¿Qué hace que una acción sea buena? Según Kant, “no se puede
pensar que exista algo, dentro o fuera del mundo, que pueda ser tenido sin
limitación por bueno, a no ser una buena voluntad”. Pero, replica Spaemann,
todo el que actúa lo hace buscando un bien para él. Por eso, antes que las
intenciones y las circunstancias, hay que atender a la realidad de cada
situación.
1. Buena voluntad y
“buenas intenciones”
Ahora bien,
se pregunta Spaemann, ¿qué es una buena voluntad? No basta decir “la que desea
el bien”. Si así fuera, podría justificar todo tipo de injusticias y maldades.
Pues todo el que actúa tiene, en cierto
modo, “buena intención”; en el sentido de que buscar un bien, sea un valor
o un placer, etc. El mal consiste en que
al buscar ese bien de modo injustificable, se produzca un mal, sobre todo si
otros pagan el precio (así sucede con el que roba para luego ser
benefactor).
Así pues
solo se puede llamar buena la voluntad que considera la realidad total de su
proceder, sin engañarse a sí misma refugiándose en su “buena intención”. El mal
consiste en no querer prestar atención a la realidad
2. Hacer justicia a la
realidad
Así, ante la pregunta ¿qué hace
que una acción sea buena?, tenemos un primer elemento: la calidad de la atención, la mirada limpia a la realidad. ¿Y qué
puede mancharla? La fuerza de los sentimientos o incluso de los ideales.
Los ideales son ideas o creencias que
se defienden con frecuencia apasionadamente por creerlas buenas, y a cuyo
triunfo se dedican sacrificio o esfuerzos. Los ideales en sí mismos son
necesarios, pues el hombre tiene capacidad de proponerse metas y debe
proponérselas. La cuestión es de qué ideal se trata, cómo se plantea lograrlo,
con qué medios, y qué precio han de pagar los demás.
Tanto el
inquisidor como el terrorista -ejemplifica Spaemann- sirven a un ideal, pero ambos se niegan a mirar
con atención a lo que su acción significa para los afectados. También actúa mal
quien desea hacer algo útil, caritativo o afectuoso (por ejemplo, el que
realiza un adulterio por compasión) sin prestar atención a la injusticia que
comete al lesionar, por ejemplo, una promesa de fidelidad a un tercero.
Ni la
salud, ni del bien de la patria, ni el placer, ni el egoísmo o el altruísmo son
por sí mismos el bien. Si alguno de estos valores pudiera ser sustituido por el
bien, caeríamos en la "falacia naturalista" que denunció Moore (entonces, por
ejemplo, si el bien fuera sin más la salud, no tendría sentido posponerla por un
bien más importante). Y cada uno de los actos que invocan estos valores serían
siempre buenos. Pero no es así en determinadas circunstancias.
(Por
ejemplo, si soy sacerdote, aunque esté cansado debo atender a alguien que me
pide ayuda: y esto no es relativo, sino que es el bien absoluto que debo
realizar aquí y ahora; y considerarlo así no es un adorno sino la luz y el enfoque
adecuado para mi existencia. Otro ejemplo, en algunas situaciones el bien
consistirá en darme preferencia sobre los demás. El bien no está en poner a los
demás o a mí mismo por encima, sino en “amar a los demás como a mí mismo”, y
desde ahí ser capaz de actuar de acuerdo con el bien del caso).
Mientras
que cualquier valor puede y debe ceder ante algo mejor (más alto, urgente o
fundamental), la pregunta por el bien que debo realizar aquí y ahora es
absoluta. “El bien es precisamente lo que no debe ni puede nunca dejar paso a
otras cosas”. Por eso el punto de vista moral “no es cosa distinta del recto
orden, adecuado a la realidad, de los puntos de vista” (R. Spaemann, Ética: Cuestiones fundamentales, Pamplona 2010, p. 111).
Dicho de otra
manera “la acción buena es la que hace justicia a la realidad”; con otras
palabras: la que se ajusta con
objetividad o realismo a la situación de que se trate. (En ética suele decirse
que la primera condición para que una acción sea buena es que su “objeto” (la finalidad propia de esa acción) sea
bueno, es decir, que esté de acuerdo con la naturaleza de las cosas. Y esto
podemos saberlo por la educación recibida (incluido el estudio) y los
conocimientos adquiridos a través de la experiencia.
¿Hay
algunos criterios o condiciones que aseguren esto?
a) La imparcialidad (como vimos, la
justicia se representa con “los ojos tapados”). Es decir, la disposición a
poner entre paréntesis los propios intereses.
Este criterio tiene varias versiones. La versión
del Evangelio es: no hagas a otro lo que no desees para ti; según Kant, “Actúa
de manera que sirva de modelo moral para todos los hombres”; según B. Shaw: “no
hagas a otro lo que quieres que se te haga a ti, pues podría ser que tuviera un
gusto distinto del tuyo” (esto no funciona siempre, por ejemplo si se trata de
dar una medicina); según K. Wojtyla, la disposición ideal en la acción que
afecta a una persona es el amor.
b) La
correcta valoración es también necesaria para hacer justicia a la realidad,
se trate de cosas, animales, plantas o personas, incluídos nosotros mismos. Es
decir, que seamos capaces de percibir el valor de cada ser en la realidad.
En cuanto a
las personas esto significa que hemos de tratarlas como seres que son fines en sí mismos, y por eso no pueden
ser tratados solamente como medios para fines que otros se proponen. (Ciertamente todos necesitamos de algunos servicios de los demás, y en esa medida, muy concreta, nos servimos de ellos como "medios" para cubrir alguna de nuestras necesidades; pero nunca podemos usarlos solamente como meros medios).
En ese
sentido es mejor decir que el hombre tiene dignidad,
y no solo valor (Kant); entendiendo por dignidad,
según Spaemann, “aquella propiedad merced a la cual un ser es excluido de
cualquier cálculo, por ser él mismo medida del cálculo” (p. 113). El hombre
no es una parte, junto con otras, de la realidad, sino que es una “totalidad de
sentido”, es decir, un ser abierto a toda la realidad, que “en su conciencia
percibe que debe hacer justicia a la realidad como un todo” (p. 114). Y por eso
merece un respeto incondicional.
Esto puede
recordar la primera parte, “panta poros” (el hombre está abierto a todas las
cosas) del panta poros aporon de
Sofocles (el “aporon” se refiere a que el hombre también puede cerrarse a la
realidad).
Por eso,
insiste Spaemann, uno debe respetarse a
sí mismo, y también a la realidad extrahumana (animales, objetos, etc.).
Cada uno de los seres deben tratarse según lo que son y no simplemente para la
propia utilidad o placer en sentido absoluto; no se puede hacer con ellos
cualquier cosa, como maltratarlos o aniquilarlos por puro capricho (incluso la
propiedad privada no es absoluta, pues pesa sobre ella una “hipoteca social”:
por ejemplo no se puede quemar dinero o tirar alimentos que otros puedan
necesitar, por muy buena que me parezca mi intención, como podría ser mejorar
la economía de mi país).
No somos dueños
de los demás ni de las cosas, sino cuidadores, administradores o cultivadores
de lo que nos rodea. Así, a la naturaleza de una promesa pertenece el deber de
mantenerla. De la naturaleza de los niños se deduce que los padres deben
cuidarles y no abandonarles.
En la
tradición cristiana lo que hace bueno a un hombre suele denominarse con la
palabra amor, que resume la fundamental
afirmación de la realidad. Esto supone la aceptación inicial de que la realidad
es buena y de que la realidad espera que nosotros nos comportemos bien con
ella. Los filósofos antiguos decían “el obrar sigue al ser”: si el hombre es o
puede ser, al menos inicialmente, bueno, de él se espera que obre el bien.
Sobre este
trasfondo de búsqueda realista del bien, en muchos casos somos capaces de
comprender lo que hay que hacer.
3. Límites superiores
e inferiores de la moralidad
En muchos
otros casos, sin embargo, surgen conflictos, y es complejo establecer una
jerarquía de prioridades. Nuestra responsabilidad depende, en esos casos, de
diversas circunstancias, la primera de todas es del tipo de persona que somos
para otro. Por eso es muy difícil, si no imposible,
establecer un límite superior para la moralidad de las acciones, pues casi siempre es posible hacer algo mejor
(al mismo tiempo, como ya hemos visto, no estamos obligados a hacer lo mejor en
sentido absoluto, y además no es posible).
Suele
decirse que muchas veces “lo mejor es enemigo de lo bueno”. Si presentar un
trabajo libre de erratas supone dejar de dormir, y esto me puede llevar a
perder la salud, suspender otra asingnatura o dejar de atender a una persona cuando
debo hacerlo, entonces lo mejor será dejar de lado ese “perfeccionismo”.
También sería mejor renunciar a un “orden total” de nuestras cosas si eso se
opone a la dignidad personal o la de otras personas.
Pero en
cambio, sí es posible establecer un límite
inferior, pues –como se estudia en los capítulos anteriores de Las
Cuestiones fundamentales de la Ética, de Spaemann– hay actos ante los que no
tiene sentido preguntarse “si se pueden hacer peor”, pues son en sí mismos malos, porque lesionan la
dinidad humana. Según la moral cristiana, estos actos conllevan siempre una "materia grave" y por eso se consideran "pecado mortal", si se cometen con plena advertencia y deliberado consentimiento (*).
Como actos siempre malos en sí mismos Spaeman cita: la muerte directa
e intencionada de un inocente, la violación o el uso de la sexualidad como medio para determinados
fines (por lo general podría decirse cuando la intención es robar, hacer un chantaje,
espiar, etc.); también entraría aquí el engañar
a quien confía razonablemente en uno (esto es así porque se rompe la justicia
con la realidad; quien engaña a un enfermo sobre su gravedad, le impide
enfrentarse humanamente con su muerte; esto no es obstáculo para que se escoja
el tiempo y modo de decírselo).
4. Las circunstancias
Ya hemos
visto que para que una acción sea buena, es necesario primero que haga justicia
a la realidad y que además haya una buena intención. Además se requiere la atención
a las circunstancias.
Todo esto
no debe llevar a pensar que, con tantas condiciones, es muy difícil que una
acción sea buena, puesto que esto exigiría poco menos que heroísmo. No es así,
y de hecho muchas personas sencillas y
corrientes actúan bien en su día a día, casi sin pensarlo y probablemente
sin un gran esfuerzo. Esto se debe a que tienen virtudes, es decir, hábitos
de hacer el bien; pues sin las virtudes (las más importantes virtudes
morales para los clásicos son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la
templanza) es muy difícil hacer “habitualmente” el bien.
En cualquier
caso, no hay acción buena sin atención a
las circunstancias, es decir las peculiaridades en que nos encontramos. Ya hemos visto que una circunstancia importante es el tipo de persona que somos para otros.
Entre estas
circunstancias podemos citar:
a) Circunstancias
que tienen que ver con la cualificación
personal, debido a la profesión o a otros motivos (un médico debe prestar
ayuda allí donde se encuentre, por ejemplo en un viaje; un educador se supone
que está más preparado para manejar una situación difícil como una catástofe;
algunas personas son más capaces de dar consejos a otras en un momento
determinado, y por eso deben asumir más responsabilidad que otras).
b) Hay
otras circunstancias que podrían llamarse de “altura moral”, debidas muchas veces a una mejor formación de
conciencia. Así cabría pensar –y la experiencia puede confirmarlo en muchas
ocasiones– que el cristianismo aporta “luces” para poder hacer justicia a la
realidad, por el hecho de que la tradición judeo-bíblica asegura por revelación
algunos valores universales que pueden ser difíciles de captar con la mera
razón (la existencia de Dios, la inmortalidad del espíritu humano o la
necesidad de una justicia definitiva). En cualquier caso, las valoraciones de
las religiones deben confrontarse con las valoraciones de la razón y viceversa
(y en los casos concretos pueden darse personas con un alto grado de moralidad,
sean religiosas o no).
c) Pertenece
a la experiencia ética, en palabras de Spaemann, que “ningún hombre logra alzarse por completo por encima de su visión
egocéntrica del mundo” (p. 120). Esto tiene que ver con el “aporon” de
Sófocles (ver anteriormente), pues todos tenemos tendencia a encerrarnos en nosotros mismos, a no
ver la realidad, porque la miramos con nuestras debilidades, limitaciones y
oscuridades; y además está la experiencia del mal que todos podemos realizar
(no solo los criminales), unas veces con plena voluntariedad, otras veces con
menos voluntariedad.
d) Por
último, no solo existe la justicia, sino
también el perdón. Pues, aunque tendemos a encerrarnos en nosotros mismos,
hasta el final tenemos la capacidad de volver a abrirnos (panta poros): reconocer nuestras limitaciones, ignorancias y
culpas, pedir perdón y ser capaz, por eso mismo, de perdonar a los demás. Todos
necesitamos ser perdonados, pero sólo puede exigirlo quien, sin cerrar los ojos
ante la injusticia, esté dispuesto a perdonar.
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(*) Si falta alguno de estos elementos (materia grave, plena advertencia y deliberado consentimiento), el pecado ya no sería mortal, sino venial (acerca del pecado mortal y del pecado venial, cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1854-1864, y en su Compendio, nn. 394-396).
* * *
Preguntas de autoevaluación
(Verdadero/Falso)
1. Lo que hace que una acción sea buena es la buena voluntad
2. Sólo se puede llamar buena a la voluntad que se deja
obligar por la conciencia y considera la realidad total de su proceder.
3. Los ideales garantizan que una acción es buena, puesto
que con ella se pretende hacer algo útil, caritativo o afectuoso.
4. La “falacia naturalista” (Moore) no funciona porque el
punto de vista moral, el punto de vista del bien, es absoluto.
5. El punto de vista moral es un valor más, que se añade a
otros muchos puntos de vista o valores que orientan nuestra actividad.
6. El bien no es cosa distinta del recto orden, adecuado a
la realidad, de los puntos de vista
7. En ningún sentido se puede aceptar que las personas
puedan ser medios para otros fines.
8. Arrojar algo que otros puedan necesitar es siempre
inmoral
9. Una acción es buena sólo si tiene en cuenta la realidad,
es decir, lo que llamamos la “naturaleza de las cosas”
10. Estamos obligados siempre a hacer lo mejor de lo posible
absolutamente hablando
Nota: Para los interesados en la Ética, ver la pestaña Ética, bajo el título del blog, o consultar este enlace.
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