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domingo, 20 de febrero de 2022

San José y la Iglesia

  

 F. de Zurbarán, Cristo coronando a San José (1636-1640) (detalle)



En sus tres últimas catequesis sobre San José, después de haber ponderado su figura, su papel en la historia de la salvación y sus virtudes, Francisco abordó las relaciones de San José con la Iglesia, es decir con nosotros y cada uno. 

San José y la comunión de los santos

1. En primer lugar, la realidad de San José y la comunión de los santos (2-II-2022). “La Comunión de los santos es precisamente la Iglesia” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 946). (No se refiere a que los santos comulguen, decía el Papa de broma, evocando una respuesta suya cuando era niño). Los santos que están en el cielo son intercesores nuestros ante Dios, patronos (porque quizá llevamos su nombre) o hermanos a los que podemos tener devoción y tratar con confianza. Además, la comunión de los santos es también la Iglesia que peregrina en la tierra, que está compuesta de justos y pecadores.

Al llegar a este punto el Papa señaló lo que calificó de definición hermosa de la Iglesia: “La Iglesia es la comunidad de los pecadores salvados”. Y añadió: “Nadie puede ser excluido de la Iglesia, todos somos pecadores salvados”. De un lado todos los cristianos formamos con Cristo (espiritualmente) un solo cuerpo (cf. 1 Co 12 12; 26-27); estamos en comunión con Él por la fe y el bautismo. Y eso es la comunión de los santos.

miércoles, 12 de mayo de 2021

La importante misión de los catequistas

 


La institución del ministerio de los catequistas facilitará su misión, que viene siendo decisiva desde los primeros tiempos de la Iglesia para la transmisión de la fe.


Aunque la palabra “catequesis” evoca principalmente la formación de los niños y de los jóvenes, para los Padres de la Iglesia significaba la formación de todos los cristianos en todas las edades y circunstancias de la vida.

La tarea de los catequistas ha sido decisiva desde los primeros tiempos de la Iglesia. Con la institución del ministerio del catequista (cf. Motu proprio Antiquum ministerium, 10-V-2021),“la Iglesia ha querido reconocer este servicio como una expresión concreta del carisma personal que ha favorecido grandemente el ejercicio de su misión evangelizadora” (n. 2) Al hacerlo tiene en cuenta las circunstancias actuales: una renovada conciencia de la misión evangelizadora de toda la Iglesia (nueva evangelización), una cultura globalizada y la necesidad de una renovada metodología y creatividad, especialmente en la formación de las nuevas generaciones (cf. n. 5). 

 

domingo, 25 de abril de 2021

Sueño, servicio, fidelidad

Imagen de san José, en el santuario de Torreciudad (Huesca, España)  

 

El mensaje de Francisco para la 58 Jornada mundial de oración por las vocaciones (25-IV-2021) se titula “san José: el sueño de la vocación”. Es un mensaje directo, incisivo, característico del estilo del Papa. Y se desarrolla a través de tres palabras: sueño, servicio, fidelidad.


Soñar como san José


1. La primera palabra, sueño, remite a la vida de san José, que supo hacer suyo el gran "sueño" de Dios: nuestra salvación. Aunque los Evangelios no recogen ni una sola palabra de José, con su corazón de padre, “capaz de dar y generar vida en lo cotidiano”, se ha ganado el ser patrono de las vocaciones en la Iglesia, que están para eso mismo: “generar y regenerar la vida cada día”.

Por eso las vocaciones son siempre necesarias y, añade el Papa, “especialmente hoy en tiempos marcados por la fragilidad y los sufrimientos causados también por la pandemia, que ha suscitado incertidumbre y miedo sobre el futuro y el mismo sentido de la vida”. 

lunes, 14 de diciembre de 2020

San José, el trabajo y la paternidad

¿Qué significado tiene el trabajo y qué significa ser padre? Son dos temas que aborda el Papa Francisco en la parte final de su carta Patris corde (8-XII2020) sobre san José. Continuamos aquí la invitación a la lectura de la carta que iniciamos hace unos días.


Desde León XIII (cf. enc. Rerum novarum, 1891), la Iglesia propone a san José como modelo de trabajador y patrono de los trabajadores. Al contemplar la figura de san José, dice Francisco en su carta, se comprende mejor el significado del trabajo que da dignidad, y el lugar del trabajo en el plan de la salvación. Por otra parte, hoy nos conviene a todos una reflexión sobre la paternidad.

viernes, 11 de diciembre de 2020

Corazón de padre

En su carta sobre san José, Patris corde (8-XII-2020), con la que convoca un “Año de san José" hasta el 8 de diciembre de 2021, Francisco dice que su objetivo es “que crezca el amor a este gran santo, para ser impulsados a implorar su intercesión e imitar sus virtudes”.


Para ello comienza el Papa explicando qué tipo de padre fue san José y la misión que Dios le confió. San José no fue lo que hoy llamaríamos “padre biológico” de Jesús, sino solo su “padre legal”. Sin embargo, él vivió la paternidad sobre Jesús y el ser esposo de María de manera eminente. Así lo han considerado muchos santos desde san Ireneo y san Agustín, pasando por diversos doctores de la Iglesia entre los que destaca el caso de santa Teresa de Ávila, hasta san Josemaría y san Juan Pablo II.

Leyendo y meditando la carta de Francisco, se puede llegar a redescubrir cómo san José es no solo custodio de la Iglesia, sino también de la humanidad, particularmente de su parte más frágil, aquellos miembros más necesitados. En todo caso se trata de un santo importante. Más aún, como escribe Francisco, “después de María, Madre de Dios, ningún santo ocupa tanto espacio en el Magisterio pontificio como José, su esposo”.

¿Por qué ahora esta carta? Francisco señala que, junto con la circunstancia del 150 aniversario de la declaración de san José como patrono de la Iglesia universal, hay una razón “personal”: hablar de aquello que llena su corazón (cf. Mt 12, 34). Además confiesa en la introducción: “Este deseo ha crecido durante estos meses de pandemia”. Así vamos conociendo algunos pensamientos y procesos espirituales que han tenido lugar en el corazón del Papa durante la pandemia (vid. más extensamente el libro Soñemos juntos: el camino a un futuro mejor. Conversaciones con Austen Ivereigh, Plaza & Janés, Madrid 2020).

Concretamente el Papa, como ha hecho en diversas ocasiones, subraya y agradece el testimonio de tantas “personas comunes –corrientemente olvidadas– que (...) están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia”; porque trabajan, infunden esperanza y rezan, casi siempre de modo discreto, pero sujetándonos a todos.

A todos ellos y a nosotros nos propone el ejemplo y la ayuda de san José: “Todos pueden encontrar en san José –el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta– un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad. San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en 'segunda línea' tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación. A todos ellos va dirigida una palabra de reconocimiento y de gratitud”.

En su carta, Francisco le dedica a san José siete epígrafes en forma de “títulos”, que podrían equivaler a siete oraciones de una pequeña “letanía del padre”: Padre amado, en la ternura, en la obediencia, en la acogida, en la valentía creativa, en el trabajo, siempre en la sombra

sábado, 7 de diciembre de 2019

Sobre el significado y el valor del belén

En su Carta sobre “el hermoso signo del pesebre” (Admirabile signum, 1-XII-2019) Francisco desea explicar el significado y el valor del belén. Dice el Papa que representar el nacimiento de Jesús equivale a “anunciar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios con sencillez y alegría”.

Se trata de un “Evangelio vivo” ­–inspirado en los relatos evangélicos– que nos conduce a la contemplación de la Navidad. Y a la vez, “nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre”. Así, “descubrimos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él”.

Muchos de nosotros recordamos, en efecto, cuando preparábamos con nuestros padres “el nacimiento”, o “el belén”. Los niños lo preferíamos grande y, como a veces no había una mesa grande, estábamos dispuestos incluso a utilizar una puerta sobre unas banquetas. Era realmente, como dice el Papa, “un ejercicio de fantasía creativa”, lleno de belleza: “Se aprende desde niños: cuando papá y mamá, junto a los abuelos, transmiten esta alegre tradición, que contiene en sí una rica espiritualidad popular”. “Espero –continúa Francisco– que esta práctica nunca se debilite; es más, confío en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y revitalizada”.

domingo, 25 de diciembre de 2016

Navidad, brote de esperanza

Retablo del oratorio, Hospital centro de cuidados Laguna (Madrid)


Este tiempo de Navidad está enmarcado por el Papa Francisco en la esperanza, antes y después de la Nochebuena. Ya en la audiencia general del 7 de diciembre señaló que la esperanza cristiana es la única que puede garantizar la sonrisa al mundo, porque Dio se ha hecho un niño que juega y sonríe: “La esperanza es la virtud de los pequeños. Los grandes, los satisfechos no conocen la esperanza; no saben lo que es”.

domingo, 28 de diciembre de 2014

Espíritu de la Navidad

En diciembre de 2011 el cardenal Jorge Mario Bergoglio refería la pequeña historia de una niña que le contaba a una amiga lo que había pedido a sus padres para la Navidad: “Les había pedido a sus padres que no le regalaran juguetes sino ‘espíritu navideño’, y sus padres quedaron desconcertados, sin entender ni saber qué hacer”. Y comentaba el arzobispo de Buenos Aires que ese mensaje le había parecido agudo, y que planteaba la pregunta: Qué es el espíritu navideño?

     Responder a la pregunta “qué es el espíritu navideño”, observaba el cardenal Bergoglio, no es fácil en un tiempo de consumismo (y, hoy cabría añadir, de tantos problemas, dificultades y persecuciones, como ha reflejado Francisco este año en su bendición de Navidad).

martes, 17 de junio de 2014

Vocación cristiana y vocación matrimonial


                                                M. Chagall, Pareja en el paisaje azul (1969-1971)

En el lenguaje habitual la palabra vocación tiene un primer significado cristiano. Hablamos de “vocaciones” cuando nos referimos a personas que se dedican a Dios de una forma más intensa. Derivadamente usamos ese término para hablar de una inclinación a cualquier estado, profesión o carrera.

      El Concilio Vaticano II declaró que todos los cristianos –y más ampliamente todas las personas– tenemos vocación, sí vocación, a la santidad y al amor. Sin embargo, aún la palabra vocación remite para muchos únicamente a clérigos y miembros de la vida religiosa. Pero el Catecismo de la Iglesia Católica, en la línea del Concilio habla de la “vocación al matrimonio” (n. 1603) como una de las formas de la vocación cristiana.


miércoles, 20 de marzo de 2013

Custodiar y servir


En el inicio oficial de su tarea (19-III-2013), tomando pie de la vida de San José, el papa Francisco ha explicado cómo entiende su ministerio, en el contexto de algo que corresponde a todos: “custodiar” y “servir”. El ministerio del papa se sitúa al servicio de la vida cristiana. La vida cristiana está al servicio de todos y del mundo creado. Y toda persona encuentra también ahí –en el cuidado y en el servicio– el sentido de su vida: custodiar los dones de Dios, cosa que sólo puede hacerse con amor. 


La misión de San José y la nuestra

     La misión de San José (cf. Mt 1, 24) le ha servido de arranque, después de referirse a la onomástica de Benedicto XVI: "Le estamos cercanos con la oración, llena de afecto y gratitud". San José fue custodio: “Custodio ¿de quién? De María y Jesús; pero es una custodia que se alarga luego a la Iglesia, como ha señalado el beato Juan Pablo II: ‘Al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y modelo’ (Exhort. ap. Redemptoris Custos, 1).

viernes, 18 de marzo de 2011

Volver al padre



Se dice que la modernidad tomó en serio el mito del hijo (Perseo) que, por la fuerza del destino, ha de matar al padre (Acrisio). Dejando ahora aparte sus innegables conquistas al servicio del hombre, la modernidad ha perdido su memoria y la conexión con sus raíces. Ha identificado al padre con la autoridad y a ésta con el poder del que quería librarse. Al mismo tiempo ha quebrado la piedad (parte de la virtud de la religión) y las manifestaciones de respeto y cariño hacia los progenitores. Y ha terminado oponiéndose a la vida: no sólo dudando si vale la pena, sino incluso arrogándose el poder de suprimirla recién concebida o en cualquier otro momento si estorba, sobre todo la vida débil, disminuida o enferma, de modo particular en su etapa final.

 
Necesidad del padre

      Pero los hijos necesitan valorar y querer a su padre, y que él los valore y los quiera; y cuando esto no se produce, surgen problemas afectivos. También el padre necesita comprenderse y mostrarse a sí mismo como padre. Y todo ello comienza para él, a su vez, cuando es niño –hijo– y va configurando su imagen de lo que es un padre.


      El cine abunda, como tema principal o tema importante, en este recuperar la imagen o la figura del padre, en esta nostalgia del padre. Y esto en formas muy distintas. Los replicantes de “Blade Runner” (R. Scott, 1982) buscan desesperadamente a su creador; como sugerente metáfora de su semejanza con los hombres, buscan a un “padre”, para reclamarle nada menos que la inmortalidad. En “Paris, Texas” (W. Wenders, 1984) es el padre mismo quien intenta recuperar su identidad reconociendo a su hijo y devolviéndolo a la madre. La trilogía de Kieslowski (“Tres colores”: “Azul”, “Blanco” y “Rojo”, 1993 y 1994), refleja una idea de Dios más cercana al Juez del Antiguo Testamento que al Padre misericordioso del Evangelio, pero siempre desde la búsqueda espiritual. A. Holland le hace decir a su Beethoven (“Copying Beethoven”, 2006): “Mi padre era un animal y un borracho. Si Dios es mi padre, reniego de él”; pero luego, en la novena sinfonía el coro cantará: "Hermanos, sobre la bóveda estrellada debe habitar un Padre amoroso". En “El niño con el pijama a rayas” (M. Herman, 2008), Bruno se introduce en el mundo de su amigo Schmuel para ayudarle a encontrar a su padre y comparte su destino. Y así podríamos seguir.


   La perspectiva cristiana ilumina poderosamente la realidad de la paternidad junto con la maternidad. El cristianismo es también una “patro-logía”: una teología del padre –que tiene entrañas de madre– y más aún, una profunda y plena vivencia de las relaciones paterno-filiales. 


Para ser buen padre, hay que ser buen hijo

     En su encíclica Dives in misericordia (1980), Juan Pablo II señalaba que es difícil comprender y vivir lo que es ser padre si uno no se esfuerza en ser buen hijo. Ya en 1964 compuso un poema sobre la paternidad, donde pone en boca de Adán sus reflexiones: “Siendo padre de tantos, tantos hombres, debo ser niño: cuanto más padre, más niño”. Adán descubre la necesidad de mirar a Cristo, porque en Él se revela el amor del Padre. Y ese amor se transforma, en Cristo, en el amor del esposo, que se entrega por la humanidad y cada persona, “como amante por su amada”. Así en Cristo se manifiesta esa gran trilogía que ilumina toda paternidad humana (física o espiritual) y la eleva al nivel divino: padre, niño, amor.


    Con otras palabras, para todo padre, lo prioritario es ser buen hijo de Dios. Y, desde ahí, lo siguiente es el amor a la esposa, renovado y demostrado cada día en lo grande y en lo pequeño. Los hijos son primero de Dios y en segundo lugar, y continuamente, fruto del amor de los esposos. Y todo esto tiene también su reflejo paralelo en el ámbito de la paternidad espiritual. José de Nazaret hizo las veces de padre de Jesús, y mostró de manera eminente cómo debe ser un padre. 


El Greco, San José con el Niño (h. 1597-1599)

      Explicando el Padrenuestro, dirá Joseph Ratzinger en su libro “Jesús de Nazaret” (primera parte) que “ser hijo no significa dependencia, sino permanecer en esa relación de amor que sustenta la existencia humana y le da sentido y grandeza”. Más adelante en la misma obra, a propósito de la parábola del hijo pródigo, retoma lo que significa volver al Padre y acoger su abrazo: “El ‘yugo’ de este brazo no es un peso que debamos soportar, sino el regalo del amor que nos sostiene y nos convierte en hijos”. Por otra parte –afirma en diversos lugares– sólo volviendo a Dios, nuestro Padre común, nos podemos volver a encontrar con nuestros hermanos. Volver al Padre es para los cristianos experimentar la alegría de la confesión sacramental. Y para todos está abierta su casa, la familia de Dios que es la Iglesia.



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 Montserrat Caballé canta el Padrenuestro
en la Ciudad de las Artes (Valencia),
el 9 de julio de 2006

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Versión ampliada de un texto que se publicó en www.zenit.org, el 18-III-2009
Fue reproducida en el libro 
"Al hilo de un pontificado: el gran 'sí' de Dios", 
ed. Eunsa, 2010

martes, 21 de diciembre de 2010

Navidad: dejar que se hagan realidad los sueños

En el primer volumen de su obra “la Belleza en la Palabra” (San Paolo, 2007), Timothy Verdon comenta –entre muchos– un cuadro de Georges de la Tour (discípulo de Caravaggio): “Sueño de San José”. Pintado alrededor de 1640, se encuentra hoy en el museo  de Bellas Artes de Nantes.

(http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/8/8d/Georges_de_La_Tour_022.jpg)

     La edad avanzada de José suele ser un recurso piadoso para excluir la paternidad física de Jesús, pero aquí representa además la historia de la salvación, que hace del Mesías un “hijo de David”, en el que confluyen las esperanzas de Israel. Por último, el nombre de José evoca aquél otro José, hijo de Jacob, a quien sus hermanos llamaban el “soñador” (también él mismo intérprete de sueños, Gn. 37 y 40). Nuestro anciano se hace, pues, exponente de una antigua tradición. Se apoya sobre su mano derecha, el codo doblado sobre la mesa, mientras que con la izquierda sostiene la Biblia en sus rodillas. Lo alumbra suavemente una candela.

     La candela puede verse como la acción del Espíritu Santo que inspiró las Escrituras y ahora ilumina el corazón de José. El carpintero de Nazaret no sólo “pensaba” en qué debía hacer respecto a María, sino que –como se ve aquí– escrutaba los textos sagrados, y así lo sugiere el Evangelio del día: “Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que dijo el Señor…” (Mt 1, 22s). No en vano el ángel le dice: “le pondrás por nombre Jesús” (es decir, salvador), lo que para un judío significa: tú serás conocido como su padre.

     Ante José está el ángel, cuyo rostro queda poderosamente iluminado desde el mismo foco. Su mano izquierda tiene la palma hacia arriba, como indicando: “Levántate…”. El brazo derecho se extiende tapando en parte la luz y alargando su mano hasta casi aferrar la muñeca de José, sobre la que se apoya su sueño. La voluntad de Dios, que el ángel viene a comunicarle no está, en efecto, solo en las Escrituras, sino también ahora, en esta llamada directa que “toca” a José y le parece decir: “Fíate de Dios y haz lo que te digo”. Así lo hizo José inmediatamente (Mc 1 , 24), convirtiéndose en figura de la “obediencia de la fe”, de que habla San Pablo.

     Y todo ello nos reenvía a uno de los textos con que la liturgia abre el Adviento: “Ya es hora de que despertéis del sueño… La noche está avanzada, el día está cerca” (Rm 13, 12). Se acerca el día de Cristo, luz del mundo.

     La Navidad es la luz que puede hacernos salir de nuestro sueño, para hacer lo que Dios “quiere necesitar” de nosotros, con el fin de ayudar a los demás. Por eso son muy adecuados los “gestos” del Papa durante la Navidad: acoger a Jesús en la persona de los niños y enfermos, los pobres y “sin techo”.

     Si todos los cristianos hiciéramos esto –lo que se puede realizar de modos diversos–, mostraríamos que es verdad lo que nuestra fe afirma: que la Navidad es presente, se da de nuevo en el mundo. Que recibir a Dios se traduce necesariamente en recibir a los demás.

     El sueño de José puede hacerse realidad también hoy. Dejar nacer a Dios, de una manera completa, realista y concreta, en nuestra vida. Así podemos colaborar con los “sueños” de Dios, que anteceden, inspiran, cumplen y superan siempre nuestros mejores sueños.

     Lo ha dicho Benedicto XVI a los representantes de Tirol del Sur, que regalaron el árbol de Navidad para la plaza de San Pedro (17-XII-2010): “El árbol de Navidad enriquece el valor simbólico del belén, que es un mensaje de fraternidad y de amistad; una invitación a la unidad y a la paz; una invitación a dejar sitio, en nuestra vida y en la sociedad, a Dios, el cual nos ofrece su amor omnipotente a través de la frágil figura de un Niño, porque quiere que respondamos libremente a su amor con nuestro amor”.

(publicado en www.cope.es, 21-XII-2010)