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miércoles, 1 de enero de 2025

Paz, esperanza, fraternidad

 

El mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2025 (“Perdona nuestras ofensas, concédenos la paz”) se inscribe en el Jubileo recién comenzado. Tiene cuatro partes.

Ante todo, se invita a situarnos “escuchando el grito de la humanidad amenazada” por tantas injusticias que son resultado de los pecados (Juan Pablo II habló de las “estructuras pecado”, enc. Sollicitudo rei socialis, 36). Conviene que “todos, juntos y personalmente, nos sintamos llamados a romper las cadenas de la injusticia y, así, proclamar la justicia de Dios” (Mensaje, n. 4).

En la segunda parte se pide “Un cambio cultural: todos somos deudores”. “El cambio cultural y estructural para superar esta crisis se realizará cuando finalmente nos reconozcamos todos hijos del Padre y, ante Él, nos confesemos todos deudores, pero también todos necesarios, necesarios unos de otros” (n. 8).


Tres propuestas en la Jornada jubilar de la Paz

En tercer lugar, Francisco hace tres propuestas concretas (cf. n. 11): 
1) “una notable reducción si no una total condonación, de la deuda internacional que grava sobre el destino de muchas naciones” (Juan Pablo II, Carta ap. Tertio millennio ineunte, 51); 
2) “la eliminación de la pena de muerte en todas las naciones” (cf. Bula Spes non confundit, para el jubileo de 2025, 10); y 
3) “la constitución de un fondo mundial que elimine definitivamente el hambre” y facilite a los países más pobres un desarrollo sostenible, contrastando el cambio climático (cf. enc. Fratelli tutti, 262 y otras intervenciones recientes del Papa).

La última parte se titula “La meta de la paz”. Esta pasa por un cambio profundo y práctico de actitudes a nivel personal y social, un “desarme del corazón” (Juan XXIII). “A veces –dice Francisco–, es suficiente algo sencillo, como ‘una sonrisa, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un servicio gratuito’ (n. 14 del mensaje, cf. Spes non confundit, 18). Porque, “en efecto, la paz no se alcanza solo con el final de la guerra, sino con el inicio de un mundo nuevo, un mundo en el que nos descubrimos diferentes, más unidos y más hermanos de lo que habíamos imaginado”.

En las vísperas de la solemnidad de Santa María, Madre de Dios (31-XII-2024) señalaba el Papa: “La esperanza de un mundo fraterno no es una ideología, no es un sistema económico, no es el progreso tecnológico. La esperanza de un mundo fraterno es Él, el Hijo encarnado, enviado del Padre para que todos podamos llegar a ser lo que somos, es decir, hijos del Padre que está en el cielo, y por tanto hermanos y hermanas entre nosotros”. 

domingo, 31 de diciembre de 2023

El fundamental misterio mariano de la Iglesia

(Imagen: Gary Melchers, La Sagrada Familia (1891), Home and Studio. Belmont, Virginia. Descubierta por nosotros en la web del padre Patrick van der Vorst, Christian Art.

Es una de las noches en Belén. María y José están agotados. El Niño es la Luz, no se necesita ninguna otra. Y la puerta está abierta, como invitando a los que quieran bajar los escalones, para descubrir ese misterio de humildad).

En la solemnidad de Santa María, Madre de Dios, cabe reflexionar sobre su relación con la Iglesia. Para ello es útil la tipología. Es decir, la interpretación bíblica que señala ciertas figuras que anticipan, como modelo, otras realidades posteriores. Esta perspectiva, tan propia de los Padres de la Iglesia, procede del supuesto de que Dios anticipó la presencia de Cristo en los acontecimientos, personajes y leyes del Antiguo Testamento. En este sentido, María es una prefiguración y un modelo de la Iglesia.

[María precede a la Iglesia y la prefigura como fuente y mediadora de vida. De una vida que no es sólo la vida sociológica de un pueblo o como la suma de los individuos que lo componen. Es una vida que no procede de la naturaleza, sino que procede de un modo nuevo de Dios uno y trino. Veamos cómo lo explica el teólogo alemán Johann Auer en 1983 (*)].

"Empecemos por dos observaciones preliminares: 1) En este razonamiento se trata preferentemente de una ‘teología tipológica’: María aparece de diversas formas como modelo de la Iglesia y la Iglesia como su imitación. La importancia de María para la encarnación de Cristo se contempla respecto de la Iglesia como cuerpo de Cristo, que, a su vez, y como sacramento universal de salvación, es fuente y mediadora de nueva vida. 2) A ello hay que añadir que aquí la Iglesia se entiende, incluso en la concepción católica, más que como la vasta realidad sociológica ordenada al pueblo de Dios, pues, como el mismo pueblo de Dios, aparece (sobre todo en la visión evangélica) más que como la suma de los cristianos individuales. 

domingo, 2 de enero de 2022

Custodiar meditando




La homilía del Papa Francisco en la solemnidad de María, Madre de Dios (1-I-2022) es un buen comienzo del año. En la escuela de María se aprende lo que todos necesitamos. Ella –como anticipo y madre de la Iglesia, y a la vez como primera discípula– es modelo y corazón del discernimiento cristiano y eclesial.

En el “escándalo del pesebre” (un comedero para animales), María aprende que Dios quiere ser cercano y familiar; que viene en la pobreza y trae la alegría y el amor, y no el miedo; y que se quiere hacer comida para nosotros. Allí contempla la belleza de Dios acostado en un pesebre.

Mientras otros simplemente pasan y viven, y algunos “se asombran”, María “conservaba –guardaba, custodiaba– todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2, 19; cf. también el v. 51).

martes, 22 de junio de 2021

La oración, escuela del corazón

 


J. Reynolds (1723-1792) El niño Samuel

 

 

 

La oración es puerta de la misericordia, escuela de misericordia, fuente de misericordia para nuestro corazón, a medida que nos identificamos con el corazón de Dios. 

 
Recién concluida, la catequesis del Papa sobre la oración, al hilo del Catecismo de la Iglesia Católica, está llena de imágenes vivas, ancladas en la historia de la salvación, sobre todo en los evangelios. De esta manera responde implícitamente a la pregunta sobre el papel de la oración en la formación de la afectividad y de la sensibilidad del cristiano.

En la web de Vatican News se resume esa catequesis con esta frase “del corazón humano a la misericordia de Dios” (A. Lomonaco). Y bien podría servir la recíproca, como expresión de la iniciativa de Dios, que quiere “contagiar” su misericordia al hombre: “desde el corazón de Dios a la misericordia del hombre”. Esto se manifiesta sobre todo en Jesús, en su vida, en sus enseñanzas, en su entrega por nosotros.


Las dimensiones afectivas de la oración

La oración brota del grito de la fe en medio de la oscuridad, como en Bartimeo. Pero también del corazón de cada hombre, aunque no lo sepa. Porque todo hombre es “mendigo de Dios" (san Agustín). La oración del cristiano nace de la revelación de Dios que nos ha venido con Jesús, para llevarnos a la alianza y la amistad con Dios. Pues Él conoce solo el amor y la misericordia. “Ese es el núcleo incandescente de toda oración cristiana. El Dios del amor, nuestro Padre que nos espera y nos acompaña” (Audiencia general, 13-V-2020).

La oración surge también ante la belleza de la creación, porque lo creado lleva “la firma de Dios”. Y se traduce en admiración, agradecimiento y esperanza. Quien reza se convierte en portador de luz y de alegría. La oración abre la puerta al Dios de la vida. Un jefe de gobierno ateo, refiere Francisco, encontró a Dios porque recordó que “la abuela rezaba”. Es una siembra de vida. Y por eso es importante enseñar a los niños a rezar y hacer la señal de la cruz. La oración es la nostalgia de un encuentro con Dios.

La oración de los justos es escucha y recepción, hecha historia personal, de la Palabra de Dios (Abraham). Es, desde la impermeabilidad a la gracia, apertura a la misericordia de Dios (Jacob). Es hacerse puente entre Dios y el pueblo (Moisés).La oración es “el hilo rojo que da unidad a todo lo que sucede” (David). Es el camino para recobrar la serenidad y la paz (Elías).

La oración de los salmos nos asegura que Dios tiene un corazón de padre que con ternura llora por sus hijos, por sus penas y sufrimientos, como Jesús lloró por Jerusalén y por Lázaro.

Jesús nos revela que Él está continuamente ante el Padre y con el Espíritu Santo rezando por nosotros. En su oración de Getsemaní nos enseña a dejarnos transformar por el Espíritu y abandonarnos en el Padre. Sin la oración no tenemos fuerzas, sin la oración no tenemos oxígeno para vivir. La oración nos trae la presencia del Espíritu Santo y nos quita el temor. En la oración nos unimos a Jesús. La oración de Jesús es el “lugar” de su vida interior con Dios Padre, el lugar del abandono en su voluntad. Él "reza por nosotros como nuestro sacerdote; reza en nosotros como nuestra cabeza; es rezado por nosotros como nuestro Dios. Reconozcamos, pues, en Él nuestra voz, y en nosotros la suya" (san Agustín).

Oración llena de confianza y de docilidad debía de ser la de María, como señala Francisco: "Señor, lo que quieras, cuando quieras y como quieras". Su corazón atesora los acontecimientos, sobre todo los de la vida de Jesús, en la oración, como la perla que se va construyendo con elementos del entorno. También la Iglesia persevera, desde el principio, en oración, gracias al Espíritu Santo, que es quien le otorga la unidad y la vida. Una vida que es la misma vida de Jesús (cf. Gal 2, 20).

La oración nos ayuda a dejarnos bendecir por Dios para poder bendecir a los demás. Nos enseña a esperar y a pedir, interceder y amar. Se trata de hacer nuestras las necesidades de las personas que nos rodean, a base de identificarnos con el corazón de Dios: “En realidad, se trata de mirar con los ojos y el corazón de Dios, con su misma invencible compasión y ternura. Rezar con ternura por los otros” (Audiencia general, 16-XII-2020). Rezar con gratitud y esperanza, rezar alabando a Dios, como Jesús, porque los sencillos y humildes son capaces de reconocer a Dios.

Como auxilios o apoyos para la oración, el Papa señalaba en primer lugar la Sagrada Escritura, que dejado como su “molde”, su huella, en la vida de los santos, con obediencia y creatividad. También la liturgia, porque un cristiano sin liturgia es como un cristiano sin el “Cristo total” (en expresión de san Agustín: Cristo, cabeza con su cuerpo que es la Iglesia). Cuando vamos a misa o celebramos un sacramento, rezamos con Cristo, que se hace presente, y nosotros cada uno y todos juntos, actuamos con Él.


Oración, vida cotidiana y misericordia

“La oración sucede en el hoy -afirma Francisco–. Jesús nos viene al encuentro hoy, este hoy que estamos viviendo. Y es la oración que transforma este hoy en gracia, o mejor, que nos transforma: apacigua la ira, sostiene el amor, multiplica la alegría, infunde la fuerza para perdonar” (Audiencia general, 10-II-2021).

Y así vuelve el Papa a ese núcleo fundamental; la oración nos injerta el corazón de Dios para enseñarnos a amar como Él, con misericordia y ternura, sin poner por delante el juicio y la condena. Vale la pena trascribir este párrafo más largo

“La oración nos ayuda a amar a los otros, no obstante sus errores y sus pecados. La persona siempre es más importante que sus acciones, y Jesús no ha juzgado al mundo, sino que lo ha salvado. (...) Jesús ha venido a salvarnos: abre tu corazón, perdona, justifica a los otros, entiende, también tú sé cercano a los otros, ten compasión, ten ternura como Jesús. Es necesario querer a todos y cada uno recordando, en la oración, que todos somos pecadores y al mismo tiempo amados por Dios uno a uno. Amando así este mundo, amándolo con ternura, descubriremos que cada día y cada cosa lleva escondido en sí un fragmento del misterio de Dios” (Ibid.)

La oración es puerta de la misericordia, escuela de misericordia, fuente de misericordia para nuestro corazón, a medida que nos identificamos con el corazón de Dios.

“La oración nos abre de par en par a la “Trinidad” (Audiencia general, 3-III-2021). Jesús nos ha revelado el corazón de Dios, y el camino de la oración es la humanidad de Cristo. En ese “camino”, el Espíritu Santo nos enseña a orar a Dios nuestro Padre. El Espíritu es el maestro interior y el artífice principal de nuestra oración (cf. Audiencia general, 17-III-2021), el artista que compone en nosotros obras originales. Las obras, podríamos decir, del corazón (en sentido bíblico), las obras del amor.

Y ese corazón vive también del corazón de nuestra Madre, María. Y vive en el corazón de la Iglesia, que es la comunión de los santos: “Cuando rezamos nunca estamos solos, sino en compañía de otros hermanos y hermanas en la fe, tanto de los que nos han precedido como de los que aún peregrinan a nuestro lado. En esta comunión, los santos —sean reconocidos o anónimos, “de la puerta de al lado”— rezan e interceden por y con nosotros. Junto a ellos, estamos inmersos en un mar de invocaciones y súplicas que se elevan al Padre” (Audiencia general, 7-IV-2021). La Iglesia entera (en las familias, en las parroquias, en las demás comunidades cristianas) es maestra de oración. Todo en la Iglesia nace y crece en la oración. Y las reformas que a veces se proponen sin oración, no van adelante, se quedan en un envoltorio vacío, cuando no hacen la guerra a la Iglesia junto con su Enemigo. La oración es aceite para la lámpara de la fe. Solo con la oración se mantiene la luz, la fuerza y el camino de la fe. En efecto, y por eso no solo hemos de hacer oración sino enseñar a hacer oración, educar para la oración.


Oración vocal, meditación, contemplación

Para ponderar la importancia de la oración vocal (las oraciones que muchos hemos aprendido desde niños, sobre todo el Padrenuestro) dice el Papa: “La Palabra divina se ha hecho carne, y en la carne de cada hombre la palabra vuelve a Dios en la oración”. Y continúa: “Las palabras son nuestras criaturas, pero son también nuestras madres, y de alguna manera nos modelan. Las palabras de una oración nos hacen atravesar sin peligro un valle oscuro, nos dirigen hacia prados verdes y ricos de aguas, haciéndonos festejar bajo los ojos de un enemigo, como nos enseña a recitar el salmo (cfr. Sal 23)”.

Desde ahí se puede ir pasando a la meditación, que nos hace encontrarnos con Jesús bajo la guía del Espíritu Santo. Y de la meditación, a la oración contemplativa (cf. Audiencia general, 5-V-2021), la de quien, como el santo cura de Ars, se siente mirado por Dios. La contemplación, que se va identificando con el amor, no se contrapone a la acción de cristiano, sino que la fundamenta y garantiza su calidad.

Y a propósito de la contemplación que es meta de toda oración, insiste Francisco en esta escuela del corazón que es la oración:

Ser contemplativos no depende de los ojos, sino del corazón. Y aquí entra en juego la oración, como acto de fe y de amor, como ‘respiración’ de nuestra relación con Dios. La oración purifica el corazón, y con eso, aclara también la mirada, permitiendo acoger la realidad desde otro punto de vista” (Audiencia general, 5-V-2021).


Oración, combate y certeza

La oración cristiana es un combate (cf. Audiencia general, 12-V-2021) a veces duro y largo, a veces con gran oscuridad. Y muchos santos han dado sabios consejos. Pero no deja de ser un combate, como el de aquel obrero –lo relata Francisco– que fue en tren hasta el santuario de Luján para pedir toda la noche por su hija enferma, que se curó milagrosamente.

Entre los obstáculos a la oración, que podríamos llamar ordinarios, destacan las distracciones, la aridez y la pereza (cf. Audiencia general, 19-V-2021). Es preciso combatirlos con vigilancia, esperanza y perseverancia, aunque a veces nos “enojemos” con Dios y como los niños no paremos de preguntar por qué.

En el Evangelio hay casos donde se ve claramente que Dios espera para concedernos lo que pedimos. Lo que no hemos de perder es la certeza de ser escuchados (cf. Audiencia general, 26-V-2021). Incluso puede parecer que Dios Padre no escucha la oración de Jesús en Getsemaní, pero es necesario esperar con paciencia hasta el tercer día, en que se produce la resurrección.


La oración de Jesús por nosotros

“No olvidemos –señala el Papa– que lo que nos sostiene a cada uno de nosotros en la vida es la oración de Jesús por cada uno de nosotros, con nombre, apellido, ante el Padre, enseñándole las heridas que son el precio de nuestra salvación. (...) Sostenidas por la oración de Jesús, nuestras tímidas oraciones se apoyan en alas de águila y suben al cielo” (Audiencia general, 2-VI-2021).

En correspondencia de amor, lo que hemos de hacer nosotros es perseverar en la oración (cf. Audiencia general, 9-VI-2021), sabiendo compaginarla con el trabajo.

“Los tiempos dedicados a estar con Dios revitalizan la fe, que nos ayuda en la concreción de la vida, y la fe, a su vez, alimenta la oración, sin interrupción. En esta circularidad entre fe, vida y oración, se mantiene vivo el fuego del amor cristiano que Dios espera de nosotros” (Ibid.).

La oración pascual de Jesús por nosotros (cf. Audiencia general, 16-VI-2021) fue la más intensa, en el contexto de su pasión y muerte: en la última cena, en el huerto de Getsemaní y en la cruz.

En suma, nosotros no solo rezamos, sino que “hemos sido rezados” por Jesús. “Hemos sido queridos en Cristo Jesús, y también en la hora de la pasión, muerte y resurrección todo ha sido ofrecido por nosotros”. Y de ahí ha de brotar nuestra esperanza y nuestra fortaleza para ir adelante, dando con toda nuestra vida gloria a Dios.

En efecto. Y de esta manera el Espíritu Santo nos va introduciendo y configurando en la misma “sensibilidad” de Dios.

sábado, 25 de enero de 2020

Nuestras historias y sus nudos


En su mensaje para la 54 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (24-I-2020), el Papa Francisco ha querido tratar de la importancia de las “buenas historias” (cf. Ex 10, 2). De esas historias que ayudan “a reencontrar las raíces y la fuerza para avanzar juntos”; de esas narraciones que nos hablan de nosotros y de la belleza que poseemos, de la ternura, del tejido vivo que nos une.

El Papa desarrolla este argumento en cinco puntos: 1) La importancia de “tejer historias"; 2) El hecho de que no todas las historias son buenas; 3) La historia del amor de Dios por nosotros como “Historia de las historias”; 4) esa historia como “una historia que se renueva”; 5) y como “historia que nos renueva”.


La influencia de las buenas historias


Como el hombre es un “ser narrador” –observa Francisco– desde niños nos gustan las historias, sea en forma de cuentos, novelas, películas, canciones, noticias... En efecto: de hecho, las historias tienen su pedagogía: “Las historias influyen en nuestra vida, aunque no seamos conscientes de ello. A menudo decidimos lo que está bien o mal hacer basándonos en los personajes y en las historias que hemos asimilado. Los relatos nos enseñan; plasman nuestras convicciones y nuestros comportamientos; nos pueden ayudar a entender y a decir quiénes somos”.

sábado, 7 de diciembre de 2019

Sobre el significado y el valor del belén

En su Carta sobre “el hermoso signo del pesebre” (Admirabile signum, 1-XII-2019) Francisco desea explicar el significado y el valor del belén. Dice el Papa que representar el nacimiento de Jesús equivale a “anunciar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios con sencillez y alegría”.

Se trata de un “Evangelio vivo” ­–inspirado en los relatos evangélicos– que nos conduce a la contemplación de la Navidad. Y a la vez, “nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre”. Así, “descubrimos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él”.

Muchos de nosotros recordamos, en efecto, cuando preparábamos con nuestros padres “el nacimiento”, o “el belén”. Los niños lo preferíamos grande y, como a veces no había una mesa grande, estábamos dispuestos incluso a utilizar una puerta sobre unas banquetas. Era realmente, como dice el Papa, “un ejercicio de fantasía creativa”, lleno de belleza: “Se aprende desde niños: cuando papá y mamá, junto a los abuelos, transmiten esta alegre tradición, que contiene en sí una rica espiritualidad popular”. “Espero –continúa Francisco– que esta práctica nunca se debilite; es más, confío en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y revitalizada”.

jueves, 21 de noviembre de 2019

Formación de los laicos, desde el corazón de la Iglesia

En un discurso a la primera Asamblea plenaria del Dicasterio para Laicos (16-XI-2019), Familia y Vida, reunida para tratar sobre “la formación de los laicos para reforzar su identidad y su misión en el mundo”, el Papa Francisco ha señalado la importancia de sentir desde el corazón de la Iglesia, entre otras actitudes de fondo.

Si bien es algo que tiene un significado especial para los que trabajan en un Dicasterio romano, al servicio de la Iglesia universal, sin embargo es interesante como perspectiva general para todos y particularmente para los fieles laicos.

El Papa desarrolló su argumento en torno a dos “imágenes”: "sentir con el corazón de la Iglesia" y “tener una mirada de hermanos”.

sábado, 12 de octubre de 2019

Sobre la Palabra de Dios en la vida cristiana y en la evangelización


La carta apostólica “Aperuit illis” (30-IX-2019), con la que el papa Francisco establece el “Domingo de la Palabra de Dios”, es un texto importante para los educadores de la fe. Constituye un pequeño tratado sobre la importancia de la Palabra de Dios en la vida cristiana y en la evangelización.

La primera referencia la constituye el misterio pascual, es decir, la muerte y resurrección de Cristo para nuestra salvación. Entre Cristo y las Sagradas Escrituras hay una relación tan estrecha que ellas no se entienden sin Él y viceversa.

Al dedicar un Domingo del Año Litúrgico a la Palabra de Dios, el papa desea, sobre todo, “que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable” (n. 2).

Con esta carta quiere contribuir a valorar el hecho de que “en las diferentes Iglesias locales hay una gran cantidad de iniciativas que hacen cada vez más accesible la Sagrada Escritura a los creyentes, para que se sientan agradecidos por un don tan grande, con el compromiso de vivirlo cada día y la responsabilidad de testimoniarlo con coherencia” (Ibid.).


lunes, 5 de agosto de 2019

Dolor y gratitud, ánimo y alabanza


La Carta del papa Francisco a los sacerdotes (4-VIII-2019), con motivo de los 160 años de la muerte del santo Cura de Ars, llega en un momento oportuno, cuando muchos necesitan el agradecimiento y el ánimo de un hermano mayor y padre.

La carta tiene cuatro partes, señaladas por cuatro palabras que manfiestan las actitudes que el papa quiere transmitir a los presbíteros: dolor, gratitud, ánimo y alabanza. Y todo ello sobre el trasfondo de la esperanza y de la confianza en la misericordia de Dios.

domingo, 9 de junio de 2019

La Iglesia, "misterio de la luna"

Como la madre y la luna, la Iglesia concibe en virtud de la semilla vital que recibe y da una luz que ella recibe del sol (Cristo) para hacerla suya.

Los escritores cristianos de los primeros siglos gustaban de comparar a la Iglesia con la luna, porque la luz que tiene no es propia, sino que la recibe del sol[1]. La constitución del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia “Lumen gentium” (luz de las gentes) comienza por esas palabras, que no se refieren a la Iglesia sino a Cristo. Él es la luz de los pueblos. Y por eso, el Concilio, expresión de la Iglesia, “reunido en el Espíritu Santo, desea ardientemente iluminar a todos los hombres, anunciando el Evangelio a toda criatura[2] con la claridad de Cristo, que resplandece sobre la faz de la Iglesia”.

Para el papa Francisco, es importante percibir que el centro del cristianismo es Cristo. No somos nosotros y ni siquiera la Iglesia, que de otro modo podría funcionalizarse y convertirse en una ONG. Ella debe ser, según los Padres, como la luna, que transmite una luz que no es propia. No puede ser “autorreferencial” –es decir, hablar solo de sí misma, vivir para sí misma–, sino misionera. De otra manera, insiste el papa, dejaría de ser institución divina para pasar a ser obra de hombres (cf. Discurso en el Encuentro con el Comité del CELAM, Río de Janeiro, 28-VII-2013).

miércoles, 29 de mayo de 2019

La "personalidad" de la Iglesia

M. Chagall, María y Jesús, 
vidriera en la iglesia de St. Stephan, Mainz (Alemania)

En la tradición cristiana se compara a la Iglesia, junto con Cristo, con una persona. Y esto tiene un gran contenido desde el punto de vista de la vida espiritual, y también para explicar muchas cuestiones que afectan a la vida y a la misión de los cristianos. 



En tiempos de tormentas –como son los actuales para la Iglesia y los cristianos– conviene considerar y fortalecer la propia personalidad. Dos veces recoge el Catecismo de la Iglesia Católica la expresión “persona mística” referida a la Iglesia en su unión con Cristo. La primera, al exponer la Iglesia como Cuerpo místico de Cristo, con expresión tomada de Santo Tomás de Aquino para explicar la relación entre Cristo y la Iglesia: “La Cabeza y los miembros, como si fueran una persona mística” (cf. n. 795). La segunda al hablar de los sacramentos y su celebración en la Iglesia, que forma con Cristo-Cabeza “como una única persona mística”, como recoge Pío XII (cf. n. 1119) en su encíclica de 1943.


lunes, 28 de enero de 2019

Solo el amor salva

En el cuadro de Henri Matisse, Ícaro (1943-1946), el punto rojo es testigo del corazón humano, hecho para volar.

En la perspectiva cristiana lo único que salva y libera de verdad es el amor: el amor que Dios es y nos tiene, y que nos llama a colaborar con él en nuestra propia salvación y en la de otros.

Durante la vigilia de la JMJ de Panamá, el sábado 26 de enero, el papa Francisco ha explicado lo mismo a partir del “árbol de la vida”.

El libro de la vida aparece por primera vez en el libro del Génesis, 2, 9; también en el libro de los Proverbios y en el Apocalipsis.

El árbol de la vida puede representar la historia y la vida de amor que Dios nos ofrece (plenamente en Jesús), para que nuestra historia se entremezcle con su vida, que desea echar raíces en la tierra de cada uno.

A partir de ahí, el papa lanzó una serie de preguntas y mostró algunas consecuencias, entretejiendo un diálogo tanto con los jóvenes como con los adultos.


viernes, 26 de octubre de 2018

El sentido del rosario


Nuestra Señora del Rosario, patrona de Guatemala


Durante este mes que termina, el Papa Francisco nos ha pedido rezar el rosario por la Iglesia. Y parece lógico que prolonguemos luego esa oración por la misma u otras intenciones. Tanto a los que lo han rezado o lo rezan, como a los que se puedan plantear rezarlo, les puede interesar profundizar en el sentido del rosario (*).

¿Qué sentido tiene la oración del rosario? ¿No parece como una “cantinela” larga y repetitiva, poco adecuada para nuestra época, ávida de novedades y aficionada a lo breve y efímero? ¿Cómo es posible que los Papas la hayan aconsejado constantemente desde hace tantos siglos como “arma” para el combate espiritual?

1. El rosario tiene como finalidad “contemplar” la vida de Cristo. ¿Qué interés puede tener esto? La fe cristiana considera que sin Jesucristo no se puede comprender plenamente ni al hombre ni al mundo, pues en Él resplandece el sentido más profundo de la realidad. Por lo tanto, su vida, y los detalles de su vida, tienen multitud de consecuencias para la nuestra.


martes, 21 de noviembre de 2017

Vivir, conocer, comprender la Iglesia



El autor de este blog ha publicado "Eclesiología", en la colección de manuales ISCR del Instituto Superior de Ciencias Religiosas (ed. Eunsa), Universidad de Navarra.

El libro tiene como objetivo presentar una visión de conjunto de la Eclesiología.

Se plantea responder a preguntas acerca de la naturaleza y el origen de la Iglesia, no solamente como institución sino también en su realidad más profunda: ¿Quiso Cristo la Iglesia?, ¿cómo está configurada, quiénes pertenecen a ella y cómo se relacionan con ella otras personas?

Asimismo se ocupa del desarrollo, misión y destino de la Iglesia: lo que puede o no puede cambiar en la Iglesia y por qué, el papel que juega la Iglesia en los ámbitos culturales y sociales, el modo de compaginar en la Iglesia lo universal y lo local, si cabe la salvación fuera de la Iglesia, cómo es la relación de la Iglesia con los judíos y con otras religiones, qué pasará con la Iglesia cuando se acabe la historia. También se da pie a cuestiones muy actuales y personales: ¿cómo hablar hoy de la Iglesia? ¿Cabe “sentir” con la Iglesia, identificarse con ella?

* * *

domingo, 25 de diciembre de 2016

Navidad, brote de esperanza

Retablo del oratorio, Hospital centro de cuidados Laguna (Madrid)


Este tiempo de Navidad está enmarcado por el Papa Francisco en la esperanza, antes y después de la Nochebuena. Ya en la audiencia general del 7 de diciembre señaló que la esperanza cristiana es la única que puede garantizar la sonrisa al mundo, porque Dio se ha hecho un niño que juega y sonríe: “La esperanza es la virtud de los pequeños. Los grandes, los satisfechos no conocen la esperanza; no saben lo que es”.

sábado, 30 de julio de 2016

El rostro joven de la misericordia

En el parque Blonia de Cracovia Francisco se ha encontrado con el rostro joven de la misericordia (cf. Discurso de acogida a los jóvenes, 28-VII-2016). El lema de esta Jornada Mundial de la Juventud, “Bienaventurados los misericordiosos, porque encontrarán misericordia” (Mt, 5, 7), lo ha traducido así: “Bienaventurados son los que saben perdonar, que saben tener un corazón compasivo, que saben dar lo mejor a los demás; lo mejor, no lo que les sobra: ¡lo mejor!”.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Personalizar la misericordia




Como continuamente en estos días, el mensaje de Francisco para la Cuaresma de 2016 desea personalizar la misericordia. No se trata simplemente de algo que complementa la piedad y la vida cristiana, sino de un punto nuclear y decisivo para todos y cada uno de los cristianos. “La misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona ese anuncio”, que ahora pide ser vivido con mayor intensidad.

jueves, 24 de diciembre de 2015

María y el renacer de la Misericordia


B. E. Murillo, Adoración de los pastores (h. 1638), Londres, Wallace col.

Para el cristianismo, la Navidad sobrepasa con creces lo intuido en el mito del ave Fénix, que renace de sus cenizas.

En la película del mismo título (Phoenix, Ch. Petzold, 2014: ver trailer), tras la Segunda Guerra Mundial, una mujer se ve obligada a reconstruir no solo su cara sino la propia identidad, incluso ante la persona que ella pensaba que más le quería. Puede verse como una metáfora de la existencia humana. Todos hemos de aprender a renacer para vivir. Y el cristianismo ilumina en profundidad qué puede significar eso.

Según la fe cristiana, la venida de Dios al mundo en Jesucristo fue preparada por un largo camino de siglos. Dios fue “educando” al pueblo elegido de donde saldría el Mesías, para que pudiera reconocer en él la oferta de la salvación, y ser fiel a su vocación inicial de ser mediador para todos los pueblos.

Dios ha querido que la Navidad necesite una madre. Por eso el largo camino que recorrió la “educación” del pueblo de Israel por parte de Dios, en el Antiguo Testamento, se concentra en el alma de María (cf. J. Daniélou, El misterio del Adviento, Madrid 2006, original de 1948, pp. 109 ss.).

Pero esto debe suceder también en nosotros y en las culturas del mundo, incluida nuestra cultura de la imagen y de la tecnología. ¿Cómo podemos pensar el papel de María en todo ello?

lunes, 21 de diciembre de 2015

Recibir a Dios

F. de Zurbarán, La Virgen niña dormida (h. 1630-1635), col. B. de Santander.

Duerme en una pausa de la oración en que estaba usando el libro (¿la Biblia?), 
soñando quizá en la venida del Mesías. 
A la derecha, un cuenco de porcelana con tres flores: 
la rosa (el amor), la azucena (la pureza) y el clavel (la fidelidad). 
Sobre su cabeza (hacer click para agrandar la imagen),
una luminosa aureola de cabecitas angélicas 
(Cf. comentario de Alfonso E. Pérez Sánchez).

El papel de María en la salvación y para cada cristiano se ha ido iluminando dentro del catolicismo, con más intensidad en los últimos siglos. Esto, decía Jean Daniélou, no es un añadido a la Sagrada Escritura ni es un residuo del paganismo, sino que proviene de haber entendido mejor la Biblia. Implica dos aspectos: entender mejor el misterio de su elección para ser madre de Dios; entender también por qué y cómo es madre nuestra, en cuanto que mantiene hacia nosotros la misma relación que tiene con Cristo. De todo ello se ocupa el gran teólogo francés en un capítulo de su libro “El misterio del Adviento” (Madrid 2006, original de 1948, pp. 109-128).

Su reflexión nos puede servir para terminar con intensidad la espera del Adviento, y vivir con intensidad la Navidad cristiana, especialmente este Año de la Misericordia, concentrándonos en la petición de la comunión espiritual que san Josemaría aprendió de un religioso escolapio: “Yo quisiera, Señor, recibiros, con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos”. Una oración que sirve a la vez para preparar la comunión eucarística siempre que podamos recibirla.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Puerta de la Misericordia

La puerta cierra un ámbito, es un límite; pero también permite el paso si está abierta. En su audiencia general del 18 de noviembre, Francisco ha explicado el significado de “la puerta de la Misericordia de Dios”. Esto se refiere a la Puerta Santa de la basílica de San Pedro en el Vaticano, que se abrirá durante el Año Jubilar, para invitarnos a la conversión personal y también a la acogida y al perdón hacia los demás.