sábado, 24 de marzo de 2018

El compadecer de Dios



M. Caravaggio, El sacrificio de Isaac (1603)
Galeria Uffici, Florencia


Probablemente recordando el suceso del sacrificio de Isaac (cf. Gn 22), que finalmente no tuvo que morir a manos de Abrahán, dice San Pablo que “Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (Rm 8, 32).

¿Cómo debe entenderse que Dios “no perdonó” a su propio hijo?

Como ha explicado Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, esto no debe entenderse como si los pecados cometidos por los hombres a lo largo de los siglos acumularan una inmensa deuda ante Dios, y Dios solo se sintiera satisfecho o aplacado mandando a su Hijo a la Cruz, quedándose Dios Padre tranquilo en su trono celeste, mientras Jesús sufría en su naturaleza humana.

No. Jesús en su pasión y muerte estaba acompañado siempre por su Padre, como había dicho: “Me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre” (Jn 16, 32).

domingo, 4 de marzo de 2018

Felicidad y salvación


M. Chagall, de la colección Fábulas de La Fontaine (1927-1930)

¿Quién diría que no le interesa la felicidad? La religión afronta la cuestión de la felicidad al hablar de la salvación. Un nuevo documento de la Congregación para la doctrina de la fe (Carta Placuit Deo, fechada el 22-II-2018) toca algunos aspectos del mensaje cristiano sobre la salvación en referencia a las enseñanzas del Papa Francisco. Si bien es un documento de tipo doctrinal, manifiesta una notable sensibilidad evangelizadora y pastoral. Sus observaciones tienen especial interés en el campo de la educación cristiana.

Comienza por una mirada a la situación de nuestra cultura: ¿dónde pone la felicidad? ¿Siente la necesidad de “salvación”?

Fidelidad creativa


V. Van Gogh, La noche estrellada (1889)
Museo de arte moderno, Nueva York,

Vivimos tiempos de cambios. Vivir es cambiar, aunque solo sea para avanzar. Es conocida la expresión de san Agustín: “Si dices basta, ya estás perdido. No te detengas, avanza siempre; no vuelvas hacia atrás, no te desvíes. En este camino, el que no adelanta, retrocede” (Sermón 169, 18). Y Unamuno selló la frase de que “el progreso consiste en renovarse”. Esto sucede tanto en el plano material como en el biológico, en el ámbito familiar y en el empresarial, en la vida cristiana y en la eclesial.

En un videomensaje a la semana social de Verona en noviembre de 2017, ha explicado el papa Francisco que la fidelidad significa cambio. En efecto, para ser fieles se requiere avanzar sobre lo vivido sin dejar de vivirlo, recomenzar continuamente, renovarse, actualizarse sin olvidar la propia identidad y los propios fines. Quien no avanza se detiene y deja de ser fiel a su camino y a su misión. Y esto –observaba Francisco– tiene dos caras. Una positiva: la confianza en Dios que impulsa y acompaña. Y otra cara negativa: la resistencia a caminar y renovarse, la rutina, el encerramiento defensivo en las falsas seguridades.