe cristiana ayuda a encontrar un sentido al dolor, incluso al sufrimiento inocente.

martes, 10 de septiembre de 2019

Paradoja de la belleza cristiana

Icono ortodoxo de la crucifixión (1499-1500)

Según el diccionario del español, paradoja es un hecho o una expresión aparentemente contrario o contradictorio respecto de la lógica. Por ejemplo: “Mira al avaro, en sus riquezas, pobre”.

La realidad está llena de paradojas y la sabiduría cristiana proporciona orientación para situarse ante esa realidad, de modo que la vida sea lo más plena posible. Especialmente los valores, como muestra el cristianismo, presentan una apariencia paradójica que conviene descubrir; también la belleza, que es un camino educativo de primera calidad, especialmente en relación con la vida cristiana. Ese ha sido el tema de un seminario celebrado recientemente en la Universidad Panamericana de Guadalajara-México (29-31/VIII/2019).

1. Cuenta el evangelio de San Lucas que cuando un paralítico fue curado por Jesús, “al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa”. Como consecuencia “el asombro se apoderó de todos”, de modo que decían: “Hoy hemos visto cosas increíbles” (Lc 5, 25-26). El texto original utiliza la palabra griega paradoxa (literalmente, algo contrario a la opinión extraída de la experiencia).

lunes, 21 de mayo de 2018

El corazón de la santidad


Ha escrito el obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde, que el corazón de la exhortación del Papa Francisco (Gaudete et exsultate) sobre la santidad es el discurso de las bienaventuranzas y la parábola del juicio final. Así es, no solo porque ocupan el capítulo central (tercero) del documento, sino porque muestran el rostro de Cristo y por tanto, el rostro de la santidad del cristiano.

Las bienaventuranzas constituyen, en efecto, con expresión del Papa, “el carnet de identidad del cristiano”.

Sostiene Jacques Philippe que el texto de las bienaventuranzas “contiene toda la novedad del Evangelio, toda su sabiduría y su fuerza para transformar en profundidad el corazón del hombre y renovar el mundo” (J. Philippe, La felicidad donde no se espera: meditación sobre las Bienaventuranzas, Rialp, Madrid 2018).

jueves, 8 de octubre de 2015

El sínodo sobre la familia en la estela del Concilio Vaticano II


En sus palabras introductorias a los trabajos del sínodo sobre la familia (5-X-2015) Francisco ha señalado que el sínodo “es una expresión eclesial, o sea, es la Iglesia que camina junta para leer la realidad con los ojos de la fe y con el corazón de Dios; es la Iglesia que se interroga sobre su fidelidad al depósito de la fe, que para ella no representa un museo para mirar y mucho menos solo para salvaguardar, sino que es una fuente viva en la que la Iglesia bebe para saciar la sed e iluminar el depósito de la vida”.

viernes, 25 de abril de 2014

De la humillación a la resurrección

                                                         Giotto, Resurrección (1304-1306)
                                                                                  Capilla Scrovegni (Padua)



Acabamos de ver de nuevo al sucesor del apóstol Pedro lavando los pies a sus hermanos. Como en otras ocasiones, también ha subido a los niños para pasearlos en el papamóvil. Son signos que la gente sencilla capta como expresión de lo que hizo Jesús, de su abajamiento, cercanía y entrega por todos, culminada en su pasión y muerte. 

lunes, 6 de enero de 2014

Una estrella de esperanza


(La vida cristiana como Epifanía)
  

Gentile da Fabriano, Adoración de los Magos (1424), 
Florencia, Galleria degli Uffici

En uno de sus libros evoca el cardenal Ravasi lo sucedido en el año 614, cuando el rey persa Cosroes cercó la basílica de Belén, que encierra en su cripta la gruta del Nacimiento, construida por Elena, madre de Constantino en el 330. Al ver en el frontal una representación de los Reyes Magos caracterizados como persas, desistió de su empeño. Y así los Magos salvaron la gruta.

     Predicaba Benedicto XVI, en la Epifanía de 2012, que los Magos, por su corazón inquieto, vigilante y valiente fueron capaces no sólo de seguir la estrella sino de iluminar, con su actitud, el camino de los hombres hacia Cristo.

     En la misma línea, el Papa Francisco, en su homilía de Epifanía de este año ha dicho que el ejemplo de los Magos "nos ayuda a levantar la mirada hacia la estrella y a seguir los grandes deseos de nuestro corazón. Nos enseñan a no contentarnos con una vida mediocre, de 'pequeño cabotaje', sino a dejarnos atraer siempre por lo que es bueno, verdadero, bello… por Dios, ¡que todo esto lo es de modo cada vez más grande!" (Homilía 6-I-2013). Para ello, y de acuerdo con la tradición cristiana, nos ha aconsejado contemplar "dos libros": el del Evangelio (escucharlo, leerlo y meditarlo) y el de la creación (el mundo creado por Dios y los acontecimientos de nuestra vida). 

     En otras ocasiones, reflexionando sobre las actitudes de los Magos, el Papa Ratzinger ponía de relieve la conexión entre la humildad, la adoración y la sabiduría.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Reforma de actitudes


¿Cambia la doctrina? ¿Cómo afecta esto a la Iglesia y a los cristianos? Se han preguntado algunos ante las declaraciones del Papa Francisco, en su larga entrevista al director de la “Civiltà Cattolica”, difundida el 20 de septiembre. Entre otras cosas, habla de la Iglesia, de curar las heridas, de reformar las actitudes, de lo necesaria que es una fe con más humildad y autenticidad. Lo primero, dice, es la reforma de las actitudes. Y no solo de las actitudes “de los demás”, sino primero de las nuestras, de los cristianos, primero de los educadores y de los pastores.



lunes, 5 de agosto de 2013

El acontecimiento de Aparecida


El discurso del Papa Francisco a los cardenales y obispos brasileños, el 27 de julio en Río de Janeiro, puede compararse en importancia –en unidad con el dirigido al comité de coordinación del CELAM al día siguiente y cambiando lo que deba cambiarse, porque se trata de protagonistas, contextos y temas diversos– al último encuentro de Benedicto XVI con el clero romano (14-II-2013).

     Ambos discursos fueron impartidos como una charla sin pretensiones, como simples reflexiones. Pero ambos clarifican más
que muchos libros.

     En este caso, aunque el discurso se refiere directamente a Brasil, contiene luces para la nueva evangelización que hoy ha de desarrollarse en todos los lugares. Nos ocuparemos ahora solo de la primera parte: el acontecimiento originario de Aparecida.

miércoles, 9 de enero de 2013

La fe, un renacer con la fuerza de Dios


¿Qué tiene que ver el origen de Jesús con la fe? ¿Qué podemos aprender de la actitud de María en ese origen? ¿De qué nos puede servir esto ante las dificultades? Al comienzo del año, y en la “cuesta” de Enero, nos conviene plantearnos cómo nos ayuda la fe.

     De esto se ocupó Benedicto XVI en su audiencia general del 2 de enero, con el título: “Fue concebido por obra del Espíritu Santo”. Ante la gruta de Belén surge la pregunta de cómo pudo aquel Niño cambiar radicalmente el curso de la historia. Y aún otra pregunta más profunda, que hizo Pilatos: “¿De dónde eres tú?” (Jn. 19, 9).

     Jesús había dicho “Yo soy el pan bajado del cielo” (Jn. 6, 41), pero muchos no le habían querido escuchar, pensando que conocían bien a su padre y a su madre (cf. Jn. 6, 42). Y luego les había insistido: “Yo no he venido de mí mismo, pero el que me ha enviado, a quien vosotros no conocéis, es veraz” (Jn. 7, 28).

     El Papa se detiene mostrando cómo el origen de Jesús está claro en los Evangelios, sobre todo en las palabras del ángel Gabriel a María. Al mismo tiempo, todo ello nos enseña acerca de lo que supone la fe cristiana.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Navidad, el más bello escondite

(Buscar el sitio para Dios y para los otros)

 
EL Greco, La adoración de los pastores (1612-1614)
Museo del Prado (Madrid)

“Jehel, un joven muchacho (judío), entró llorando precipitadamente en casa de su abuelo, el famoso Rabí Baruch. Gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas, mientras se lamentaba: mi amigo me ha abandonado, ha sido injusto y poco amable conmigo. Vamos, vamos, ¿no puedes explicármelo más despacio?, le preguntó el maestro. Sí, respondió el pequeño, hemos jugado al escondite. Y yo me he escondido tan bien que mi amigo no ha podido encontrarme. Así pues, ha dejado de buscarme y se ha ido. ¿No ha sido antipático? El más bello escondite ha perdido su belleza, porque mi amigo ha interrumpido el juego.

      En ese momento el maestro le acarició las mejillas, al tiempo que los ojos se le inundaban de lágrimas. A continuación dijo: sí, eso es muy poco cortés. Pero, ¿sabes?, lo mismo ocurre con Dios. Él se ha ocultado y nosotros lo buscamos. Imagínate lo que esto significa: Dios se ha ocultado y nosotros no lo buscamos ni siquiera una vez”.

    En esta pequeña historia -escribió Joseph Ratzinger- se puede descubrir el misterio de la Navidad...

sábado, 29 de diciembre de 2012

María: confianza, escucha, servicio

J. C. Antolínez, Anunciación (1665-1675), 
Museo del Hermitage, San Petersburgo

Navegamos en medio de una crisis de confianza. No sólo en la economía, sino ante todo en Dios y en los demás. Quizá pensamos excesivamente en términos de apariencia e influencia, éxito y victoria. La globalización de nuestras comunicaciones debería llevarnos a globalizar la actitud fundamental de María: la confianza.

     "María, icono de la fe obediente". Ese ha sido el tema que Benedicto XVI ha tratado en su audiencia general del 19 de diciembre. El saludo que el ángel dirige a la Virgen, encuentra en ella una actitud de confianza, también para los momentos difíciles; una capacidad de considerar los sucesos a la luz de la fe; una humildad que sabe escuchar y responder a Dios con entrega.

viernes, 15 de junio de 2012

Fuerza de la oración y vida ordinaria

M. Chagall, Paris through the window (1913), Museo Guggenheim, Nueva York


En la audiencia general del 13 de junio, Benedicto XVI ha presentado la fuerza de la oración cristiana, también en la vida ordinaria, a partir de un texto de san Pablo (cf. 2 Co 12, 1-10). 



Dios actúa por medio de nuestra oración


     Para legitimar su apostolado, san Pablo subraya no sus realizaciones personales, sus esfuerzos y éxitos, sino la acción de Dios en él, por medio de la oración, y a través de él. San Pablo llegó a tener revelaciones extraordinarias, de modo que, en palabras de Benedicto XVI, “el Señor lo tomó totalmente, lo atrajo hacia sí, como lo había hecho en el camino de Damasco en el momento de su conversión” (cf. Flp. 3, 12).

     En un segundo momento, san Pablo continúa diciendo que precisamente para que no caiga en la soberbia por las revelaciones recibidas, Dios permite que el apóstol lleve en sí una “espina”, un “aguijón” (cf. 2 Co 12, 7), una debilidad o flaqueza que le hace sufrir y pedir tres veces ser liberado de ella. Pero experimenta que Dios le responde: “Mi gracia te basta; que mi fuerza se realiza en la flaqueza” (v. 9). 



A pesar de nuestras debilidades

     El Papa se admira de cómo san Pablo ha comprendido hasta el fondo lo que significa ser apóstol: se complace incluso en sus flaquezas, “es decir, no se enorgullece de sus acciones, sino de la actividad de Cristo que obra precisamente en su debilidad” (cf. vv. 9-10). San Pablo es consciente de ser un “siervo inútil”, un “vaso de barro”. En su oración se da cuenta de cómo debe afrontar todos sus sufrimientos, dificultades y persecuciones: “abriéndose con confianza a la acción del Señor”. Porque hace oración comprende que “cuando uno experimenta la propia debilidad, se manifiesta el poder de Dios, que no abandona, no te deja solo, sino que se convierte en apoyo y fuerza”.

     Por eso, aunque Pablo ha pedido ser librado de esa “espina”, es como si Dios le respondiese: “No, eso es para ti. Tendrás la gracia suficiente para resistir y hacer lo que debe hacerse”.

     Como en otras ocasiones, Benedicto XVI nos invita a hacer nuestras esas actitudes auténticamente cristianas. La profunda humildad y confianza de san Pablo en Dios es también fundamental en nuestra vida y ante nuestras debilidades.Y esa “respuesta” de Dios vale para nosotros: “El Señor no nos libera de los males, más bien nos ayuda a madurar en los sufrimientos, en las dificultades, en las persecuciones” (cf. vv. 16 y 17); pues aunque las dificultades sean grandes, comparadas con la grandeza del amor de Dios, parecen ligeras. 



Humildad y confianza en Dios

     Humildad: “En la medida en que crece nuestra unión con el Señor y se intensifica nuestra oración, también nosotros vamos a lo esencial y comprendemos que no es el poder de nuestros medios, de nuestras virtudes, de nuestras capacidades lo que realiza el Reino de Dios, sino es Dios que obra maravillas a través de nuestra debilidad, de nuestra insuficiencia para lo encomendado”.

     Confianza en Dios: en las dos “revelaciones” que relata San Pablo (la primera con motivo de su conversión y la segunda como experiencia contemplativa, cf. Hch 9, 4 y 2 Co 12, 9), queda clara la enseñanza. “Solo la fe, el confiar en la acción de Dios, en la bondad de Dios que no nos abandona, es la garantía de no trabajar en vano. Así la gracia del Señor ha sido la fuerza que acompañó a san Pablo en el enorme esfuerzo por difundir el Evangelio, y su corazón ha entrado en el corazón de Cristo, haciéndose capaz de dirigir a otros hacia Aquel que murió y resucitó por nosotros”.

     “En la oración ‑­invita el Papa- abrimos, por lo tanto, nuestro ánimo al Señor para que Él venga a habitar en nuestra debilidad, transformándola en fuerza para el Evangelio”, así como por la encarnación del Hijo de Dios, ha “puesto su tienda” entre nosotros para iluminar y transforma nuestra vida y el mundo.

     Esto evoca la escena de la transfiguración en el monte Tabor (cf. Mc 9, 5 ss). Pero ahí también se aprende que “contemplar al Señor es, al mismo tiempo, fascinante y tremendo: fascinante, porque nos atrae hacia él y rapta nuestro corazón hacia lo alto, llevándolo a su altura donde experimentamos la paz, la belleza de su amor; tremendo porque pone al descubierto nuestra debilidad humana, nuestra deficiencia, el esfuerzo para superar al Maligno que amenaza nuestras vidas, esa espina también clavada en nuestra carne”. Lo importante es que “En la oración, en la contemplación cotidiana del Señor, recibimos la fuerza del amor de Dios” para vencer todas las dificultades (cf. Rm 8, 38-39).

     Es de notar la advertencia de Benedicto XVI “en un mundo donde hay el riesgo de confiar únicamente en la eficiencia y el poder de los medios humanos”. Precisamente “en este mundo estamos llamados a redescubrir y dar testimonio del poder de Dios que se comunica en la oración, con la que crecemos cada día en configurar nuestra vida a la de Cristo”, que se hizo débil para manifestar el poder de Dios que también a nosotros nos hace vivir (cf. 2 Co 13,4). 



Mística cristiana y vida ordinaria

     En la última parte de su audiencia, el Papa se refiere a la relación entre la mística cristiana y la vida ordinaria. Se ha dicho (A. Schweitzer) que Pablo era simplemente un místico. Pero la mística de San Pablo, señala el Papa, “no se fundamenta solo sobre la base de los acontecimientos extraordinarios que experimentó, sino también en la cotidiana e intensa relación con el Señor, que siempre lo ha sostenido con su gracia”. Y añade: “La mística no lo ha alejado de la realidad, por el contrario, le dio la fuerza para vivir cada día para Cristo y para construir la Iglesia hasta el fin del mundo en ese momento”.

     También para nosotros (y esto sin duda adquiere un relieve especial para los fieles laicos) “La unión con Dios no aleja del mundo, sino que nos da la fuerza para permanecer de tal modo, que se pueda hacer lo que se debe hacer en el mundo”. También en la oración podemos quizá experimentar algunos momentos de más intensidad, en que notemos la presencia del Señor, “pero es importante la constancia, la fidelidad en la relación con Dios, especialmente en las situaciones de aridez, de dificultad, de sufrimiento, de aparente ausencia de Dios”. Así, dice Benedicto XVI, solamente si estamos “aferrados al amor de Cristo” podremos afrontar como san Pablo las dificultades (cf. Flp. 4, 13). Y cuanto más espacio demos a la oración, más descubriremos “la fuerza concreta del amor de Dios”, a pesar de la aridez, como testimonia la vida de la beata Madre Teresa de Calcuta.

     La conclusión es una insistencia sobre este punto: “La contemplación de Cristo en nuestra vida no nos saca –como he dicho– de la realidad, sino que nos hace aún más partícipes de las experiencias humanas, porque el Señor, atrayéndonos hacia sí en la oración, nos permite hacernos presentes y cercanos a cada hermano en su amor”.

     Así es. Y la oración contemplativa, como predicaba San Josemaría, es no solamente posible sino necesaria, también para los cristianos llamados a la santidad en medio del mundo.




(publicado en www.religionconfidencial.com, 14-VI-12)