viernes, 21 de abril de 2023

Para encontrar al Resucitado

 

                                                                                        Cristo resucitado.                                                               

                                                   (Nueva imagen en la Semana Santa de Pamplona)


En estas dos semanas primeras de la Pascua, durante los “Regina caeli” (que sustituyen a los “Angelus”), Francisco ha desmenuzado las actitudes –las palabras y los gestos– propios de los cristianos (*).


El Señor viene cuando lo anunciamos


El lunes de Pascua recordaba el ejemplo de las mujeres, primeras en ir al sepulcro para honrar el cuerpo de Jesús con ungüentos aromáticos. No se quedan paralizadas por la tristeza y el miedo. “Su voluntad de realizar ese gesto de amor prevalece sobre todo. No se desaniman, salen de sus miedos y de sus angustias”. He aquí ­–insiste Francisco– el camino para encontrar al Resucitado: salir de nuestros miedos, de nuestras angustias” (Homilía 10-IV-2023).

El Papa nos invita a fijarnos en ese detalle: “Jesús las encuentra al ir a anunciarlo. Cuando proclamamos al Señor, él viene a nosotros”. 

Y explica: “A veces pensamos que la forma de estar cerca de Dios es tenerlo junto a nosotros; porque entonces, si nos exponemos y empezamos a hablar, llegan juicios, críticas, tal vez no sabemos responder a ciertas preguntas o provocaciones, y entonces es mejor no hablar y callarnos: ¡no, eso no es bueno! En cambio, el Señor viene mientras es anunciado. Siempre encuentras al Señor en el camino del anuncio. Anuncia al Señor y lo encontrarás. Busca al Señor y lo encontrarás. Siempre en camino, esto es lo que nos enseñan las mujeres: a Jesús se le encuentra dando testimonio de Él. Pongamos esto en nuestro corazón: a Jesús se le encuentra al dar testimonio de Él”.

Esto pasa siempre con las buenas noticias: cuando las compartimos, las revivimos y nos hacen más felices. También pasa con el Señor: “Cada vez que lo anunciamos, el Señor sale a nuestro encuentro. Viene con respeto y amor, como el don más hermoso para compartir. Jesús habita más en nosotros cada vez que lo anunciamos”.

Y por eso nos invita a preguntarnos: “¿Cuándo fue la última vez que di testimonio de Jesús? ¿Qué hago hoy para que las personas que encuentro reciban la alegría de su anuncio? Y también: ¿puede alguien decir: esta persona está serena, feliz, buena porque ha encontrado a Jesús? ¿Se puede decir esto de cada uno de nosotros?”


Le encontramos con y en los demás

El Domingo de la divina Misericordia (que comenzó en 2000 por iniciativa de Juan Pablo II), nos ha presentado la figura de Tomás, el “apóstol incrédulo” (cf. Jn 20, 24-29). Este apóstol –dice Francisco– nos representa un poco a todos. Ha sufrido una gran desilusión, al ver a su maestro clavado en la cruz sin que nadie hiciera nada para evitarlo. Ahora él sale del cenáculo, sin miedo a que lo detengan, y luego vuelve, aunque le cuesta creer. Y entonces Jesús le premia, mostrándole sus llagas.

“Jesús se las muestra, pero de manera ordinaria, viniendo ante todos, en comunidad, no fuera” (Homilía 16-IV-2023). Para el Papa, es como si Jesús le dijera a Tomás “Si quieres conocerme, no busques lejos, quédate en la comunidad, con los demás; y no te vayas, reza con ellos, parte el pan con ellos”.

Y esto nos lo dice también a nosotros: “Ahí –en la comunidad cristiana– es donde puedes encontrarme, ahí es donde te mostraré, impresas en mi cuerpo, las señales de las llagas: las señales del Amor que vence al odio, del Perdón que desarma la venganza, las señales de la Vida que derrota a la muerte. Es allí, en la comunidad, donde descubrirás mi rostro, mientras con tus hermanos compartes momentos de duda y de miedo, aferrándote aún más fuerte a ellos. Sin la comunidad es difícil encontrar a Jesús”. Toda una lección de eclesialidad, pues sin la Iglesia, familia de Dios, no podríamos encontrarnos con el Señor.

Por eso, nos pregunta el Papa: “¿Dónde buscamos al Resucitado? ¿En algún evento especial, en algún acto religioso espectacular o llamativo, únicamente en nuestras emociones y sensaciones? ¿O en la comunidad, en la Iglesia, aceptando el reto de permanecer allí, aunque no sea perfecta?”

Y nos asegura que, “a pesar de todas sus limitaciones y caídas, que son nuestras limitaciones y caídas, nuestra Madre Iglesia es el Cuerpo de Cristo; y es allí, en el Cuerpo de Cristo, donde se imprimen todavía y para siempre los mayores signos de su amor”.

Cala hondo esta reflexión del sucesor de Pedro. Y todavía nos desafía cuando concluye con la última pregunta: “Si en nombre de ese amor, en nombre de las llagas de Jesús, estamos dispuestos a abrir los brazos a los que están heridos por la vida, sin excluir a nadie de la misericordia de Dios, sino acogiendo a todos”.

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(*) Este texto es un fragmento de otro más largo, que se publicará en la revista "Omnes", en mayo.

martes, 21 de marzo de 2023

Actitudes ante Jesús

 El Evangelio muestra a Jesús que devuelve la vista a un hombre ciego de nacimiento (cfr. Jn 9,1-41). La Iglesia nos lo presenta el cuarto domingo de cuaresma. Pero este prodigio –ha observado el Papa Francisco– es acogido de mala manera por varias personas y grupos (cf. Angelus, 19-III-2023). En sus actitudes se ven las actitudes fundamentales del corazón humano ante Jesús: “el corazón humano bueno, el corazón humano tibio, el corazón humano miedoso, el corazón humano valiente”.

De un lado están los discípulos, que, ante el problema del ciego, desean buscar un culpable, en lugar de preguntarse qué deben hacer ellos mismos.

Luego están los vecinos, que se muestran escépticos: no creen que el que ahora ve sea el mismo ciego de antes. Y sus padres tampoco quieren problemas, en particular ante las autoridades religiosas.

Todos ellos, observa el Papa, manifiestan ser “corazones cerrados ante el signo de Jesús, por diferentes motivos: porque buscan un culpable, porque no saben sorprenderse, porque no quieren cambiar, porque están bloqueados por el miedo”.

También nos pasa hoy: “Ante algo que es realmente un mensaje de testimonio de una persona, un mensaje de Jesús, caemos en eso: buscamos otra explicación, no queremos cambiar, buscamos una salida más elegante que aceptar la verdad”.


Dejarse curar para ver

Y así llegamos a que el único que reacciona bien es el ciego. Dice el Papa: “Está feliz de ver, da testimonio de lo que le ha pasado del modo más sencillo: ‘Era ciego y ahora veo’. Dice la verdad”. No quiere inventar ni esconder nada, no teme el qué dirán, porque Jesús le ha dado su plena dignidad, sin pedirle ni siquiera el agradecimiento, y le ha hecho renacer.

“Y esto es claro ­–apunta Francisco–, sucede siempre: cuando Jesús nos sana, nos devuelve la dignidad, la dignidad plena de la curación de Jesús, una dignidad que nace de lo más profundo del corazón, que se apodera de toda la vida”.

Como suele hacer, el sucesor de Pedro nos interpela sobre la misma escena: ¿Qué posición tomamos, qué hubiésemos dicho entonces? (…) ¿Nos dejamos aprisionar por el miedo al qué pensará la gente? (…) ¿Cómo acogemos a las personas que tienen tantas limitaciones en la vida, sean físicas, como este ciego; sean sociales, como los mendigos que encontramos en la calle? ¿Acogemos esto como una maldición o como una oportunidad para acercarnos a ellos con amor?” Y nos aconseja que pidamos “la gracia de asombrarnos cada día de los dones de Dios y de ver las diversas circunstancias de la vida, incluso las más difíciles de aceptar, como oportunidades para hacer el bien, como hizo Jesús con el ciego” (*).

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(*) Este texto es un fragmento de otro más amplio que se publicará en la revista "Omnes", abril.


lunes, 20 de febrero de 2023

Cinco dedos, cinco caminos


(Fotografía: una niña da una limosna al Papa en Sudán)
El encuentro con los jóvenes y los catequistas congoleños (cf. Discurso en el Estadio de los mártires, Kinshasa, 2-II-2023) fue, según Francisco, “entusiasmante”. Con una catequesis apoyada en los cinco dedos de la mano, les indicó cinco caminos por los que podían encauzar su grito que invoca paz y justicia, como fuerza de renovación humana y cristiana: la oración, la comunidad, la honestidad, el perdón y el servicio.

El dedo pulgar, más cercano al corazón –explicaba el Papa– nos puede hablar de la necesidad de la oración, como “agua del alma”, como “el arma más potente”, “compañera de viaje cada día”; pues sin una oración viva y sin el trato personal con Jesús no podemos hacer nada. “Levanta cada día las manos hacia Él para alabarlo y bendecirlo; grítale las esperanzas de tu corazón, confíale los secretos más íntimos de la vida: la persona que amas, las heridas que llevas dentro, los sueños que tienes en el corazón. Cuéntale acerca de tu barrio, de tus vecinos, de tus maestros y compañeros, de tus amigos y coetáneos; cuéntale de tu país”.

El dedo índice, con el que indicamos algo a los demás –continuaba–, nos puede remitir a la comunidad. “Piénsense siempre juntos y serán felices –les aconsejó Francisco–, porque la comunidad es el camino para estar bien consigo mismo, para ser fieles a la propia llamada. Las decisiones individualistas –la droga, el ocultismo y la brujería, el miedo, la venganza y la rabia– , en cambio, al principio parecen atrayentes, pero después sólo dejan un gran vacío interior”. Para conectar de verdad con los demás, no bastan las redes sociales ni las pantallas de los móviles; hay que hablar y escuchar realmente a los demás, sentirte responsable de ellos, protagonistas de fraternidad, de un mundo más unido. De esto son testigos los santos y los mártires.

El dedo central puede representar la honestidad. Esto significa no dejarse enredar por la corrupción, por la idolatría del propio yo o por el uso de los demás en lugar de servirlos. El consejo de san Pablo es: No te dejes vencer por el mal. Por el contrario, vence al mal, haciendo el bien» (Rm 12,21).

El Papa les interpelaba con fuerza: “Cada uno de ustedes tiene un tesoro que nadie puede robarles. Es vuestra capacidad de decidir. (…) No permitan que sus vidas sean arrastradas por la corriente contaminada; no se dejen llevar como un tronco seco en un río de lodo. Siéntanse indignados, sin caer nunca en los halagos de la corrupción, que son persuasivos pero envenenados”.

En el dedo anular se ponen los anillos nupciales. Por ser el más débil, nos puede recordar que las grandes metas de la vida pasan a través de la fragilidad, sin abrumarse por problemas inútiles, “como por ejemplo transformar el valor simbólico de la dote en un precio casi de mercado” (como sucede allí con frecuencia). Y la fuerza que nos permite ir adelante es el perdón: “Porque perdonar quiere decir saber empezar de nuevo. Perdonar no significa olvidar el pasado, sino no resignarse a que se repita. Es cambiar el curso de la historia. Es levantar al que ha caído. Es aceptar la idea de que nadie es perfecto y que no sólo yo, sino que todos tienen el derecho de empezar de nuevo”. Y la capacidad para perdonar se consigue dejándonos perdonar por Dios mediante la confesión de los pecados. Eso nos dará “el estilo de Dios”, capaz de renovar la historia, empezar siempre de nuevo.

Finalmente –concluye el sucesor de Pedro– está el dedo más pequeño; porque lo pequeño es lo que atrae a Dios. El que sirve se hace pequeño, aparentemente desaparece, pero da fruto. Y según Jesús, el servicio es el poder que transforma el mundo. “Por eso –concreta Francisco–, la pequeña pregunta que puedes atarte al dedo cada día es: ¿qué puedo hacer yo por los demás? Es decir, ¿cómo puedo servir a la Iglesia, a mi comunidad, a mi país?”. Teniendo en cuenta que en muchos lugares de África los catequistas son los que mantienen vivas a las comunidades cristianas, el Papa les agradeció su servicio, su luz y su esperanza, y les pidió que no se desanimen nunca, porque Jesús no les deja solos.



jueves, 16 de febrero de 2023

Comprensión y discernimiento

 


(Leonid Afremov, Parque en otoño)

Los especialistas suelen decir que es difícil comprender a un enfermo mental, a menos que hayas pasado por su enfermedad. Esto puede suceder no sólo con los enfermos mentales, sino con todos los enfermos y aún los sanos. Cada uno es muy sensible a lo que le afecta de verdad, pero a veces ¡tan poco! sensible por lo que afecta a los demás. Pero no hay que caer en el pesimismo: es difícil comprender, no imposible, sobre todo para un cristiano que se esfuerce en vivir la caridad.


Comprender: tarea dífícil, pero no imposible

      Según el diccionario, “hacerse cargo” significa tomar sobre sí un asunto, formarse la idea de algo, considerar todas las circunstancias de un caso. Cuando se trata de personas hay que suponer que, en principio, no terminamos de “hacernos cargo” totalmente de la situación de las otros, aunque hayamos vivido largo tiempo con ellos. Y es que somos diferentes de carácter, quizá hemos sido educados de forma diferente, tenemos experiencias diferentes, ilusiones diferentes y las heridas nos han dejado cicatrices diferentes. Por eso nos enfadamos con frecuencia si nos llevan la contraria, o al menos, nos desconcertamos. No comprendemos.


Atención, oración, acción


      Por eso, antes de juzgar a una persona –suele citarse como proverbio indio–, hay que caminar tres lunas en sus mocasines. Se requiere un esfuerzo continuo –que no cuesta tanto si uno la quiere de verdad– apoyado en la oración, para ponerse en el lugar del otro. Y seguir luego reflexionando y observando, ¡rezando y actuando!, quizá en detalles que él o ella no percibirán, para poder ayudarle de verdad. Y tal vez pasado el tiempo se puede llegar a comprender mejor aquello que no se comprendía, porque no se sabían los antecedentes, las circunstancias, los contextos. Y entonces puede que se descubra que aquella persona no podía pensar de otra forma, o debía actuar así y tenía mucho mérito al hacerlo. O no se descubre del todo, porque una parte de ese misterio que cada uno lleva dentro sólo la conoce Dios y cuenta con eso (¡la cruz!), para cambiar cosas que no pueden ser cambiadas de otra manera.

miércoles, 11 de enero de 2023

El amor, clave de la vida interior del cristiano

La carta apostólica del Papa Francisco, Totum amoris est ("Todo pertenece al amor", 28-XII-2022) , en el cuarto centenario de la muerte de san Francisco de Sales, sitúa el amor como origen, manifestación y meta de la vida espiritual del cristiano.

Cabe describir el contenido de la carta esquemáticamente con nueve palabras. Cuatro para describir el contexto de san Franciso de Sales; y cinco que señalan sus “decisiones”. Las cuatro palabras del contexto pueden ser: afectividad, encarnación, renovación y discernimiento. Las cinco palabras en relación con sus “decisiones”: libertad, santidad, alegría, caridad y Jesucristo.


El contexto

1. Afectividad.Dios es Dios del corazón humano” (síntesis de su pensamiento). Importancia de integrar la afectividad en el conjunto del hombre y por tanto de la vida espiritiual. “La fe es sobre todo una disposición del corazón”. En efecto. Y en el sentido cristiano (ya en su raíz bíblica) se entiende por corazón no primeramente un sentimiento –la fe no es algo puramente emocional–, pero tampoco ante todo ni meramente un asentimiento de tipo intelectual –que es una dimensión de la fe– sino el todo de la persona, que abarca por tanto sus afectos.

2. Encarnación. “En la escuela de la Encarnación aprende a leer la historia y habitarla con confianza”. Una de sus lecciones primeras es que “el amor es lo que da valor a nuestras obras”. “Todo en la Iglesia es para el amor, en el amor, por el amor y del amor”. Juan Pablo II le llamó “Doctor del amor divino”.

Teología pastoral (nuevo manual)




Teología pastoral: la misión evangelizadora de la Iglesia 

(Colección Manuales de la Facultad de Teología, n. 24)

La Teología pastoral no puede aprenderse simplemente en un libro o en unas clases. Como sucede con toda disciplina que implica la razón práctica y la experiencia vital, es una ayuda para el arte del vivir. En este caso, del vivir la fe cristiana como misión.

Este manual se propone que los estudiantes comprendan el método propio de la Teología pastoral, de manera que les impulse, acompañe y ayude a verificar las actividades evangelizadoras. Actividades que, en nuestro contexto multicultural y multirreligioso, requieren la fidelidad creativa a la enseñanza de Cristo. 

La misión evangelizadora y las acciones eclesiales que la realizan son colaboración con la acción de Dios Padre que, en su amoroso plan salvífico, atrae todo hacia sí, en Cristo y por el Espíritu Santo.

Nuestra existencia cotidiana -el trabajo y la familia, las relaciones sociales y culturales, el aprovechamiento de la ciencia y de la técnica-, con sus posibilidades y limitaciones, constituye el escenario, el instrumento y la materia de esa colaboración. Cada bautizado está convocado por el Espíritu a ser protagonista de la misión de la Iglesia con iniciativa propia, según su condición y la vocación concreta que ha recibido. La única misión de la Iglesia se despliega por medio de diversas tareas, ministerios y carismas, hasta asumir todo lo humano y alcanzar las dimensiones del mundo creado.

Este manual promueve la reflexión teológica sobre la misión evangelizadora de la Iglesia en la estela del Concilio Vaticano II, en la perspectiva de la acción eclesial concreta y de sus coordenadas espacio-temporales. En el contexto de los desafíos actuales, considera la misión “ad gentes” como paradigma de la acción eclesial. Y desea mostrar cómo el dinamismo de la evangelización llena de Luz y de Vida los caminos del mundo.

(De la contraportada del libro) -sigue el contenido y otras informaciones-

domingo, 1 de enero de 2023

Discernimiento del corazón

La catequesis del Papa sobre el Discernimiento (del 28 de septiembre de 2022 al 4 de enero de 2023) se ha centrado en el discernimiento que corresponde a cada uno personalmente en su vida espiritual. (No se refiere, por tanto, al papel del acompañamiento o la dirección espiritual, excepto en la última audiencia general; y tampoco al discernimiento en otros niveles sociales o eclesiales). Ha prestado una atención especial a la importancia de los afectos en el examen de conciencia y en la oración. 

Todos necesitamos saber discernir para tomar las decisiones correctas. Es lo propio de la virtud de la prudencia, aunque este término hoy ha adquirido un sentido reductivo de cautela o precaución. Pero en sí la prudencia es “la recta razón en el obrar”; y, por tanto, también puede llevarnos a actuar sin demora y con generosidad.

Desde el punto de vista cristiano, además, el discernimiento requiere tener en cuenta nuestra condición de hijos de Dios, la amistad y el trato personal con Jesucristo, y la acción del Espíritu Santo.

El Papa animó a saber reconocer las señales con las que Dios se hace encontrar en las situaciones imprevistas, incluso desagradables; y también, a saber percibir algo que puede hacernos empeorar en el camino, aunque se presente de modo atractivo.


Elementos del discernimiento

En una primera parte de sus catequesis (hasta el 19 de octubre incluido) Francisco señaló cuatro elementos principales de este discernimiento espiritual que podríamos llamar “individual”.