"No basta pasar por las 'calles' digitales". Es necesario que veamos y vivamos la red digital "no como una red de cables sino sobre todo de personas humanas"
De esta manera podremos crecer en humanidad a través del mundo digital, por medio del encuentro y el testimonio personal, y en la medida de que, también en este ámbito, "abramos las puertas" a Dios y a los demás.
Crecer en humanidad a través del
mundo digital
En
nuestros días, escribe, “los medios de comunicación pueden ayudar a que nos
sintamos más cerca unos de otros, a que percibamos un renovado sentido de
unidad de la familia humana que nos impulse a la solidaridad y al compromiso
serio por una vida más digna para todos”.
Comunicar bien, continúa explicando, nos ayuda a conocernos mejor
y estar más unidos, con ciertas condiciones: nos ayudan a derribar los muros
que nos dividen, “si estamos dispuestos a escuchar y a aprender los unos
de los otros”; al diálogo y al encuentro si estamos “dispuestos no sólo a dar,
sino también a recibir de los otros”. En este sentido, el mensaje es
altamente positivo. Así respecto a las redes de comunicación afirma que
“Internet puede ofrecer mayores posibilidades de encuentro y de solidaridad
entre todos; y esto es algo bueno, es un don de Dios”.
Al mismo tiempo reconoce los aspectos problemáticos, los límites:
la velocidad con la que se suceden las informaciones supera nuestra capacidad
de reflexión y de juicio, y no permite una expresión adecuada de uno mismo; la
variedad de las opiniones expresadas puede encerrarnos en nuestros propios intereses,
aislándonos de los demás, y especialmente de los que tenemos al lado; y además,
están los que no acceden (quizá porque no pueden) a estos medios de comunicación social, que corren el
riesgo de quedar excluidos.
Pero es importante el aviso y el subrayado: los límites e inconvenientes
de los medios no deben llevar a rechazarlos, sino a percibir que “la
comunicación es, en definitiva, una conquista más humana que tecnológica”. ¿Y
cómo podemos crecer en humanidad a través del mundo digital?
Estos son los caminos, bien concretos que propone el Papa:
recuperando el sentido de la lentitud y la calma, del tiempo y el silencio,
para escuchar y reflexionar, para acoger a los demás, para apreciar las
diferencias de las culturas y tradiciones. Así, añade, “también sabremos
apreciar mejor los grandes valores inspirados desde el cristianismo, por
ejemplo, la visión del hombre como persona, el matrimonio y la familia, la
distinción entre la esfera religiosa y la esfera política, los principios de
solidaridad y subsidiaridad, entre otros”.
Encuentro y testimonio personal en la red digital
Retomando
un vocabulario que le es querido, se trata de promover una "cultura del
encuentro", a pesar de nuestros límites y pecados. ¿Cómo hacerlo? Esta cuestión
es similar, dice el Papa, a la que le plantearon a Jesús cuando le preguntaron:
¿Quién es mi prójimo? (Lc 10, 29).
Ahora podemos traducirla así: ”¿Cómo se manifiesta la ‘proximidad’
en el uso de los medios de comunicación y en el nuevo ambiente creado por la
tecnología digital?”
La respuesta del Señor con la parábola del buen samaritano, es
también una buena respuesta para nuestra pregunta. Aquel hombre no solo se
acerca, sino que “se hace cargo” del otro, se convierte en semejante para quien
le necesita. “Comunicar significa, por tanto, tomar conciencia de que somos
humanos, hijos de Dios”.
En cambio, señala, “cuando la comunicación tiene como objetivo
preponderante inducir al consumo o a la manipulación de las personas, nos
encontramos ante una agresión violenta”, como la que había sufrido aquel
hombre, dejándolo medio muerto.
¿Cómo hacernos cargo de los otros, ser más humanos, experimentar
verdaderos “encuentros” en el espacio digital? “No basta –observa el Papa
Francisco– pasar por las ‘calles’ digitales, es decir simplemente estar
conectados: es necesario que la conexión vaya acompañada de un verdadero
encuentro”.
Es necesario, propone, que veamos y vivamos la red digital no como
una red de cables sino sobre todo de personas humanas. Y para eso se
requiere ponerse en juego a sí mismo: “El compromiso personal es la raíz misma
de la fiabilidad de un comunicador”. Pues bien, “precisamente por eso el
testimonio cristiano, gracias a la red, puede alcanzar las periferias
existenciales”.
Abrir las puertas en el mundo digital
Las calles
digitales, como las demás calles, están “pobladas de humanidad, a menudo
herida”, de gente que busca una salvación o una esperanza. Lo mismo que hay que
abrir las puertas de la Iglesia (en sentido físico y también espiritual,
personalmente e institucionalmente), también hay que abrirlas en el mundo
digital, “tanto para que la gente entre, en cualquier condición de vida en la
que se encuentre, como para que el Evangelio pueda cruzar el umbral del templo
y salir al encuentro de todos”
Por eso lo importante en este ámbito, apunta el Papa, no son los
bombardeos de mensajes religiosos; sino la voluntad de entregarse a los demás,
como señalaba Benedicto XVI hablando de este tema, “a través de la
disponibilidad para responder pacientemente y con respeto a sus preguntas y sus
dudas en el camino de búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia
humana» (Mensaje para la
XLVII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2013).
El Papa Francisco pone el ejemplo de la conversación de Jesús –el
mejor comunicador de todos los tiempos– con los discípulos de Emaús. Es un
desafío que “requiere profundidad, atención a la vida, sensibilidad
espiritual”. Y es que “dialogar significa estar convencidos de que el
otro tiene algo bueno que decir, acoger su punto de vista, sus propuestas”.
“Dialogar –aclara– no significa renunciar a las propias ideas y tradiciones,
sino a la pretensión de que sean únicas y absolutas”.
En suma, para que nuestra comunicación sea positiva, tanto en el
terreno humano como en la apertura a la fe, nos aconseja el Papa, hemos de
“acercarnos, con amor y con ternura, a quien encontramos herido en el camino”.
Y con el consejo viene el impulso y el ánimo: “No tengáis miedo de haceros
ciudadanos del mundo digital”. Estamos ante un “desafío grande y apasionante que
requiere energías renovadas y una imaginación nueva para transmitir a los demás
la belleza de Dios”.
Vale la pena adentrarse en este camino, nuevo para muchos de
nosotros, casi connatural para otros más jóvenes, también para educar en el
diálogo y en el testimonio, que son los cauces principales para el encuentro en
el mundo digital, y, por tanto, también para el anuncio y la transmisión de la
fe.
(publicado en www.religionconfidencial.com, 29-I-2014)
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