domingo, 17 de diciembre de 2023

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Iglesia, libertad y amor


(Imagen: Anónimo, Pentecostés (h. 1776) Veneranda Tertulia-Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla. Wikimedia Commons]


En su libro de 1965 La Iglesia del Señor (*), se pregunta Guardini cómo expresar lo que ocurrió en Pentecostés. Y responde que lo obvio sería decir: se funda la Iglesia…Pero, replica, esto no nos da una idea acabada de lo que pasó, porque “allí se ha anticipado algo”…A partir de ahí argumenta Guardini.


La Iglesia surge en Pentecostés…

“Jesús ha elegido a los Doce y les ha confiado su misión; ha aplicado a Pedro la frase que habla de la piedra fundamental sobre la cual Él quiere edificar su Iglesia; ha dispuesto, para el futuro, que la Eucaristía sea el centro y el misterio cordial… para no hablar de todo el tiempo que él ha vivido con ellos, les ha hablado y, en sentido espiritual, ha entretejido con ellos su sagrada figura. Pero todo esto no fue realización histórica, sino solo preparación, fundamento y germen, ya que luego, en Pentecostés, ‘nacerá’ la Iglesia.

Esta no es una institución inventada y construida, y como tal tampoco es tan sabia y poderosa, sino un ser vivo; surgida de un acontecimiento –Pentecostés– que es, a la vez, divino y humano. Ella vive a través del tiempo; floreciente como todo lo viviente; transformándose, como se transforma todo lo histórico en tiempo y destino, y, sin embargo, en esencia, sigue siendo siempre la misma, cuyo centro más profundo es Cristo.

(…) Por cuanto ella es un ser vivo, nuestra relación con ella debe ser también vida. (…) Las fuerzas vitales de esta esencia de la Iglesia son inmensas. (…) Cada uno es ‘célula’ en este gran organismo vital, ordenado mediante la fuerza configuradora que proviene de la Cabeza santa. Por eso surge la pregunta: ¿de qué modo la vida propia y la dignidad personal del individuo se relaciona con este poder integral? (…)”

[Lo que le interesa a Guardini aquí es, pues, en qué sentido y cómo la vida de cada cristiano se articula con la vida de la Iglesia, manteniendo el cristiano su personalidad y la Iglesia esa energía o “poder”, capaz de configurar una vida semejante constituida por todos los cristianos de todos los tiempos…]

…para manifestar el “poder” del amor

“La comprensión cristiana de la existencia se apoya en esta verdad: Dios es el Señor y el Todopoderoso, y todopoderoso es su dominio. Pero su dominio todopoderoso es amor y, por cierto, ‘amor en serio’, con tanta seriedad, que el amor se convierte para el cristiano en destino, como lo señala la existencia de Jesús. (…)

Este carácter fundamental de la existencia cristiana se debe consumar de nuevo en la Iglesia, pero mediante el poder personal del Espíritu Santo. (…) El criterio decisivo para la historia de la Iglesia no es la superioridad de su labor cultural, ni tampoco la superioridad de su labor religiosa, sino la claridad con la que sus miembros –tanto consagrados como laicos– reconocen que el poder de vida que Dios le ha dado a la Iglesia, llega a ser eficaz si toma la forma del servicio y del amor, no la del señorío, y así lo reconocen y obran en consecuencia”.

[Es importante esa precisión: el "poder" de la Iglesia no estriba en sus influencias humanas, ni siquiera en la calidad de su labor cultural o religiosa, sino, a imagen de su Señor, de quien la Iglesia es cuerpo místico, en la vida de amor y de servicio que la Iglesia pone en el mundo, como lo han mostrado los santos, y lo intentan llevar a cabo cada día los cristianos coherentes, dentro de los límites de sus capacidades… Esa es, diríamo hoy, la principal "hoja de ruta" de la Iglesia. En Sevilla procesiona cada año “El Cristo del gran poder” que es una imagen de Jesús Nazareno cargando con la cruz]. 


Poder de Dios, poder del amor

[En una ocasión (cf. Audiencia general 30-I-2013) se preguntaba Benedicto XVI cómo es posible imaginar que un Dios todopoderoso permita la muerte de su Hijo. “Sin duda que quisiéramos una omnipotencia divina según nuestros esquemas mentales y nuestros deseos: un Dios ‘todopoderoso’ que resuelva los problemas, que intervenga para evitarnos los problemas, que le gane al adversario, y que cambie el curso de los acontecimientos y anule el dolor”.

Al ver tanto sufrimiento y maldad en el mundo, hay teólogos –añade– que niegan que Dios sea omnipotente. También hay quien reacciona buscando refugio en los ídolos, en su supuesta omnipotencia "mágica" y en sus promesas ilusorias.

Pero –continuaba el Papa Ratzinger– la fe en Dios Todopoderoso nos lleva por caminos muy diferentes; pues el pensamiento de Dios, sus planes y también su omnipotencia es diferente de lo que pensamos o imaginamos.

“En realidad, Dios, al crear criaturas libres, dándoles libertad, renunció a una parte de su poder, dejando el poder en nuestra libertad. Así, Él ama y respeta la respuesta libre de amor a su llamado”.

En definitiva: “Este es el verdadero, auténtico y perfecto poder divino: Entonces el mal es en verdad vencido porque es lavado por el amor de Dios; entonces la muerte es definitivamente derrotada porque es transformada en don de la vida. Dios Padre resucita al Hijo: la muerte, el gran enemigo (cf. 1 Co. 15,26), es engullida y privada de su veneno (cf. 1 Co. 15, 54-55), y nosotros, liberados del pecado, podemos acceder a nuestra realidad de hijos de Dios”. 

Tal es, en efecto, el sentido del poder de Dios, que es el poder del amor, y esto, decíamos, se manifiesta en los santos porque es una participación de la comunión de amor que es la Iglesia, con Dios Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo].


(*) R. Guardini, El sentido de la Iglesia y La Iglesia del Señor, Buenos Aires 2010 (los párrafos recogidos aquí proceden del segundo libro, publicado, como decimos, en 1965), 127-131. 



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