El camino de Francisco, también en su magisterio doctrinal, ha sido un camino en cierto modo sorprendente –para quien lo sepa mirar con los ojos de la sencillez propia de la sabiduría–, como el de Cristo, y evangelizador. Aquí sugerimos las que pueden considerarse como principales luces de ese camino. Nos limitamos a sus encíclicas y exhortaciones apostólicas.
La fe transforma porque abre al amor
La encíclica Lumen fidei (“La luz de la fe”, 2013) fue realizada, en cierto sentido, como discreto broche, pero broche de oro, del pensamiento y doctrina del papa Ratzinger, que aparece con la colaboración y la firma de Francisco.
Presenta la fe cristiana como luz que hace vivir, porque en ella “se nos ha dado un gran Amor” que “nos transforma, ilumina el camino y hace crecer en nosotros las alas de la esperanza para poder recorrerlo con alegría” (n. 7)
La fe amplía el conocimiento de la verdad y trasnforma toda la persona. ¿Pero cómo lo hace? Sorprendentemente, afirma el texto: "La fe transforma toda la persona precisamente porque la fe se abre al amor” (n. 26), y así puede ayudar a ensanchar la razón. Y así, la fe cristiana, vivida realmente en la práctica, transforma la vida personal, familiar y social, la relación con la naturaleza y el sentido tanto de la alegría como del sufrimiento.