¿Cómo presentar hoy la Iglesia en el currículo de religión católica? ¿Qué es la Iglesia, quiénes la componen, cuál es su misión? (*)
La Iglesia, comunidad de los discípulos de Jesucristo
1. En el contexto actual de nuestra cultura, la Iglesia puede presentarse como la comunidad de los discípulos de Jesucristo. Es decir, el “nosotros” de los cristianos, el hogar espiritual y la familia humana en la que recibimos y vivimos la fe. Esta comunidad de discípulos tiene en la sociedad la misión de anunciar el amor manifestado por Dios en Cristo, en diálogo con otras religiones y también con los no creyentes.
La Iglesia no se opone a los valores de verdad, de bien y de belleza de los que están dotados las distintas regiones, naciones y continentes. Al contrario, asume todo lo que de razonable y noble hay en ellos. Y las ayuda a sacar lo mejor de sí mismas al servicio de las personas y del bien común, de la justicia y de la paz. Como institución, se presenta al lado de otras instituciones humanas y sociales, si bien se considera, a la vez, fundada y establecida con elementos no puramente sociológicos, sino trascendentales.
La mayor parte de los cristianos son los llamados fieles laicos. Viven su fe en el seno de las actividades ordinarias: en los trabajos y en las familias, las relaciones sociales y culturales, el ocio y el deporte. Esto quiere decir que la fe cristiana tiene importantes implicaciones sociales y públicas. Los ministros de la Iglesia comprenden y viven su misión al servicio de todas las personas. Y lo mismo hacen los miembros de la vida religiosa y los consagrados, cuando de múltiples formas dan un testimonio y un servicio que contribuye tanto al bien de las personas como a la paz y al entendimiento entre los pueblos.
Por tanto, la Iglesia no propone una religión meramente privada, al margen de la vida social, del mundo y del progreso. Al contrario, la fe cristiana se apoya en valores del espíritu, que están en las raíces de la cultura occidental y tienen la capacidad para desarrollar la fe en diálogo con las otras religiones y culturas. Todo ello ha de contar con las limitaciones personales e históricas de la presencia cristiana en la sociedad, y necesita de la educación de un buen sentido crítico (que incluye la capacidad para una sana autocrítica).
En suma, el espíritu de familia y de fraternidad que se promueve desde la Iglesia no es un espíritu cerrado, sino abierto a la fraternidad universal y al cuidado por la Tierra para el bien de todos, al servicio de un verdadero humanismo integral y de una ecología igualmente integral. En un mundo donde el individualismo tiende a regular las relaciones entre las personas, la misión de la Iglesia, como familia espiritual de los cristianos y también como institución al servicio de la sociedad, fomenta el despliegue de todo lo humano, el entendimiento y el diálogo, la justicia y la comprensión, desde el interior de las personas y de las familias hasta el ámbito de las relaciones sociales, nacionales e internacionales.
Fe, liturgia y servicio centrado en el amor
2. Así vemos cómo la fe cristiana, en diálogo con la razón, refuerza el respeto y el cuidado por las otras personas, los demás seres vivos y los otros seres y elementos del mundo.
La liturgia cristiana, que proclama la Palabra de Dios en la celebración de los sacramentos, educa el sentido de la comunidad y los vínculos que la hacen más real y profunda. Primero, entre los cristianos. Al mismo tiempo, esos vínculos se extienden a otras comunidades y realidades. Y se proponen como cauces para una vida más plena.
La ética que surge de la fe cristiana desemboca en el espíritu de servicio y está centrada en el amor, que proporciona a la vida humana la unidad, la eficacia y el acierto en las realizaciones personales, sociales y culturales. Incluyendo la doctrina social de la Iglesia, la ética cristiana responde al anhelo de felicidad que existe en el corazón humano. Por eso mismo contribuye amablemente a que cada persona pueda ofrecerse, como don a los otros. Y especialmente a los más frágiles y desfavorecidos.
Como consecuencia e instrumento de todo ello, el mensaje cristiano y la educación de inspiración cristiana no limitan, sino que humanizan la vida y el mundo.
Cuatro principios o criterios inspiradores
Para concretar un poco más en relación con el currículo, me gustaría indicar cuatro principios o criterios que me parecen interesantes:
1º) Por su propio desarrollo histórico, la eclesiología es un buen lugar y observatorio para perfilar la identidad cristiana, en diálogo con las culturas. Esto es lo que hemos hecho desde el principio los cristianos y vamos teniendo cada vez más experiencia, centrada e iluminada por la fe, los sacramentos y la caridad. Este principio de inculturación va enriqueciendo las expresiones de nuestro mensaje y, a la vez, ampliando nuestra mente y nuestro corazón. La Iglesia vive a través de las personas, en los pueblos y en las culturas, también en la cultura de la globalización y de la imagen, en nuestra cultura digital.
2º) Al mismo tiempo, la eclesiología sabe hoy de qué formas no debe presentarse el estudio de la Iglesia, para exponer lo que es y desea ser cada vez mejor: no es una institución distinta de los cristianos de a pie, ni una institución que estuviera preocupada ante todo por sí misma. Como bien se ha dicho, el principio de una Iglesia en salida (Francisco) se une con el de una educación en salida. También la verdadera reforma en la Iglesia (Congar) pasa por la educación de la fe, como contribución a la comunión eclesial y como servicio al bien común de la sociedad.
3º) El Concilio Vaticano II, que sigue siendo brújula para nuestro tiempo (Benedicto XVI), nos ha ofrecido claves y pautas para presentar la Iglesia: ella da la luz que recibe de Cristo; goza, espera y trabaja (cada uno desde su propia condición y vocación) en favor de todas las personas, sobre todo las más débiles. Comparte una sabiduría que es para todos y una vida plena que ofrece a todos. Anuncia con alegría, incluso en medio de dificultades y persecuciones, la buena noticia de la salvación, como semilla de fraternidad y de cuidado por el mundo creado.
4º) En el diseño del currículo, la eclesiología debería articularse con todo lo que se refiere a la educación de la persona en su relación bipolar con la comunidad humana; por tanto, como ser que madura en sus relaciones familiares y socioculturales. Y todo ello, en referencia tanto a las dimensiones o competencias más cognitivas, como en las más afectivas y también en las sociales y trascendentes.
La Iglesia vive en los cristianos y en el marco pluralista de nuestra sociedad. Su misión sirve a las personas y al mundo. Para su tarea educativa se apoya lógicamente en la aportación de las ciencias humanas, desde las neurociencias hasta la psicopedagogía, como por ejemplo, la categoría de “inteligencia espiritual”.
Desde ahí (y esto implica una adecuada visión antropológica y ética) se pueden mostrar los elementos que aporta el mensaje cristiano, para entender y vivir la unidad y la diversidad dentro de la Iglesia, así como su servicio a la sociedad y al mundo, la participación de los cristianos en el ecumenismo, el diálogo con las religiones y también con los no creyentes.
En resumen: inculturación del mensaje cristiano, Iglesia en salida, referencia a las claves del concilio Vaticano II, centralidad bifocal o bipolar de la persona y la comunidad humana.
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