En El espíritu de la esperanza, recoge Byung-Chul Han la opinión de que los sueños despiertos se distinguen de los sueños nocturnos por tres características: llevan a actuar, implican a la esperanza activa; remiten al futuro, no al pasado, son un soñar hacia delante; tienen que ver con los demás y conducen a la acción para mejorar el mundo, mientras que el que duerme está ensimismado, en privado con sus tesoros.
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El papa Francisco ha sido un soñador despierto. Ha vivido en rebeldía con el conformismo, en roce del corazón con la historia, en respuesta rápida ante “las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren” (Gaudium et spes, 1). Le caracterizaba este soñar despierto que, si son ciertas esas ponderaciones, corresponde a la enfermedad que lleva a gastarse y morir con las botas puestas, si así lo dispone la Providencia.
(Artículo de R. Pellitero, publicado por la Universidad de Navarra en Linkedin)
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