domingo, 26 de octubre de 2025

Sinodalidad y esperanza



El jubileo de los equipos sinodales y organismos de participación ha convocado a los representantes de la implementación de la sinodalidad en los distintos continentes y grandes regiones donde la Iglesia camina en el mundo. El sábado 25 de octubre León XIV mantuvo un encuentro con estos equipos sinodales. Intervino un representante de cada continente o gran región del mundo y cada uno formuló una pregunta al Papa. A continuación el Papa fue respondiendo a cada pregunta en el marco de las orientaciones que consideró conveniente. El encuentro, transmitido en directo, fue muy ilustrativo del camino que se está recorriendo tras el Documento final del sínodo culminado en 2024, con evidentes diferencias de acentos y sensibilidades, pero con un común deseo de unidad para la misión, en torno al sucesor de Pedro y a los obispos.

El domingo 26 la homilía de León XIV fue particularmente representativa de las enseñanzas de su pontificado al menos hasta ahora. Desarrolló el sentido de la sinodalidad a partir de la humildad, como pedía el Evangelio del día (parábola del fariseo y del publicano).


El camino sinodal en África, Oceanía, Norteamérica y Oriente Medio

En el encuentro del sabado día 25, el representante de África expuso el intenso trabajo que está teniendo lugar en ese continente en lo que se refiere a la formación y acompañamiento para la participación en la sinodalidad, con un particular sentido de familia y en apertura al diálogo interreligioso y al logro de la paz. Preguntó cómo puede la Iglesia seguir ayudando en esta línea, respetando los principios de la sinodalidad.

(Como no existe publicado ningún texto del encuentro, ni lo que dijeron los que intervinieron ni lo que dijo el Papa será aquí recogido de modo literal).

León XIV respondió subrayando que la primera mision es anunciar a Cristo y a la vez tender puentes de diálogo con las culturas y las religiones, concretamente el Islam, y promover la paz, contando con los jóvenes y las. familias. La sinodalidad –señaló– no es una campaña, ni impone un único modelo para todos los lugares, sino que es un modo de ser que promueve una actiud fundamental de escucha.

La representante de Oceanía manifestó el interés, en su continente, por mejorar la formación, el discernimiento y la participación, avanzando en unidad y diversidad (de culturas y de ritmos, de modelos de trabajo y alcance de la inclusión). Preguntó si el papel de las agrupaciones de Iglesias (conferencias episcopales, provincias eclesiásticas, conferencias continentales, etc.) seguirá creciendo como expresión de comunión en la Iglesia.

Leon XIV contestó afirmativamente. Puso el ejemplo del dialogo en torno a temas importantes y comunes en torno a la pobreza, la injusticia, el cambio climático, etc., como impulsó el Papa Francisco especialmente desde la encíclica Laudato si’, es un signo de la respuesta de la Iglesia y de todos nosotros, que debemos ser valientes y levantar nuestra voz para mejorar el mundo.

A continuación, el representante de Canadá y Estados Unidos expuso el contexto del continente norteamericano, manifestando el interés por desarrollar estructuras de comunicación eclesial particularmente con México y el mundo latino; también la necesidad de la formación de todos para avanzar con confianza en el camino sinodal, mediante la conversión. Preguntó cómo superar los miedos, por parte de algunos pastores, de que la sinodalidad disminuya la autoridad en la Iglesia y cómo promover mejor la confianza y la responsabilidad en la misión.

León XIV respondió animando a la escucha y al diálogo, a pesar de las diferencias de ritmos y escala de avance que observamos en los distintos continentes. Respecto a la pregunta concreta contestó que a menudo las resistencias vienen por miedo o por falta de conocimiento o de comprensión. Es necesario dar importancia a la formación a todos los niveles, y a la escucha con paciencia. Hemos de encontrar modos concretos para discernir cómo superar esas resistencias. Y –lo que va de acuerdo con la cultura americana–, conviene desarrollar las estructuras diocesanas, para que sean más inclusivas.

Llegó el turno del Oriente Medio (esperan al Papa en Líbano). Su representante expuso las iniciativas que han tenido lugar en esa zona, acerca de la formación sobre la sinodalidad y el método de la conversación en el Espíritu, poniéndolo en el centro de la formación permanente (para obispos, sacerdotes y agentes pastorales, escuelas y universidades católicas) y desarrollando los principales aspectos de la misión. La cuestión aquí –dijo– es seguir testimoniando la misión en la tierra natal de Jesús, para vencer el odio y la violencia con el amor y el perdón.

La pregunta fue cuáles son, para avanzar en ese camino, los cambios urgentes y las conversiones fundamentales que necesitamos promover, comenzando a nivel parroquial, diocesano, etc., así como en todas las demás comunidades y estructuras eclesiales.

El Papa consideró que Oriente Medio es especialmente un lugar que requiere ser cuidado con signos de esperanza, contando con el entusiasmo de tantos cristianos. Hay que entender las muchas diferencias que existen entre las Iglesias latinas, orientales, etc., de ahí la necesidad del respeto y escucha recíproca. La formación a todos los niveles –insistió– forma parte de la respuesta, para participar en el camino de la Iglesia a partir de la oración y de la vida espiritual, individual y comunitaria: “rezar mucho”, dijo, para poder discernir cómo ser testigos del Señor y promotores de la reconciliación y la paz entre los pueblos. 


América Latina y el Caribe, Europa y Asia

Tras un breve descanso animado por música, siguió el encuentro con la intervención del representante de América Latina y el Caribe. Tras enumerar las principales iniciativas que se vienen impulsando desde hace tiempo, ya desde antes del Sínodo, destacó el camino que condujo a celebrar la primera Asamblea Eclesial. El CELAM (que viene trabajando en esta línea desde el Concilio Vaticano II y ha llevado adelante con fruto las distintas Conferencias a nivel del “continente” latinoamericano) ha seguido promoviendo, a través de múltiples encuentros y publicaciones, la sensibilidad y la participación sinodal.

La pregunta esta vez es cómo promover, desde el proceso de la sinodalidad, en nuestras sociedades, la justicia, la inclusión y la paz.

Al responder a esa pregunta, tras agradecer tantas cosas que todos hemos aprendido de América Latina, el Papa precisó que él se sentía inspirado no tanto por un “proceso” sino por “las personas que vivan entusiasmo en la fe”. Señaló la importancia de la conversión, de una auténtica espiritualidad que arranca de la escucha del Espíritu Santo y la comparte con otros para ser discípulos misioneros fieles en el camino, constructores de paz y de comunión

La representante del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa, abordó la crisis de nuestras sociedades secularizadas. Sabemos –explicó– que hay situaciones muy diferentes y es necesario conocerse mejor y superar las imágenes distorsionadas que podemos tener, con muchas riquezas espirituales como hay, concretamente, en las relaciones con las Iglesias ortodoxas. Subrayó la necesidad de participación de las mujeres, que en algunos lugares se encuentra con miedos, resistencias o escepticismo. En el espacio de langua alemana se han generado formas sofisticadas de participación laical. Con todo, la sinodalidad en Europa sigue siendo un acto de valentía y de confianza, para hacer de la Iglesia un lugar de esperanza. La pregunta sería qué esperanzas pueden alimentar las mujeres en el contexto sinodal y si hay lugar real para igualdad entre hombres y mujeres en la Iglesia.

El Papa relató algunas experiencias personales en las que subrayó los muchos dones que las mujeres pueden ofrecer en la vida familiar y parroquial y también las comunidades religiosas. Dijo que dejando de lado los temas más difíciles que se siguen estudiando, el problema son los obstáculos culturales, porque no todos quieren impedir el papel de las mujeres. Pero hay culturas donde la mujer sufre como si fuera una ciudadana de segunda, y por eso hemos de promover juntos los derechos de todos y de todas, cada uno en base a su vocación. La realidad es que culturalmente no todos los países están al nivel de Europa o Estados Unidos, y por eso no podemos suponer que las mujeres son respetadas. Lamentablemente la fe está más impregnada por la cultura y menos por los valores evangélicos. Y todos nosotros debemos ser una fuerza y una inspiración para que se reflexione sobre las diferencias existentes no solo entre hombre y mujer, sino también entre clases y rangos sociales, y a veces nos sentimos impotentes ante esto. Así que queda mucho por hacer, esperando que poco a poco puedan darse cambios en estas culturas, para que se puedan respetar y valorar los carismas de cada persona.

Llegó finalmente el turno de Asia, con su pluralismo religioso y complejidad sociocultural, tal como puso de relieve el representante de la Federación de las conferencias episcopales en Asia. Tras señalar en puntos concretos el impacto positivo de la sinodalidad y los muchos desafíos que se han detectado hasta ahora en ese continente, preguntó qué mensaje deseaba compartir el Papa para favorecer la conversión sinodal.

El Papa agradeció, como en las intervenciones anteriores, los trabajos, las aportaciones y observaciones. Destacó que el diálogo es esencial para una convivencia pacífica. En general, excepto Filipinas, los cristianos están en minoria y les resulta difícil vivir la fe. A favor juega el sentido del misterio y de lo sagrado como parte de muchas religiones de Asia, que facilita el diálogo interreligioso (no solo en Asia). Por ello cuando hablamos del “Espíritu” de la sinodalidad o del conversión en el Espíritu, hay un elemento contemplativo que podemos aprender de Asia y del Oriente. Los muchos desafíos los tenemos que integrar en una visión más grande, también aspirando a una mayor justicia e igualdad, y compartir lo que unas Iglesias tienen para otras. 


La Iglesia, familia y pueblo de Dios

La homilía de León XIV el domingo 26 de octubre, puso el broche de oro al “jubileo de la sinodalidad”. Para exponer su contenido puede hacerse en los siguientes puntos.

1. Esta celebración del jubileo con los equipos sinodales y los órganos de participación, dijo el Papa, “nos invita a contemplar y a redescubrir el misterio de la Iglesia, que no es una simple institución religiosa ni se identifica con las jerarquías o con sus estructuras”. Pues la Iglesia, como ha recordado el Concilio Vaticano II, es “el signo visible de la unión entre Dios y los hombres, de su proyecto de reunirnos a todos en una única familia de hermanos y hermanas y de hacer de nosotros su pueblo, un pueblo de hijos amados, todos unidos en el único abrazo de su amor” (la Iglesia como “sacramento”, y como pueblo y familia de Dios Padre).

Sobre ese trasfondo se entiende el significado de los equipos sinodales y órganos de participación: “Estas estructuras expresan lo que ocurre en la Iglesia, donde las relaciones no responden a las lógicas del poder sino a las (lógicas) del amor”. Las lógicas de poder son lógicas “mundanas”, mientras que las lógicas del amor ponen por delante “la vida espiritual, que nos hace descubrir que todos somos hijos de Dios, hermanos entre nosotros, llamados a servirnos los unos a los otros”.

Por tanto, lo primero es el amor: “La regla suprema en la Iglesia es el amor. Nadie está llamado a mandar, todos lo son a servir; nadie debe imponer las propias ideas, todos deben escucharse recíprocamente; sin excluir a nadie, todos estamos llamados a participar; ninguno posee la verdad toda entera, todos la debemos buscar con humildad, y juntos”.


Caminar “juntos”

2. Ser sinodales es “caminar juntos”. Esto significa lo que recoge León XIV tomándolo del Papa Francisco: ”Los cristianos están llamados a hacer camino juntos, nunca como viajeros solitarios. El Espíritu Santo nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir hacia Dios y hacia los hermanos, y nunca a encerrarnos en nosotros mismos. Caminar juntos significa ser artesanos de unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios” (Mensaje de Cuaresma, 25-II-2025).

El fariseo y el publicano caminaban, pero no juntos. Estaban divididos y entre ellos no había ninguna comunicación. Uno ocupaba el primer lugar en el templo y el otro el último. “Ambos rezan al Padre, pero sin ser hermanos y sin compartir nada”. La actitud del fariseo es completamente egocéntrica: solo quería mirarse, justificarse y alabarse a sí mismo y menospreciar al otro.

Esta actitud, señala el Papa, puede darse también en la comunidad cristiana: “Sucede cuando el yo prevalece sobre el nosotros, generando personalismos que impiden relaciones auténticas y fraternas; cuando la pretensión de ser mejor que los demás, como hace el fariseo con el publicano, crea división y transforma la comunidad en un lugar crítico y excluyente; cuando se aprovecha del propio cargo para ejercitar el poder y ocupar espacios”.

El publicano, en cambio, destaca por la humildad: “En la Iglesia nos debemos reconocer todos necesitados de Dios y necesitados los unos de los otros, ejercitándonos en el amor mutuo, en la escucha recíproca, en la alegría de caminar juntos”. Sabiendo, como dice San Clemente de Roma, que ‘Cristo está con los que son humildes de corazón y no con los que se exaltan a sí mismos por encima de la grey’ (Carta a los corintios, c. XVI).


Ensanchar el espacio: colegial y acogedor

3. Pues bien, observa el sucesor de Pedro: los equipos sinodales y órganos de participación son imágenes de la Iglesia que vive en la comunión; que es invitada a la escucha y el diálogo, la fraternidad y la parresía. Y “en la Iglesia, antes de cualquier diferencia, estamos llamados a caminar juntos en busca de Dios, para revestirnos de los sentimientos de Cristo; ayúdennos a ensanchar el espacio eclesial para que este sea colegial y acogedor”.

¿Con qué finalidad? Concreta el Papa Prevost: “Esto nos ayudará a afrontar con confianza y con espíritu renovado las tensiones que atraviesan la vida de la Iglesia –entre unidad y diversidad, tradición y novedad, autoridad y participación–, dejando que el Espíritu las transforme, para que no se conviertan en contraposiciones ideológicas y polarizaciones dañinas”. Y precisa: “No se trata de resolverlas reduciendo unas a otras, sino dejar que sean fecundadas por el Espíritu, para que se armonicen y orienten hacia un discernimiento común”.


Confianza, humildad, discernimiento

4. A este propósito, el Papa señala algunas virtudes y actitudes fundamentales, necesarias para el discernimiento sinodal, con referencia al Documento final del sínodo: “libertad interior, humildad, oración, confianza mutua, apertura a las novedades y abandono a la voluntad de Dios”. (Sin duda son actitudes que forman parte de los “sentimientos de Cristo). También se especifica ahí que el discernimiento eclesial “no es nunca la afirmación de un punto de vista personal o de grupo, ni se resuelve en la simple suma de opiniones individuales’ (Documento final, 2024, n. 82).

Y añade León XIV: “Ser Iglesia sinodal significa reconocer que la verdad no se posee, sino que se busca juntos, dejándonos guiar por un corazón inquieto”.

Este es el horizonte de la sinodalidad, y vale la pena citar el párrafo por entero: “Debemos soñar y construir una Iglesia humilde. Un Iglesia que no se mantiene erguida como el fariseo, triunfante y llena de sí misma, sino que se abaja para lavar los pies de la humanidad; una Iglesia que no juzga como hace el fariseo con el publicano, sino que se convierte en un lugar acogedor para todos y para cada uno; una Iglesia que no se cierra en sí misma, sino que permanece a la escucha de Dios para poder, al mismo tiempo, escuchar a todos”.

Confianza, discernimiento y humildad: estas son las pistas que León XIV señala para la sinodalidad: “Comprometámonos a construir una Iglesia totalmente sinodal, totalmente ministerial, totalmente atraída por Cristo y por lo tanto dedicada al servicio del mundo”.

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