¿Qué tienen que ver los sacramentos con la actual cultura de los símbolos, de los “iconos” y de la imagen? Como dice la tradición cristiana con términos de la teología medieval, los sacramentos son “signos e instrumentos” de la unión con Dios. Esta unión que llamamos “vida de la gracia”, es vida de amistad con Dios. Cristo nos la da en Él por la acción del Espíritu Santo y así nos une al Padre. Es vida que participamos con todos los que están unidos en el Cuerpo (místico) de Cristo, que es la Iglesia.
Los sacramentos pueden considerarse asimismo como “energías” que provienen de la persona de Cristo y su obra redentora, especialmente de su pasión, muerte y resurrección, cuyo conjunto, consumado con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, constituye el “misterio pascual”. También los sacramentos son como huellas del paso de Jesús por la tierra, sobre las que podemos y debemos caminar para vivir “por Cristo, con Él y en Él” (final del canon romano). El centro de todos los sacramentos es la Eucaristía.
Cristo, "sacramento" primordial del Padre
Ahora bien, los sacramentos son así porque la “sacramentalidad” –esto es, la capacidad de manifestar y hacer presente lo divino con su fuerza salvadora– es propiedad que tiene la Iglesia y todo lo cristiano. Y esto depende del misterio de Cristo, imagen del Padre hecha carne y por ello “sacramento” primordial del Padre (Jn 14, 9: “El que ma ha visto a mí ha visto al Padre”). En ese sentido toda la vida de Cristo es sacramento del amor de Dios, que desea restablecer nuestra vocación a ser hijos suyos y hermanos entre nosotros. Cristo nos revela ese Amor y nos lo entrega, para que, aceptándolo libremente, lleguemos a participar de la vida divina y, por tanto, de su luz y fuerza salvadora.
Dicho lo anterior cabe explicar cómo la sacramentalidad de lo cristiano se relaciona con el lenguaje de los símbolos y la actual cultura de la imagen. Esto se puede mostrar con claridad en el caso de los “siete sacramentos”, con todo lo que afecta a la liturgia cristiana y de alguna manera con todo lo que afecta a la vida y misión de los cristianos. Y por eso tiene una gran actualidad.
Necesidad de la "catequesis litúrgica"
Guardini, que en tantas cosas era un adelantado a su tiempo, escribió en 1927 un librito que tituló “Los signos sagrados”, donde explicaba el sentido de los distintos gestos litúrgicos (cf. también E. Kapellari, Signos sagrados, ed. Herder, Barcelona 1991). Estos signos o gestos concuerdan con el “lenguaje del cuerpo” que habla por sí mismo, aunque no seamos plenamente conscientes de ello.
Hoy sigue siendo muy necesario, además de enseñar y practicar la adoración a la Eucaristía, también fuera de la Misa (cf. Benedicto XVI, Homilía del 7-VI-2012) dedicarse a esta catequesis litúrgica (cf. exhort. Sacramentum caritatis, de 2007, n. 64), que se puede y debe realizar en las familias, en la escuela, en las parroquias, etc.
Para aprender y enseñar el significado de los “signos litúrgicos”, debemos darnos cuenta primero de que la liturgia sacramental emplea realidades de la creación o de la naturaleza (pan, vino). En segundo lugar, de que esas realidades son signos de la Alianza con Dios (como el aceite con que se ungían los sacerdotes, reyes y profetas). Y en tercer lugar, son también signos de Cristo que les dota de un sentido y una fuerza nuevas, en el contexto de los sacramentos de la vida cristiana. Así el cirio pascual luce desde la vigilia del Sábado santo, abriéndose paso en la oscuridad a través de las velas que representan las vidas de los cristianos, llevando la “luz de Cristo” al mundo.
La liturgia: tiempo y espacio, música e imágenes
Los sacramentos se celebran en el marco de la liturgia, y por tanto del tiempo y del espacio. Todo ello debe estar acompañado por los cantos y la música en los modos apropiados en cada caso. También las imágenes forman parte de la liturgia, como la vivieron desde el principio los primeros cristianos. Algunos de ellos fueron mártires en los siglos VII y VIII por defender el uso de las imágenes en el culto (los llamados “iconos” en el sentido originario). El argumento fue que el Hijo de Dios, imagen perfecta del Padre, se había hecho carne visible entre los hombres. Dios había dejado de ser invisible e inaccesible como parecía en el Antiguo Testamento, donde estaba prohibido representarle. De esta manera el rostro de Cristo o de los santos se pueden representar y transmitir para ayudar a la fe y la devoción de los cristianos. A esto no debemos renunciar, aunque algunos defiendan que el arte moderno no tiene por qué ser “figurativo”.
No olvidemos que el Compendio del Catecismo presenta una colección importante de imágenes del arte cristiano, motivada por la convicción de que la fe no sólo viene “por el oído”, como dice San Pablo (cf. Rm 10,17 según la Vulgata), sino también y en cierto sentido antes, por la vista, según lo que dice San Juan: “Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos…” (1 Jn 1, 3).
Todo esto tiene una particular actualidad en nuestra “cultura de la imagen”, llena de “iconos” de todo tipo. De ahí también la actualidad del arte y de la belleza en la transmisión de la fe.
Las nuevas tecnologías y las redes sociales
Benedicto XVI explicó, en un discurso al Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales (28-II-2011) que las nuevas tecnologías (internet, las redes sociales, etc) deben ser consideradas ante todo como una ocasión para profundizar en el modo de ser y de conocer que tenemos las personas (no sólo conocemos por medio de conceptos sino también, y más profundamente, por medio de símbolos e imágenes, que implican de modo más profundo todas las esferas de la persona), y por ello son una oportunidad para establecer relaciones entre nosotros. Por eso también las nuevas tecnologías son una oportunidad, en segundo lugar, para profundizar más en la fe.
En consecuencia, decía el Papa, es responsabilidad de los cristianos el conocer estas nuevas teconologías para comunicar la fe. Esto implica evangelizar esta “nueva cultura”, como anteriormente hemos evangelizado otras culturas, abrazando los valores que encierran y purificándolas de lo que sea incompatible con la fe y la moral cristianas. Lógicamente todo ello requiere una formación adecuada especialmente para las familias, los niños y los jóvenes. De esto trata también el mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales en 2013, dentro del Año de la Fe.
Lo que aquí nos interesa subrayar es que, sobre todo gracias a los sacramentos, los cristianos podemos y debemos ser “catecismos vivos”, “iconos vivos”, “mensajes vivos” en esta cultura de la imagen.
(publicado en www.cope.es, 3-X-2012)
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