viernes, 8 de noviembre de 2013

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Opción por los sencillos

Un desafío para la inteligencia 



Día a día se hace más patente la importancia de lo sencillo, que no es lo simple. Muchas veces tenemos miedo a lo sencillo, quizá porque presentimos que es lo más real. Cuentan de un ensayista español que a veces, terminado un texto, se lo pasaba a su secretario, menos versado en filosofías, para ver si lo comprendía. Y si le decía: “se entiende perfectamente”, entonces el autor le replicaba: “pues oscurézcalo un poco”…


Agustín y la sencillez

     Es el caso opuesto a Agustín de Hipona. Recordaba Benedicto XVI que san Agustín decidió seguir a Jesús y dejar de hablar a los grandes de la corte imperial, para dirigirse a la población sencilla de Hipona. Se dirigió a ellos en su predicación, que gozaba de mucha fama, y escribió mucho. Su afán por comunicar el mensaje de la vida cristiana procedía de su comunicación con Dios, que es el más sencillo por ser el más grande y viceversa, y vuelve grandes y sencillos a los que con Él se unen. Agustín no llevaba una vida cerrada en sí misma o despistada en mil cosas, “sino vivida esencialmente como un diálogo con Dios y, de este modo, una vida con los demás”.

     Un ejemplo es el libro de sus “confesiones” título que indica, en primer lugar, la confesión de las propias debilidades y la miseria de sus pecados; pero al mismo tiempo, “confesiones” significa alabanza y reconocimiento de Dios. Y es que en la perspectiva cristiana, observaba el Papa Ratzinger,  “ver la propia miseria a la luz de Dios se convierte en alabanza de Dios y en acción de gracias, pues Dios nos ama y nos acepta, nos transforma y nos eleva hacia sí mismo”.


Poner la sabiduría al alcance de todos

     Toda una lección para los cristianos “intelectuales” (investigadores, profesores, científicos) de nuestro tiempo, aunque en algunos ambientes, por reacción, lo de intelectual casi parezca un insulto. Es necesario el cultivo de la inteligencia a todos los niveles, y es imprescindible que en una sociedad haya intelectuales de mucho nivel. “Agustín fue ciertamente consciente de su propia talla intelectual. Pero para él era más importante llevar el mensaje cristiano a los sencillos que redactar grandes obras de elevado nivel teológico”, afirmaba Benedicto XVI. Y no será porque san Agustín no haya dejado ensayos de especulación, algunos bastante densos. Al parecer su espíritu de cristiano y de pastor (“con vosotros soy cristiano, para vosotros soy obispo”) le pedía olvidarse con frecuencia de su eximia cultura para servir a los menos “cultos”. O mejor, poner la propia cultura filosófica o científica al servicio de todos, especialmente de aquellos que no tienen acceso a esa forma de cultura, y poseen sin embargo una cultura más popular, que valora más las personas y el hogar, las tradiciones y las cosas pequeñas.

     Esta intención más profunda de Agustín, que le guió durante toda su vida, observaba el Papa alemán, se puede ver en una carta escrita al colega Evodio, en la que le comunica la decisión de interrumpir por el momento los libros sobre la Trinidad, “pues son demasiado cansados y creo que pueden ser entendidos por unos pocos; hacen más falta textos que esperamos que sean útiles para muchos”. En suma, “para él era más útil comunicar la fe de manera comprensible para todos, que escribir grandes obras teológicas”. Y esta intención hace que Agustín siga vivo entre nosotros a través de sus escritos, comunicándonos esa vida que proviene de la fe.


Enseñar a los sencillos exige una ciencia mayor y más profunda

    ¿No ha sido esta también una opción tomada por Benedicto XVI? Joseph Ratzinger, el teólogo especulativo (uno de los mejores del siglo XX), cuando fue elegido Papa siguió reflexionando y comunicando su teología, pero lo ha hecho de modo cada vez más asequible; con un lenguaje más pastoral, que no quiere decir menos riguroso, pero sí menos abstracto y más personalizado. Con una expresión más fácil de comprender para el que escucha, pero quizá más difícil para el que la piensa, porque exige no sólo ciencia, sino también sabiduría y humildad, cercanía a la vida. Por eso su teología y su transmisión de la fe no han perdido sino que han ganado en nivel intelectual. Y así representan una necesaria opción por los sencillos.

     Con su propio estilo lo viene realizando desde el principio de su ministerio el Papa Francisco. Él, que no ha sido teólogo profesional, es ahora el Obispo de Roma, pastor entre las ovejas. Y ha querido atender especialmente a los más débiles, a los más pobres, a los niños y a los más pequeños entre los sencillos. Para llevarles a ellos y a todos el calor de la esperanza.

    De ahí que la opción por los sencillos, que han tomado San Agustín, Benedicto XVI y tantos otros sabios, es un desafío para la inteligencia; requiere una inteligencia más humana y por eso una razón ensanchada, una ciencia mayor. Y esto, porque esta "opción por los sencillos" (que no es excluyente de otros) es un reflejo de la unión que debe existir entre la verdad y el amor. En el cristianismo, es además una manifestación operativa de cómo la fe vive y conoce por su apertura a la caridad (cf. enc. Lumen fidei), al amor con obras, capaz de traducir y hacer visible la esperanza cristiana.




(una primera versión fue publicada en www.analisisdigital.com, 23-II-2008)

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