jueves, 29 de agosto de 2013

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"Tentaciones" en la evangelización

Fotograma de la película The gospel of John (Ph. Saville, 2003)



En su intervención ante el Comité de coordinación del CELAM, el 28 de julio, el Papa Francisco se refirió a diversas “tentaciones” de los creyentes a la hora de la misión, esto es, a la hora de transmitir la fe. Se trata de tres deformaciones en el modo de comprender, vivir y transmitir el mensaje del Evangelio: la ideologización, el funcionalismo y el clericalismo.

     Y es que para transmitir el Evangelio, hay que comenzar mirando la realidad desde la fe, con los ojos de Cristo.


La ideologización del mensaje

     La ideologización del mensaje evangélico, en primer lugar. Esta sustitución de la fe por ideología se ha dado desde el principio del cristianismo. Se trata de buscar una clave de interpretación del Evangelio que está fuera del mensaje del Evangelio y fuera de la Iglesia.

    Por ejemplo, si se usa el método de “ver, juzgar, actuar” (cf. Documento de Aparecida, n. 19), “la tentación –explica el Papa– estaría en optar por un “ver” totalmente aséptico [al margen de la fe], un ‘ver’ neutro, lo cual es inviable”. Y esto es así porque “siempre el ver está afectado por la mirada. No existe una hermenéutica aséptica”. En palabras llanas: no se puede mirar la realidad al margen de la fe; y si se interpretan los acontecimientos a partir de una mirada que quiere ser "neutra" (como si Dios no existiera), de ahí no se puede sacar nada bueno para la evangelización.

     La pregunta es, entonces: “¿con qué mirada vamos a ver la realidad?” Aparecida respondió: “Con mirada de discípulo”. El Documento de Aparecida explica lo que esto quiere decir: el discípulo de Cristo ha recibido la fe, la esperanza y el amor. Por tanto mira siempre la realidad desde el punto de vista de Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, verdadero y único Salvador; con alegría, confianza en Dios y acción de gracias (cf. nn. 20-32).

     Sin esto la realidad se convierte en un enigma indescifrable, sobre todo en el clima cultural relativista que domina en la actualidad (cf. Ibid, 22). Y entonces el mensaje del Evangelio se interpreta de modo ideológico. El Papa señala cuatro formas de ideologización del Evangelio


La reducción sociológica y psicológica

     a) El “reduccionismo socializante” o, cabría decir, sociologista. Es esta, dice el Papa, la ideologización más fácil de descubrir; y en algunos momentos (también en la elaboración del Documento de Aparecida) fue muy fuerte. Consiste sobre todo en reducir la visión de la realidad a la de las ciencias sociales (la sociología, la psicología, la historia, la política, etc.). En palabras del Papa, esto “abarca los campos más variados, desde el liberalismo de mercado hasta la categorización marxista”.

    b) La “ideologización psicológica”. En este caso estamos ante una deformación de tipo psicologista y elitista (para unos pocos que se consideran selectos). Esta ideología, dice el Papa Francisco, reduce el “encuentro con Jesucristo” y su ulterior desarrollo “a una dinámica de autoconocimiento”. Y concreta el Papa que hoy “suele darse principalmente en cursos de espiritualidad, retiros espirituales, etc”. El resultado es claro y triste: “Termina por resultar una postura inmanente autorreferencial –que gira o se queda en el mismo grupo de personas–. No sabe de trascendencia y, por tanto, de misionariedad –de afán evangelizador”. Desde aquí se entiende bien la apelación constante de Benedicto XVI y del Papa Francisco a “salir de sí mismos” para preocuparse de los demás, apelación dirigida tanto a los creyentes individualmente como a las comunidades y grupos eclesiales.


Espiritualismos y voluntarismos

     c) La “propuesta gnóstica” –la gnosis era un movimiento espiritualista, que tuvieron que afrontar ya los cristianos en los primeros siglos del cristianismo–, bastante ligada a la tentación anterior. Señala el Papa actual: “Suele darse en grupos de élites con una propuesta de espiritualidad superior, bastante desencarnada, que termina por desembarcar en posturas pastorales de ‘quaestiones disputatae”. Desencarnada, es decir, que se desentiende de las cosas carnales o de la vida concreta, y se queda en cuestiones intelectualistas o racionalistas. Añade que esta “fue la primera desviación de la comunidad primitiva y reaparece, a lo largo de la historia de la Iglesia, en ediciones corregidas y renovadas”. Y –añade el Papa– vulgarmente se los denomina “católicos ilustrados”, por ser actualmente herederos de la Ilustración.

    d) La “propuesta pelagiana” es voluntarista: Pelagio fue un cristiano de la época de San Agustín, que sostenía que la salvación se puede conseguir por las propias fuerzas más que por la gracia de Dios. Lo explica el Papa Francisco: “Ante los males de la Iglesia se busca una solución sólo en la disciplina, en la restauración de conductas y formas superadas que, incluso culturalmente, no tienen capacidad significativa”.

     Dice el Papa que en América Latina esto suele darse en pequeños grupos, en algunas nuevas Congregaciones Religiosas, en tendencias exageradas a la “seguridad” doctrinal o disciplinaria. Fundamentalmente es una tendencia estática, si bien puede prometerse una dinámica hacia adentro: involuciona (es decir, retrocede cerrándose en el pasado y negándose a aceptar el verdadero progreso del hombre, que implica acoger la ayuda de Dios, en maneras diversas y renovadas en cada época; y supone también contar con la ayuda de los demás). Sólo busca “recuperar” el pasado perdido. En síntesis, cabría decir, es una propuesta de tipo voluntarista y con tendencia al tradicionalismo.


Funcionalismo y clericalismo

     En segundo lugar,  el funcionalismo. Así lo describe el Papa Francisco: “Su acción en la Iglesia es paralizante. Más que con la ruta se entusiasma con la ‘hoja de ruta’. La concepción funcionalista no tolera el misterio, va a la eficacia. Reduce la realidad de la Iglesia a la estructura de una ONG. Lo que vale es el resultado constatable y las estadísticas. De aquí se va a todas las modalidades empresariales de Iglesia. Constituye una suerte de ‘teología de la prosperidad’ en lo organizativo de la pastoral”. Dicho brevemente, es una interpretación pragmatista (solo interesada en los resultados prácticos) de la misión

     Finalmente, señala el Papa que el clericalismo es también una tentación muy actual en Latinoamérica. “Curiosamente, en la mayoría de los casos, se trata de una complicidad pecadora: el cura clericaliza y el laico le pide por favor que lo clericalice, porque en el fondo le resulta más cómodo”. Añade que “el fenómeno del clericalismo explica, en gran parte, la falta de adultez y de cristiana libertad en parte del laicado latinoamericano”. Así el laicado no recibe la adecuada formación. “O no crece (la mayoría), o se acurruca en cobertizos de ideologizaciones como las ya vistas, o en pertenencias parciales y limitadas”.

     Al mismo tiempo y en sentido positivo, señala el Papa, “existe en nuestras tierras una forma de libertad laical a través de experiencias de pueblo: el católico como pueblo. Aquí se ve una mayor autonomía, sana en general, y que se expresa fundamentalmente en la piedad popular”. De hecho, el capítulo del Documento de Aparecida sobre piedad popular (cf. nn. 258-266) describe con profundidad esta dimensión. Pues bien, señala el Papa Francisco en este sentido alentador:  “La propuesta de los grupos bíblicos, de las comunidades eclesiales de base y de los Consejos pastorales va en la línea de superación del clericalismo y de un crecimiento de la responsabilidad laical”.

     En suma, la ideologización (sea de tipo sociologista, psicologista, espiritualista o voluntarista), el funcionalismo y el clericalismo son posturas que tienen en común una falta de “fe vivida”: una falta de apertura verdadera a Dios desde la vida de las personas –queriéndolas por sí mismas, escuchándolas, buscando su bien–, desde el pensamiento, desde la acción.


Superar las visiones deformadas de la realidad

     Estas deformaciones comportan visiones reductivas de la persona, cerradas a la trascendencia y por tanto a Dios, que impiden ver objetivamente la realidad. Son como gafas oscurecidas o coloreadas de antemano, de manera que deforman la visión. Solo por eso, no sirven ni para el discernimiento de lo que Dios quiere teniendo en cuenta las circunstancias, ni para transmitir un mensaje vivo como es el de Cristo. Un mensaje que lleva a plenitud lo verdaderamente humano, al asumirlo en toda su profundidad y riqueza, purificarlo y comunicarle la vida divina. Para transmitir el Evangelio hay que comenzar "mirando" la realidad desde la fe, es decir, con los ojos de Cristo.

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