domingo, 30 de diciembre de 2012

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Navidad, el más bello escondite

(Buscar el sitio para Dios y para los otros)

 
EL Greco, La adoración de los pastores (1612-1614)
Museo del Prado (Madrid)

“Jehel, un joven muchacho (judío), entró llorando precipitadamente en casa de su abuelo, el famoso Rabí Baruch. Gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas, mientras se lamentaba: mi amigo me ha abandonado, ha sido injusto y poco amable conmigo. Vamos, vamos, ¿no puedes explicármelo más despacio?, le preguntó el maestro. Sí, respondió el pequeño, hemos jugado al escondite. Y yo me he escondido tan bien que mi amigo no ha podido encontrarme. Así pues, ha dejado de buscarme y se ha ido. ¿No ha sido antipático? El más bello escondite ha perdido su belleza, porque mi amigo ha interrumpido el juego.

      En ese momento el maestro le acarició las mejillas, al tiempo que los ojos se le inundaban de lágrimas. A continuación dijo: sí, eso es muy poco cortés. Pero, ¿sabes?, lo mismo ocurre con Dios. Él se ha ocultado y nosotros lo buscamos. Imagínate lo que esto significa: Dios se ha ocultado y nosotros no lo buscamos ni siquiera una vez”.

    En esta pequeña historia -escribió Joseph Ratzinger- se puede descubrir el misterio de la Navidad...


Dios se revela y se esconde

      Hasta aquí la historia rabínica registrada por Elie Wiesel, que Joseph Ratzinger recoge en uno de sus libros (Cooperadores de la verdad, ed. Rialp 1991, pp. 488s). Y añade, pensando en ese Niño que es el rostro de Dios al mismo tiempo que lo esconde, para que no nos asustemos ante su infinitud y nos sintamos movidos a acogerle:

     “En esta pequeña historia se puede descubrir de un modo manifiesto el misterio de la Navidad. Dios se oculta. Espera que la criatura se ponga en camino, que surja un nuevo y libre sí dirigido a Él, que en la criatura tenga lugar el acontecimiento del amor.


No hubo posada... ¿Y ahora? 

     En la misma línea se ha situado Benedicto XVI en esta Nochebuena de 2012, al plantearse qué quiere decir hoy que “no hubo posada” para Dios (cf. Lc 2, 7).

     Entiende que al hacerse niño, es como si Dios nos dijera: “Sé que mi esplendor te asusta, que ante mi grandeza tratas de afianzarte tú mismo. Pues bien, vengo por tanto a ti como niño, para que puedas acogerme y amarme”. Y sin embargo no hubo lugar para Él entonces. ¿Y ahora?

     Se plantea el Papa “Surge inevitablemente la pregunta sobre qué pasaría si María y José llamaran a mi puerta. ¿Habría lugar para ellos?”. El evangelista Juan da una respuesta en profundidad a esta interpelación, cuando escribe: “Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11).

     Y deduce Benedicto XVI: “Así que la gran cuestión moral de lo que sucede entre nosotros a propósito de los prófugos, los refugiados, los emigrantes, alcanza un sentido más fundamental aún: ¿Tenemos un puesto para Dios cuando él trata de entrar en nosotros? ¿Tenemos tiempo y espacio para él? ¿No es precisamente a Dios mismo al que rechazamos?


No tenemos tiempo, ni pensamiento, ni sentimientos ni deseos, donde quepa Dios...


     A continuación describe el Papa el proceso de nuestro “no” a Dios (en nuestro tiempo, en nuestro pensamiento, en nuestros sentimientos y deseos), que tiene como consecuencia nuestro “no” a los otros, especialmente a los más necesitados:

    No tenemos tiempo para Dios: “Y así se comienza porque no tenemos tiempo para Dios. Cuanto más rápidamente nos movemos, cuanto más eficaces son los medios que nos permiten ahorrar tiempo, menos tiempo nos queda disponible. ¿Y Dios? Lo que se refiere a él, nunca parece urgente. Nuestro tiempo ya está completamente ocupado”.

     No queremos admitirle en nuestro pensamiento: “La cuestión va todavía más a fondo. ¿Tiene Dios realmente un lugar en nuestro pensamiento? La metodología de nuestro pensar está planteada de tal manera que, en el fondo, él no debe existir. Aunque parece llamar a la puerta de nuestro pensamiento, debe ser rechazado con algún razonamiento. Para que se sea considerado serio, el pensamiento debe estar configurado de manera que la ‘hipótesis Dios’ sea superflua”

      Tampoco le damos cabida en nuestros sentimientos y deseos: “Nosotros nos queremos a nosotros mismos, queremos las cosas tangibles, la felicidad que se pueda experimentar, el éxito de nuestros proyectos personales y de nuestras intenciones”.


...Y por tanto, tampoco tenemos espacio para los más necesitados 


     En conclusión: “Estamos completamente ‘llenos’ de nosotros mismos, de modo que ya no queda espacio alguno para Dios. Y, por eso, tampoco queda espacio para los otros, para los niños, los pobres, los extranjeros

     Y así se entiende bien, dice Benedicto XVI, que san Pablo nos hable de transformación, de renovación de nuestra mente (cf. Rm 12, 2), “del modo en que vemos el mundo y nos vemos a nosotros mismos”. Con otras palabras: “La conversión que necesitamos debe llegar verdaderamente hasta las profundidades de nuestra relación con la realidad”.


Escuchar a Dios que llama, y abrirle las puertas, a Él y a los demás


     De ahí la invitación del Papa: “Roguemos al Señor para que estemos vigilantes ante su presencia, para que oigamos cómo él llama, de manera callada pero insistente, a la puerta de nuestro ser y de nuestro querer. Oremos para que se cree en nuestro interior un espacio para él. Y para que, de este modo, podamos reconocerlo también en aquellos a través de los cuales se dirige a nosotros: en los niños, en los que sufren, en los abandonados, los marginados y los pobres de este mundo”.

     En efecto. Dios se manifiesta en ese Niño y a la vez se esconde para que su esplendor no nos deslumbre, para que su grandeza no nos asuste ni suscite nuestra rebelión, para que podamos acogerlo y amarlo. Y así también pueda surgir en nosotros –en nuestro tiempo, en nuestro pensamiento, en nuestros sentimientos y deseos– ese “espacio” para los más débiles y pequeños de este mundo. En ellos, en cada uno de ellos, y siempre que sus necesidades llaman “de manera callada pero insistente” a nuestras puertas, acontece la Navidad. Y nos sigue invitando a buscar el sitio, a abrir las puertas a Dios y a los demás. 


(publicado en www.cope.es, 29-XII-2012)

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