El Botafumeiro en la catedral de Santiago de Compostela.
Cada cristiano está llamado a dar convertir su vida en ofrenda
de alabanza a Dios y servicio a sus hermanos
Cada cristiano está llamado a dar convertir su vida en ofrenda
de alabanza a Dios y servicio a sus hermanos
¿Qué es la vida cristiana? Benedicto XVI suele decir que consiste en el encuentro con una persona: Cristo, con todo lo que se deduce de ese encuentro. Por eso la existencia del cristiano se puede explicar como la ofrenda y el servicio de la propia existencia a Dios y, por Él, a los demás.
Cristo se ofreció en ofrenda de amor y de servicio
En efecto, eso lo aprendemos y lo vivimos en unión con Cristo. Se pregunta el Compendio del Catecismo: ¿De qué modo Cristo se ofreció a sí mismo al Padre? Y responde: “Toda la vida de Cristo es una oblación libre al Padre para dar cumplimiento a su designio de salvación. Él da ‘su vida como rescate por muchos’ (Mc 10, 45), y así reconcilia a toda la humanidad con Dios. Su sufrimiento y su muerte manifiestan cómo su humanidad fue el instrumento libre y perfecto del Amor divino que quiere la salvación de todos los hombres” (Comp. 119).
San Pablo escribe a los cristianos de Roma: “Os exhorto (…) a que ofrezcáis vuestros cuerpos como ofrenda viva, sata, agradable a Dios: éste es vuestro culto espiritual (logike latreia: el culto conforme al “logos”, es decir al Hijo de Dios)” (Rm 12, 1). La tradición cristiana interpreta que, en unión con Cristo, estamos en el mundo para hacer de nuestra vida una ofrenda y un servicio a Dios y a los demás (cf. F. Arocena, Liturgia y vida. Lo cotidiano como lugar del culto espiritual, ed. Palabra, Madrid 2012).
En el altar del corazón
¿Dónde y cómo se desarrolla ese culto espiritual que San Juan llama el culto “en espíritu y en verdad” (Jn 4, 24)? Afirma el Compendio que “no está ligado a un lugar exclusivo, porque Cristo es el verdadero templo de Dios, por medio del cual también los cristianos y la Iglesia entera se convierten, por la acción del Espíritu Santo, en templos del Dios vivo” (n. 244).
Por tanto, el culto cristiano se realiza no sólo en los
templos de piedra, sino principalmente, como decían los Padres de la Iglesia, “en el altar del
corazón”. Un texto entre muchos: “He aquí que nuestra vida se convierte
en una continua celebración, animada por la fe en la omnipresencia divina que
nos rodea por todas partes. Alabamos a Dios mientras aramos los campos;
cantamos en su honor mientras navegamos por el mar y en todas las acciones nos
dejamos inspirar por la misma sabiduría”(Clemente de Alejandría, Stromata
VII, 7: PG 9, 451).
En consecuencia, podría decirse
que el alma del “culto externo” es, para la gloria de Dios, el “culto interno”
que cada cristiano ofrece –por manos de los sagrados ministros–, presentando en
el altar toda su vida para que sea aceptable
por Jesucristo. Enseña el Concilio Vaticano II que por el Bautismo todos los
cristianos se hacen partícipes del sacerdocio de Cristo. Poseen el “sacerdocio
común de los fieles”, lo que les capacita para tomar parte en el culto
cristiano y, con el refuerzo del sacramento de la Confirmación, ser
testigos y servidores de la fe en todo momento.
Con
referencia particular a los fieles laicos, que son la mayor parte de los cristianos,
el Concilio concreta más: “Todas sus obras, oraciones y proyectos apostólicos,
la vida conyugal y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso del alma y de
cuerpo, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida si se
sufren pacientemente, se convierten en ‘hostias espirituales, aceptables a Dios
por Jesucristo’ (1 Pe 2, 5), que en la celebración de la Eucaristía, con la
oblación del cuerpo del Señor, ofrecen piadosísimamente al Padre. Así también
los laicos, como adoradores en todo lugar y obrando santamente, consagran a
Dios el mundo mismo” (const. Lumen
gentium, n. 34).
El sacerdocio de la propia existencia. La Eucaristía como centro
El modo y la
“materia” de la ofrenda de los fieles, sobre todo en el caso de los laicos, es,
en palabras de san Josemaría Escrivá, el “sacerdocio de la propia existencia” (Es
Cristo que pasa, n. 96). Solía predicar que todos los cristianos tienen
“alma sacerdotal”, y que la Misa
es el “centro y raíz” de la vida cristiana. Por eso enseñaba también a hacer
del día entero una “misa”.
Este culto
espiritual que es la vida cristiana tiene como
centro la Eucaristía. El Compendio del Catecismo reproduce el cuadro de Joos Van Wassenhove,
“Jesús da la comunión a los Apóstoles”. El texto evoca a los cuarenta y nueve mártires
de Abitine (África proconsular). Murieron por afirmar que “sin la Eucaristía, no podemos
vivir”. En efecto, la celebración de la Eucaristía ha de prolongarse, como una necesidad
vital “en el altar del corazón” del cristiano, para poder celebrarse “sobre el
altar del mundo” (Juan Pablo II, enc. Ecclesia de Eucharistia, n. 8)
y en el concierto de las culturas.
De esta
manera, en palabras de Benedicto XVI, “la Iglesia es la red –la comunidad eucarística– en
la que todos nosotros, al recibir al mismo Señor, nos transformamos en un solo
cuerpo y abrazamos a todo el mundo. (…) Toda la doctrina de la Iglesia, en resumidas
cuentas, conduce al amor. Y la
Eucaristía, como amor presente de Jesucristo, es el criterio
de toda doctrina. Del amor dependen toda la Ley y los Profetas, dice el Señor (cf. Mt 22, 40).
El amor es la Ley
en su plenitud, escribió san Pablo a los Romanos “cf. Rm 13-10)” (Homilía en San Juán de Letrán,
7-V-2005).
La oración, "alma" del culto espiritual
El “alma” del culto espiritual, podría decirse, es la oración. Y la oración, hasta la más sencilla, es un don de Dios (Él es el que toma la iniciativa) y una tarea nuestra. En la cuarta parte del Catecismo se explica que las principales fuentes de la oración son: la Palabra de Dios (la Sagrada Escritura), la liturgia de la Iglesia, las virtudes teologales (La fe, la esperanza y la caridad) y las situaciones cotidianas (cf. Compendio, n. 558).
El camino de
la oración cristiana va hacia el Padre, por medio de Jesús, en el ámbito del
Espíritu Santo (de su luz y de su impulso), en comunión con María y con los
santos, también en solidaridad con todos los cristianos del mundo.
Para que la oración sea el alma o
el corazón del culto espiritual, ha de llegar a ser “vida de oración”, a base
de dedicar tiempos concretos cada día. La oración tiene diversas expresiones (oración
vocal, meditación, oración contemplativa) y supone un “combate” contra los
obstáculos que se oponen a la oración, por medio de la humilde vigilancia, la
confianza filial y la perseverancia en el amor. En el texto del Catecismo sobre
la oración, no sólo encontramos una explicación pedagógica de la oración
cristiana, sino que el Compendio recoge modelos concretos y tradicionales de la
oración (cf. apéndice “Oraciones comunes”).
La oración sacerdotal de Jesús
(cf. Jn 17), al llegar la hora de su pasión, recapitula toda oración e inspira
las peticiones del Padrenuestro. La oración, como se manifiesta de modo
paradigmático en la oración de Jesús, es la expresión de la entrega de la
propia vida, y es también donde se va comprendiendo mejor, a base de escuchar a
Dios, lo que nos pide, más allá de una mera información intelectual.
Se ha
escrito (J. Sesé) que, así como la
oración de Cristo era la raíz y la expresión de toda su entrega al Padre y
a los hombres (como pone de relieve Benedicto XVI en su libro “Jesús de
Nazaret” y en sus catequesis sobre la oración), la cuarta parte del Catecismo
puede considerarse, de algún modo, como el “alma”, la luz o la forma de las
otras. La oración nos saca de nosotros
mismos, porque en ella actúa Dios, que nos introduce en la dinámica de la
entrega de Cristo, que es la del amor y del servicio (cf. Benedicto XVI,
Audiencias generales del 20 y
27-VI-2012).
En suma, la vida cristiana es, toda
ella, un culto espiritual. Así como el incienso en la liturgia (como se observa al ver funcionar el Botafumeiro en la catedral de Santiago de Compostela) , cada cristiano está llamado a convertir su vida ordinaria en ofrenda de alabanza a Dios y de servicio a sus hermanos, en unión con la entrega y la oración de
Cristo.
(publicado en www.analisisdigital.com, 8-XII-2012)
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