El mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2025 (“Perdona nuestras ofensas, concédenos la paz”) se inscribe en el Jubileo recién comenzado. Tiene cuatro partes.
Ante todo, se invita a situarnos “escuchando el grito de la humanidad amenazada” por tantas injusticias que son resultado de los pecados (Juan Pablo II habló de las “estructuras pecado”, enc. Sollicitudo rei socialis, 36). Conviene que “todos, juntos y personalmente, nos sintamos llamados a romper las cadenas de la injusticia y, así, proclamar la justicia de Dios” (Mensaje, n. 4).En la segunda parte se pide “Un cambio cultural: todos somos deudores”. “El cambio cultural y estructural para superar esta crisis se realizará cuando finalmente nos reconozcamos todos hijos del Padre y, ante Él, nos confesemos todos deudores, pero también todos necesarios, necesarios unos de otros” (n. 8).
Tres propuestas en la Jornada jubilar de la Paz
En tercer lugar, Francisco hace tres propuestas concretas (cf. n. 11):
1) “una notable reducción si no una total condonación, de la deuda internacional que grava sobre el destino de muchas naciones” (Juan Pablo II, Carta ap. Tertio millennio ineunte, 51);
2) “la eliminación de la pena de muerte en todas las naciones” (cf. Bula Spes non confundit, para el jubileo de 2025, 10); y
3) “la constitución de un fondo mundial que elimine definitivamente el hambre” y facilite a los países más pobres un desarrollo sostenible, contrastando el cambio climático (cf. enc. Fratelli tutti, 262 y otras intervenciones recientes del Papa).
La última parte se titula “La meta de la paz”. Esta pasa por un cambio profundo y práctico de actitudes a nivel personal y social, un “desarme del corazón” (Juan XXIII). “A veces –dice Francisco–, es suficiente algo sencillo, como ‘una sonrisa, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un servicio gratuito’ (n. 14 del mensaje, cf. Spes non confundit, 18). Porque, “en efecto, la paz no se alcanza solo con el final de la guerra, sino con el inicio de un mundo nuevo, un mundo en el que nos descubrimos diferentes, más unidos y más hermanos de lo que habíamos imaginado”.
En las vísperas de la solemnidad de Santa María, Madre de Dios (31-XII-2024) señalaba el Papa: “La esperanza de un mundo fraterno no es una ideología, no es un sistema económico, no es el progreso tecnológico. La esperanza de un mundo fraterno es Él, el Hijo encarnado, enviado del Padre para que todos podamos llegar a ser lo que somos, es decir, hijos del Padre que está en el cielo, y por tanto hermanos y hermanas entre nosotros”.
La última parte se titula “La meta de la paz”. Esta pasa por un cambio profundo y práctico de actitudes a nivel personal y social, un “desarme del corazón” (Juan XXIII). “A veces –dice Francisco–, es suficiente algo sencillo, como ‘una sonrisa, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un servicio gratuito’ (n. 14 del mensaje, cf. Spes non confundit, 18). Porque, “en efecto, la paz no se alcanza solo con el final de la guerra, sino con el inicio de un mundo nuevo, un mundo en el que nos descubrimos diferentes, más unidos y más hermanos de lo que habíamos imaginado”.
En las vísperas de la solemnidad de Santa María, Madre de Dios (31-XII-2024) señalaba el Papa: “La esperanza de un mundo fraterno no es una ideología, no es un sistema económico, no es el progreso tecnológico. La esperanza de un mundo fraterno es Él, el Hijo encarnado, enviado del Padre para que todos podamos llegar a ser lo que somos, es decir, hijos del Padre que está en el cielo, y por tanto hermanos y hermanas entre nosotros”.
María, “puerta” de esperanza
La Jornada mundial de la paz y comienzo del año jubilar quedan enmarcados en la fiesta más importante de María, Madre de Dios y, por tanto de la Iglesia y de los cristianos. “María es la puerta a través de la cual Cristo entró en el mundo” (S. Ambrosio, Epístola 42, 4: PL VII).
Jesús ha nacido de mujer (Ga 4, 4), ha subrayado el Papa en su homilía (1-I-2025). Esto quiere decir, primero que no es un Dios abstracto, sino que se ha hecho carne para que podamos relacionarnos con Él.
En segundo lugar, se revela en la fragilidad de la carne; “como niño pequeño y débil, necesitado de los cuidados y asistencia de una Madre” (San Luis Grignon de Monfort, Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, 139.
Una vez más Francisco expresa el mensaje de su pontificado: “Las tres actitudes de Dios son misericordia, cercanía y compasión. Dios se hace cercano, misericordioso y compasivo. No olvidemos esto. Jesús nos muestra a Dios por medio de su humanidad frágil, que se hace cargo de los frágiles”.
Dios se revela en lo ordinario para que sepamos reconocerlo en la fragilidad “de quienes pasan a nuestro lado cada día”, “en el rostro de todo ser humano”. Para que aprendamos como María “a hallar la grandeza de Dios en la pequeñez de la vida”. Y para que cuidemos la vida: “Por eso, ‘pido un compromiso firme para promover el respeto de la dignidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, para que toda persona pueda amar la propia vida y mirar al futuro con esperanza’ (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1-I-2025).
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