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domingo, 7 de septiembre de 2025

Los fundamentos de la formación

Romano Guardini fue un gran pensador y educador. En su obra se esfuerza por señalar los fundamentos antropológicos y éticos de la formación en general, y también de la formación cristiana (*).

Entiende que lo propio de la tarea educativa, y por tanto de la ciencia pedagógica es ayudar en la dinámica humana del llegar a ser (o devenir). Y hacerlo en relación con lo que no soy (todo lo que hay frente a mí: las personas, el mundo y sobre todo Dios), para convertirlo, poniendo en juego mi libertad, en contenido de mi vida. “En esta doble dialéctica y en sus direcciones de movimiento, se basa todo el impulso formativo”. Se trata de fomentar el “tránsito de lo viviente posible a lo viviente real”.

Crítica este autor tres concepciones insuficientes de la formación, que han atravesado la historia humana, pero son insuficientes de por sí: 1) el centrarse en el puro conocimiento (pues este no garantiza la sabiduría, y tiende a abandonar la vida real); 2) el buscar la pura ética o el valor moral (lo que es empobrecedor por inhibe la plenitud humana y cultural); 3) el fomentar solo la plenitud natural, biológica y estética (lo que pude caer en lo infrahumano). 

A estas concepciones y a otras de tipo social, económico o político les falta, según Guardini, lo específicamente pedagógico. Pues, como en otros seres, lo propio del hombre es la configuración de su propio ser, la forma que le corresponde. Y lo demás está incluido en esto.


Dos dimensiones y dos “pedagogías”: identidad y servicio

En esta estructura propia de la persona humana, destaca Guardini dos dimensiones o componentes: el elemento inmanente (que le lleva a perfeccionarse a sí misma desde sus propias estructuras) y el elemento trascendente (que le lleva a perfeccionarse saliendo de sí misma hacia el mundo exterior y hacia Dios).

El elemento imanente, a su vez, está constituido por la tensión entre dos polos: la forma humana esencial y la plenitud o movimiento existencial.

La forma humana contiene tanto lo biológico y lo psíquico como lo espiritual: la conciencia, la libertad, la iniciativa, la decisión y la acción; y está abierta a los demás, al mundo y a Dios. La plenitud de esta forma está en la vida de la gracia, que le otorga una semejanza con el ser divino. Para Guardini la forma del hombre constituye el primer fundamento de lo pedagógico.

Pero no debe entenderse esta “forma” según un canon abstracto, una norma universal establecida a priori, y en todo caso separada de las situaciones concretas en que se encuentra la persona. Si se entendiera así, una pedagogía centrada en la forma humana destruiría la auténticamente humano, e incluso podría hacer de esa idea o valor abstracto algo así como un dios.

Tampoco cabe suprimir la forma y quedarse solo con las situaciones concretas, en una perspectiva “actualista” (lo propio humano sería simplemente enfrentarse sucesivamente con las acciones aisladas) o existencialista; pues esto no tiene en cuenta que la persona pide una continuidad en el ser y en el hacer; y también esto puede llevar a un sentido trágico de la existencia.

Precisamente lo propio de la pedagogía es comprender y trabajar ayudando a la persona a situarse en la intersección entre esos dos polos: forma y movimiento, identidad (abierta a la libertad) y desarrollo (siempre desde la posesión de sí misma). Subraya Guardini que la formación (la ayuda para lograr a llegar a la plenitud de la forma) no debe dirigirse a configurar la persona según una forma subjetivista o egocéntrica, sino abierta a lo “objetivo” de los demás, de Dios y del mundo. Y con ello tenemos el elemento trascendente de la pedagogía.

Por eso la “pedagogía de la identidad” debe ir unida a una “pedagogía del servicio”, que comienza por la aceptación de sí mismo, de las personas y de las cosas no como uno las considere o valore, sino en sí mismas (según sus leyes y valores reales y objetivos) y continúa por el servicio a las necesidades, peticiones y valores del “objeto”, constituido por la realidad que no es ella misma.


Riesgos o límites de estas “pedagogías”

Tambien cada una de esas “pedagogías” tiene sus riesgos o límites. La “pedagogía de la inmanencia o de la identidad “tiene el peligro de empobrecer a la persona, encerrarla en sí misma. Por eso necesita como contrapartida la otra pedagogía de la aceptación y del servicio . Y así podrá desarrollar las “virtudes del carácter”: disciplina, diligencia, fidelidad, responsabilidad, fiabilidad, justicia, sensatez y mesura; y más de fondo, el auténtico hacerse a sí mismo, que solo puede realizarse por la auténtica entrega al "tú".

En cuanto a la “pedagogía de la trascendencia o del servicio”, tiene el límite relacionado con el orden que me impida caer en el caos, al relacionarme con las cosas, perjudicando mi identidad. Esto se puede resolver teniendo en cuenta el contrapunto de la otra dimensión: la pedagogía de la identidad constituida por el juego entre forma y movimiento o plenitud.


Orden, decisiones, discernimiento

En definitiva, para Guardini, los tres puntos de vista descritos (la forma, el movimiento y el servicio) expresan tres estructuras y posibilidades de la pedagogía que no pueden separarse porque se complementan necesariamente. La elección del orden que deben guardar en el acto pedagógico concreto puede variar, y depende de las decisiones del sujeto (de la persona o del educador) en las situaciones particulares, en determinadas temporadas, o en la relación con la vida en su conjunto. (De ahí la importancia, podríamos decir por nuestra parte, del discernimiento educativo en el educador y de que este enseñe a la persona a discernir a la hora de su actuar).

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(*) Hay sustancial acuerdo en que el ensayo del autor más acabado sobre este tema es “Fundamentación de la teoría de la formación”. Ver la traducción al castellano de Sergio Sánchez Migallón con el estudio introductorio de Rafael Fayos Febrer, Romano Guardini, Fundamentación de la teoría de la formación, Eunsa, Pamplona 2020.
         Entre la abundante bibliografía sobre su pensamiento y su actualidad, cabe citar la breve introducción de A. López Quintás, “La revitalización de un gran maestro”, en Humanitas 9 (2004) n. 34, 278-285.

miércoles, 1 de enero de 2025

Paz, esperanza, fraternidad

 

El mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2025 (“Perdona nuestras ofensas, concédenos la paz”) se inscribe en el Jubileo recién comenzado. Tiene cuatro partes.

Ante todo, se invita a situarnos “escuchando el grito de la humanidad amenazada” por tantas injusticias que son resultado de los pecados (Juan Pablo II habló de las “estructuras pecado”, enc. Sollicitudo rei socialis, 36). Conviene que “todos, juntos y personalmente, nos sintamos llamados a romper las cadenas de la injusticia y, así, proclamar la justicia de Dios” (Mensaje, n. 4).

En la segunda parte se pide “Un cambio cultural: todos somos deudores”. “El cambio cultural y estructural para superar esta crisis se realizará cuando finalmente nos reconozcamos todos hijos del Padre y, ante Él, nos confesemos todos deudores, pero también todos necesarios, necesarios unos de otros” (n. 8).


Tres propuestas en la Jornada jubilar de la Paz

En tercer lugar, Francisco hace tres propuestas concretas (cf. n. 11): 
1) “una notable reducción si no una total condonación, de la deuda internacional que grava sobre el destino de muchas naciones” (Juan Pablo II, Carta ap. Tertio millennio ineunte, 51); 
2) “la eliminación de la pena de muerte en todas las naciones” (cf. Bula Spes non confundit, para el jubileo de 2025, 10); y 
3) “la constitución de un fondo mundial que elimine definitivamente el hambre” y facilite a los países más pobres un desarrollo sostenible, contrastando el cambio climático (cf. enc. Fratelli tutti, 262 y otras intervenciones recientes del Papa).

La última parte se titula “La meta de la paz”. Esta pasa por un cambio profundo y práctico de actitudes a nivel personal y social, un “desarme del corazón” (Juan XXIII). “A veces –dice Francisco–, es suficiente algo sencillo, como ‘una sonrisa, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un servicio gratuito’ (n. 14 del mensaje, cf. Spes non confundit, 18). Porque, “en efecto, la paz no se alcanza solo con el final de la guerra, sino con el inicio de un mundo nuevo, un mundo en el que nos descubrimos diferentes, más unidos y más hermanos de lo que habíamos imaginado”.

En las vísperas de la solemnidad de Santa María, Madre de Dios (31-XII-2024) señalaba el Papa: “La esperanza de un mundo fraterno no es una ideología, no es un sistema económico, no es el progreso tecnológico. La esperanza de un mundo fraterno es Él, el Hijo encarnado, enviado del Padre para que todos podamos llegar a ser lo que somos, es decir, hijos del Padre que está en el cielo, y por tanto hermanos y hermanas entre nosotros”. 

domingo, 1 de septiembre de 2024

El encuentro y su papel en la pedagogía


M. Chagall, Lucha de Jacob con el ángel (1967) 
Musée National Marc Chagall, Niza (Francia)

Educar es educar desde y para el encuentro. Se reconoce que uno de los textos pedagógicos más importantes de Romano Guardini, que conservan hoy toda su vigencia, es el que dedica al encuentro (*).

Dejemos a un lado, aunque el autor lo considera brevemente, el encuentro entre dos objetos materiales, entre dos plantas, entre dos animales, que en cada caso sigue unas leyes diversas según sus respectivos modos de ser.


Condiciones para que se dé el encuentro personal


Hablamos de encuentro, se nos dice, propiamente cuando un hombre contacta con la realidad. No es todavía un encuentro si solo busca, por ejemplo satisfacer su hambre, aunque puede ir más allá del instinto. Como todavía no lo es tampoco un simple choque entre dos personas.

Dos condiciones iniciales para que se dé un encuentro (personal), según Guardini, serían: 1) el toparse con la realidad más allá de una interacción simplemente mecánica, biológica o psicoógica; 2) establecer una distancia respecto a esa realidad, fijarse en su singularidad, tomar postura ante ella y adoptar una conducta práctica respecto a ella.

Para todo ello se requiere la libertad. En la libertad se pueden ver dos lados: una libertad material, por la que podamos entrar en relación con todo lo que nos rodea; una libertad formal, como facultad de actuar (o no) desde la energía inicial propia de la persona. A veces la persona puede llegar a la convicción de que no se debe confiar en todo lo que sale al encuentro: “Puede cerrar las puertas de su corazón, y dejar fuera el mundo. La antigua Stoa [escuela del estoicismo] lo hizo así, y así se comporta la ascesis religiosa, para dirigir el amor solo a Dios”[1].

El encuentro puede partir solamente de parte de la persona, por ejemplo, frente a una cosa que despierta nuestro interés, como una fuente, un árbol o un pájaro y se puede convertir en una imagen de algo más profundo o incluso puede ayudar a comprender radicalmente la existencia. Esto, siempre que se venza la costumbre, la indiferencia o el esnobismo, la presunción engreída y llena de sí mismo[2]. Tales son los enemigos principales del encuentro.

Pero el encuentro puede ser también bilateral, y entonces surge una relación especial, en la que dos personas se valoran más profundamente, más allá de su mera presencia o sus funciones sociales: se convierten en un “tú”.

Como contenidos del encuentro Guardini enumera: 1) el conocimiento de la persona y de su conducta que de ahí se deriva; 2) una “vivencia peculiar de la familiaridad y de la extrañeza”: familiaridad que puede crecer y convertirse en confianza en unión; y aquí, la relación con el carácter y la actividad, el pueblo y el grupo social, las ideas, la relación con el mundo, etc; pero también con las diferencias, la extrañeza y la irritación, la antipatía y la enemistad; 3) Siempre, incluso entre las personas más íntimas, está ese elemento de extrañeza, por el carácter irreductible de la individualidad. Esto marca necesariamente la distancia de la persona.

Además, el encuentro requiere que se dé “un buen momento”, un momento propicio, que se constituye a partir de miles de elementos más o menos conscientes o inconscientes: vivencias del pasado e imágenes, energías y tensiones, necesidades, ambiente, estado de ánimo, elementos creativos y afectivos, etc. De ahí la dificultad o la imposibilidad de “confeccionar” un encuentro, y la apertura del encuentro hasta acercarse a la Providencia y a la suerte.

El encuentro requiere, pues, a la vez, la libertad y la espontaneidad, en el sentido de que solo acontece si no se busca, como sería el encuentro con una flor azul que abre el camino hacia el tesoro.

domingo, 12 de mayo de 2024

Inteligencia artificial, sabiduría y comunicación


El tema del Mensaje del Papa para la 58 Jornada mundial de las comunicaciones sociales (12-V-2024) es: “Inteligencia artificial y sabiduría del corazón para una comunicación plenamente humana”. Plantea, según señala obispo de Roma, “cómo podemos seguir siendo plenamente humanos y orientar hacia el bien el cambio cultural en curso”. No debemos, aconseja, dejarnos llevar por augurios catastrofistas ante el futuro, pero sí, como ya dice Guardini proféticamente ya en 1927, permanecer “sensibles al dolor que produce la destrucción y el proceder inhumano que se contiene en este mundo nuevo”; y promover “que brote una nueva humanidad de profunda espiritualidad, de una libertad y una vida interior nuevas” (Cartas del lago de Como, Pamplona 2013, 101-104).


Partir de la sabiduría del corazón

En continuidad con los mensajes de las anteriores Jornadas mundiales de las comunicaciones sociales (2021-2023), Francisco propone que, en esta época que corre el riesgo de ser rica en tecnología y pobre en comunicación, hemos de partir, para nuestra reflexión, de la sabiduría del corazón humano. Aquí el término corazón se usa en sentido bíblico, como la sede de la libertad y de las decisiones importantes de la vida. “La sabiduría del corazón es, pues, esa virtud que nos permite entrelazar el todo y las partes, las decisiones y sus consecuencias, las capacidades y las fragilidades, el pasado y el futuro, el yo y el nosotros”. Puede parecer, y lo es, difícil de lograr, pero, añade el Papa, “es precisamente la sabiduría —cuya raíz latina sapere se relaciona con el sabor— la que da gusto a la vida”.

Al mismo tiempo, advierte que no podemos esperar la sabiduría de las máquinas, y concretamente de la Inteligencia artificial (=IE). Como expresa su nombre científico original, machine learning, las máquinas pueden “aprender” en el sentido de almacenar y correlacionar datos, pero es solo el hombre el que puede darles su significado. De ahí que, como todo lo que está en manos del hombre, la IE es una oportunidad y a la vez un peligro en manos del hombre, si este no supera “la tentación original de llegar a ser como Dios sin Dios (cf. Gn 3). No se trata solo de un riesgo, sino del peligro en que de hecho el hombre ha caído al querer “conquistar por las propias fuerzas lo que, en cambio, debería cogerse como un don de Dios y vivirse en la relación con los demás”. Por eso afirma el sucesor de Pedro, es necesario “despertar al hombre de la hipnosis en la que ha caído debido a su delirio de omnipotencia, creyéndose un sujeto totalmente autónomo y autorreferencial, separado de todo vínculo social y ajeno a su creaturalidad”.

Estas afirmaciones no son generalidades. De hecho, desde la primera fase de la Inteligencia artificial, la de los medios sociales, hasta los algoritmos, vamos experimentando que “toda extensión técnica del hombre puede ser un instrumento de servicio amoroso o de dominación hostil”. Las fake news y deepfakes, con la manipulación y simulación que conllevan, son claros ejemplos. 

domingo, 29 de mayo de 2022

Sobre la aceptación de sí mismo

Según Guardini (*), el presupuesto para el crecimiento de la vida moral, es decir, de la madurez en los valores, es la aceptación de uno mismo. Aceptarse a sí mismo, a las personas que nos rodean, al tiempo en que vivimos (cf. para lo que sigue R. Guardini, Una ética para nuestro tiempo, Madrid 1977, cap. III, pp. 140ss.).

Esto no quiere decir “dejarse llevar” sino trabajar en la realidad y si es preciso luchar por ella, para transformarla, para mejorarla en lo que dependa de nosotros, aunque sólo sea “un granito de arena”. 

En el animal sólo hay un acuerdo consigo mismo, no existe la dinámica propia del espíritu humano, que consiste en una tensión entre ser y deseo: entre lo que somos y lo que queremos ser, tensión que es buena, siempre que nos mantenga en la realidad y no nos haga refugiarnos en fantasías. 

Se puede comenzar por la aceptación de uno mismo: circunstancias, carácter, temperamento, fuerzas y debilidades, posibilidades y límites. Esto no es obvio, pues con frecuencia uno no se acepta: hay hastío, protesta, evasión por la imaginación, disfraces y máscaras de lo que somos, no sólo ante los demás sino ante uno mismo. Y esto no es bueno. Pero esconde la realidad de un deseo de crecer, que pertenece a la sabiduría. “Puedo y debo trabajar en mi estructura vital, dándole forma, mejorándola; pero, ante todo, he de decir ‘sí’ a lo que es, pues si no todo se vuelve inauténtico” (ibid., pp. 142s). 

Así, el que se le ha dado por naturaleza un sentido práctico, debe aprovecharlo, pero consciente de que carece de imaginación y creatividad. Mientras que el artista debe sufrir temporadas de vacío y desánimo, Quien es muy sensible ve más, pero sufre más. El que tiene un ánimo frío y no le afecta nada, se arriesga a desconocer grandes aspectos de la existencia humana. Cada uno debe aceptar lo que tiene, purificarlo para servir con ello a los demás, y luchar por lo que no tiene, contando también con los otros. 

En la práctica esto no es fácil. Hay que empezar por llamar bueno a lo bueno, malo a lo malo; sin molestarse cuando algo sale mal o a uno le corrigen. Sólo reconociendo mis propios defectos, que se van conociendo poco a poco, tengo la base real para mi superación. 

También hay que aceptar la situacion vital, la etapa de la vida en la que estamos y la época histórica en la que vivo, sin trata de escaparme de esas realidades: procurando conocerlas y mejorarlas. No se puede escapar hacia el pasado o hacia el futuro, sin valorar lo presente. 

Aquí entra la aceptación del destino (tratado por R. Spaemann en el último capítulo de Ética: cuestiones fundamentales, Pamplona 2010). El destino no es azar, sino resultado de la conexión de elementos interiores y exteriores, algunos de los cuales dependen de nosotros. Primero de nuestras disposiciones, carácter, naturaleza, etc. (de nuevo: aceptarse a sí mismo). Pero además es resultado de nuestra libertad en el día a día, también en lo pequeño que dejamos o no dejamos pasar. 

Aceptarse a sí mismo o al destino puede hacerse difícil cuando viene el dolor o el sufrimiento. Por eso incluye la capacidad de aprender del sufrimiento, sin limitarse a evitarlo, como es lógico, en lo posible; sino tratando de comprenderlo, aprender de él.

Aceptar la propia vida es aceptarla como recibida, recibida de los padres, de la situación histórica y de los antepasados, pero también, cabe pensar con sabiduría, de Dios. 

Según el cristianismo, Dios tiene experiencia de nuestros problemas pues ha tomado carne en Jesucristo, que se hizo vulnerable hasta el extremo, pero con plena libertad. Y en Dios no hay falta de sentido. Un sentido que no es solamente racional sino a la vez amor. Por eso no hay que confundir el hecho de que yo no capte hoy y ahora el sentido de esta situación, con el hecho de que esta situación tiene un sentido en el conjunto de mi vida, que yo debo descubrir y aprovechar con confianza.
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(*) Además del libro que se cita en este artículo, ver la primera parte (original de 1955) de su pequeño libro: “La aceptación de sí mismo; las edades de la vida”, Cristiandad, Madrid 1977; Lumen, Buenos Aires 1992. El tema de la aceptación fue desarrollado por el autor ocho años más tarde en un segundo libro, sobre las virtudes, que es el referido en nuestro texto. Cf. “La aceptación”, en Una ética para nuestro tiempo (originalmente titulado "Tugenden", virtudes, y publicado como segunda parte de La esencia del cristianismo, Cristiandad, Madrid 2007, pp. 139-151); en este caso la aceptación se considera como una virtud junto con otras del ámbito del dominio de sí (como respeto y fidelidad, paciencia y ascetismo, ánimo y valentía, concentración y silencio), de la búsqueda de la verdad y de la solidaridad. 


jueves, 14 de enero de 2021

Cultura del cuidado y promoción de la paz

 
El mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz, del 1 de enero de 2021 se titula “La cultura del cuidado como camino de paz”. Ya por el título vemos que se sitúa en la estela del pontificado cuyo bing-bang se dedicó a ese mismo tema, el 19 de marzo de 2013. Pues, en efecto, la homilía de inicio del ministerio petrino giró en torno a la tarea de custodiar y servir, vista en san José. Ahora nos encontramos de lleno en un punto de ese itinerario, después de la exhortación programática Evangelii gaudium (2013) y las encíclicas Laudato si’ (2015) y Fratelli tutti (2020); y además, precisamente, en un Año de san José, al que se nos ha convocado con la carta Patris corde (8-XII-2020). El contexto sociológico viene marcado por la pandemia del Covid-19.

En efecto, en el comienzo de su pontificado Francisco presentaba a san José como aquél que cuidó del proyecto salvífico centrado en Cristo. Y lo hizo por medio de su propio discernimiento, a partir de los signos de la acción del Espíritu Santo que se perciben cuando se miran con fe y con realismo los acontecimientos.

La imagen escogida por el Papa es la navegación hacia la paz, que es nuestro puerto o nuestra meta. Hacia ahí navegamos, “todos estamos en la misma barca”, como señala en Fratelli tutti. Meses antes, el 27 de marzo había dicho que la pandemia nos ha hecho conscientes de estar una barca frágiles y desorientados. Ahora podemos ver claramente que esa barca es o debe ser la fraternidad, el camino es la justicia y el rumbo, la paz. El Papa desea que la humanidad “pueda progresar en este año por el camino de la fraternidad, la justicia y la paz”.

martes, 10 de noviembre de 2020

Fraternidad, discernimiento, comunicación

 

Trinidad (versión moderna del cuadro de Rublev),
tomada del blog de Diego Fares (diegojavierfares.com)
 
 
¿Cómo relacionar la fraternidad universal con el anuncio y la comunicación de la fe por parte de los cristianos?

1. En un libro publicado poco antes del Concilio Vaticano II, el joven teólogo Joseph Ratzinger se ocupó de La fraternidad de los cristianos (Salamanca 2004, original alemán de 1960). Es provechosa también ahora su lectura, a la luz de la encíclica Fratelli tutti. En el último capítulo de su libro, Ratzinger se pregunta cómo anunciar la fraternidad cristiana y promover la fraternidad universal. Y propone tres formas concretas del servicio cristiano a los “demás”: la misión, la caridad y el sufrimiento. 

sábado, 24 de octubre de 2020

La fraternidad, don y tarea

El objetivo es sugerir algunas pistas para la lectura o relectura de la encíclica Fratelli tutti, sobre su trasfondo, unidad y trazos principales. Después de una introducción, pasamos a cuestiones de método y perspectiva, para terminar subrayando algunos aspectos de los contenidos (*). 

miércoles, 22 de julio de 2020

Desafíos de la evangelización en tiempos de pandemia

En varios lugares se ha recogido una conferencia que Germán Carriquiry –secretario y vicepresidente de la Comisión pontificia para América Latina– pronunció el 8 de julio de 2020, con el título “Tareas y desafíos para la misión de la Iglesia en tiempos de pandemia”.

Aunque se refiere directamente a Latinoamérica, sus consideraciones sin duda sirven, cambiando o concretando lo que sea preciso, para otras regiones y países.

La pandemia supone ante todo, a su juicio, un punto de inflexión, en lo que el papa Francisco llama un cambio de época. “Los tiempos de incertidumbres –señala Carriquiry– han de ser de discernimiento y profecía”; es decir, ocasiones para reconocer la presencia de Dios en medio de nosotros, que nos pide urgentemente detectar, convocar, compartir y aportar todo aquello que pueda servir para ayudar a quienes sufren las consecuencias más penosas de esta situación.

Propone concretamente siete puntos para la reflexión, el diálogo y la acción. Nos detenemos especialmente en los cuatro primeros: la compasión, el discernimiento, la evangelización y la conversión.

lunes, 10 de febrero de 2020

El lenguaje de la evangelización


La fe cristiana mantiene que Dios ha hablado con el hombre. Lo ha hecho pedagógicamente desde antiguo, primero eligiendo un Pueblo para comunicarse con él tomando pie de los acontecimientos de su historia. En la Sagrada Escritura se contiene el testimonio de esa autocomunicación de Dios que preparaba su manifestación plena en Jesucristo. Él es el Hijo eterno de Dios Padre, su Palabra hecha carne, hecho hombre, el lenguaje de Dios plenamente manifestado en la historia, por la acción del Espíritu Santo, y por eso es la “buena noticia” (=Evangelio). Por eso es importante conocer el contexto cultural e histórico de los Evangelios.

Hoy la Palabra de Dios sigue haciéndose lenguaje humano por muchos caminos. Siguiendo el "principio" o la “ley de la Encarnación”, los cristianos hemos de anunciar a Cristo ante todo viviendo en unión con Él, haciendo carne propia la vida de Cristo para el mundo. Nuestra primera palabra es nuestra vida, el testimonio de lo vivido cotidianamente.


Educación de calidad para todos



El próximo evento mundial sobre la educación, convocado por Francisco para el 14 de mayo en Roma, se ve impulsado por el seminario patrocinado por la Pontificia Academia de Ciencias Sociales: “Educación: el pacto mundial”. El discurso del papa (7-II-2020) pone de relieve la necesidad de un acuerdo global, “una alianza educativa amplia con vistas a formar personas maduras, capaces reconstruir el tejido relacionar y crear una humanidad más fraterna”.

En otros términos, se pide que se recomponga el “pacto educativo” entre familia, escuela e instituciones sociales, culturales, religiosas, etc., de modo que haga posible una educación de calidad para todos.

martes, 10 de septiembre de 2019

Paradoja de la belleza cristiana

Icono ortodoxo de la crucifixión (1499-1500)

Según el diccionario del español, paradoja es un hecho o una expresión aparentemente contrario o contradictorio respecto de la lógica. Por ejemplo: “Mira al avaro, en sus riquezas, pobre”.

La realidad está llena de paradojas y la sabiduría cristiana proporciona orientación para situarse ante esa realidad, de modo que la vida sea lo más plena posible. Especialmente los valores, como muestra el cristianismo, presentan una apariencia paradójica que conviene descubrir; también la belleza, que es un camino educativo de primera calidad, especialmente en relación con la vida cristiana. Ese ha sido el tema de un seminario celebrado recientemente en la Universidad Panamericana de Guadalajara-México (29-31/VIII/2019).

1. Cuenta el evangelio de San Lucas que cuando un paralítico fue curado por Jesús, “al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa”. Como consecuencia “el asombro se apoderó de todos”, de modo que decían: “Hoy hemos visto cosas increíbles” (Lc 5, 25-26). El texto original utiliza la palabra griega paradoxa (literalmente, algo contrario a la opinión extraída de la experiencia).

martes, 27 de agosto de 2019

Educación de la moral cristiana

Giotto, La resurrección de Lázaro (1304-1306)
Capilla Scrovegni, Padua (Italia)

Muchos se preguntan hoy por la educación moral y concretamente la educación de la moral cristiana. Además de sus fundamentos antropológicos, es interesante plantearse directamente sus contenidos. ¿En qué consiste la moral cristiana? ¿Añade algo a la ética o “moral humana”? ¿Cuáles son sus contenidos principales y, si se quiere decir así, específicos? Solo teniendo en cuenta esos contenidos puede el educador de la fe plantearse al mismo tiempo los métodos y los recursos didácticos para esa educación.

El Catecismo de la Iglesia Católica explica que la moral cristiana responde a la vocación del hombre: la vida en el espíritu. Ahí se pone de relieve a la vez la alegría y las exigencias que comporta este camino de vida.

La educación para la moral cristiana forma parte de la “catequesis” en su sentido originario como formación de la vida cristiana en todas las edades y no solo para los niños. La moral cristiana tiene unas características que se deducen no solo de la ética o moral racional, sino también específicamente del anuncio de Cristo (kerygma) y del Reino de Dios a través de la misión de la Iglesia (1).

Las características de la educación moral cristiana, según las expone el Catecismo de la Iglesia Católica (ver una síntesis en los nn. 1691-1698), pueden resumirse en los siguientes puntos.

lunes, 19 de agosto de 2019

Sobre los fundamentos antropológicos y la educación de la moral

M. Chagall, Adán.
Vidriera en St Esteban de Maguncia (Mainz)


En 1984 señalaba el cardenal Ratzinger: “Cada vez es más evidente que la auténtica enfermedad del mundo moderno es su déficit moral[1].

Refiere el caso de un pensador ruso que, en una visita a Ratisbona comparó la humanidad de hoy, con su miedo a los misiles, a un hombre que vive continuamente con el pánico de que su casa sea consumida por el fuego y ya no puede pensar ni hacer otra cosa que prevenir el incendio. “Pero no se da cuenta de que tiene cáncer y que no va a morir en el incendio sino por la descomposición de su organismo a causa de las células cancerígenas”[2].

Pues bien –observaba ese autor–, la humanidad de hoy está en una situación parecida por una descomposición moral que la arruina desde dentro. Y por tanto la correcta preocupación por la supervivencia debe dirigirse ante todo a la terapia de esta enfermedad mortal que es el origen de todos los demás problemas.

El entonces cardenal Ratzinger considera válido este análisis, y plantea, en una reunión de médicos, cómo podemos conocer lo que es bueno para el hombre, y desde ahí cómo podemos diagnosticar y curar lo que no es tan bueno.

sábado, 10 de agosto de 2019

Renovar la educación de la fe



El autor de este blog ha publicado el libro "Renovar la educación de la fe. Claves del Catecismo de la Iglesia Católica" (ed. Eunsa, Pamplona, en colaboración con el servicio de publicaciones de la Universidad Panamericana, sede Guadalajara-México, 2019), 280 pp. 

En 2017 se cumplieron veinticinco años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, un texto destinado probablemente a «durar» varios siglos.

Ante las necesidades de nuestros días, hemos reelaborado y repensado trabajos anteriores sobre el Catecismo y su compendio. Hemos tenido, además, en cuenta algunos desarrollos que se han realizado, en cuanto a los contenidos del Catecismo, sobre todo por parte del Magisterio y particularmente el de los últimos papas, en estas casi tres décadas.

Nuestra intención es mostrar la importancia y actualidad de este instrumento educativo para la renovación de la comunicación y la transmisión de la fe cristiana en nuestro tiempo.

lunes, 15 de abril de 2019

Dios, Cristo y la Iglesia




Jesús dormido en la barca durante la tormenta
Catedral de San Vicente (ss. XI-XVI),
Borgoña (Francia)

Como ha informado Vatican News, se ha hecho público un artículo del papa emérito, Benedicto XVI, con sus reflexiones sobre el tema de “la Iglesia y los abusos sexuales”.

Después de interpretar el contexto sociológico de lo que ocurrió a partir de los años 60 del pasado siglo –sobre todo en relación con la moralidad– y sus implicaciones para la Iglesia y la formación de los sacerdotes, ofrece tres conclusiones que coinciden con los tres temas principales de su libro de 1968, “Introducción al cristianismo”: Dios, Cristo y la Iglesia.

domingo, 31 de marzo de 2019

La fe, al servicio de la cultura y de la sociedad

La perspectiva de la fe cristiana aporta una potente luz al discernimiento de la tarea educativa, tanto en la escuela como en la universidad. En esta última además, fomenta una verdadera “revolución cultural” al servicio de la sociedad. Lo ha dicho Francisco citando un documento sobre la renovación de los estudios en las universidades y facultades de la Iglesia.

El papa se extendió sobre este tema en una meditación que dirigió en la Pontificia Universidad Lateranense, el pasado 26 de marzo.

Partió de la liturgia del día (Dn 3, 25. 34-43). Un pasaje del libro de Daniel, donde se presenta la oración de tres jóvenes –arrojados a un horno de fuego por negarse a adorar una estatua del rey de Babilonia– y como Dios les libró de todo mal. Siempre pasa así, señaló Francisco: “Escuchar la Escritura a partir de la realidad del “hoy” desvela y comunica ulteriores significados que en ella se contienen”. Para dar valor a los creyentes ante las persecuciones sufridas por su fe, el libro recuerda los personajes ilustres que vivieron la fidelidad a Dios y su Torá. Así “la memoria del pasado nos trae no solo un mensaje, sino que nos aporta la fuerza de la pertenencia a un pueblo”.

Podemos dividir la intervención de Francisco en tres pasos: 1) presentación del contexto actual en relación con el camino académico; 2) llamada de atención ante una cultura individualista y consejo de cultivar una memoria agradecida; 3) propuesta de una tarea intelectual y educativa que esté vivificada por el espíritu cristiano, en el horizonte de la verdad y del amor.

jueves, 7 de marzo de 2019

Jesucristo, vida verdadera y eterna

A propósito de “la protección de los menores en la Iglesia” (Francisco, Discurso, 24-II-2019) y para contribuir a esta tarea en el conjunto de la sociedad, los educadores de la fe deberíamos hacernos algunas preguntas: ¿cómo se explican las incongruencias, y a veces los delitos, de personas que dicen tener fe y que incluso tienen como misión la de educar a otros? ¿Qué tipo de educación hay que dar a los cristianos, comenzando por los educadores? ¿Podría bastar una educación suficientemente ética, como señalan algunos?

Esto no significa echar las culpas de todo a una mala educación recibida por quienes cometen abusos, ni tampoco lo contrario: afirmar que la única causa y por tanto el único remedio para evitar los problemas sea una buena educación o formación. Pero es nuestra responsabilidad preguntarnos cómo puede contribuir la educación de la fe en estas cuestiones.

Conviene preguntarse antes: ¿qué es la fe?, ¿qué implica la fe para la vida?, ¿cómo educar la coherencia de los cristianos en su colaboración con todos para la búsqueda del bien común?

jueves, 29 de noviembre de 2018

Buscar a Cristo en el Decálogo de los Mandamientos

En su presentación de la serie de películas "Decálogo" -del cineasta polaco K. Kieslowski, 1989-, dice Roger Ebert: "Al final uno ve que los mandamientos funcionan no como ciencia sino como arte; son instrucciones para pintar, con nuestras vidas, un retrato que valga la pena". Una buena manera de introducirse en el significado de los Mandamientos, aunque solo fuera desde el punto de vista ético.

Al concluir sus catequesis sobre los Mandamientos (del 13 de junio al 28 de noviembre de 2018), el Papa Francisco ha resumido el significado del Decálogo en una perspectiva cristiana de conjunto.

El Decálogo supone una liberación de las idolatrías y, como fruto de la acción del Espíritu Santo con su gracia, un corazón nuevo. Eso comporta el “don de deseos nuevos” (cf. Rm 8, 6) y nos viene con Jesús, que lleva a la plenitud los Mandamientos. El Decálogo es como una “radiografía” de Cristo. En ella se trasluce la vida cristiana como una existencia agradecida y libre, auténtica y adulta, protectora y amante de la vida, fiel, generosa y sincera.

Es el Espíritu Santo el que fecunda nuestro corazón introduciendo en él, como un don, los deseos del Espíritu y, con ellos, el ritmo del Espíritu y la música del Espíritu. En el cristiano que secunda los deseos del Espíritu, brotan la fe, la esperanza y el amor.  Y esto le hace partícipe de la belleza, del bien y de la verdad que están plenamente en Cristo.

lunes, 1 de octubre de 2018

Liturgia y educación de la afectividad


¿Cómo ayuda la liturgia a formar la personalidad, los valores auténticos, la afectividad?
Junto con la oración y el combate espiritual (cf. Exhort. Gaudete et exsultate, capítulo V, nn. 150-175), la liturgia es un medio importante para la formación de la personalidad del cristiano. Hoy muchos lo desconocen. La educación de la fe necesita una buena formación litúrgica y catequético-sacramental (“mistagógica”).