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lunes, 4 de noviembre de 2024

Volver al corazón

Una mirada a la realidad con ojos y corazón cristianos


¿Cómo surge la cuarta encíclica del Papa y cuál es su finalidad?

La encíclica Dilexit nos, sobre al amor humano y divino de Jesucristo (24-X-2024), nace de la experiencia espiritual del Papa Francisco y se puede ver como clave de lectura del pontificado. También, por tanto, de las anteriores encíclicas de Francisco en su conjunto. 


Plantea lo que se puede colegir de la nota 1 en el primer capítulo, donde se remite al padre Diego Fares, que calificó el pontificado de Francisco en la línea de una “reforma desde el corazón” y una “educación del corazón”.

Se nos propone “volver al corazón” (cf. nn. 9 ss) en un mundo tentado por el consumismo, donde corremos el riesgo de perder personalmente nuestro centro, la fuente de nuestras verdaderas intenciones, preguntas y respuestas, donde se juega realmente nuestra vida. Pues el corazón es lo que nos unifica personalmente (armonizando la inteligencia y la voluntad, los sentidos, los afectos y los deseos). Y sin el corazón nos quedamos como fragmentados y descoyuntados por dentro. Además, el corazón es el que permite los encuentros y los vínculos con los demás y con el mundo. Y cuando falla el corazón “nos volvemos incapaces de acoger a Dios” (n. 17). En efecto, y el lenguaje común sabe algo de lo que significa tener corazón o no tenerlo.

De ahí que, ante los dramas de nuestro mundo, el Concilio Vaticano II invitaba a volver al corazón, ya que el ser humano “por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones (cf. 1 Sal 16,7; Jr 17,10), y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino “ (Gaudium et spes, 14).

domingo, 22 de septiembre de 2024

El diálogo y la colaboración entre los creyentes


(Imagen: personas de diversas religiones trabajando en un proyecto común) 

Durante su visita apostólica en Asia y Oceanía, el Papa Francisco mantuvo un encuentro de carácter interreligioso en Yacarta, Indonesia (un país de gran mayoría musulmana, donde solamente hay un 10% de cristianos y un 3% de católicos), en la mezquita “Istiqlal” (cf. Discurso 5-IX-2024). Fue diseñada por un arquitecto cristiano y está unida a la catedral católica de Santa María de la Asunción por el “túnel (subterráneo) de la amistad”. Allí Francisco alabó la nobleza y la armonía en la diversidad, de modo que los cristianos pueden testimoniar su fe en diálogo con grandes tradiciones religiosas y culturales. El lema de su visita fue “fe, fraternidad, comprensión”.


Amistad y trabajo conjunto

Animó el Papa a los creyentes a proseguir con la comunicación –simbolizada en ese túnel de la amistad– en la vida del país:

“Los animo a continuar por este camino: que todos, todos juntos, cultivando cada uno la propia espiritualidad y practicando la propia religión, podamos caminar en la búsqueda de Dios y contribuir a construir sociedades abiertas, cimentadas en el respeto recíproco y en el amor mutuo, capaces de aislar las rigideces, los fundamentalismos y los extremismos, que son siempre peligrosos y nunca justificables”.

En esta perspectiva, quiso dejarles dos orientaciones. En primer lugar, ver siempre en profundidad. Porque más allá de las diferencias entre las religiones –diferencias en las doctrinas, ritos y prácticas–, “podríamos decir la raíz común de todas las sensibilidades religiosas es una sola: la búsqueda del encuentro con lo divino, la sed de infinito que el Altísimo ha puesto en nuestro corazón, la búsqueda de una alegría más grande y de una vida más fuerte que la muerte, que anima el viaje de nuestras vidas y nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de Dios”.

E insistió en lo fundamental: “Mirando en profundidad, percibiendo lo que fluye en lo más íntimo de nuestra vida, el deseo de plenitud que vive en lo más profundo de nuestro corazón, descubrimos que todos somos hermanos, todos peregrinos, todos en camino hacia Dios, más allá de lo que nos diferencia”.

Con ello aludía a una de las claves de estos días: el significado de las religiones y el diálogo y la colaboración entre creyentes (1).

Pocos días después diría a los jóvenes en Singapur: “todas las religiones son un camino hacia Dios” (Encuentro, 13-IX-2024). Así es y se cumple en las religiones propiamente dichas y en la medida en que respeten la dignidad humana y no se opongan a la fe cristiana. No se dice esto, por tanto, en referencia a las deformaciones de la religión como la violencia, el terrorismo, el satanismo, etc.

Por otra parte, el Papa tampoco afirmó que las religiones fueran entre sí equivalentes, o que tuvieran el mismo valor en la perspectiva cristiana (cf. Decl. Nostra Aetate del Concilio Vaticano II y el magisterio posterior, cf. Decl. Dominus Iesus, de 2000). De hecho, la doctrina católica enseña que las religiones, junto con elementos de verdad y de bien, tienen elementos que es necesario purificar (vid. también el documento de la Comisión Teológica Internacional, El cristiano y las religiones, 1996). (2)

En segundo lugar, Francisco invitó a cuidar las relaciones entre los creyentes. Así como un pasaje subterráneo conecta, crea un enlace, “lo que realmente nos acerca es crear una conexión entre nuestras diferencias, ocuparnos de cultivar lazos de amistad, de atención, de reciprocidad”. 

domingo, 1 de septiembre de 2024

El encuentro y su papel en la pedagogía


M. Chagall, Lucha de Jacob con el ángel (1967) 
Musée National Marc Chagall, Niza (Francia)

Educar es educar desde y para el encuentro. Se reconoce que uno de los textos pedagógicos más importantes de Romano Guardini, que conservan hoy toda su vigencia, es el que dedica al encuentro (*).

Dejemos a un lado, aunque el autor lo considera brevemente, el encuentro entre dos objetos materiales, entre dos plantas, entre dos animales, que en cada caso sigue unas leyes diversas según sus respectivos modos de ser.


Condiciones para que se dé el encuentro personal


Hablamos de encuentro, se nos dice, propiamente cuando un hombre contacta con la realidad. No es todavía un encuentro si solo busca, por ejemplo satisfacer su hambre, aunque puede ir más allá del instinto. Como todavía no lo es tampoco un simple choque entre dos personas.

Dos condiciones iniciales para que se dé un encuentro (personal), según Guardini, serían: 1) el toparse con la realidad más allá de una interacción simplemente mecánica, biológica o psicoógica; 2) establecer una distancia respecto a esa realidad, fijarse en su singularidad, tomar postura ante ella y adoptar una conducta práctica respecto a ella.

Para todo ello se requiere la libertad. En la libertad se pueden ver dos lados: una libertad material, por la que podamos entrar en relación con todo lo que nos rodea; una libertad formal, como facultad de actuar (o no) desde la energía inicial propia de la persona. A veces la persona puede llegar a la convicción de que no se debe confiar en todo lo que sale al encuentro: “Puede cerrar las puertas de su corazón, y dejar fuera el mundo. La antigua Stoa [escuela del estoicismo] lo hizo así, y así se comporta la ascesis religiosa, para dirigir el amor solo a Dios”[1].

El encuentro puede partir solamente de parte de la persona, por ejemplo, frente a una cosa que despierta nuestro interés, como una fuente, un árbol o un pájaro y se puede convertir en una imagen de algo más profundo o incluso puede ayudar a comprender radicalmente la existencia. Esto, siempre que se venza la costumbre, la indiferencia o el esnobismo, la presunción engreída y llena de sí mismo[2]. Tales son los enemigos principales del encuentro.

Pero el encuentro puede ser también bilateral, y entonces surge una relación especial, en la que dos personas se valoran más profundamente, más allá de su mera presencia o sus funciones sociales: se convierten en un “tú”.

Como contenidos del encuentro Guardini enumera: 1) el conocimiento de la persona y de su conducta que de ahí se deriva; 2) una “vivencia peculiar de la familiaridad y de la extrañeza”: familiaridad que puede crecer y convertirse en confianza en unión; y aquí, la relación con el carácter y la actividad, el pueblo y el grupo social, las ideas, la relación con el mundo, etc; pero también con las diferencias, la extrañeza y la irritación, la antipatía y la enemistad; 3) Siempre, incluso entre las personas más íntimas, está ese elemento de extrañeza, por el carácter irreductible de la individualidad. Esto marca necesariamente la distancia de la persona.

Además, el encuentro requiere que se dé “un buen momento”, un momento propicio, que se constituye a partir de miles de elementos más o menos conscientes o inconscientes: vivencias del pasado e imágenes, energías y tensiones, necesidades, ambiente, estado de ánimo, elementos creativos y afectivos, etc. De ahí la dificultad o la imposibilidad de “confeccionar” un encuentro, y la apertura del encuentro hasta acercarse a la Providencia y a la suerte.

El encuentro requiere, pues, a la vez, la libertad y la espontaneidad, en el sentido de que solo acontece si no se busca, como sería el encuentro con una flor azul que abre el camino hacia el tesoro.

domingo, 19 de diciembre de 2021

Valentía de la esperanza

 


 

                                 Ulises, atado al mástil para poder oír el canto de las sirenas sin ir en su busca

                                              (parte de un mosaico del s. III, museo nacional del Bardo (Túnez)



Durante su viaje a Chipre y Grecia, en su encuentro con los jóvenes atenienses (Discurso en la escuela de san Dionisio, Atenas, 6-XII-2021) Francisco les habla de belleza y asombro, servicio y fraternidad, valentía y espíritu deportivo. Y como resumen les propone la valentía de la esperanza.

Comienza invitándoles al asombro, que es tanto el principio de la filosofía como una buena actitud para abrirse a la fe.

“Esto es así porque tener fe no consiste principalmente en un conjunto de cosas que hay que creer y de preceptos que hay que cumplir. El corazón de la fe no es una idea, no es una moral; el corazón de la fe es una realidad, una realidad bellísima que no depende de nosotros y que nos deja con la boca abierta: ¡somos hijos amados de Dios! Este es el corazón de la fe: ¡somos hijos amados de Dios!

lunes, 5 de julio de 2021

Sobre la amistad social

 
 
La intención del Papa Francisco para el apostolado de la oración, en este mes de julio, es la amistad social.

Se trata de una realidad expresada en su encíclica Fratelli tutti (3-X-2020). Forma binomio con la fraternidad universal. Tiene su raíz principal en el amor o la caridad. Y de ella se deducen consecuencias bien concretas, en relación con la doctrina social, objeto de la encíclica.


Esencialmente vinculada a la fraternidad universal

La “amistad social” hace su entrada al explicar el contenido esencial del documento, dedicado precisamente “a la fraternidad y a la amistad social” (n. 2), inspirado el mensaje de san Francisco de Asís: “Porque san Francisco, que se sentía hermano del sol, del mar y del viento, se sabía todavía más unido a los que eran de su propia carne. Sembró paz por todas partes y caminó cerca de los pobres, de los abandonados, de los enfermos, de los descartados, de los últimos” (Ibid.). Esto significa que la expresión amistad social no remite simplemente a un concepto que podría parecer paradójico, pues la amistad en principio no suele tenerse con la sociedad sino con algunas personas muy concretas; por lo que esa actitud, si es amistad no sería social, y si es social no sería amistad. Es algo más concreto que, primero, se relaciona estrechamente con la fraternidad (universal), que conduce a una siembra (también universal) de paz y, al mismo tiempo, a una cercanía especialmente con los más pobres y necesitados.

En segundo lugar, el Papa señala que las cuestiones implicadas en este binomio fraternidad-amistad social “han estado siempre entre mis preocupaciones” y a ellas se ha referido reiteradas veces. Lo hace ahora una vez más inspirado en la fraternidad con el patriarca ortodoxo (de Constantinopla) Bartolomé y estimulado por la amistad del gran imán Ahmad Al-Tayyeb, con el que se encontró en Abu Dabi (juntos firmaron un importante documento sobre el cuidado de la creación). Tenemos, pues, un dato más en cuanto al contenido de la amistad social: sus implicaciones respecto al cuidado de la creación.

La tercera alusión a la amistad social, siempre unida a la fraternidad universal, es para manifestar su deseo de que esta propuesta suya “no se quede en las palabras” (n. 6). Siendo una encíclica social, se abre desde el mensaje cristiano a todas las personas de buena voluntad. Y tiene en cuenta las problemáticas abiertas por la pandemia del Covid-19 precisamente para insistir en lo fundamental: “Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos” (n. 8). En efecto, la raíz común es la fraternidad que nos une desde la fe y/o desde la convicción de pertenecer a una misma humanidad y ser cobijados por una misma tierra. 

martes, 10 de noviembre de 2020

Fraternidad, discernimiento, comunicación

 

Trinidad (versión moderna del cuadro de Rublev),
tomada del blog de Diego Fares (diegojavierfares.com)
 
 
¿Cómo relacionar la fraternidad universal con el anuncio y la comunicación de la fe por parte de los cristianos?

1. En un libro publicado poco antes del Concilio Vaticano II, el joven teólogo Joseph Ratzinger se ocupó de La fraternidad de los cristianos (Salamanca 2004, original alemán de 1960). Es provechosa también ahora su lectura, a la luz de la encíclica Fratelli tutti. En el último capítulo de su libro, Ratzinger se pregunta cómo anunciar la fraternidad cristiana y promover la fraternidad universal. Y propone tres formas concretas del servicio cristiano a los “demás”: la misión, la caridad y el sufrimiento. 

sábado, 24 de octubre de 2020

La fraternidad, don y tarea

El objetivo es sugerir algunas pistas para la lectura o relectura de la encíclica Fratelli tutti, sobre su trasfondo, unidad y trazos principales. Después de una introducción, pasamos a cuestiones de método y perspectiva, para terminar subrayando algunos aspectos de los contenidos (*). 

domingo, 4 de octubre de 2020

"Fratelli tutti": Amistad y fraternidad, diálogo y encuentro

 

La tercera encíclica del Papa Francisco Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social (3-X-2020) es una encíclica social, escrita desde las “convicciones cristianas” y ofrecida en diálogo a todas las personas de buena voluntad. 

Esas convicciones cristianas están recogidas en la referencia al concilio Vaticano II: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (Gaudium et spes, 1).

Por tanto, arranca desde una mirada al mundo que “es más que una aséptica descripción de la realidad”. Supone un “intento de buscar una luz en medio de lo que estamos viviendo”, una búsqueda abierta al diálogo y con el fin de “plantear unas líneas de acción” (56). El método es el propio del discernimiento ético y pastoral, que trata, como indica la palabra, de distinguir el camino del bien para encauzar, superando los riesgos de las polarizaciones unilaterales, el obrar personal en el contexto de la sociedad y de las culturas.

Al tratar de la fraternidad y la amistad social, el Papa declara que se detiene en la dimensión universal de la fraternidad. No en vano una de las claves del documento es el rechazo del individualismo. “Todos somos hermanos”, miembros de la misma familia humana, que procede de un solo Creador, y que navega en la misma barca. La globalización nos manifiesta la necesidad que tenemos de colaborar para promover juntos el bien común y el cuidado de la vida, el diálogo y la paz. 

miércoles, 18 de junio de 2014

Cristiano, nombre de misión


Misión, dice el diccionario, es el poder o la facultad que se da a alguien para ir a desempeñar algún cometido. Hoy la palabra misión se usa también para indicar, en una empresa, una declaración duradera del objeto, propósito o razón de ser de esa empresa. El cristiano lleva en su nombre –seguidor de Cristo, miembro de Cristo– su misión, esto es, trabajar para que se cumpla en el tiempo la misión de Cristo, comunicar a los hombres el Amor de Dios hacia cada uno.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Formación de los intereses y de los valores



Fotograma de la película "Un amigo para Frank" (Robot & Frank, J. Schreier, 2012)

(ver trailer)



En el capítulo tercero de su “Ética: cuestiones fundamentales”, alude Spaemann a un diálogo de Sócrates, que le dice a su interlocutor: si el placer es el único fin apetecible, será intensamente feliz el que siempre tiene sarna y puede rascarse de continuo. El otro se enfada ante semejante grosería, respondiendo que hay otros placeres más altos. Entonces se plantea Spaemann, ¿Qué diferencia hay entre las más altas especies de placer y las más bajas? ¿Y porqué el lenguaje mismo diferencia entre alegría y placer?

martes, 2 de abril de 2013

Aprender a salir de nosotros mismos




El Papa anterior, Benedicto XVI, señalaba con frecuencia el peligro de ser individualistas. Los cristianos debemos vencerlo haciendo operativo el “nosotros” que formamos en la familia de Dios que es la Iglesia; pues ese “nosotros” está para abrirnos a todas las personas del mundo, llevándolas a Cristo. En estas primeras semanas de su pontificado, el Papa Francisco viene insistiendo en ese argumento.

martes, 2 de octubre de 2012

El acento antropológico del Catecismo

                                              

El Greco, San Juan contempla la Inmaculada Concepción (1580-86)
Museo de la Santa Cruz, Toledo (España)

Esta imagen introduce la parte tercera sobre "la vida en Cristo" 
en el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, que dice:
"Abajo, a la izquierda, el apóstol Juan, que contempla a la Inmaculada, 
simboliza a los fieles, que ven en la Santísima Virgen el modelo perfecto 
y, al mismo tiempo, la maestra y guía en la vida del Espíritu"


No rara vez, especialmente a partir de la época moderna, se ha presentado la vida cristiana como enemiga, o al menos recelosa, de los valores humanos: de los intereses y las alegrías de las personas, de la belleza en el cuerpo y en el arte, la espontaneidad de la vida, el bienestar, el progreso y la cultura, el deporte, la amistad y el amor. Desde esta perspectiva se ha invitado a que los cristianos se queden con su valle de lágrimas y su paraíso celestial, y dejen a los demás buscar la felicidad en la tierra, salvarse a sí mismos (cf. J. Mouroux, Sentido cristiano del hombre, ed. Palabra, Madrid 2001, pp. 32-33).

     Nada más ajeno a la fe y a la vida cristiana que los planteamientos que separan la fe de la vida corriente, y que provocan el rechazo a una pseudorreligión. Lo contrario enseña el Catecismo de la Iglesia Católica.

jueves, 7 de junio de 2012

Abrir las puertas a Dios y a los demás


Portada del nuevo libro

(Un nuevo libro)


Este libro es continuación de otro ya publicado: Al Hilo de un Pontificado: el gran “sí” de Dios (Eunsa, 2010).



Al hilo de un pontificado (2)


      También este volumen está compuesto de reflexiones breves, como cartas sobre la fe, como ventanas para mirar el horizonte de la vida cristiana en el tiempo que a cada uno Dios nos concede. Por tanto, no estamos ante una antología de textos del Papa ni un tratado sobre la teología de Benedicto XVI.

      Los destinatarios siguen siendo los jóvenes de todas las edades, porque, mucho más que los que son jóvenes sólo en edad (que también se cansan y fatigan, desfallecen y caen), “los que esperan en el Señor renuevan su fuerza, echan alas como las águilas, corren y no se fatigan, caminan y no se cansan” (Is 40, 31).

     En el primer volumen, la expresión el gran ‘sí’ de Dios se inspiraba en un pasaje de sabor paulino, muy querido por Benedicto XVI: San Pablo escribe en la segunda carta a los corintios que Jesucristo fue el sí de Dios a las promesas de la salvación (Cf. 2 Co 1, 19-20).

     Entre otros lugares de su pontificado donde pueden encontrarse referencias a este tema, el Papa decía en Verona (19-X-2006) que a través del testimonio multiforme de los cristianos “debe brotar sobre todo el gran ‘sí’ que en Jesucristo Dios dijo al hombre y a su vida, al amor humano, a nuestra libertad y a nuestra inteligencia; y, por tanto, cómo la fe en el Dios que tiene rostro humano trae la alegría al mundo. En efecto, el cristianismo está abierto a todo lo que hay de justo, verdadero y puro en las culturas y en las civilizaciones; a lo que alegra, consuela y fortalece nuestra existencia”. 



* * *

¿Por qué abrir las puertas a Dios y a los demás?

      Abrir las puertas a Dios y a los demás es, en cambio, el título del presente libro. No se encuentra así, dicho en nuestro lenguaje de hoy, en la Escritura, ni literalmente en la predicación de Benedicto XVI. Pero obviamente es tema que se anuncia ya desde al comienzo de su pontificado:

      “Quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada –absolutamente nada– de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana... Queridos jóvenes: ¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida” (Homilía en el comienzo del ministerio petrino, 24-IV-2005).

     Abrirse a Dios y abrir también las puertas a los demás es un modo de hablar del amor a Dios y al prójimo, sustancia del mensaje bíblico y centro del cristianismo. “El amor a Dios y al prójimo están realmente unidos: el Dios encarnado nos atrae a todos hacia sí”. Ahora bien, “el amor al prójimo no se reduce a una actitud genérica y abstracta, poco exigente en sí misma, sino que requiere mi compromiso práctico aquí y ahora” (encíclica Deus caritas est, 25-XII-2005, nn. 14 y 15).

     Como tema principal de una sinfonía, el amor a Dios y a los demás resuena continuamente en las enseñanzas del Papa.

     Abrir las puertas a Dios y, en consecuencia, a los demás, para un cristiano implica ayudar a que el mundo se abra a Dios. En su segunda encíclica, Spe salvi (30-XI-2007), sobre la esperanza cristiana, el Papa explica que el Reino de Dios no lo podemos construir con nuestras fuerzas: es un don suyo. De todas formas, nuestro obrar, nuestra acción o nuestro trabajo, no es indiferente a Dios. Y es entonces donde escribe: “Podemos abrirnos nosotros mismos y abrir el mundo para que entre Dios: la verdad, el amor y el bien. Es lo que han hecho los santos que, como ‘colaboradores de Dios’, han contribuido a la salvación del mundo” (n. 35).

     Baste citar otro de los documentos más importantes firmados por el Benedicto XVI, la Exhortación apostólica Verbum Domini (30-IX-2010): “No hay prioridad más grande que esta: abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos comunica su amor para que tengamos vida abundante” (n. 2). “Toda auténtica cultura, si quiere ser realmente para el hombre, ha de estar abierta a la transcendencia, en último término, a Dios” (n. 104).

     En definitiva, todo consiste en abrirse, primero, uno mismo a Dios, especialmente si todavía se está lejos de Él. Luego es necesario abrirse siempre de nuevo y cada vez más, porque la vida cristiana no es otra cosa. Y hacerlo sabiendo que Él va por delante con su iniciativa, atrayendo a todas las personas y todas las cosas hacia su amor. Como fruto del abrirse cada uno a Dios, desde dentro de esa apertura se ensancha siempre el corazón hacia los demás, para llenarse con ellos del amor de Dios. Se trata de colaborar –porque es Dios el que sigue haciéndolo– para que también el mundo se abra a su verdadera Vida, y así, viva en su realidad más fecunda. 



* * *


Desde la JMJ de Madrid-2011


      El prólogo del primer libro aludía al lema propuesto por el Papa a los jóvenes para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que tendría lugar en Madrid en 2011: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (Col 2, 7).


      En esta ocasión el prólogo se comienza a escribir el día después de la clausura de la JMJ de 2011. Unos acontecimientos –encuentros y cantos, silencios impresionantes de adoración, e incluso la tormenta que acabó subrayando la serenidad de los congregados en Cuatro Vientos– que debemos conservarlos como María, en la memoria del corazón.

      (...) Fiel al lema propuesto, Benedicto XVI les habló de echar raíces en la amistad con Cristo y entre ellos; de edificar su vida sobre roca, abriéndose a la universalidad de la Iglesia; de desplegar sus alas para experimentar la libertad, ejerciendo la responsabilidad en la preocupación por las necesidades materiales y espirituales de los otros.

      “Una estupenda manifestación de fe para España y para el mundo”. Así calificó el encuentro de Madrid el Papa, haciendo su propio balance el miércoles siguiente. “Para la multitud de jóvenes provenientes de todos los ángulos de la tierra, ha sido una ocasión especial para reflexionar, dialogar, intercambiarse experiencias positivas y, sobre todo, rezar juntos y renovar el compromiso de radicar la propia vida en Cristo, Amigo fiel”. Por eso, concluía, “estoy seguro de que han vuelto con el propósito firme de ser levadura en la masa, llevando la esperanza que nace de la fe” (Audiencia general, 24-VIII-2011).

      En efecto, el día después de la JMJ-Madrid-2011 se abría una etapa nueva que va, desde el corazón de cada uno y de la Iglesia, hacia Dios y hacia los demás.


Del prólogo del libro de R. Pellitero, 
"Abrir las puertas a Dios y a los demás. Al hilo de un pontificado (2)", 
ed. Eunsa, Pamplona 2012 




CONTENIDO



Prólogo
Contar con Dios: el verdadero realismo
Empezar de nuevo con Dios
Al Dios desconocido
Dios está donde se sufre
Reconciliación y nostalgia de Dios
Verdad y adoración
Entre la pesadilla y la ternura. Diálogos sobre Dios
Dios en la plaza pública
Exclusión social, exclusión de Dios
La libertad religiosa, derecho fundamental

Dios sigue viniendo (Adviento y Navidad)
Adviento: puerta de la esperanza
Despertad: Dios sigue llegando
Navidad: el corazón del mundo
El poder del resucitado hecho Niño
Navidad: dejar que se hagan realidad los sueños
Luz de las gentes, familia de Dio
La estrella que aún resplandece

Vivir como proyecto (Cuaresma y Pascua)
La zarza ardiente: el misterio del encuentro (cuaresma)
Mensajes vivos (cuaresma)
Abolir esclavitudes (cuaresma)
Abrirse y abrir el mundo a Dios (pascua)
Vivir como proyecto (pascua)
Dos ciudades (pascua)

Fe, Amor, Esperanza
Sentido de la vida y propuesta cristiana
La fe, camino de belleza
Un torrente de luz y fuerza
La caridad mueve a la justicia
Grandeza de la compasión
Inquietud por el más allá

La Iglesia, familia de Dios
Santidad y juventud de la Iglesia
La barca de Pedro
Aprender de la Iglesia: pedir perdón y perdonar
El eco de un mensaje
La unión hace la vida: 100 años de ecumenismo
Pilares de la unidad
El testimonio común de los cristianos
Celibato y matrimonio: el compromiso fortalecido por la fe
La familia, en cabeza del ranking de valores

Palabra, oración, sacramentos
Lectura de la Biblia y vida cristiana
Palabra de Dios para el mundo
Oración y vida corriente
La oración en la era digital
Comenzar la tarea rezando… y abrir las fronteras
La Eucaristía, remedio para el individualismo
La Eucaristía abre a las necesidades del mundo
El valor educativo de la Confesión
La pedagogía de la Cruz

Responsabilidad por el mundo
Santidad y mundo
Desarrollo y cristianismo
Animar a la política
Políticos y actos religiosos
Al servicio de la verdad y del bien
Responsabilidad por la vida pública
Sólo el amor mueve el mundo

Los jóvenes y la “emergencia educativa”
Niño y pastor
En los bordes de la educación integral
Compromiso educativo
Los jóvenes y el testimonio de la fe
El testigo como educador
Ayudar a vivir en plenitud
El “YouCat” y la sinfonía de la fe
Fe cristiana y universidad
De música y amistad
El sentido cristiano de la sexualidad
Raíces, cimientos, alas: el mensaje de Madrid

Cristianismo y cultura actual
Fe y razón, Teología y Ciencia
El cristianismo no es un moralismo
Ecología humana y revolución cultural
El papel de la Teología en la universidad
Amor que busca entender
Cristianos en las redes sociales
Nuevas tecnologías y fe cristiana
Dragones
Encarnar la fe en la vida y en la inteligencia

El reto de la Nueva evangelización
Renovar y compartir la experiencia de Dios
La catequesis, transmisión de vida cristiana
Hablar con la vida
El panorama de la Nueva Evangelización
Sentido sacerdotal de la vida cristiana
Sacerdotes de hoy
Sacerdotes en el mundo digital
Sin complejos ni mediocridad

Autenticidad, coherencia, compromiso
Vivir la fe
La bondad y sus apariencias
Santidad en lo cotidiano
Ser cristiano: vocación al compromiso
El domingo, la razón y la libertad
Realismo a contracorriente
Juan Pablo II y la sensibilidad social
Testimonio, vigilancia, alegría
María: matriz eterna del amor
 

sábado, 31 de diciembre de 2011

Un nuevo modo de ser cristianos

Amor y servicio 
Love and service

En su discurso a la curia romana con motivo de la Navidad (22-XII-2011), Benedicto XVI ha trazado los perfiles de un modo nuevo, “rejuvenecido”, de ser cristianos. En ese texto cabe distinguir dos partes, una introductoria y otra más concreta.


La crisis en Europa y en la Iglesia

      El Papa comienza señalando cómo la crisis económica de Europa tiene una base ética. Y analiza con precisión esa crisis de la conciencia europea: sus valores, su conocimiento y su voluntad. Los valores: “Aunque no están en discusión algunos valores como la solidaridad, el compromiso por los demás, la responsabilidad por los pobres y los que sufren, falta con frecuencia, sin embargo, la fuerza que los motive, capaz de inducir a las personas y a los grupos sociales a renuncias y sacrificios”. El conocimiento y la voluntad, añade, no siguen siempre la misma pauta. “La voluntad que defiende el interés personal oscurece el conocimiento, y el conocimiento debilitado no es capaz de fortalecer la voluntad”.

      Se detiene luego en la situación de la Iglesia: “No sólo los fieles creyentes, sino también otros ajenos, observan con preocupación cómo los que van regularmente a la iglesia son cada vez más ancianos y su número disminuye continuamente; cómo hay un estancamiento de las vocaciones al sacerdocio; cómo crecen el escepticismo y la incredulidad”. Y se pregunta qué debe hacerse. Muchos dicen que hay que hacer muchas cosas, pero eso no resuelve el problema. “El núcleo de la crisis de la Iglesia en Europa es la crisis de fe. Si no encontramos una respuesta para ella, si la fe no adquiere nueva vitalidad, con una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro con Jesucristo, todas las demás reformas serán ineficaces”. ¿Cómo encontrar la luz y la fuerza para la nueva evangelización?


África y Madrid: la fe dispuesta al sacrificio

      En este marco Benedicto XVI se fija especialmente en su viaje a África y en la JMJ de Madrid. En África afirma haber encontrado una fe sostenida por la alegría que lleva a servir a Cristo sin replegarse en el propio bienestar: “Encontrar esta fe dispuesta al sacrificio, y precisamente alegre en ello, es una gran medicina contra el cansancio de ser cristianos que experimentamos en Europa”.

      En la misma línea, la experiencia de la JMJ de Madrid, “ha sido también una medicina contra el cansancio de creer. Ha sido una nueva evangelización vivida”. Y afirma: “Cada vez con más claridad se perfila en las Jornadas Mundiales de la Juventud un modo nuevo, rejuvenecido, de ser cristiano”. Y es este modo renovado y rejuvenecido de ser cristiano el que caracteriza Benedicto XVI con cinco rasgos:


Redescubrimiento de la universalidad de la Iglesia 

     El punto de partida, y es bueno notarlo, es “una nueva experiencia de la catolicidad, la universalidad de la Iglesia”. A pesar de provenir de todos los continentes, de diversas lenguas y culturas, los jóvenes han quedado impresionados al encontrarse de inmediato unidos, “juntos como una gran familia”. Una familia unida en torno a Jesucristo, en torno a la oración y a la liturgia. Y han recibido un mismo impulso en la razón, la voluntad y el corazón. Han comprobado que “el hecho de que todos los seres humanos sean hermanos y hermanas no es sólo una idea, sino que aquí se convierte en una experiencia real y común que produce alegría”. Y, así, dice el Papa, “hemos comprendido también de manera muy concreta que, no obstante todas las fatigas y la oscuridad, es hermoso pertenecer a la Iglesia universal, a la Iglesia católica, que el Señor nos ha dado”.


Un nuevo modo de ser cristianos: la belleza de ser para los demás

      De ahí arranca, en segundo lugar, ese “modo nuevo de vivir el ser hombres, el ser cristianos”. Evocando a los voluntarios de la JMJ, dice: “Algo fundamental se me ha hecho evidente: estos jóvenes habían ofrecido en la fe un trozo de vida, no porque había sido mandado o porque con ello se ganaba el cielo; ni siquiera porque así se evita el peligro del infierno. No lo habían hecho porque querían ser perfectos. No miraban atrás, a sí mismos”.

      Esos jóvenes, añade, hicieron lo contrario que la mujer de Lot, que, por mirar atrás, se convirtió en una estatua de sal. Y observa: “Cuántas veces la vida de los cristianos se caracteriza por mirar sobre todo a sí mismos; hacen el bien, por decirlo así, para sí mismos. Y qué grande es la tentación de todos los hombres de preocuparse sobre todo de sí mismos, de mirar hacia atrás a sí mismos, convirtiéndose así interiormente en algo vacío, ‘estatuas de sal’”. En cambio, “aquí no se trataba de perfeccionarse a sí mismos o de querer tener la propia vida para sí mismos”.

      Concluyendo: “Estos jóvenes han hecho el bien –aun cuando ese hacer haya sido costoso, aunque haya supuesto sacrificios– simplemente porque hacer el bien es algo hermoso, es hermoso ser para los demás. Sólo se necesita atreverse a dar el salto”. Todo eso, agrega el Papa, “ha estado precedido por el encuentro con Jesucristo, un encuentro que enciende en nosotros el amor por Dios y por los demás, y nos libera de la búsqueda de nuestro propio ‘yo’”. Tanto en África –especialmente en las religiosas de Madre Teresa– como en Madrid, encontró el Papa “la misma generosidad de ponerse a disposición de los demás; una generosidad en el darse que, en definitiva, nace del encuentro con Cristo que se ha entregado a sí mismo por nosotros”.


Adoración 

     Tercer punto: la adoración, como acto de fe, se manifestó tanto en el Reino Unido (Hyde Park), como en Zagreb y en Madrid (Cuatro Vientos). Allí quedó claro, según Benedicto XVI: “Dios no es una hipótesis cualquiera, posible o imposible, sobre el origen del universo. Él está allí. Y si él está presente, yo me inclino ante él. Entonces, razón, voluntad y corazón se abren hacia él, a partir de él. En Cristo resucitado está presente el Dios que se ha hecho hombre, que sufrió por nosotros porque nos ama. Entramos en esta certeza del amor corpóreo de Dios por nosotros, y lo hacemos amando con él. Esto es adoración, y esto marcará después mi vida”.


Pedir perdón para ser capaz de amar

      Cuarto, el Sacramento de la Penitencia, gracias al cual “reconocemos que tenemos continuamente necesidad de perdón y que perdón significa responsabilidad”. Ciertamente, explica el Papa, “existe en el hombre, proveniente del Creador, la disponibilidad a amar y la capacidad de responder a Dios en la fe”. Pero, a la vez, “proveniente de la historia pecaminosa del hombre (la doctrina de la Iglesia habla del pecado original), existe también la tendencia contraria al amor: la tendencia al egoísmo, al encerrarse en sí mismo, más aún, al mal. Mi alma se mancha una y otra vez por esta fuerza de gravedad que hay en mí, que me atrae hacia abajo”. En consecuencia: “Por eso necesitamos la humildad que siempre pide de nuevo perdón a Dios; que se deja purificar y que despierta en nosotros la fuerza contraria, la fuerza positiva del Creador, que nos atrae hacia lo alto”.


La alegría y la certeza de la fe

      Quinto y último (fruto y consecuencia), la alegría de la fe. Según Josef Pieper, sólo el que es amado puede amarse a sí mismo. Todos necesitamos ser acogidos por otros. Y a fin de cuentas, necesitamos una acogida incondicionada, que es la propia de Dios, pues sólo Él nos garantiza que “es bueno que yo exista”. Si falta nuestra percepción de ser amados por Él, no sabemos si vale la pena nuestra vida, y nos invade la tristeza. La certeza de que somos amados por Dios sólo viene por la fe.

      En definitiva, los perfiles de este nuevo modo de ser cristiano, que es un modo rejuvenecido de ser persona, según el Papa, son: el descubrimiento de la Iglesia como familia de Dios, la belleza de la generosidad, el centro de la adoración, el sacramento de la Penitencia y la alegría de la fe. Cinco autopistas para la Nueva evangelización.



(publicado en www.analisisdigital.com, 27-XII-2011)

martes, 23 de agosto de 2011

Raíces, cimientos, alas



Selección de imágenes de la JMJ-Madrid-2011 (Rome Reports)




Como se escribió con motivo de la JMJ de 2011, la sombra de Pedro ha pasado por Madrid. Los grandes eventos históricos no permiten simplificaciones. Por eso cabe mirar la visita del Papa a España desde diversas perspectivas. Una de ellas es la perfilada por él mismo durante el vuelo Roma-Madrid: “Para muchas personas será el inicio de una amistad con Dios y con los demás, de una universalidad de pensamiento, de una responsabilidad común que realmente muestra que estos días dan fruto” (Rueda de prensa, 18-VIII-2011). Amistad, universalidad y responsabilidad pueden verse como telón de fondo de estos días irrepetibles. 



Las raíces de la amistad




      Primero, la amistad, que surge espontánea de la “visibilidad” de la fe, que los jóvenes comprueban. Se han ido preparando con ese “ponerse en camino hacia los demás y, juntos, hacia Dios”. Luego han dado la bienvenida al Papa (Cibeles) y él les ha dicho que sólo en Cristo y en sus palabras están las raíces y la roca fuerte para cimentar el sentido de la vida. Les anima a escucharle en la oración, a vivir las Bienaventuranzas, a buscar con Dios la felicidad y la alegría, la prudencia y la sabiduría, no como “muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos”. Les pone metas altas: “No os conforméis con menos que la Verdad y el Amor, no os conforméis con menos que Cristo”, porque en Él está la salvación y la esperanza (Homilía en la Misa de clausura, 21-VIII-2011).

      La amistad tiene entre otros nombres: intimidad, fidelidad, confianza. Les impulsa a seguirle de cerca, sobre todo en la Eucaristía y en la Confesión de los pecados, con una amistad íntima, fiándose de Él: “Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone” (Ib.). 





Los cimientos de la universalidad






      Segundo, universalidad. Efectivamente, los jóvenes han comprobado en qué consiste y cómo es la amistad que tiene como motivo a Cristo, y se encuentran con la universalidad, con la red de la fe: “Aquí ven que no están solos, que hay una gran red de fe, una gran comunidad de creyentes del mundo, que es hermoso vivir en esta amistad universal, y de este modo nacen amistades que superan las fronteras de las diferentes culturas, de los diferentes países” (Rueda de prensa, 18-VIII-2011)

      Benedicto XVI les asegura que la verdad y la libertad se implican mutuamente, y que arraigados en Cristo, “damos alas a nuestra libertad” (Fiesta de acogida en La Cibeles, 18-VIII-2011). Por la Eucaristía, su “libertad entregada” es fuente de la “libertad redimida” de los hombres (Homilía en La Almudena, 20-VIII-2011).

      La universalidad del cristianismo tiene un nombre: Iglesia. En consecuencia, “seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir ‘por su cuenta’ o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él” (Ib.)



Las alas de la responsabilidad 


 

      Tercero, responsabilidad de sentirse parte de esa “red” que comunica el mundo con Dios: “El nacimiento de una red universal de amistad que une al mundo con Dios es una importante realidad para el futuro de la humanidad, para la vida de la humanidad de hoy”. Responsabilidad que crece mirando la cruz (que no fue un fracaso, sino expresión y don del amor). Y se traduce en la “capacidad de amar y compadecer”: sufrir con los otros, por los otros, por el amor y la justicia (cf. Discurso en el Via Crucis del 19-VIII-2011, y Discurso en la visita al Instituto San José, para jóvenes discapacitados, 20-VIII-2011).

      No faltan dificultades (tensiones, injusticias, incertidumbres e incluso persecuciones). “Pero yo vuelvo a decir a los jóvenes, con todas las fuerzas de mi corazón: que nada ni nadie os quite la paz; no os avergoncéis del Señor” (Discurso en el aeropuerto de Barajas, 18-VIII-2011).

      Por eso espera de ellos “un testimonio valiente y lleno de amor al hombre hermano, decidido y prudente a la vez, sin ocultar su propia identidad cristiana, en un clima de respetuosa convivencia con otras legítimas opciones y exigiendo al mismo tiempo el debido respeto a las propias” (Ib.). Este es el camino para que “una vida hondamente enraizada en Cristo se muestre realmente como una novedad y atraiga con fuerza a quienes de veras buscan a Dios, la verdad y la justicia” (cf. Homilía en la Almudena, 20-VIII-2011).

      La voz del sucesor de Pedro les conforta y alienta: “Que ninguna adversidad os paralice. No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra”. Y aún añade: “No os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios” (Homilía en la Misa de clausura, 21-VIII-2011). Necesita de los jóvenes profesores universitarios, para que encarnen la fe en su vida y en la inteligencia. Necesita de los ministros ordenados y de las personas consagradas, para que se den generosamente a todos. Necesita de muchos “voluntarios” en todos los ámbitos de la vida ordinaria, al servicio de la misión de la Iglesia, pues “amar es servir y el servicio acrecienta el amor” (Discurso a los voluntarios, 21-VIII-2011). 



Colaborar en la obra del Espíritu Santo

      Amistad, universalidad, responsabilidad; seguimiento de Cristo, amor a la Iglesia, testimonio de la fe y del amor. Por ahí comenzó a concretarse y en esa dirección ha ido desembocando el lema de estos días: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”. Ésas son, por tanto, las raíces, los cimientos y las alas que permiten al Espíritu Santo hacer su obra en cada cristiano y en la historia de la salvación.

      Una vez más se ha manifestado la gracia del Espíritu Santo, que puede “hacer de todos los hombres una sola familia”. Y a los jóvenes les corresponde esta tarea: “Con vuestra cercanía y testimonio, ayudad a vuestros amigos y compañeros a descubrir que amar a Cristo es vivir en plenitud” (Discurso de despedida, 21-VIII-2011).

      El día después de la JMJ-Madrid-2011 se abre una etapa nueva que va, desde el corazón de cada uno y de la Iglesia, hacia Dios y hacia los demás.



(publicado en www.religionconfidencial.com, 22-VIII-2011)

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Si no te tuviera a ti (Siempre así)

miércoles, 17 de agosto de 2011

La JMJ, fiesta de la fe

Veronés, La disputa con los doctores en el Templo (h. 1562),
Museo del Prado

El cuadro "La disputa (de Jesús) con los doctores en el Templo", de Veronés, se ofrece en el Museo del Prado especialmente al peregrino de la JMJ-Madrid 2011. Representa no tanto una “disputa” en el sentido actual del término, sino más bien un debate o un diálogo, que, al estilo de las antiguas escuelas filosóficas, tendría lugar según un método y ritmo prestablecido (hay un reloj de arena en el centro inferior de la imagen).

      En la línea de los Evangelios apócrifos y de la época de la Contrarreforma, se suele pensar que Jesús “enseñaba” a los doctores (Veronés lo representa de pie, en el centro, en un lugar elevado entre dos columnas). Sin embargo el Evangelio dice más bien que les escuchaba y les preguntaba (Lc 2, 46). El dedo levantado de Jesús quizá no quiere sólo reforzar sus argumentos, sino sobre todo señalar hacia lo alto, porque Él es el Camino que lleva al Padre.

      De pie a la derecha se distingue un personaje barbado de traje negro, que probablemente inmortaliza la persona que encargó la obra, tras una peregrinación a Tierra Santa. En él nos podemos ver nosotros representados, escuchando a Jesús, que es la Palabra misma del Padre, el Camino, la Verdad y la Vida.



Jesús aprende y enseña en la casa de su Padre

      Jesús está aprendiendo (en cuanto hombre) y también enseñando, primero con su actitud, en la casa de su Padre, como les dice a María y a José: no le comprendieron entonces, y Jesús bajó a Nazaret y siguió viviendo sujeto a ellos. “Su madre –agrega el Evangelio– conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón”, y “Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (vv. 49-52).

      En efecto, estaba Jesús en el Templo como en su casa, que destacaba entre las cosas de su Padre (era “el hijo del dueño”). Esto no significa que las demás realidades no las viviera en unión íntima con su Padre. Pero Jesús debía, por así decir, tomar posesión del templo que le precedía y preparaba su misión, como nuevo y definitivo Templo. Así se explica el celo santo que le consumía, y que le llevó a expulsar del atrio a los mercaderes: “No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado” (Jn 2, 16). Y cuando profetizó “Destruid este templo y en tres días lo levantaré” (v. 19), el autor del Evangelio explica que Él hablaba del Templo de su Cuerpo. 



Dos cuadros de finales del s. XV. A la izquierda, Jesús entre los doctores (1495-1497),
National Gallery de Washington.
A la derecha, María y José encuentran a Jesús entre los doctores,
Libro de las Horas de Enkhuisen (Holanda).


Crecer en sabiduría y gracia

      Ahora bien, ese verdadero Templo, que es el Cuerpo de Jesús, se amplía a las dimensiones del mundo y de la historia por medio de su Cuerpo místico, la Iglesia, formada por los cristianos unidos a Cristo. Cada uno de ellos, a imagen de su maestro, ya desde adolescentes han de crecer no sólo en estatura, sino también en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres, bajo la mirada atenta y solícita de María.

      Para crecer en sabiduría, Benedicto XVI ha subrayado la importancia de estudiar el Catecismo de la Iglesia Católica y su Compendio, como referencia esencial de la fe. Con motivo de la JMJ de Madrid 2011, ha prologado el YouCat, subsidio pedagógico que ofrece a los jóvenes una explicación de la fe, buscando (y con frecuencia logrando) formas de expresión asequibles a su situación.

      “¡Estudiad el Catecismo con pasión y perseverancia!”, les ha pedido el Papa. “¡Sacrificad vuestro tiempo por ello! Estudiadlo en el silencio de vuestra habitación, leedlo entre dos, si sois amigos formad grupos y redes de estudio, intercambiad ideas en Internet. ¡Continuad de todas las formas posibles el diálogo sobre vuestra fe!”

     Sólo así, les explica, podrán comprender su fe, y hacer de su propia vida una obra de arte. Podrán crecer, como árboles de fuertes raíces, para afrontar los retos de nuestro tiempo. Con la ayuda de la gracia divina (especialmente en la Eucaristía y la Confesión), podrán librarse de las sequías como el consumismo y la pornografía. Y podrán dar sombra y frutos, ayudar y servir a los otros, especialmente a los más débiles. Y seguir celebrando siempre la fiesta de la fe. 




(la primera versión fue publicada en www.religionconfidencial.com, 17-VIII-2011)



W.H. Hunt, El hallazgo del Salvador en el templo (1860)
Birmingham, Museum & Art Gallery

jueves, 31 de marzo de 2011

Al Dios desconocido

Rafael, El sermón de San Pablo en el Areópago de Atenas (1515)


En 1864, cuando tenía 20 años, Friedrich Nietzsche escribió un poema al Dios desconocido: 

“Antes de seguir mi camino
y de poner mis ojos hacia adelante,
alzo otra vez, solitario, mis manos
hacia Ti, al que me acojo,
al que en el más hondo fondo del corazón
consagré, solemne, altares
para que en todo tiempo tu voz,
una vez más, vuelva a llamarme.
Abrásase encima, inscrita hondo,
la palabra: Al Dios desconocido:
suyo soy, y siento los lazos
que en la lucha me abaten
y, si huir quiero,
me fuerzan al fin a su servicio.
¡Quiero conocerte, Desconocido,
tú, que ahondas en mi alma,
que surcas mi vida cual tormenta,
tú, inaprehensible, mi semejante!
Quiero conocerte, servirte quiero”.


      Muchos años antes, San Pablo había descubierto en Atenas un altar dedicado “al Dios desconocido”. Y había tomado pie de esa expresión para comenzar su célebre discurso del Areópago (cf. Hch 17, 22-34), en el que anunció la salvación de Dios manifestada en Jesucristo e intentó explicar el mensaje cristiano de la resurrección. El Apóstol de las gentes les dijo que el Dios cristiano no era ajeno a su cultura (griega), sino la respuesta a las preguntas más profundas que aquella y todas las demás culturas se formulaban.


El atrio de los gentiles

      Por otra parte, en el templo de Jerusalén existía un amplio espacio, el “atrio de los gentiles”, donde los que no compartían la fe de Israel podían encontrarse con los escribas, hablar de religión o incluso rezar a aquel Dios desconocido para ellos. Jesús vino precisamente para abrir el templo definitivo (su Cuerpo místico, la Iglesia) al atrio de los gentiles, para derribar el muro que separaba a judíos y gentiles (cf. Ef 2, 14; Mc 11, 17; Jn 2, 21). Vino para quitar “aquello que es contrario al conocimiento y a la adoración común de Dios, despejar por tanto el espacio para la adoración de todos” (J. Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, parte segunda, p. 29).

      En nuestros días, el Papa se ha referido en varias ocasiones “al Dios desconocido”. Lo hizo especialmente en el Colegio de los Bernardinos, Paris (12-IX-2008), para decir que la búsqueda de Dios sigue siendo actual como la manifestación más elevada de la razón humana; lo mismo que la disponibilidad para escucharle sigue siendo el fundamento de toda verdadera cultura.

      El 21 de diciembre de 2009, en un discurso a la Curia Romana, Benedicto XVI volvió sobre el tema, sugiriendo la apertura, en la Iglesia, de un “patio de los gentiles” que facilitara sobre todo “el diálogo con aquellos para quienes la religión es algo extraño, para quienes Dios es desconocido y que, sin embargo, no querrían quedarse simplemente sin Dios, sino acercarse a él al menos como Desconocido”.


   El Greco, Expulsión de los mercaderes del templo (1600)

Al expulsar a los mercaderes,
que habían convertido los alrededores de la casa de Dios en una "cueva de ladrones",
Cristo mostró la conexión esencial entre culto y justicia.
Y al mismo tiempo quitó los obstáculos que impedían
que el templo pudiera ser casa de oración para todas las gentes



     Pues bien, el “atrio de los gentiles” se ha puesto en marcha, organizado por el Pontificio Consejo de la Cultura, para relanzar el diálogo entre fe y razón. Después de una primera sesión en Bolonia (febrero de 2011), la segunda se ha celebrado en París. Allí muchos jóvenes han podido escuchar una videoconferencia del Papa, frente al atrio de la catedral de Notre-Dame (25-III-2011).


Coherencia y búsqueda de la verdad

      Por un lado, les decía, “los no creyentes queréis interpelar a los creyentes, exigiéndoles, en particular, el testimonio de una vida que sea coherente con lo que profesan y rechazando cualquier desviación de la religión que la haga inhumana”. Por otro lado, “los creyentes queréis decir a vuestros amigos que este tesoro que lleváis dentro merece ser compartido, merece una pregunta, merece que se reflexione sobre él”. En cualquier caso, añadía, “la cuestión de Dios no es un peligro para la sociedad, no pone en peligro la vida humana. La cuestión de Dios no debe estar ausente de los grandes interrogantes de nuestro tiempo”.

      Convencido de que el encuentro entre la fe y la razón es fructuoso para el hombre, les avisaba, al mismo tiempo, de que “muy a menudo la razón se doblega a la presión de los intereses y a la atracción de lo útil, obligada a reconocer esto como criterio último”. Por eso “la búsqueda de la verdad no es fácil”. Pero el Evangelio llama a cada uno a decidirse con valentía por la verdad, “porque no hay atajos hacia la felicidad y la belleza de una vida plena”. Y Jesús lo dice claramente en el Evangelio: “La verdad os hará libres”.


Derribar los muros del miedo, construir puentes

      Les explicaba que esa búsqueda es la que permite promover la fraternidad más allá de las convicciones, sin negar las diferencias entre creyentes y no creyentes. Puesto que no hay contradicción entre una sana laicidad y la religión, esto comienza por ayudar a todo ser humano, lo que también es un camino hacia Dios. Por eso les exhortaba: “Contribuid a derribar los muros del miedo al otro, al extranjero, al que no se os parece, miedo que nace a menudo del desconocimiento mutuo, del escepticismo o de la indiferencia”.


Alberto Cortez, No me llames extranjero

Abrirse al Dios desconocido
o profundizar en el conocimiento amoroso de Dios,
facilita reconocer que nadie me es ajeno, que todas las personas son,
o pueden llegar a ser, de mi familia.
Y la atención a los demás es, a su vez,
un camino hacia Dios.


     Benedicto XVI animaba a los jóvenes a construir puentes de diálogo entre ellos: “Procurad estrechar lazos con todos los jóvenes sin distinción alguna, es decir, sin olvidar a los que viven en la pobreza o en la soledad, a los que sufren por culpa del paro, padecen una enfermedad o se sienten al margen de la sociedad”.


Abrirse y abrir a Dios un mundo nuevo

      Finalmente, invitaba a entrar en la catedral para hacer oración, para buscar sin miedo a Dios, caminando así hacia un mundo verdaderamente nuevo. “Abrid vuestros corazones a los textos sagrados, dejaos interpelar por la belleza de los cantos, y si realmente lo deseáis, dejad que los sentimientos que hay dentro de vosotros se eleven hacia el Dios Desconocido”.

      En efecto, tanto los no creyentes como los creyentes ganaríamos en preguntarnos, los primeros, cuál es la idea de Dios que rechazan (en lo que probablemente tienen mucha razón); y los segundos, si nuestra vida es coherente con una religión plenamente acorde, a su vez, con la dignidad del hombre. Así todos podremos caminar hacia Dios y contribuir, en familia, a la edificación de un mundo nuevo.




(Publicado en www.analisisdigital.com, 31-III-2011) 

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Leonard Porter, San Pablo predicando en el Areópago (2010)
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