M. Caravaggio, El sacrificio de Isaac (1603)
Galeria Uffici, Florencia
Galeria Uffici, Florencia
Probablemente recordando el suceso del sacrificio de Isaac (cf. Gn 22), que finalmente no tuvo que morir a manos de Abrahán, dice San Pablo que “Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (Rm 8, 32).
¿Cómo debe entenderse que Dios “no perdonó” a su propio hijo?
Como ha explicado Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, esto no debe entenderse como si los pecados cometidos por los hombres a lo largo de los siglos acumularan una inmensa deuda ante Dios, y Dios solo se sintiera satisfecho o aplacado mandando a su Hijo a la Cruz, quedándose Dios Padre tranquilo en su trono celeste, mientras Jesús sufría en su naturaleza humana.
No. Jesús en su pasión y muerte estaba acompañado siempre por su Padre, como había dicho: “Me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre” (Jn 16, 32).