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martes, 2 de septiembre de 2025

Dejarse curar por Jesús


¿Por qué necesitamos dejarnos curar y contribuir a curar a los demás? Porque somos vulnerables. Sólo quien carece de experiencia o de conocimiento de sí mismo y de los otros puede desconocer esta necesidad.

Dentro del ciclo de catequesis correspondiente al Jubileo 2025 (“Jesucristo nuestra esperanza”), León XIV ha culminado, en el medio del verano, el itinerario de la vida publica de Jesús (encuentros, parábolas y curaciones), dedicando cuatro miércoles a las curaciones: Bartimeo, el paralítico de la piscina, la hemorroísa y la hija de Jairo, el sordomudo.


Bartimeo: levantarse ante Jesús que pasa y llama

En su camino a Jerusalén, Jesús se encuentra con Bartimeo, un ciego y mendigoo (cf. Audiencia general, 11-VI-2025). Su nombre significa hijo de Timeo, pero también hijo del homor o de la admiración Y ello nos sugiere que “Bartimeo –por su dramática situación, su soledad y su actitud inmóvil, como observa san Agustín– no consigue vivir lo que está llamado a ser”.

Sentado al borde del camino, Bartimeo necesita que alguien lo levante y lo ayude a salir de su situación y seguir caminando. Y para ello hace lo que sabe hacer: pedir y gritar. Es una lección para nosotros. “Si realmente deseas algo –nos propone el Papa–, haz todo lo posible por conseguirlo, incluso cuando los demás te reprenden, te humillan y te dicen que lo dejes. Si realmente lo deseas, ¡sigue gritando!”

De hecho, el grito de Bartimeo, “¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí!” (Mc 10, 47)– se ha convertido en una oración muy conocida en la tradición oriental, que también nosotros podemos utilizar: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, que soy pecador”.

Bartimeo es ciego, pero, paradójicamente, ve mejor que los demás y reconoce quién es Jesús. Ante su grito, Jesús se detiene y lo llama; “porque –observa el sucesor de Pedro– no hay ningún grito que Dios no escuche, incluso cuando no somos conscientes de dirigirnos a Él”.

martes, 8 de julio de 2025

Las parábolas y los movimientos eclesiales





Van Gogh, El sembrador al atardecer, 1888

¿Qué tienen en común las parábolas del Evangelio con los movimientos eclesiales? Pues que en ambos casos actúa el Espíritu Santo, para fomentar la conversión personal y la misión de la Iglesia.

¿Hasta qué punto nos dejamos sorprender por la predicación de Jesús en los Evangelios? ¿Somos conscientes del impulso que el Espíritu Santo está imprimiendo a la Iglesia a través de los movimientos eclesiales? Son dos preguntas que pueden centrar algunas de las enseñanzas de León XIV en estas semanas.

La actividad magisterial del Papa continúa tomando fuerza e intensidad, atendiendo a las necesidades del Pueblo de Dios y de la sociedad civil, que no son pocas. De esta manera sigue pulsando los “primeros acordes” de su pontificado, que le invitan a prodigarse en su solicitud por todos. Y todo ello en el marco del año jubilar, que convoca en Roma a fieles católicos y otras personas de diversa condición, agrupados con frecuencia según los servicios que prestan a la Iglesia y al mundo.

Presentamos aquí sus tres catequesis sobre algunas parábolas de Jesús y los discursos que León XIV ha  dirigido a los movimientos eclesiales con motivo de su participación en el Jubileo.


Las parábolas nos interpelan

Jesús desea personalizar su mensaje y por ello sus enseñanzas tienen un carácter que hoy podríamos llamar antropológico o personalista, experiencial y a la vez interpelador, para cada uno de los que le escuchaban y también hoy para nosotros.

De hecho, observa León XIV que el término parábola viene del verbo griego ”paraballein”, que significa ”lanzar delante”: “La parábola me lanza delante una palabra que me provoca y me empuja a interrogarme”.

Al mismo tiempo, es interesante que el Papa se fije en ciertos aspectos siempre sorprendentes de los pasajes del Evangelio.

lunes, 2 de junio de 2025

León XIV: tras las huellas del Vaticano II

(Publicado en la web de "Omnes", 1-VI-2025)


 En pocas semanas hemos recibido ya muchas enseñanzas del nuevo Papa, León XIV. Los primeros días, sus palabras eran examinadas cuidadosamente por todos, para avizorar las claves y orientaciones de su pontificado.

¿Por dónde guiará a la Iglesia el nuevo pontífice?, queríamos saber. Pues bien, el mismo León XIV ha sido suficientemente explícito al respecto. A sus primeras palabras, desde la logia central del Vaticano el día de su elección, han seguido intervenciones clarificadoras.

Presentamos aquí esas primeras palabras, la homilía en la Misa con los cardenales y el discurso en el posterior encuentro con ellos y, finalmente, la homilía en el inicio del ministerio petrino.


Cristo resucitado trae la paz y la unidad

Como un eco de las de Cristo el día de su Resurrección, las palabras del nuevo Papa liberaron el aliento contenido de todos en la plaza del Vaticano (8-V-2022): “¡La paz esté con todos ustedes! Queridos hermanos y hermanas, este es el primer saludo del Cristo Resucitado, el buen pastor que dio su vida por el rebaño de Dios. Yo también quisiera que este saludo de paz entrara en sus corazones, alcanzara a sus familias, a todas las personas, dondequiera que se encuentren, a todos los pueblos, a toda la tierra. ¡La paz esté con ustedes!”

No se trata de cualquier paz, sino de la paz de Cristo Resucitado: “una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante”, que proviene de Dios, quien nos ama a todos incondicionalmente.

Como Francisco, a quien el nuevo Papa evocó en su primera bendición a Roma y al mundo entero, también León XIV desea bendecir y asegurar al mundo la bendición de Dios y el amor de Dios, y su necesidad de seguir a Cristo:

El mundo necesita su luz. La humanidad lo necesita como puente para ser alcanzada por Dios y por su amor. Ayúdenos también ustedes, y ayúdense unos a otros a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz. ¡Gracias al Papa Francisco!”.

Agradeció a los cardenales el haberle elegido y propuso “caminar (…) como Iglesia unida, buscando siempre la paz, la justicia, tratando siempre de trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo, para proclamar el Evangelio, para ser misioneros”.

Declaró como hijo de san Agustín: “Con ustedes soy cristiano y para ustedes obispo”. Y añadió: “En este sentido, todos podemos caminar juntos hacia la patria que Dios nos ha preparado”. Y saludó especialmente a la Iglesia en Roma, que debe ser misionera, constructora de puentes, con los brazos abiertos a todos, como la plaza de san Pedro.

A Roma ha llegado desde Chiclayo (Perú) donde estuvo ocho años como obispo y lo recuerda –y es recordado allí– con afecto: “donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto, tanto para seguir siendo Iglesia fiel de Jesucristo”.

Expresó su deseo de caminar juntos, tanto en Chiclayo como en Roma. Con ello enlazó: “Queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que busca siempre estar cercana especialmente a los que sufren”.

Y terminó invocando a la Virgen de Pompeya, cuya advocación se celebraba ese día.

(Leer más)

viernes, 16 de mayo de 2025

El camino evangelizador de Francisco

(publicado en la revista "Omnes", mayo de 2025)

El camino de Francisco, también en su magisterio doctrinal, ha sido un camino en cierto modo sorprendente –para quien lo sepa mirar con los ojos de la sencillez propia de la sabiduría–, como el de Cristo, y evangelizador. Aquí sugerimos las que pueden considerarse como principales luces de ese camino. Nos limitamos a sus encíclicas y exhortaciones apostólicas. 



La fe transforma porque abre al amor

La encíclica Lumen fidei (“La luz de la fe”, 2013) fue realizada, en cierto sentido,  como discreto broche, pero broche de oro, del pensamiento y doctrina del papa Ratzinger, que aparece con la colaboración y la firma de Francisco.

Presenta la fe cristiana como luz que hace vivir, porque en ella “se nos ha dado un gran Amor” que “nos transforma, ilumina el camino y hace crecer en nosotros las alas de la esperanza para poder recorrerlo con alegría” (n. 7)

La fe amplía el conocimiento de la verdad y trasnforma toda la persona. ¿Pero cómo lo hace? Sorprendentemente, afirma el texto: "La fe transforma toda la persona precisamente porque la fe se abre al amor” (n. 26), y así puede ayudar a ensanchar la razón. Y así, la fe cristiana, vivida realmente en la práctica, transforma la vida personal, familiar y social, la relación con la naturaleza y el sentido tanto de la alegría como del sufrimiento. 

domingo, 27 de abril de 2025

Los mensajes de Francisco

 (Entrevista al autor de este blog, publicada en "Ecclesia", 21-IV-2025)




Francisco llegó a la silla de Pedro tras la renuncia de un gigante del pensamiento, como Benedicto XVI: ¿hasta qué punto este pontificado ha sido, en materia de escritos, una continuación de la doctrina de Benedicto XVI y qué ha aportado de nuevo?

Si por doctrina entendemos una explicación de la fe, diría que en lo sustancial hay continuidad, como no podría ser menos, tratándose de dos papas que, además, han ejercido su ministerio uno tras otro en nuestro tiempo. Lo sustancial del mensaje cristiano se puede expresar en el trinomio fe-sacramentos-amor. Los dos papas expresaron el mismo mensaje, si bien en un orden diverso de elementos, o con acentos o subrayados diferentes.

Por limitarnos ahora a las encíclicas, Benedicto XVI comenzó por el amor (Deus caritas est, 2005), que puede verse como fruto de la fe y de los sacramentos. Siguió con la esperanza (Spe salvi, 2007) y, por medio de una encíclica social, mostró las implicaciones sociales del mensaje cristiano (Caritas in veritate, 2009). Finalmente, proyectó una encíclica donde mostró la luz y la capacidad trasformadora de la fe cristiana (Lumen fidei, 2013), con la colaboración de Francisco y firmada por él. En su opinión, además, se trata de una encíclica que merecería ser más conocida, estudiada y valorada.

Francisco, tras ese texto «a cuatro manos» sobre la fe (Lumen fidei), publica su exhortación programática Evangelii gaudium (2013), sobre la alegría de evangelizar, es decir, de anunciar la fe cristiana. Luego, con un lenguaje de tipo antropológico y social, muestra las dimensiones cósmicas (Laudato si’, 2015) y humanas (Fratelli tutti, 2020) del mensaje cristiano. Y explicita el núcleo de ese mensaje, que es el amor de Dios, por así decir, condensado en el Corazón de Cristo (Dilexit nos, 2024).

No se trata, por tanto, de una mera continuación de la «doctrina» del papa anterior, sino, repito, de una profundización en ciertos aspectos y de un subrayado de otros. Se podría decir que, en general, la perspectiva de Francisco es más práctica —es decir, referida a la acción— que especulativa, pero no por ello carece de especulación, si bien lo está de modo distinto. La novedad no reside tanto en el qué, sino sobre todo en el cómo o la forma del mensaje.

En cuanto a esta forma, los escritos de los dos papas son bastante diferentes, como era de esperar por el carácter, la formación y la procedencia geográfica y cultural de cada uno. En perspectiva creyente habría que señalar, ante todo, la asistencia del Espíritu Santo para cada necesidad, y los carismas, en sentido teológico, de cada papa.

Leer más (enlace a Ecclesia)

jueves, 13 de marzo de 2025

Jardinero de una nueva humanidad: Doce años con Francisco

Pocos días antes de cumplirse los doce años de su pontificado, Francisco ha agradecido a los voluntarios de todo el mundo “tantos pequeños gestos de servicio gratuito [que] hacen germinar brotes de una nueva humanidad; ese jardín que Dios ha soñado y que sigue soñando para todos nosotros”...

(Publicado en www.vidanuevadigital.com, 13-III-2025)

Enlace al artículo


domingo, 22 de septiembre de 2024

El diálogo y la colaboración entre los creyentes


(Imagen: personas de diversas religiones trabajando en un proyecto común) 

Durante su visita apostólica en Asia y Oceanía, el Papa Francisco mantuvo un encuentro de carácter interreligioso en Yacarta, Indonesia (un país de gran mayoría musulmana, donde solamente hay un 10% de cristianos y un 3% de católicos), en la mezquita “Istiqlal” (cf. Discurso 5-IX-2024). Fue diseñada por un arquitecto cristiano y está unida a la catedral católica de Santa María de la Asunción por el “túnel (subterráneo) de la amistad”. Allí Francisco alabó la nobleza y la armonía en la diversidad, de modo que los cristianos pueden testimoniar su fe en diálogo con grandes tradiciones religiosas y culturales. El lema de su visita fue “fe, fraternidad, comprensión”.


Amistad y trabajo conjunto

Animó el Papa a los creyentes a proseguir con la comunicación –simbolizada en ese túnel de la amistad– en la vida del país:

“Los animo a continuar por este camino: que todos, todos juntos, cultivando cada uno la propia espiritualidad y practicando la propia religión, podamos caminar en la búsqueda de Dios y contribuir a construir sociedades abiertas, cimentadas en el respeto recíproco y en el amor mutuo, capaces de aislar las rigideces, los fundamentalismos y los extremismos, que son siempre peligrosos y nunca justificables”.

En esta perspectiva, quiso dejarles dos orientaciones. En primer lugar, ver siempre en profundidad. Porque más allá de las diferencias entre las religiones –diferencias en las doctrinas, ritos y prácticas–, “podríamos decir la raíz común de todas las sensibilidades religiosas es una sola: la búsqueda del encuentro con lo divino, la sed de infinito que el Altísimo ha puesto en nuestro corazón, la búsqueda de una alegría más grande y de una vida más fuerte que la muerte, que anima el viaje de nuestras vidas y nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de Dios”.

E insistió en lo fundamental: “Mirando en profundidad, percibiendo lo que fluye en lo más íntimo de nuestra vida, el deseo de plenitud que vive en lo más profundo de nuestro corazón, descubrimos que todos somos hermanos, todos peregrinos, todos en camino hacia Dios, más allá de lo que nos diferencia”.

Con ello aludía a una de las claves de estos días: el significado de las religiones y el diálogo y la colaboración entre creyentes (1).

Pocos días después diría a los jóvenes en Singapur: “todas las religiones son un camino hacia Dios” (Encuentro, 13-IX-2024). Así es y se cumple en las religiones propiamente dichas y en la medida en que respeten la dignidad humana y no se opongan a la fe cristiana. No se dice esto, por tanto, en referencia a las deformaciones de la religión como la violencia, el terrorismo, el satanismo, etc.

Por otra parte, el Papa tampoco afirmó que las religiones fueran entre sí equivalentes, o que tuvieran el mismo valor en la perspectiva cristiana (cf. Decl. Nostra Aetate del Concilio Vaticano II y el magisterio posterior, cf. Decl. Dominus Iesus, de 2000). De hecho, la doctrina católica enseña que las religiones, junto con elementos de verdad y de bien, tienen elementos que es necesario purificar (vid. también el documento de la Comisión Teológica Internacional, El cristiano y las religiones, 1996). (2)

En segundo lugar, Francisco invitó a cuidar las relaciones entre los creyentes. Así como un pasaje subterráneo conecta, crea un enlace, “lo que realmente nos acerca es crear una conexión entre nuestras diferencias, ocuparnos de cultivar lazos de amistad, de atención, de reciprocidad”. 

lunes, 19 de agosto de 2024

Literatura y evangelización

En su Carta sobre el papel de la literatura en la formación (17-VII-2024), señala el Papa Francisco que la literatura es un camino importante para la madurez personal, en cuanto que permite abrirse al mundo, a la realidad, a las otras personas y culturas, y entablar un diálogo interior enriquecedor, que tiene que ver con los propios deseos y expectativas.


Para abrir el mundo personal

De esta manera sirve al discernimiento espiritual y moral así como a la contemplación. El Papa utiliza diversas metáforas –el telescopio, el gimnasio, el acto de la digestión– para mostrar cómo la literatura es un excelente instrumento para la comprensión personal del mundo, para comprender y experimentar el sentido que los demás dan a sus vidas, para ver la realidad con sus ojos y no solo con los propios (cf. nn. 16-20, 26-40).

La literatura proporciona una escuela de la mirada y del “éxtasis” (salida de uno mismo), de la solidaridad, de la tolerancia y de la comprensión. Esto es así, piensa el sucesor de Pedro, porque “siendo cristianos, nada que sea humano nos es indiferente” (37).

Para los creyentes, la lectura es un camino para conocer las culturas (la propia las otras) y así, poder hablar al corazón de los hombres. Nos facilita reconocer las semillas plantadas por el Espíritu Santo en toda realidad humana y social. Y de este modo podemos responder hoy mejor a la sed de Dios que late en muchs corazones, aunque a veces no lo reconozcan.

Pero hay una condición: el anunciarles a Jesucristo, Palabra de Dios “hecha carne”, no a un Cristo sin carne. “Esa carne hecha de pasiones, emociones, sentimientos, relatos concretos, manos que tocan y sanan, miradas que liberan y animan; de hospitalidad perdón, indignación, valor, arrojo. En una palabra, de amor” (14).

De ahí que, a través de la literatura, los sacerdotes y en general todos los evangelizadores pueden hacerse más sensibles a la plena humanidad de Jesús, de modo que puedan anunciarlo mejor. Pues cuando el Concilio Vaticano II dice que “en realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (GS, 22), señala Francisco, “no se trata de una realidad abstracta, sino el misterio de ese ser humano concreto, con todas las heridas, deseos, recuerdos y esperanzas de su vida” (15).

domingo, 18 de agosto de 2024

Sentido de la vida y educación cristiana

Duccio di Buoninsegna, Jesús cura a un ciego de nacimiento (1311),
National Gallery, Londres

Sentido de la vida y educación cristiana


Contemplamos estos días el valor reconocido a los esfuerzos, mantenidos durante largo tiempo, de quienes llegan a obtener medallas en las Olimpiadas. Todos ellos, cuando se les pregunta, vienen a decir: "ha valido la pena el esfuerzo".

Sin duda el esfuerzo tiene que ver con el sentido de la vida, y esto es importante en la educación especialmente de los jóvenes.  ¿Cómo ilumina esto la fe cristiana?


La búsqueda de la felicidad y el valor de la vida

    De un lado, hay en cada persona una búsqueda innata de felicidad, entendida como vida plena. A esto se vincula la pregunta por un bien supremo, que responda al porqué y para qué de la vida, y también la pregunta por el lugar del sufrimiento en la vida humana. De ahí la importancia de la educación del sentido que viene, a confluir con la orientación de los deseos, de las metas y de los fines de cada cual. 
    A la necesidad de una vida con sentido, se opuso el siglo pasado el "absurdismo", propio del existencialismo radical. Esto venía representado por el mito de Sísifo, condenado a subir una gran piedra por una pendiente: al llegar arriba la piedra se resbalaba y caía, y la situación se volvía a repetir indefinidamente,  de modo que la vida humana es un continuo comenzar en una tarea sin sentido. Se proponía aceptar ese sinsentido. 
    Sin embargo, la propuesta no es racional y por ello tampoco sana. 
    ¿Cómo encontrar un sentido verdadero de la vida? Verdadero puede traducirse aquí por válido, acorde con la realidad de las personas y sus esperanzas. Evidentemente, no todos los "sentidos" tienen el mismo valor. Si así fuera la vida de los hitlerianos y la de los santos sería equivalente. Nada sería bueno ni malo. Sin el sentido, como saben bien los psiquiatras, crece el riesgo del nihilismo y de la depresión, quizá compensados transitoriamente por mecanismos exteriores (ruidos, activismo, drogas, etc.) o por el esfuerzo en la lucha contra enemigos más o menos imaginarios. 
    En la práctica uno tiende a llenar de "sentidos" su vida o dejar que se la llenen otros: el ambiente, la mayoría, los medios de comunicación. Pero no todos los sentido, decíamos, valen los mismo. La vida no es un saco que se puede llenar de cualquier cosa. Ya san Agustín decía: "Corres bien, pero fuera del camino". 

viernes, 22 de marzo de 2024

Evangelización en el horizonte del jubileo 2025


 

 

Rembrandt, v. R., Cristo curando a un leproso (h. 1650) 
Riks Museum, Amsterdam


El discurso del Papa al Dicasterio para la evangelización (15-III-2024)  ayuda a comprender las líneas generales por donde avanzan las propuestas de su pontificado en el horizonte del jubileo de 2025.

Comenzó trazando el marco de los desafíos contemporáneos. Subrayó el secularismo (vivir como si Dios no existiera) de las últimas décadas, la pérdida del sentido de pertenencia en la comunidad cristiana y la indiferencia respecto a la fe.

Estos desafíos, explicó, necesitan respuestas adecuadas, teniendo también en cuenta la cultura digital en que nos encontramos: saber situar lo legítimo de la hoy tan reclamada autonomía de la persona, pero no al margen de Dios. Pues solo Dios funda la verdad que alberga toda persona y solo Él garantiza la plena libertad de la acción personal. (En efecto, aunque alguien piense ¿pero no existe fuera de Dios la verdad y la libertad?, estas no se encuentran de hecho sino de modo fragmentado y oscurecido).

Tras esta introducción, el Papa señaló tres temas importantes en este momento y cara al jubileo del 2025.



La transmisión de la fe

En primer lugar, la ruptura en la transmisión de la fe. A este propósito apuntó la urgencia de recuperar la relación con las familias y los centros de formación. Y señaló claramente el centro de la cuestión: la fe se transmite sobre todo con el testimonio de la vida. Un testimonio que tiene un centro: “La fe en el Señor resucitado, que es el corazón de la evangelización, para ser transmitida pide una experiencia significativa, vivida en familia y en la comunidad cristiana como encuentro con Jesucristo que cambia la vida”.

En este marco subrayó la importancia de la catequesis. Y en relación con la catequesis, recomendó servirse del nuevo Directorio para la catequesis, elaborado por este dicasterio de la Evangelización en 2020. “Este es un instrumento válido y puede ser eficaz no solo para la renovación de la metodología catequística, sino, diría, sobre todo para la implicación de la comunidad cristiana en su conjunto”.

También en este contexto puso de relieve el ministerio del catequista, sobre todo en el ámbito de los jóvenes, al servicio de la evangelización.

Una tercera llamada de atención en el mismo marco, la dirigió el Papa al Catecismo de la Iglesia Católica, referencia fundamental para la educación de la fe (no solo para la catequesis sino para toda enseñanza en relación con la fe católica). “En este sentido os animo a encontrar las formas para que el Catecismo de la Iglesia Católica pueda seguir siendo conocido, estudiado, valorado, de modo que de él se extraigan las respuestas a las nuevas exigencias que se manifiestan con el paso de los decenios” (*).  


Cabe señalar que treinta y dos años después de su publicación (1992) este "Catecismo" (que no es un "catecismo" en el sentido popular de la palabra: un pequeño librito para enseñar a niños y jóvenes, sino un verdadero tratado teológico en la perspectiva pedagógica de la fe) sigue siendo plenamente actual, y cualquiera que se adentre en sus páginas comprobará su riqueza de contenidos y su claridad. 

viernes, 26 de enero de 2024

La bendición de la unidad


(Imagen: vidriera en la iglesia católica de Santa Teresa del Niño Jesús, Springfield, Ohio. El antiguo símbolo de la cruz, el ancla y el corazón expresa la unidad de la fe, la esperanza y el amor)

La Semana de oración por la unidad de los cristianos este año ha tenido como lema Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo (Lc 10, 27). El amor es manifestación de unidad y camino de unidad. Dentro de la Trinidad, el Espíritu Santo es el principio de unidad (entre el amor de Dios Padre y el amor del Hijo) y de la vida íntima entre las Personas divinas. Y es el Espíritu Santo el principal artífice de la unidad de los cristianos, que requiere nuestra oración y nuestro empeño de muchas maneras. Comenzando por el esfuerzo en la unidad entre los fieles católicos.

Para la fe católica, la unidad se edifica especialmente en la comunión eucarística. Dice Benedicto XVI en su primera encíclica sobre Dios es amor: «La unión con Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a los que él se entrega. No puedo tener a Cristo solo para mí; únicamente puedo pertenecerle en unión con todos los que son suyos o lo serán. La comunión me hace salir de mí mismo para ir hacia Él y, por tanto, también hacia la unidad con todos los cristianos. Nos hacemos ‘un cuerpo’, aunados en una única existencia. Ahora, el amor a Dios y al prójimo están realmente unidos» (n. 14).


La unidad del amor y la bendición

En efecto. Todo lo que hace la Iglesia, lo que quiere hacer, es la unidad del amor. Primero entre los creyentes, luego entre todas las personas y en armonía con el mundo creado. Ese es el bien que la Iglesia busca, en cumplimiento de su misión evangelizadora.

Ya en el libro del Génesis Dios crea con su palabra que es eficaz y con su amor que dice y hace el bien, lo bueno. Continuamente se sucede el ritmo: «Y dijo Dios… hágase / Y vio Dios que era bueno». Como plenitud de la historia de la salvación, viene Jesucristo, cuyo mensaje es Evangelio, buena noticia, porque es Palabra que nos trae el bien. Y todo lo que la Iglesia hace, quiere decir y hacer el bien, bendecir. Si alguien no lo entendiera así en algún caso, podría ser porque no ha comprendido de qué se trata, o porque no se le ha explicado de modo adecuado.

Más específicamente, los ministros de la Iglesia bendicen en los sacramentos, que tienen la fuerza de transmitir la gracia de Dios cuando se celebran en la forma y condiciones requeridas. En otras ocasiones bendicen a personas, objetos e incluso animales, con fórmulas previstas en los rituales. Incluso con otras bendiciones no ritualizadas, de forma más sencilla, cuando los fieles acuden a ellos pidiendo con confianza (fiducia supplicans) su intercesión ante Dios para el camino de la vida y el cumplimiento de su voluntad, aunque en el presente se encuentren en situaciones objetivamente inmorales. Ante todo en estas bendiciones lo que se bendice es la presencia de Dios, que nunca abandona al hombre en cualquier circunstancia de la vida. Por tanto, se bendice Su bondad, que se muestra como misericordia hacia sus criaturas, plenamente manifestada en Cristo y extendida por la misión de la Iglesia (2). A la vez, se trata de oraciones de intercesión para invocar su protección, de modo que nuestra vida se adecúe a su bondad y participe en mayor grado posible de ella. Derivadamente, se bendice la confianza en Dios, que lleva a pedir la bendición, y los esfuerzos por hacer el bien y ayudar a otros (aunque sean pobres esfuerzos y pequeñas ayudas a nivel humano) (3). 

Más aún, todos los fieles pueden invocar a Dios sobre sí mismos o sobre otros, sobre sus viajes y sus actividades, para que Él les proteja y les ayude, en su respuesta a la llamada a la santidad y al apostolado que tiene todo cristiano.

Por otra parte, cabe preguntarse si ha sido bueno todo lo que se ha bendecido. La bendición, o las bendiciones que la Iglesia por medio de sus ministros imparte, como toda acción eclesial, se sitúan en la historia, en el tiempo de los hombres. Y, por tanto, es posible que su ejercicio o su significado haya sido herido por las limitaciones y las fragilidades humanas. Por eso las bendiciones deben ser promovidas junto con la necesaria purificación de la memoria histórica.

sábado, 21 de octubre de 2023

Crisis climática, responsabilidad moral y fe cristiana


La confianza en Dios, propia de la fe (de ahí el término "fiel"= el que tiene confianza) nos da también la capacidad de confiar en quienes nos rodean. Y nos lleva a cuidar lo que pertenece al bien común, comenzando por la dignidad humana y abarcando el cuidado de la Tierra, que es para todos. 

La exhortación apostólica Laudate Deum (LD), sobre la crisis climática (4-X-2023), es una continuación de la encíclica Laudato si’ (LS) sobre el cuidado de la casa común (2015).


El marco de la Doctrina Social de la Iglesia

Vale la pena, ante todo, decir que se trata de dos documentos de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). Y en esto cabría señalar tres puntos.

1) Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2419) que "la revelación cristiana nos conduce a una comprensión más profunda de las leyes de la vida social” (GS 23) y que "la Iglesia recibe del Evangelio la plena revelación de la verdad del hombre". En consecuencia : "Cuando cumple su misión de anunciar el Evangelio, enseña al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocación a la comunión de las personas; y le descubre las exigencias de la justicia y de la paz, conformes a la sabiduría divina".  De modo que, como también enseña el Compendio de la Doctrina social de la Iglesia (2004), elaborado por expreso deseo de san Juan Pablo II, "la doctrina social es parte integrante del ministerio de evangelización de la Iglesia" (n. 66).

Por tanto, no se trata de que los pastores, comenzando por el Papa, se "metan" en política o en cuestiones socioeconómicas que no les corresponden, sino que, al enseñar la DSI, recurriendo a los datos que las ciencias aportan (y por tanto con los lógicos márgenes que eso supone), los pastores realizan una parte importante de la misión evangelizadora de la Iglesia. Esta función de la jerarquía de la Iglesia se mueve habitualmente en el terreno general de las orientaciones morales, pero no de las acciones concretas que en el campo de las realidades sociales han de llevar a la práctica sobre todo los fieles laicos.

2) Dicho de otra manera, conviene tener presente que en la DSI cada cristiano, ante todo como cada ciudadano del mundo, es siempre responsable, en cierta medida, mayor o menor, de las acciones concretas en favor del bien común de la sociedad, segun su propia vocación y misión. No es lo misma la responsabilidad de un obispo o de un presbítero que la de un fiel laico; y entre los laicos, la responsaiblidad varía según su propia situación: edad, profesión, y otras circunstancias.

3) Por último aunque podría considerarse lo primero, entre los muchos ámbitos de la DSI, aquí se trata de la ecología y por tanto de la ética ambiental, sus intereses valores y estrategiasY se trata desde una visión cristiana de la ecología, o desde el sentido cristiano de la ecología

Al ofrecerse en diálogo con todas las personas de buena voluntad, los argumentos de la Doctrina social,  junto con los principios generales de la moral social, muchos de ellos inmutables, dependen de los datos que proporciona la razón y la ciencia sobre el tema, y están sujetos al discernimiento personal y social. 
Así lo señala un texto de san Pablo VI que merece la pena recoger por entero: 

"Frente a tantos nuevos interrogantes, la Iglesia hace un esfuerzo de reflexión para responder, dentro de su propio campo, a las esperanzas de hombres y mujeres. El que hoy los problemas parezcan originales debido a su amplitud y urgencia, ¿quiere decir que la persona no se halla preparada para resolverlos? La enseñanza social de la Iglesia acompaña con todo su dinamismo a hombres y mujeres en esta búsqueda. Si bien no interviene para confirmar con su autoridad una determinada estructura establecida o prefabricada, no se limita, sin embargo, simplemente a recordar unos principios generales. Se desarrolla por medio de la reflexión madurada al contacto con situaciones cambiantes de este mundo, bajo el impulso del Evangelio como fuente de renovación, desde el momento en que su mensaje es aceptado en la plenitud de sus exigencias. Se desarrolla con la sensibilidad propia de la Iglesia, marcada por la voluntad desinteresada de servicio y la atención a los más pobres; finalmente, se alimenta en una rica experiencia multisecular que le permite asumir, en la continuidad de sus preocupaciones permanentes, las innovaciones atrevidas y creadoras que requiere la situación presente del mundo" (Carta ap. Octogesima Adveniens, 42)

En todo caso, en la enseñanza social de la Iglesia está siempre presente, desde el principio y cada vez de modo continuo, la mirada de la fe, aunque esa mirada solo se explicite de vez en cuando, quizá más bien al final de las reflexiones, como para declarar abiertamente que la fe no contradice a la razón, a la ciencia y a la cultura, sino que las ilumina y se sitúa en diálogo con ellas.

Dicho lo cual, podemos ya presentar brevemente la exhortación apostólica, con su introduccion y seis puntos.


Un drama moral

En la introducción el Papa parte, también aquí, de la mirada asombrada de Jesús ante las maravillas de la creación de su Padre : "Mirad los lirios del campo… " (Mt 6, 28-29). Enseguida declara el motivo del documento: ocho años después de su encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la casa común, no se ven "reacciones suficientes" ante un mundo que "se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre" (n. 2).

No se trata un tema meramente ecológico, sino que tiene graves repercusiones sobre el conjunto de la sociedad y comunidad mundial, sobre todo para las personas más vulnerables. En muchos casos se trata de un verdadero drama moral que implica diversos casos de lo que se denomina "pecado estructural" (cf. enc. Sollicitudo rei socialis, 36).

Así dice el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1869) : "Los pecados provocan situaciones sociales e instituciones contrarias a la bondad divina. Las ‘estructuras de pecado’ son expresión y efecto de los pecados personales. Inducen a sus víctimas a cometer a su vez el mal. En un sentido analógico constituyen un ‘pecado social’".

El obispo de Roma comienza afirmando la existencia de la crisis climática global (nn. 5-19) en la que las causas humanas, si no las únicas, cuentan notablemente. Constata las resistencias y confusiones en la opinión pública, concretamente respecto al calentamiento global del planeta, resistencias y confusiones que achaca a falta de información o simplificaciones a veces intencionadas. Sostiene que algunos daños y riesgos son irreversibles quizá durante cientos de años. Y que más vale prevenir una catástrofe que lamentarla por negligencia. "Se nos pide nada más que algo de responsabilidad ante la herencia que dejaremos tras nuestro paso por este mundo" (n. 18). Además, como ha puesto de manifesto la pandemia del covid-19, todo está conectado y nadie se salva solo.

A continuación, Francisco lamenta el paradigma tecnocrático que sigue avanzando detrás de la degradación del ambiente. Se trata de un modo de pensar "Como si la verdad, el bien y la realidad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico" (LS 105); de ahí la propuesta de un crecimiento infinito o ilimitado (cf. ib., 106). Todo lo que ha sido creado se somete al capricho de la mente o de las capacidades humanas, lo que proporciona, a quienes lo manejan, un escalofriante dominio sobre el mundo entero, dominio que nadie garantiza que sea utilizado para el bien. En consecuencia se ve necesario repensar nuestro uso del poder (nn. 24 ss.), su sentido y sus límites, máxime en ausencia de una ética solida y una espiritualidad verdaderamente humana.

Frente a todo ello, el sucesor de Pedro enseña que el mundo no puede ser un mero objeto de aprovechamiento o disfrute y que el ser humano no es solamente un factor capaz de dañar el ambiente; sino que "la vida humana, la inteligencia y la libertad integran la naturaleza que enriquece a nuestro planeta y son parte de sus fuerzas internas y de su equilibrio" (n. 26). Pero de hecho, en la línea que advertía ya en 1970 san Pablo VI, "hace falta lucidez y honestidad para reconocer a tiempo que nuestro poder y el progreso que generamos se vuelven contra nosotros mismos" (n. 28). Manipulados por la lógica del máximo beneficio al menor costo, "a veces los mismos pobres caen en el engaño de un mundo que no se construye para ellos" (n. 31). Así es, y todo ello nos devuelve siempre la pregunta por el sentido de la vida y del trabajo humano. Es lo que el Papa llama el aguijón ético, es decir, la responsabilidad moral.


Falta de una política internacional eficaz

Desde ahí pasa Francisco, en un tercer punto, a denunciar la debilidad de la política internacional (cf. nn. 34 ss). Si cada generación es responsable del cuidado del planeta en solidaridad con los demás, son los Estados los que tienen la mayor responsabilidad. Subraya la necesidad de una autoridad mundial en este tema, no necesariamente reducida a una persona o un grupo de personas, pero en todo caso regulada por el derecho internacional y dotada de autoridad real. Se impone asimismo la necesidad de reconfigurar el multilateralismo (cf. nn. 37 ss.), facilitando que los ciudadanos puedan controlar el poder político en el horizonte de la fraternidad universal. Hace falta renovar la política y la diplomacia, dotando al mundo de mecanismos globales "ante los retos ambientales, sanitarios, culturales y sociales, especialmente para consolidar el respeto a los derechos humanos más elementales" (n. 42) y "asegurar" así el cuidado de todos.

Uno de los medios que se vienen poniendo son las conferencias sobre el clima, con sus avances y fracasos, en las últimas décadas. En ellas se proponen procesos y mecanismos para paliar o compensar los daños producidos por el cambio climático, sobre todo en los países en vías de desarrollo. Pero no se prevén sanciones ni instrumentos eficaces para garantizar el cumplimiento de las disposiciones tomadas. La última de las conferencias (la COP27 de Scharm El Seikh, Egipto, 2022) fue testigo de las difíciles negociaciones en el marco de la crisis producida por la invasión de Ucrania. Estas negociaciones no avanzan a causa de los países que ponen sus intereses nacionales por delant del bien común global (cf. LS 169), con lo que eso supone de "falta de conciencia y de responsabilidad" (LD, n. 52).

En suma, las conferencias celebradas y los acuerdos tomados, ciertamente, han servido para frenar el avance del cambio climático, pero no con la velocidad suficiente.

El quinto apartado lo dedica el Papa a las expectativas ante la COP28 de Dubái (Emiratos Árabes Unidos), prevista para celebrarse del 20 de noviembre al 12 de diciembre de 2023). Dubái es gran exportador de energías fósiles, al mismo tiempo que hace importantes inversiones en energías renovables. Ahí se abre la esperanza de que el camino tome una dirección más efectiva. Pero también ahora se alza la sombra del doble lenguaje, de modo que todo quede como un juego para distraer. "Necesitamos superar la lógica de aparecer como seres sensibles y al mismo tiempo no tener la valentía de producir cambios sustanciales" (n. 56).

No basta, pues, con los parches tecnológicos a los problemas, sin afrontar las cuestiones de fondo. Francisco considera una irresponsabilidad presentar todo esto como un problema meramente ambiental, "verde" o romántico: "Aceptemos finalmente que es un problema humano y social en un variado arco de sentidos" (n. 58). Es la sociedad entera la que "debería ejercer una sana ‘presión’, porque a cada familia le corresponde pensar que está en juego el futuro de sus hijos" (Ib.). Entiende que se necesitan "formas vinculantes de transición energética que tengan tres características: que sean eficientes, que sean obligatorias y que se puedan monitorear fácilmente" (n. 59). Y un proceso que sea a la vez drástico, intenso y que cuente con el compromiso de todos.


Motivaciones espirituales a la luz de la fe

El sexto y último punto del documento expone las motivaciones espirituales (nn. 61 ss.) "que brotan de la propia fe", sobre todo para los fieles católicos, a la vez que alienta que se haga lo mismo para los otros creyentes. El reconocimiento de Dios como creador, el respeto por el mundo, la sabiduría que de ahí dimana y el agradecimiento por todo ello se condensan en la actitud misma de Jesús, cuando contemplaba la realidad creada e invitaba a sus discípulos a cultivar actitudes semejantes (cf. n. 64). Además, el mundo será renovado en relación con Cristo resucitado, que envuelve a todas las criaturas y las orienta a un destino de plenitud, de modo que hay mística en las realidades más pequeñas y que "el mundo canta un Amor infinito: ¿cómo no cuidarlo ?" (n. 65).

Ante el paradigma tecnocrático, la cosmovisión judeocristiana invita a sostener un "antropocentrismo situado", es decir, que la vida humana se sitúa en el contexto de todas las criaturas. Como ya decía LS, 89: "Todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde". No cabe pues pensar en "un ser humano autónomo, todopoderoso ilimitado" (LD, 68), sino abrirse a una perspectiva más humilde y más rica.

La propuesta del Papa para los fieles católicos es clara: individualmente, reconciliarnos con el mundo que nos alberga, embellecerlo con la propia aportación. Al mismo tiempo, fomentar adecuadas políticas nacionales e internacionales. En todo caso, lo que importa –afirma Francisco– es "recordar que no hay cambios duraderos sin cambios culturales, sin una maduración en la forma de vida y en las convicciones de las sociedades, y no hay cambios culturales sin cambios en las personas" (n. 70).

Aquí podría haber aludido al papel del Espíritu Santo como promotor de la unidad y de la vida cristiana en un mundo lleno de "semillas del Verbo", es decir, de mensajes de belleza, verdad y bien tanto en los corazones como en las culturas y en toda la realidad creada. Ese mismo Espíritu nos impulsa, especialmente a los cristianos, a contribuir, en modos y medidas diversos, al cuidado de la Tierra, como ciudadanos y como hijos de Dios, con la confianza puesta en nuestro Padre, con la vida de Jesús que late en nosotros y con la colaboración de nuestros trabajos al servicio de todos. Así podremos, como propone Francisco, caminar en comunión y en compromiso.

En todo caso, respecto a la crisis climática, concluye que junto a las decisiones políticas necesarias, se precisa un cambio en el estilo de vida, con gestos –que pueden incentivar los procesos de transformación a nivel social y político– a nivel personal, familiar y comunitario: "El esfuerzo de los hogares por contaminar menos, reducir los desperdicios, consumir con prudencia, va creando una nueva cultura" (n. 71). Así se podrá avanzar "en la senda del cuidado mutuo".

miércoles, 18 de octubre de 2023

El sínodo con los ojos de la fe

La sesión primera del Sinodo sobre la sinodalidad (2021-2024) se acerca a su final. Con ello, en una semana comenzará una segunda fase que nos llevará hasta la segunda sesión, en octubre de 2024. 

Cabe tener presente los dos textos del Papa que introdujeron esta sesión: una homilía y un discurso, los dos del pasado 4 de octubre. Nos detenemos ahora en la homilía.

En esa homilía al comienzo del sínodo, Francisco se fija en una oración de Jesús que recoge el evangelio de san Mateo. El marco es lo que el Papa define como una “desolación pastoral”: ante la predicación del Señor, mucha gente duda, no se convierte, la acusan…

Pero Jesús no se desanima, sino que reza a su Padre: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños” (Mt 11,25). Esta es la primera enseñanza y el primer toque de atención ante el sínodo. Un “toque” que tiene que ver con la sabiduría y el discernimiento de Jesús, que ve a su Padre actuando en lo escondido y en los sencillos: “En el momento de la desolación, por tanto, Jesús tiene una mirada que alcanza a ver más allá: alaba la sabiduría del Padre y es capaz de discernir el bien escondido que crece, la semilla de la Palabra acogida por los sencillos, la luz del Reino de Dios que se abre camino incluso durante la noche”.

Aquí podría engarzarse la exhortación apostólica C’est la confiance, que Francisco publicaría once días después con motivo de los 150 años del nacimiento de Santa Teresa del Niño Jesús. En medio de las dificultades –de las guerras, de los conflictos, de los malentendidos, de las dudas, y ante todo de nuestras propias limitaciones y pecados– se nos indica por dónde va este camino de la sinodalidad, que en sentido amplio es siempre el camino de la Iglesia y de los cristianos: por el abandono confiado en Dios Padre: la filiación divina que nos hace invencibles, a pesar de los pesares.

Lo decía claramente el Papa en esta apertura de la Asamblea Sinodal, apartando nuestra mirada de las meras estrategias humanas, políticas o ideológicas; pues no se trata -insiste una vez más como en los meses anteriores- ni de una reunión parlamentaria, ni de un plan de reformas.

El protagonista es el Espíritu Santo. No, no estamos aquí como en un parlamento, sino para caminar juntos, con la mirada de Jesús, que bendice al Padre y acoge a todos los que están afligidos y agobiados. Partamos, pues, de la mirada de Jesús, que es una mirada que bendice y acoge”. Y a partir de aquí el Papa da tres pasos.

lunes, 25 de septiembre de 2023

El estremecimiento de la fe vivida



En el estadio Vélodrome de Marsella, Francisco ha clausurado su viaje pastoral a esa ciudad. En la homilía del sábado, 23 de septiembre, ha planteado que "necesitamos un estremecimiento".

Tomó pie del relato del evangelista san Lucas sobre la visita de María a su prima Isabel. En otros tiempos el rey David, una vez establecido su reino transportó el Arca de la Alianza a Jerusalén en medio de bailes y alegría. Ahora María va presurosa hacia la región de Jesusalén, a la casa de Isabel. Y el niño que su prima, antes estéril, llevaba en el seno saltó de alegría, se estremeció, al reconocer la llegada del Mesías.

Recogiendo la tradición de la exégesis cristiana, señala el Papa: “María, por tanto, es presentada como la verdadera Arca de la Alianza, que introduce al Señor encarnado en el mundo”. Y en estas dos mujeres, María e Isabel, se manifiesta y se realiza la visita de Dios a la humanidad: una es joven y la otra anciana, una virgen y la otra estéril; las dos están encinta de un modo “imposible”. Y observa el Papa: “Esta es la obra de Dios en nuestra vida: hace posible aun aquello que parece imposible, engendra vida incluso en la esterilidad”.

Y preguntaba el sucesor de Pedro a los fieles presentes si creemos que Dios obra en nuestra vida personal y social: ¿Creemos que el Señor, de manera misteriosa y a menudo imprevisible, actúa en la historia, realiza maravillas y está obrando también en nuestras sociedades marcadas por el secularismo mundano y por una cierta indiferencia religiosa?


Un estremecimiento ante la vida

Pero ¿cómo saber si tenemos esta fe, esta confianza -palabra que viene de tener fe–. Es el signo de la alegría, el saltar, el estremecerse, el exultar de la fe. Se detiene el sucesor de Pedro para explicar cómo es este “este estremecimiento”, generado por la experiencia de la fe, del haber sido “tocados por dentro”, en el corazón. 

domingo, 1 de enero de 2023

Discernimiento del corazón

La catequesis del Papa sobre el Discernimiento (del 28 de septiembre de 2022 al 4 de enero de 2023) se ha centrado en el discernimiento que corresponde a cada uno personalmente en su vida espiritual. (No se refiere, por tanto, al papel del acompañamiento o la dirección espiritual, excepto en la última audiencia general; y tampoco al discernimiento en otros niveles sociales o eclesiales). Ha prestado una atención especial a la importancia de los afectos en el examen de conciencia y en la oración. 

Todos necesitamos saber discernir para tomar las decisiones correctas. Es lo propio de la virtud de la prudencia, aunque este término hoy ha adquirido un sentido reductivo de cautela o precaución. Pero en sí la prudencia es “la recta razón en el obrar”; y, por tanto, también puede llevarnos a actuar sin demora y con generosidad.

Desde el punto de vista cristiano, además, el discernimiento requiere tener en cuenta nuestra condición de hijos de Dios, la amistad y el trato personal con Jesucristo, y la acción del Espíritu Santo.

El Papa animó a saber reconocer las señales con las que Dios se hace encontrar en las situaciones imprevistas, incluso desagradables; y también, a saber percibir algo que puede hacernos empeorar en el camino, aunque se presente de modo atractivo.


Elementos del discernimiento

En una primera parte de sus catequesis (hasta el 19 de octubre incluido) Francisco señaló cuatro elementos principales de este discernimiento espiritual que podríamos llamar “individual”.

domingo, 16 de octubre de 2022

Fe viva, misión y unidad

(En el 60º aniversario del Concilio Vaticano II)


Con un enfoque más allá de lo sociológico (1), en su homilía durante la celebración del 60 aniversario del comienzo del Concilio Vaticano II el Papa Francisco ha propuesto una triple mirada: mirada desde lo alto, mirada en el medio y mirada de conjunto. Y ha construido su predicación en torno a las palabras que Cristo dirige a Pedro en el Evangelio: “¿Me amas? (…) Apacienta mis ovejas” (Jn 21, 15 y 17). 


Fe viva. "¿Me amas?"

Primero una mirada desde lo alto. Esa mirada corresponde a la pregunta de Jesús a Pedro: “¿Me amas?”. Una pregunta que el Señor nos hace siempre y que hace a la Iglesia. Lejos de las perspectivas pesimistas como también de las perspectivas humanamente demasiado optimistas, y sin entrar en ello, afirma el Papa en línea con los Papas anteriores:

“El Concilio Vaticano II fue una gran respuesta a esa pregunta. Fue para reavivar su amor por lo que la Iglesia, por primera vez en la historia, dedicó un Concilio a interrogarse sobre sí misma, a reflexionar sobre su propia naturaleza y su propia misión. Y se redescubrió como misterio de gracia generado por el amor, se redescubrió como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, templo vivo del Espíritu Santo”.

En efecto. Y no se trata de abstracciones pseudoteológicas, sino realidades que pertenecen a la fe. Y no a una fe teórica sino a una fe viva, es decir la fe que obra y vive por el amor (cf. Ga 5, 6). Y la Iglesia es un “sacramento” (un signo e instrumento) del amor de Dios (cf. LG, 1) (2).

Y ahora nos toca a nosotros: “Preguntémonos –invita Francisco– si en la Iglesia partimos de Dios, de su mirada enamorada sobre nosotros. Siempre existe la tentación de partir más bien del yo que de Dios, de anteponer nuestras agendas al Evangelio, de dejarnos transportar por el viento de la mundanidad para seguir las modas del tiempo o de rechazar el tiempo que nos da la Providencia de volver atrás”.

Continúa advirtiendo contra dos extremos equivocados: “Estemos atentos: ni el progresismo que se adapta al mundo, ni el tradicionalismo o el ‘involucionismo’ que añora un mundo pasado son pruebas de amor, sino de infidelidad. Son egoísmos pelagianos, que anteponen los propios gustos y los propios planes al amor que agrada a Dios, ese amor sencillo, humilde y fiel que Jesús pidió a Pedro”.

Invita Francisco a redescubrir el Concilio desde el amor de Dios y desde la esencial misión salvadora de la Iglesia, que ella debe cumplir con alegría (cf. Juan XXIII, Alocución "Gaudet Mater ecclesia" en la inauguración del Concilio Vaticano II, 11-X-1962). Una Iglesia que sepa superar los conflictos y las polémicas para dar testimonio del amor de Dios en Cristo.

jueves, 1 de septiembre de 2022

El don de la ancianidad: servicio y testimonio de esperanza

 Ha concluido la catequesis del Papa sobre el sentido y el valor de la vejez (23-II al 24-VIII-2022). Quiso “animar a todos a invertir pensamientos y afectos en los dones que ella trae consigo y para las otras edades de la vida” (23-III-2022); pues, en efecto, la ancianidad es un don y bendición divinos (*).



Los ancianos, maestros de sabiduría

Francisco señaló que en la cultura dominante, “los ancianos son poco valorados, en su calidad espiritual, su sentido comunitario, su madurez y sabiduría. Y esto, a los ojos del Papa, implica un “vacío de pensamiento, imaginación, creatividad” (Ibid.).

Insistió en que sin el diálogo entre generaciones tenemos “una sociedad estéril, sin futuro, una sociedad que no mira al horizonte, sino que se mira a sí misma” (2-II-2022).

A los ancianos les dijo: “Tenéis la responsabilidad de denunciar la corrupción humana en la que vivimos y en la que continúa esa forma de vida del relativismo, totalmente relativa, como si todo fuera lícito. Adelante. El mundo precisa, necesita jóvenes fuertes, que salgan adelante, y viejos sabios” (Ibid.).

A los demás, les recordó su deber de proteger a los ancianos y de educar en el cuidado de la ancianidad. A propósito del cuarto mandamiento ”honrar padre y madre” , señaló: “El honor falta cuando el exceso de confianza, en vez de manifestarse como delicadeza y cariño, ternura y respeto, se convierte en rudeza y prevaricación. Cuando la debilidad es reprochada, e incluso castigada, como si fuera una falta. Cuando el desconcierto y la confusión se convierten en ocasión para la burla y la agresión” (23-II-2022).

domingo, 19 de diciembre de 2021

Valentía de la esperanza

 


 

                                 Ulises, atado al mástil para poder oír el canto de las sirenas sin ir en su busca

                                              (parte de un mosaico del s. III, museo nacional del Bardo (Túnez)



Durante su viaje a Chipre y Grecia, en su encuentro con los jóvenes atenienses (Discurso en la escuela de san Dionisio, Atenas, 6-XII-2021) Francisco les habla de belleza y asombro, servicio y fraternidad, valentía y espíritu deportivo. Y como resumen les propone la valentía de la esperanza.

Comienza invitándoles al asombro, que es tanto el principio de la filosofía como una buena actitud para abrirse a la fe.

“Esto es así porque tener fe no consiste principalmente en un conjunto de cosas que hay que creer y de preceptos que hay que cumplir. El corazón de la fe no es una idea, no es una moral; el corazón de la fe es una realidad, una realidad bellísima que no depende de nosotros y que nos deja con la boca abierta: ¡somos hijos amados de Dios! Este es el corazón de la fe: ¡somos hijos amados de Dios!

jueves, 25 de noviembre de 2021

Educación y humanismo cristiano

 

 

Ha sido publicado el libro del autor de este blog, R. Pellitero, Educación y humanismo cristiano. Una aportación de belleza y esperanza, ed. Eunsa, Pamplona 2021, 401 pp. 

(En la portada, Jesús escuchando y enseñando en el templo a los 12 años, según el detalle de esta vidriera, situada en la iglesia de Saint-Sulpice de Festugières, Francia, por Ludovic Alleaume, 1919)


De la contraportada

La pandemia del covid-19 ha replanteado nuevos e importantes retos a nivel educativo. Estaba ya en marcha un proceso de renovación del currículo de religión en distintos países, de acuerdo con requerimientos cada vez más internacionales y globalizados. A ello se añade, en lo que respecta a la Iglesia católica, la publicación de la tercera edición del Directorio para la catequesis (marzo de 2020) y el establecimiento del ministerio instituido de los catequistas (mayo de 2021).

En un ambiente de pluralismo social y religioso, la perspectiva cristiana contribuye a una auténtica globalización ética y educativa en nuestra cultura digital. Hace posible una existencia nueva, que viene acompañada de las semillas de una tierra nueva, de un mundo nuevo.

Este libro tiene tres partes. La primera presenta la necesidad de una acción educativa que promueva la integración de la persona en su propio crecimiento y maduración. La segunda muestra la centralidad de Cristo en una educación de inspiración cristiana que aspire a ser coherente. Acorde, por tanto, con las dimensiones educativas de la fe. La tercera concreta algunos objetivos y medios en el marco de la nueva evangelización.

Aspira a mostrar cómo el mensaje cristiano contribuye a humanizar el mundo en un horizonte de belleza y de esperanza. 

viernes, 19 de noviembre de 2021

Fe cristiana, catolicidad y cultura digital

 

Dentro de su recién terminada catequesis sobre la Carta a los Gálatas (del 23 de junio al 10 de noviembre de este año 2021), el 13 de octubre el Papa Francisco dedicó su audiencia general de los miércoles a un punto clave: "Somos libres porque hemos sido liberados gratuitamente".

Esta exposición puede tomarse como representante de la entera catequesis de estos meses, si bien se centró en las consecuencias, para todo pueblo y cultura, de la libertad que Cristo nos ha obtenido.

Cuando los cristianos creemos que Cristo nos ha ganado la libertad y actuamos en consecuencia, entonces vivimos lo que san Pablo llama "La fe que obra por la caridad". (Ga 5, 6). Los fundamentalistas judaizantes que se le oponían pensaban que Pablo se dejaba llevar por un "oportunismo pastoral" (el querer agradar a todos). Pero él no quería hacer eso (cf. Ga 1, 10; 1 Ts 2, 5-5).

Lo que san Pablo predica, con el corazón inflamado por el amor de Cristo, nos muestra adónde lleva la fe en relación con las culturas. La fe cristiana no lleva a renunciar a las culturas o a las tradiciones de los pueblos, sino a reconocer las semillas de verdad y de bien que en ellas se contienen. Y así las abre al universalismo de la fe y las lleva a plenitud.

Este fue el argumento que Francisco desarrolló para explicar la relación entre el Evangelio y las culturas. Un tema que con frecuencia sale a debate, también en la opinión pública, a propósito de la historia de la evangelización.