¿El fin justifica los medios? No se trata de que para
conseguir un fin haya que emplear medios, sino de qué medios (¿vale todo?) se
pueden emplear; pues solo si se discute esto se podrá hablar de “justificar”. ¿Pero
qué es la justicia?
Dice Spaemann que la justicia implica
“reconocer que todo hombre merece respeto por sí mismo”. Actuar justamente requiere
además querer lo bueno para el otro. Según Max Weber esto exigiría una ética de
responsabilidad y no de convicciones. Ojo, advierte Spaemann, pues hay que
tener cuidado con el utilitarismo. Entonces ¿en qué consiste nuestra
responsabilidad?
1. Justicia y
benevolencia
Para actuar con justicia no
basta la justicia en el sentido que normalmente la entendemos, es decir, la que
administra un tribunal. Si un gobierno prohibiera a todos oler las rosas, eso
no sería injusto, pero sería estúpido. Spaemann pone otro ejemplo: la historia
del juicio de Salomón, donde una mujer renuncia a la “justicia” de un tribunal
por el bien de su hijo. Por eso es
inmoral preferir aniquilar los bienes cuya participación es imposible antes de
darlos a uno cualquiera (una madre que tira el helado ante dos niños que
discuten, un profesor que suspende a toda la clase por no saber quién ha
copiado). Esto lo que demuestra es que “hacer justicia al hombre y a la
realidad va más allá de la justicia”.
¿Cómo
concretar esto? ¿Qué más se exige? Nuestro autor responde: dos cosas: conocimiento
y amor, saber qué es el hombre y qué le hace bien (quien alimenta a su
hijo a base de bombones o de televisión, puede que le ame, pero hace lo mismo
que quien le quisiera hacer daño). No basta querer un bien para otro, hay que
conocer. Tampoco pasta conocer, hay que querer el bien para el otro.
Por amor no
se entiende aquí simplemente la simpatía sino todo lo que entraña la la
benevolencia, principalmente querer para
el otro lo que es bueno para él. Y esto se debe también a los animales y al
resto de la naturaleza.
Ahora bien,
se plantea la pregunta ¿Qué exige la
benevolencia en la práctica, de modo que nuestros actos sean buenos? ¿Cómo
concretar ese “conocer y amar” y en qué medida se requieren?
2. Ética de
convicción y ética de responsabilidad
a) Max
Weber respondió a esas preguntas planteando una contraposición entre lo que
llamó ética de convicción y ética de responsabilidad. Considera que son dos posiciones irreconciliables con
argumentos.
(1) Alguien tiene una ética
de responsabilidad si tiene en cuenta el conjunto de las previsibles
consecuencias , y actúa buscando las consecuencias que le parecen mejores; y
esto, aunque tenga que realizar algo
que, aisladamente, se consideraría malo. Por ejemplo, actúa bien el médico
que no dice la verdad a un paciente previendo que no la soportará, o el
político que se ofrece a dirigir la guerra porque tiene como finalidad reducir
las posibilidades de guerra.
(2) Alguien, en cambio, actúa según
la ética
de convicción cuando sigue sus ideas o convicciones, al margen de las
consecuencias. Por ejemplo, el pacifista que no está dispuesto a matar en
absoluto, aunque su posición puede aumentar el peligro de guerra, argumentando
que si todos fueran pacifistas no habría guerra, y que si la actitud pacifista
no se extiende, no es culpa suya.
b) Dando un
paso más, Weber dice que la “ética de
responsabilidad” es la propia de los políticos y la “ética de convicción” es la
propia de los santos (desconociendo, como bien dice Spaemann, que aunque
raramente, ha habido políticos que fueron a la vez santos, y con éxitos
políticos). Posteriormente estas dos posiciones se han adjudicado
respectivamente a una “moral deontológica” (la que valora las acciones según
las convicciones y no tiene en cuenta las consecuencias) y a una “moral
teleológica” (de telos= finalidad, que
valora las aciones según las consecuencias que se preven en el conjunto)
también llamada utilitarista (o
consecuencialista).
A todo esto conviene decir que la deontología que se estudia en muchas universidades, como coplemento de otras asignaturas de "ciencias" o "letras", no entra necesariamente en la categoría de una ética de convicción en el sentido de Max Weber (es decir, en una ética que no tiene en cuenta las consecuencias); más bien procura tenerlas en cuenta en la medida adecuada.
A todo esto conviene decir que la deontología que se estudia en muchas universidades, como coplemento de otras asignaturas de "ciencias" o "letras", no entra necesariamente en la categoría de una ética de convicción en el sentido de Max Weber (es decir, en una ética que no tiene en cuenta las consecuencias); más bien procura tenerlas en cuenta en la medida adecuada.
Spaemann mostrará que la
alternativa entre ética de convicción y ética de responsabilidad, lo mismo que
la alternativa entre deontología y utilitarismo, como tal alternativa, contribuye más bien a
oscurecer las cosas, y se queda en principios abstractos.
La observación y la experiencia nos dicen que valorar los actos humanos despreciando las consecuencias o solamente por
sus consecuencias (y “todas” ellas), conduce a meras abstracciones y no ayuda a
distinguir lo bueno de lo malo. En realidad, no hay ética (tampoco una ética que se fundamente en convicciones) que
pueda prescindir totalmente de las consecuencias o los efectos de los actos.
Así el que tiene la convicción de que mentir es malo, no es que desprecie las
consecuencias sino que considera una de ellas, la primera y fundamental: el
engañar a otro. Sin esta primera consecuencia, no habría mentira (por eso no es
lo mismo un cuento que una mentira).
Lo que es
decisivo es de qué consecuencias se trata y hasta qué consecuencias se extiende la
responsabilidad. El médico amputa una pierna o extirpa un riñón para lograr
la consecuencia de salvar esa vida. Su finalidad justifica los medios que se
decide a emplear, y esto es responsabilidad. Pero si el paciente es un criminal
y es previsible que en el futuro siga matando gente, ¿debe el médico recetarle
un veneno en nombre de una ética de la responsabilidad? En este caso ¿el fin
justifica los medios? (de modo similar han actuado algunos psiquiatras al
servicio de poderes políticos o militares, para deshacerse de los disidentes).
Así, la responsabilidad médica no consiste en actuar previendo “todas”
las consecuencias, sino buscar lo mejor para la salud del paciente. Por eso
tampoco actuaría bien un médico que, en un experimento con fines científicos,
privase a algunos pacientes de medicamentos que sabe que los salvarían. El
motivo es que las posibles mejoras científicas no constituyen un bien superior
a la vida del paciente. Un caso distinto sería el de escasez de medios (pediría
los criterios de la justicia distributiva).
En
definitiva, no es cierto que lo ético o lo bueno sea simplemente “lo más útil”.
El
fin no siempre justifica los medios (no se puede tirar una bomba
atómica sobre una ciudad para detener la guerra, argumentando que así se
evitarán muchos millones de víctimas).
3. Crítica del
utilitarismo
Spaemann
emplea tres argumentos para criticar el utilitarismo:
a) El carácter imprevisible de las consecuencias a largo plazo. Si
tuviéramos que prever todas las consecuencias de nuestros actos, nunca
actuaríamos porque no terminaríamos de calcular las consecuencias, en caso de
que ello fuera posible. (Muchas veces un bien tiene consecuencias malas, y no
es posible esperar a actuar hasta demostrar que no se van a producir; o al
revés, a veces un bien surge como consecuencia de un mal, como por ejemplo,
según el cristianismo, la salvación de la humanidad fue posible por la traición
de Judas; pero si se invoca este principio, bastaría que cualquier criminal
invocara una consecuencia buena para quedar justificado). Es imposible (excepto que uno
sea Dios) prever todas las consecuencias
de nuestros actos.
Por aquí
descubre Spaemann que “una ética radical
de responsabilidad en el sentido de Max Weber no es en realidad otra cosa que
la ética radical de la convicción”; pues según ésta, para absolver a un
criminal habría que comprender sus intenciones y el modo en que él ve la marcha
de las cosas y de la historia (con lo que nos encontramos ante una ética
radical de responsabilidad).
En
realidad, lo que sucede es que no podemos prever todas las consecuencias de
nuestros actos, y que, por tanto, la moralidad de los actos no puede depender
de ese juicio.
b) El utilitarismo entrega el juicio moral del
hombre corriente en manos de la inteligencia técnica de los expertos (pues
se supone que solo los expertos pueden juzgar acerca de hasta qué punto una
acción es útil para la humanidad).
Spaemann
pone dos ejemplos: en el primero, evoca cuando a los jóvenes nazis se les hizo
creer que la existencia de los judíos era dañina para la humanidad, y así se
les convenció para que mataran a los niños judíos. Lo que se tapó fue la
sencilla verdad de que no se pueden matar niños inocentes. Esto puede suceder
cuando se pone la conciencia (que es propia de cada persona) bajo tutela de
ideólogos y tecnócratas.
En el
segundo ejemplo relata un experimento en la radio bávara. En nombre de la
ciencia, unos voluntarios debían enviar descargas eléctricas a una persona que
estaba encerrada en una habitación (cosa que en realidad no sucedía);
supuestamente, la intensidad de las descargas era creciente; cuando se acercó a
límites peligrosos o letales, en medio de los gritos de aquella persona,
algunos voluntarios siguieron adelante torturándola, convencidos de que
actuaban por el bien de la ciencia. No es buena una ética que propone como
principio dejar la propia conciencia en manos de los expertos. Cada uno debe
juzgar según su conciencia y en la medida de su responsabilidad que no es
absoluta sino determinada o concreta (yo no tengo responsabilidad sobre todas
las cosas que pueden pasar hasta el fin del mundo, pero sí la tengo respecto a
lo que depende de mí).
De aquí se
deduce que orientar nuestros actos según “el conjunto” de sus consecuencias
(por ejemplo en nombre de las “buenas consecuencias para la ciencia”), los
entrega a cualquier experiencia y manipulación. El utilitarismo es contradictorio,
porque persigue el mundo mejor posible, pero lo que sucede realmente es que con
frecuencia se estropea el mundo o se daña a las personas.
c) El utilitarista puede ser engañado
fácilmente no solo por los expertos sino también por los criminales.
Es cierto
que se deben sopesar las consecuencias, en unas actividades más que en otras; el
político debe tener en cuenta, más que el médico, las consecuencias a largo
plazo, pero esto tiene sus límites éticos. Así, si el terrorista exige la
muerte del presidente del país con la amenanza de poner una bomba poderosa en
medio de la ciudad, el vicepresidente utilitarista tenderá a ceder pensando
erróneamente que el fin justifica los medios. Si el chantajista sabe que no se
va a ceder, no intentará el chantaje; mientras que si supone que se va a ceder,
lo hará una y otra vez, produciéndose a largo plazo la muerte de más personas,
que era lo que el vicepresidente utilitarista quería evitar; así se ve que el
utilitarismo es contraproducente. Conclusión: la responsabilidad personal nos
lleva a no permitir la manipulación o el chantaje.
4. Conclusiones
a) Nuestra
responsabilidad moral es concreta y determinada, no debemos responder
de “todas” las consecuencias de un acto u omisión. Si pensamos de otra manera o
aceptamos lo contrario, podemos ser manipulados o engañados. No cabe defender
una ética radical de la responsabilidad o un utilitarismo radical.
b) La
omisión culpable es la omisión de algo que yo tenía que haber hecho (soy responsable de haber impedido un robo si soy el policía que tenía que haber estado allí y no estuve). Pero, atención, no
soy responsable de todo, de todas las cosas que no he
hecho.
c) El
campo de nuestros deberes es acotado (distinto para un médico, que debe
cuidar de la salud de su paciente, que para un político, que tiene que cuidar
del bien de su país). Es cierto que a veces una persona puede acumular distintas responsabilidades incluso hacia otra (por ejemplo un profesor que sea a la vez padre de un niño).
d) Ante la
pregunta ¿existe una responsabilidad propia de todo hombre?, Kant responde: sí,
y consiste en que nunca podemos usar a los demás como puros medios. (Juan Pablo
II perfeccionando este criterio añadió: el modo más justo de tratar a una
persona es el amor). Kant quería decir: puedo pedir los servicios de otros, como
también ellos de mí; pero esto tiene sus límites como por ejemplo sucede con la
esclavitud, la tortura, la muerte de un inocente o el abuso sexual.; pues estos
actos violan la dignidad de las personas. Con otras palabras, toda
persona es un fin en sí misma, y no se puede “usar” para conseguir
otros fines.
e) Hay
una asimetría entre los comportamientos buenos y malos. La experiencia
humana y de la historia muestra la verdad del principio ético de que no
hay actos que sean siempre buenos (pues esto depende de las
circunstancias), excepto la omisión de un acto malo. En cambio, hay
actos que son siempre y en todas partes malos (porque niegan a la
persona en sí misma), como los ya nombrados; en ellos no hay responsabilidad
acerca de las consecuencias (quien se niega a fusilar a un judío, no tiene
responsabilidad en que su jefe a continuación fusile a otras personas o a uno
mismo; uno puede morir, y morirá finalmente, pero no puede matar a un inocente)
La omisión
de estos actos (ilícitos o inmorales por sí mismos) comporta una
responsabilidad equivalente a aquello que no podemos realizar físicamente, como
ya decía la ley romana: lo que va contra los dioses o contra el respeto al
hombre, es decir contra las buenas costumbres, debe ser considerado como
imposible.
La omisión de un acto malo es siempre un acto bueno, como se ha dicho. Ahora bien, además de omitir ese mal (cosa que en sí ya es un bien), no significa que no puedan o deban hacerse más actos buenos, a continuación, para evitar ese mal. (Si veo que a una persona la están maltratando, en primer lugar debo abstenerme de hacer lo mismo, y abstenerme es ya un acto bueno; pero además quizá pueda o deba hacer otras cosas, para detener o disminuir las consecuencias de esa acción de otros).
La omisión de un acto malo es siempre un acto bueno, como se ha dicho. Ahora bien, además de omitir ese mal (cosa que en sí ya es un bien), no significa que no puedan o deban hacerse más actos buenos, a continuación, para evitar ese mal. (Si veo que a una persona la están maltratando, en primer lugar debo abstenerme de hacer lo mismo, y abstenerme es ya un acto bueno; pero además quizá pueda o deba hacer otras cosas, para detener o disminuir las consecuencias de esa acción de otros).
Preguntas de
autoevaluación
(Responder Verdadero/Falso)
1. Es mejor aniquilar los bienes cuya participación es
imposible, antes que darlos a uno cualquiera, de acuerdo con un criterio
cualquiera.
2. Según Max Weber, la ética de responsabilidad incluye que
a veces hay que realizar lo que, aisladamente considerado, deberíamos entender
como malo.
3. Max Weber piensa que la ética de responsabilidad y la
ética de convicción pueden llegar a ponerse de acuerdo.
4. La alternativa entre ética de convicción y ética de
responsabilidad, lo mismo que la alternativa entre deontología y utilitarismo,
contribuye más bien a oscurecer las cosas de que se está tratando.
5. Es posible realizar un acto bueno sin considerar en
absoluto sus consecuencias o sus efectos.
6. Una ética de responsabilidad, en el sentido de Max Weber,
no es en realidad otra cosa que la ética radical de la convicción.
7. Es imposible prever todas las consecuencias de nuestros
actos
8. El principio de Kant según el cual “en ningún acto
podemos usarnos o usar a los demás como puros medios” quiere decir que toda
persona es un fin en sí misma.
9. Hay modos de proceder que son siempre y en cualquier
lugar buenos
10. Se dan modos de proceder que, al margen de cualquier
cicunstancia, son siempre y en todas partes malos
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