P. Giovane, San Lorenzo atendiendo a los pobres (1581-1582)
San Giacomo dall'Orio, Venecia
Una de las propuestas principales del Papa Francisco en Evangelii gaudium es “la inclusión social de los pobres”. Se sitúa en el capítulo cuarto, titulado La dimensión social de la evangelización. Cabe recordar a este respecto el célebre libro de Henri De Lubac citado por Benedicto XVI en su encíclica sobre la esperanza cristiana, “Catolicismo: aspectos sociales del dogma” (Paris 1938).
Tres
puntos, como vértices de un triángulo, determinan, en la Evangelii gaudium, el marco introductorio de esta propuesta: la
inseparable conexión entre confesión de la fe y compromiso social; las
consecuencias sociales del Evangelio; el hecho de que la auténtica fe –que
nunca es cómoda ni individualista– lleva a procurar ayudar a los demás y
mejorar el mundo.
Son aspectos importantes de la fe
cristiana que han puesto de relieve los últimos Papas. Benedicto XVI trató a fondo esta esencial relación entre la fe
cristiana y el compromiso social, especialmente con los más necesitados, sobre todo
en sus enseñanzas sobre las virtudes teologales, y también cuando se refería a
la naturaleza y la misión de la Iglesia, a la Eucaristía y a la autenticidad de
la oración cristiana.
Para el Papa Francisco el punto
de partida es “nuestra fe en Cristo hecho pobre, siempre cercano a los pobres y
excluidos” (n. 186). Subrayamos otros cinco puntos tomados de los epígrafes que
el Papa mismo desarrolla.
a) Primero,
los cristianos, unidos a Dios, están
llamados a escuchar el clamor de los pobres, y no pueden hacer oídos sordos. Esto
requiere –señala Francisco– trabajar para resolver las causas estructurales de
la pobreza y promover el desarrollo integral de los pobres, y a la vez realizar
“los gestos más simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias más
concretas que encontramos” (n. 188). Y todo ello pide, ante todo, cambios de
convicciones y actitudes interiores.
b) Segundo,
la importancia de la misericordia,
precisamente como expresión sintética de la caridad, según las Sagradas
Escrituras, y por “fidelidad al Evangelio
para no correr en vano”. Sobre todo ante el “individualismo hedonista
pagano” (n. 193) que los Padres de la Iglesia combatieron, con una resistencia
profética y contracultural. Ya San Pablo recibió como criterio de autenticidad
evangélica, el de que no se olvidara de los pobres (cf. Ga 2, 10). La opción
por los últimos es “un signo que no debe faltar jamás”, no como algo extrínseco
a la fe o al trabajo humano cristianamente vivido, sino como un aspecto
esencial, que pertenece al corazón del Evangelio. Y con frecuencia lo
olvidamos.
Sin
embargo, es un mensaje tan claro, dice el Papa, que no se puede oscurecer. “No
nos preocupemos –propone, en consecuencia– sólo por no caer en errores
doctrinales, sino también por ser fieles a este camino luminoso de vida y de
sabiduría” (n. 194); porque “a los defensores de ‘la ortodoxia’ se dirige a
veces el reproche de pasividad, de indulgencia o de complicidad culpables
respecto a situaciones de injusticia intolerables y a los regímenes políticos
que las mantienen” (Instrucción Libertatis
nuntius, de 1984).
El "lugar" de los pobres en el Pueblo de Dios y en la teología
El "lugar" de los pobres en el Pueblo de Dios y en la teología
c) Tercero, de ahí se deduce el lugar privilegiado de los pobres en el
Pueblo de Dios. Una forma de la caridad testimoniada en toda la tradición
de la Iglesia, y que la Iglesia ha profundizado especialmente en las últimas
décadas.
Sin la opción preferencial por
los más pobres, escribió Juan Pablo II, “el anuncio del Evangelio, aun siendo
la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el
mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada
día” (Carta Novo millennio ineunte,
de 2001, n. 50).
“Para la Iglesia –afirma Francisco– la opción
por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica,
política o filosófica” (n. 198). Ahora bien, ¿en qué consiste o cómo se
concreta? “Nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y
asistencia” (más adelante hablará de la necesidad de resolver los problemas
de los pobres, atacando sus causas estructurales).
La "atención amante" a los pobres afecta a cada cristiano y a las comunidades cristianas
La "atención amante" a los pobres afecta a cada cristiano y a las comunidades cristianas
Ante todo consiste en una “atención amante”, en un “valorar al
pobre en su bondad propia, (…) con su modo de vivir la fe”, en un amor
contemplativo que lleva a dar, con gratuidad, cercanía y cordialidad. Pero
sobre todo, señala el Papa, “la opción preferencial por los pobres debe
traducirse principalmente en una atención
religiosa privilegiada y prioritaria” (n. 200).
Resuena
particularmente, al llegar a este punto, esta advertencia de Francisco: “Nadie
debería decir que se mantiene lejos de los pobres porque sus opciones de vida
implican prestar más atención a otros asuntos”. Y observa: “Ésta es una excusa
frecuente en ambientes académicos, empresariales o profesionales, e incluso
eclesiales”. Respecto a los laicos, señala: “Si bien puede decirse en general
que la vocación y la misión propia de los fieles laicos es la transformación de
las distintas realidades terrenas para que toda actividad humana sea
transformada por el Evangelio, nadie puede sentirse exceptuado de la
preocupación por los pobres y por la justicia social” (n. 201; cf. Instrucción Libertatis nuntius, de 1984, XI, 18).
Y añade, como en confidencia:
“Temo que también estas palabras sólo sean objeto de algunos comentarios sin
una verdadera incidencia práctica. No obstante, confío en la apertura y las
buenas disposiciones de los cristianos, y os pido que busquéis comunitariamente
nuevos caminos para acoger esta renovada propuesta” (Evangelii gaudium, n. 201).
d) Cuarto, todo lo anterior pide
una reforma a fondo de la economía y de
la política: que los que se dedican a estas actividades tengan un alto
sentido de la dignidad y de la trascendencia de la persona humana, lo que va a
unido a la preocupación por los pobres.
En todo caso, insta el Papa, la atención preferencial por los pobres,
afecta a todos los cristianos: “Cualquier comunidad de la Iglesia, en la
medida en que pretenda subsistir tranquila sin ocuparse creativamente y
cooperar con eficiencia para que los pobres vivan con dignidad y para incluir a
todos, también correrá el riesgo de la disolución, aunque hable de temas
sociales o critique a los gobiernos. Fácilmente terminará sumida en la
mundanidad espiritual, disimulada con prácticas religiosas, con reuniones
infecundas o con discursos vacíos” n. 207).
Y pide perdón Francisco si
alguien se siente ofendido por sus palabras; pero insiste en que sólo le mueve
liberar de sus indignas cadenas a los esclavizados por una mentalidad
individualista, indiferente y egoísta.
e) Quinto y último, finaliza este
pasaje de su texto exhortando a cuidar la
fragilidad, también en las nuevas formas de pobreza: los sin techo, los
toxicodependientes y los refugiados, los
pueblos indígenas, los ancianos y los inmigrantes, las nuevas tratas de
personas y esclavitudes en el trabajo, los niños por nacer, también las mujeres
que se encuentran en duras situaciones y se sienten tentadas al aborto; y, en
un sentido amplio, la indefensión de otras criaturas de esta Tierra que hemos
contaminado.
Un principio clave para la educación en la fe
Un principio clave para la educación en la fe
Al
concluir la lectura de esos párrafos, vemos que es verdaderamente incisiva la
llamada de Francisco a la Iglesia para poner al pobre en un lugar privilegiado y
encontrar cómo hacerlo, apoyándose en el amor. En la medida en que participan
del “sentido de la fe” y conocen a Cristo sufriente, es necesario dejarse
evangelizar por ellos, y atender a cada uno “considerándolo uno consigo mismo”
(Santo Tomás de Aquino, STh, II-II, q 27, a2).
Atender a los pobres –se lee
también– comporta una particular belleza: la belleza del servicio gratuito,
totalmente opuesto a la manipulación de los pobres para intereses personales o
políticos.
Este “alto valor” que Francisco
concede a los pobres, porque en ellos ve a Cristo, evoca la célebre expresión
de Bossuet, pronunciada ante los
poderosos de la corte del rey Luis XIV y citada por Pío XII (Discurso, 30-III-1941): “La eminente
dignidad de los pobres en la Iglesia”.
Ese valor alto, la eminente dignidad
del pobre, es todo un principio para la educación en la fe de cada cristiano. Y
también para contribuir a educar en la fe al pobre; pues solo si se ve y se
siente considerado en la verdad de su dignidad y valor, alcanzará a captar la
verdad del cristianismo.
(publicado en www.religionconfidencial.com, 15-I-2014)
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