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(Imagen: Báculo con Cordero de Dios (h. 1360-1440) pintado en hueso con elementos de oro. Metropolitan museum, New York)
La Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe Communionis notio, sobre algunos aspectos de la Iglesia considerada como Comunión (28-V-1992) (*), dedica su tercera parte (nn. 11-14) a la relación entre la comunión de las Iglesias, la Eucaristía y el episcopado.
[Comienza desarrollando por qué la comunión de las Iglesias particulares tiene su fundamento, además de en la misma fe y el Bautismo común, en la Eucaristía. Esto es así porque la celebración de la Eucaristía es imagen y presencia de la Iglesia como tal, una e indivisible, universal y, a la vez, acoge en su plenitud a cada Iglesia particular. Esto hace imposible la autosuficiencia de la Iglesia particular, en cuanto que no se sostiene en sí misma, sino en la comunión con todas las demás]
Comunión de las Iglesias y Eucaristía
(n. 11) “La unidad o comunión entre las Iglesias particulares en la Iglesia universal, además de en la misma fe y en el Bautismo común, está radicada sobre todo en la Eucaristía y en el Episcopado.
Está radicada en la Eucaristía porque el Sacrificio eucarístico, aun celebrándose siempre en una particular comunidad, no es nunca celebración de esa sola comunidad: ésta, en efecto, recibiendo la presencia eucarística del Señor, recibe el don completo de la salvación, y se manifiesta así, a pesar de su permanente particularidad visible, como imagen y verdadera presencia de la Iglesia una, santa, católica y apostólica (Cf. LG 26).
El redescubrimiento de una eclesiología eucarística, con sus indudables valores, se ha expresado sin embargo a veces con acentuaciones unilaterales del principio de la Iglesia local. Se afirma que donde se celebra la Eucaristía, se haría presente la totalidad del misterio de la Iglesia, de modo que habría que considerar no-esencial cualquier otro principio de unidad y de universalidad. Otras concepciones, bajo influjos teológicos diversos, tienden a radicalizar aún más esta perspectiva particular de la Iglesia, hasta el punto de considerar que es el mismo reunirse en el nombre de Jesús (cfr. Mt 18, 20) lo que genera la Iglesia: la asamblea que en el nombre de Cristo se hace comunidad, tendría en sí los poderes de la Iglesia, incluido el relativo a la Eucaristía; la Iglesia, como algunos dicen, nacería "de la base". Estos y otros errores similares no tienen suficientemente en cuenta que es precisamente la Eucaristía la que hace imposible toda autosuficiencia de la Iglesia particular. En efecto, la unicidad e indivisibilidad del Cuerpo eucarístico del Señor implica la unicidad de su Cuerpo místico, que es la Iglesia una e indivisible. Desde el centro eucarístico surge la necesaria apertura de cada comunidad celebrante, de cada Iglesia particular: del dejarse atraer por los brazos abiertos del Señor se sigue la inserción en su Cuerpo, único e indiviso. También por esto, la existencia del ministerio Petrino, fundamento de la unidad del Episcopado y de la Iglesia universal, está en profunda correspondencia con la índole eucarística de la Iglesia”.
Comunión de las Iglesias y unidad del Episcopado
[En segundo lugar, la comunión de las Iglesias particulares en la Iglesia universal se fundamenta también en la unidad del Episcopado, que comporta la existencia de una Cabeza (el Papa) como elemento interior de la Iglesia particular]
(12) Efectivamente, la unidad de la Iglesia está también fundamentada en la unidad del Episcopado (cf. LG 18b, 21b y 22a). Como la idea misma de Cuerpo de las Iglesias reclama la existencia de una Iglesia Cabeza de las Iglesias, que es precisamente la Iglesia de Roma, que "preside la comunión universal de la caridad” (S. Ignacio de Antioquía), así la unidad del Episcopado comporta la existencia de un Obispo Cabeza del Cuerpo o Colegio de los Obispos, que es el Romano Pontífice (cf. LG 22b). De la unidad del Episcopado, como de la unidad de la entera Iglesia, "el Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, es principio y fundamento perpetuo y visible" (LG 23a). Esta unidad del Episcopado se perpetúa a lo largo de los siglos mediante la sucesión apostólica, y es también fundamento de la identidad de la Iglesia de cada época con la Iglesia edificada por Cristo sobre Pedro y sobre los demás Apóstoles (cf. LG 20).
El primado como “elemento interior” a la Iglesia particular
(13) El Obispo es principio y fundamento visible de la unidad en la Iglesia particular confiada a su ministerio pastoral (cf. LG 23a), pero para que cada Iglesia particular sea plenamente Iglesia, es decir, presencia particular de la Iglesia universal con todos sus elementos esenciales, y por lo tanto constituida a imagen de la Iglesia universal, debe hallarse presente en ella, como elemento propio, la suprema autoridad de la Iglesia: el Colegio episcopal "junto con su Cabeza el Romano Pontífice, y jamás sin ella" (Ib. 22b y 19). El Primado del Obispo de Roma y el Colegio episcopal son elementos propios de la Iglesia universal "no derivados de la particularidad de las Iglesias" (Juan Pablo II, Discurso a la Curia Romana, 20-XII-1990, n. 9), pero interiores a cada Iglesia particular. Por tanto, "debemos ver el ministerio del Sucesor de Pedro, no sólo como un servicio 'global' que alcanza a toda Iglesia particular 'desde fuera', sino como perteneciente ya a la esencia de cada Iglesia particular 'desde dentro'" (Id., Discurso a los Obispos de los Estados Unidos de América, 16-IX-1987, n. 4). En efecto, el ministerio del Primado comporta esencialmente una potestad verdaderamente episcopal, no sólo suprema, plena y universal, sino también inmediata, sobre todos, tanto sobre los Pastores como sobre los demás fieles (cf. LG 22b). Que el ministerio del Sucesor de Pedro sea interior a cada Iglesia particular, es expresión necesaria de aquella fundamental mutua interioridad entre Iglesia universal e Iglesia particular (Communionis notio, 9)
(14) Unidad de la Eucaristía y unidad del Episcopado con Pedro y bajo Pedro no son raíces independientes de la unidad de la Iglesia, porque Cristo ha instituido la Eucaristía y el Episcopado como realidades esencialmente vinculadas (cf. LG 26).
El Episcopado es uno como una es la Eucaristía: el único Sacrificio del único Cristo muerto y resucitado. La liturgia expresa de varios modos esta realidad, manifestando, por ejemplo, que toda celebración de la Eucaristía se realiza en unión no sólo con el propio Obispo sino también con el Papa, con el orden episcopal, con todo el clero y con el entero pueblo (Misal Romano, Plegaria Eucarística III). Toda válida celebración de la Eucaristía expresa esta comunión universal con Pedro y con la Iglesia entera, o la reclama objetivamente, como en el caso de las Iglesias cristianas separadas de Roma (cf. LG 8b)”.
Comunión de las Iglesias y Eucaristía
(n. 11) “La unidad o comunión entre las Iglesias particulares en la Iglesia universal, además de en la misma fe y en el Bautismo común, está radicada sobre todo en la Eucaristía y en el Episcopado.
Está radicada en la Eucaristía porque el Sacrificio eucarístico, aun celebrándose siempre en una particular comunidad, no es nunca celebración de esa sola comunidad: ésta, en efecto, recibiendo la presencia eucarística del Señor, recibe el don completo de la salvación, y se manifiesta así, a pesar de su permanente particularidad visible, como imagen y verdadera presencia de la Iglesia una, santa, católica y apostólica (Cf. LG 26).
El redescubrimiento de una eclesiología eucarística, con sus indudables valores, se ha expresado sin embargo a veces con acentuaciones unilaterales del principio de la Iglesia local. Se afirma que donde se celebra la Eucaristía, se haría presente la totalidad del misterio de la Iglesia, de modo que habría que considerar no-esencial cualquier otro principio de unidad y de universalidad. Otras concepciones, bajo influjos teológicos diversos, tienden a radicalizar aún más esta perspectiva particular de la Iglesia, hasta el punto de considerar que es el mismo reunirse en el nombre de Jesús (cfr. Mt 18, 20) lo que genera la Iglesia: la asamblea que en el nombre de Cristo se hace comunidad, tendría en sí los poderes de la Iglesia, incluido el relativo a la Eucaristía; la Iglesia, como algunos dicen, nacería "de la base". Estos y otros errores similares no tienen suficientemente en cuenta que es precisamente la Eucaristía la que hace imposible toda autosuficiencia de la Iglesia particular. En efecto, la unicidad e indivisibilidad del Cuerpo eucarístico del Señor implica la unicidad de su Cuerpo místico, que es la Iglesia una e indivisible. Desde el centro eucarístico surge la necesaria apertura de cada comunidad celebrante, de cada Iglesia particular: del dejarse atraer por los brazos abiertos del Señor se sigue la inserción en su Cuerpo, único e indiviso. También por esto, la existencia del ministerio Petrino, fundamento de la unidad del Episcopado y de la Iglesia universal, está en profunda correspondencia con la índole eucarística de la Iglesia”.
Comunión de las Iglesias y unidad del Episcopado
[En segundo lugar, la comunión de las Iglesias particulares en la Iglesia universal se fundamenta también en la unidad del Episcopado, que comporta la existencia de una Cabeza (el Papa) como elemento interior de la Iglesia particular]
(12) Efectivamente, la unidad de la Iglesia está también fundamentada en la unidad del Episcopado (cf. LG 18b, 21b y 22a). Como la idea misma de Cuerpo de las Iglesias reclama la existencia de una Iglesia Cabeza de las Iglesias, que es precisamente la Iglesia de Roma, que "preside la comunión universal de la caridad” (S. Ignacio de Antioquía), así la unidad del Episcopado comporta la existencia de un Obispo Cabeza del Cuerpo o Colegio de los Obispos, que es el Romano Pontífice (cf. LG 22b). De la unidad del Episcopado, como de la unidad de la entera Iglesia, "el Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, es principio y fundamento perpetuo y visible" (LG 23a). Esta unidad del Episcopado se perpetúa a lo largo de los siglos mediante la sucesión apostólica, y es también fundamento de la identidad de la Iglesia de cada época con la Iglesia edificada por Cristo sobre Pedro y sobre los demás Apóstoles (cf. LG 20).
El primado como “elemento interior” a la Iglesia particular
(13) El Obispo es principio y fundamento visible de la unidad en la Iglesia particular confiada a su ministerio pastoral (cf. LG 23a), pero para que cada Iglesia particular sea plenamente Iglesia, es decir, presencia particular de la Iglesia universal con todos sus elementos esenciales, y por lo tanto constituida a imagen de la Iglesia universal, debe hallarse presente en ella, como elemento propio, la suprema autoridad de la Iglesia: el Colegio episcopal "junto con su Cabeza el Romano Pontífice, y jamás sin ella" (Ib. 22b y 19). El Primado del Obispo de Roma y el Colegio episcopal son elementos propios de la Iglesia universal "no derivados de la particularidad de las Iglesias" (Juan Pablo II, Discurso a la Curia Romana, 20-XII-1990, n. 9), pero interiores a cada Iglesia particular. Por tanto, "debemos ver el ministerio del Sucesor de Pedro, no sólo como un servicio 'global' que alcanza a toda Iglesia particular 'desde fuera', sino como perteneciente ya a la esencia de cada Iglesia particular 'desde dentro'" (Id., Discurso a los Obispos de los Estados Unidos de América, 16-IX-1987, n. 4). En efecto, el ministerio del Primado comporta esencialmente una potestad verdaderamente episcopal, no sólo suprema, plena y universal, sino también inmediata, sobre todos, tanto sobre los Pastores como sobre los demás fieles (cf. LG 22b). Que el ministerio del Sucesor de Pedro sea interior a cada Iglesia particular, es expresión necesaria de aquella fundamental mutua interioridad entre Iglesia universal e Iglesia particular (Communionis notio, 9)
(14) Unidad de la Eucaristía y unidad del Episcopado con Pedro y bajo Pedro no son raíces independientes de la unidad de la Iglesia, porque Cristo ha instituido la Eucaristía y el Episcopado como realidades esencialmente vinculadas (cf. LG 26).
El Episcopado es uno como una es la Eucaristía: el único Sacrificio del único Cristo muerto y resucitado. La liturgia expresa de varios modos esta realidad, manifestando, por ejemplo, que toda celebración de la Eucaristía se realiza en unión no sólo con el propio Obispo sino también con el Papa, con el orden episcopal, con todo el clero y con el entero pueblo (Misal Romano, Plegaria Eucarística III). Toda válida celebración de la Eucaristía expresa esta comunión universal con Pedro y con la Iglesia entera, o la reclama objetivamente, como en el caso de las Iglesias cristianas separadas de Roma (cf. LG 8b)”.
(*) Teniendo en cuenta que este documento es fácilmente asequible en la web del Vaticano (www.vatican.va), hemos simplificado las notas, dejando entre paréntesis solo las referencias a los documentos magisteriales del Concilio Vaticano II y posteriores.
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