domingo, 12 de mayo de 2024

Paciencia

(Imagen: Tiziano o Giorgione, Cristo llevando la cruz (h. 1506-1507), Scuola Grande di san Rocco, Venecia).

En su pequeño pero excelente libro sobre Virtudes (*), Romano Guardini dedica un capítulo a la Paciencia.

La primera acepción de paciencia que aparece en el diccionario del español es “capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse”. Y entre los sinónimos se ofrecen términos como aguante, estoicismo o resignación. Así las cosas, no es extraño que en el sentir popular la paciencia no tenga un brillo particularmente atractivo. Quizá por ello se cuestiona Guardini si se trata, en efecto, de algo gris o mezquino, con que una vida oprimida trate de justificar su pobreza.

Para profundizar en el tema, el ilustre teólogo italoalemán se traslada inmediatamente a la cima de la realidad, que para un creyente se sitúa en Dios. Dios ha creado el mundo, pero ¿por qué? Contestar a esta pregunta a fondo no es posible en esta tierra.

De todas formas, aventura algunas reflexiones: Dios no tenía necesidad del mundo, a él no le sirve de nada. “Quizá –añade– en tales consideraciones, presentimos algo así como las raíces de la paciencia divina”.

El caso, explica Guardini, es que Dios no sólo ha creado el mundo, sino que lo mantiene y sostiene. Y no se harta de él.

A este propósito, evoca el mito indio de Shiva en estos términos: “El formador del universo, que creó el mundo en una tormenta de entusiasmo, pero luego se hartó de él, lo pisoteó despedazándolo y produjo uno nuevo. Con éste pasó lo mismo, y la producción y la destrucción prosiguen interminablemente”. Y con ello esta divinidad se transformó en imagen de la impaciencia.

En la perspectiva cristiana, el verdadero Dios tiene una relación bien diferente respecto al mundo.


La paciencia de Dios con el mundo

Dios crea el mundo, afirma Guardini, porque es insondable. En cambio, el mundo, a pesar de su abundancia de fuerzas y formas, que ningún espíritu humano puede agotar, es finito, medido y limitado. En sí mismo el mundo no basta para Dios, aunque Dios no se harta de él. “Ésa es la primera paciencia: que Dios no rechace al mundo, sino que lo conserve en el ser, que lo mantenga en honor, que, si así puede decirse, le guarde fidelidad para siempre”.

Por su parte, al hombre, ser en el mundo con conciencia e interioridad, espíritu y corazón, Dios le ha confiado su mundo, para que sea “vivido”, e incluso mejorado, por el hombre. “El hombre ha de proseguir la obra de Dios al comprender, sentir, amar. Ha de administrar el primer mundo y configurarlo en verdad y justicia, para que se convierta en el segundo, que será el auténtico: el mundo que pretende Dios”.

¿Y que ha hecho el hombre con esta obra de Dios? 

Responde Guardini: “Quien haya enriquecido sus experiencias mirando con alguna exactitud la historia y sin dejarse cegar por ninguna superstición del progreso, alguna vez debe percibir con espanto cuánto trastorno hay en el mundo, cuánto error y tontería, cuánta avidez, violencia y mentira, cuánto crimen. Y todo ello a pesar de ciencia, técnica, bienestar; mezclado con ello, al mismo tiempo, lo uno en lo otro y a través de lo otro. También en lo religioso, en el pensamiento de lo divino, en el trato con ello, en la lucha por ello”. Ahora bien, quien ha aprendido a distinguir, a llamar verdadero a lo verdadero y falso a lo falso, a lo justo, justo, e injusto a lo injusto, ya no puede seguir haciéndolo así, y ha de asustarse de cómo trata el hombre con el mundo”.

Sin embargo, Dios no rechaza la creación tan corrompida ni crea otra nueva en su lugar. A pesar de que podría aniquilarlo (prueba de ello es el diluvio, que al autor del libro sagrado interpretó con un “le pesó al Señor Dios haber creado al hombre en la tierra” (Gn 6, 6), Dios sigue llevando adelante el mundo.

Esta “paciencia de Dios” solo es posible porque Él es Omnipotente, porque no siente ninguna debilidad; es el verdadero Señor a quien nadie amenaza y el Eterno para quién no existe el miedo ni la prisa. Basta recordar cómo en el Evangelio, cuando los trabajadores del campo le preguntan al dueño que ha sembrado buen trigo, si arrancan la cizaña, les contesta: “No, no sea que al arrancarla arranquéis también el trigo. Dejad crecer las dos cosas juntas hasta la cosecha”; en el momento de la cosecha se separará lo uno de lo otro (Mt 13,24ss). “Esa es la paciencia –deduce Guardini– de aquél que podría ejercer violencia, pero es indulgente porque es verdaderamente Señor, excelso y bondadoso”

(Como trasfondo cabe recordar las palabras de Cristo que Él mismo cumplió en con su entrega hasta la Cruz y la Eucaristía por nosotros: “Si el grano de trigo no muere al caer en tierra, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto”: Jn 12, 24).


La paciencia del hombre: la aceptación

Como el hombre es imagen y semejanza de Dios, debe ser también paciente. “En sus manos está puesto el mundo, el mundo de las cosas, de las personas y de su propia vida. Debe hacer de él lo que espera Dios, incluso ahora, cuando la cizaña lo ha invadido todo. La paciencia es la condición necesaria para que pueda crecer el trigo”.

Se pregunta Guardini si el animal puede ser impaciente. Y contesta que evidentemente no, ni impaciente ni paciente. Simplemente vive según la naturaleza. “La impaciencia sólo es posible para un ser que tenga la capacidad de elevarse por encima de lo real inmediato y querer lo que todavía no es”. Pero en su existencia de tiempo y finitud, constantemente se presenta ante el hombre la tensión entre lo que es y lo que querría ser, entre lo ya realizado y lo que queda por lograr. Pues bien: la paciencia es lo que sobrelleva esta tensión.

Y aquí vale la pena concretar, recogiendo literalmente lo que escribe Guardini, que tiene que ver con lo que en otros lugares (como en el capítulo anterior de estse mismo libro) llama “la aceptación de sí mismo”: nuestras circunstancias, nuestra historia los acontecimientos:

“Sobre todo, la paciencia con lo que se nos da y nos toca en suerte, con el ‘destino’. La circunstancia en que vivimos nos está impuesta: nacemos dentro de ella. Los acontecimientos de la historia marchan sin que podamos cambiar en ellos nada esencial, y cada cual ha de notar sus efectos. Día tras día nos sale al encuentro, en forma personal, lo que acontece históricamente. Podemos defendernos, podemos arreglar muchas cosas conforme a nuestra voluntad; en el fondo hemos de aceptar lo que viene y nos es dado. Comprenderlo y conducirnos conforme a ello es paciencia. Quien no quiere está en perpetuo conflicto con su propia existencia”.

Como ejemplo de lo contrario, aduce Guardini la figura del Fausto de Goethe, que rechaza la esperanza y la fe, y luego declara maldita la paciencia. Representa el hombre eternamente inmaduro, que nunca ve ni toma realidad como es. “Siempre la sobrevuela en su fantasía. Siempre está en protesta contra el destino, mientras que la madurez del hombre empieza al aceptar lo que es. Sólo de ahí le llega la fuerza para cambiarlo y darle forma”.


Paciencia con los demás

Si hemos de tener paciencia con nosotros mismos (que no significa una mera resignación o aguante, sino realismo en el pensar y actuar), también la hemos de tener con los demás, especialmente con quienes estamos vinculados: los padres, los cónyuges, los hijos, los amigos, los compañeros de trabajo, etc. He aquí de nuevo el principio y el consejo de la sabiduría: “La vida responsable, mayor de edad, empieza aceptando al hombre como es”. Atención: la responsabilidad, en cierto sentido, “empieza” por ahí, por la aceptación tanto de uno mismo como de los demás, tal cual son.

Y concreta Guardini, también aquí: “Puede ser muy difícil estar vinculado con una persona a quien poco a poco se conoce de memoria: de quien se sabe cómo habla, cómo piensa, cómo se sitúa ante todo. Se querría eliminar a esa persona y tomar otra. Aquí la fidelidad es ante todo paciencia: con lo que esa persona es, con cómo es y se comporta y cómo lo hace. Donde no se aplica, todo se rompe y falla la posibilidad que había en esa relación”.

Cabría ir demasiado deprisa, pensando quizá que esto último, la paciencia con los demás, es lo verdaderamente costoso. Pero no. Guardini vuelve e insiste sobre la aceptación y la paciencia con uno mismo (por algo será).


Paciencia y maduración moral

“El hastío de sí mismo, ¡cuántas veces ha invadido precisamente a los mayores espíritus! Aquí otra vez hay que poner en juego la paciencia, aceptarse a sí mismo y sobrellevarse”.

Es una aceptación bien distinta, como venimos diciendo, del mero aguante o resignación estoica.

No dar por bueno en la propia imagen lo que no es bueno; no contentarse consigo mismo, eso sería el modo del filisteo. Debe permanecer despierta una cierta insatisfacción ante la defectuosidad e insuficiencia de uno mismo”.

De lo contrario, observa Guardini, “se perdería esa autocrítica que constituye el supuesto previo de toda maduración moral. Pero no apartándose de uno mismo con fantaseos, sino que toda sana crítica debe ponerse en juego desde lo dado y continuar actuando desde ahí, y sabiendo que será cosa lenta, muy lenta. Pero esa misma lentitud constituye la garantía de que la transformación no se realiza en la fantasía, sino en la realidad”.

Y con ello avanza un paso más en el análisis del papel de la paciencia en la maduración o transformación moral, y, por tanto, en el conjunto de las virtudes. Como buen observador de los fenómenos del espíritu humano, aterriza Guardini para nosotros algunos ejemplos:

“Por ejemplo, uno ha reconocido, me falta dominio propio. Debo dominarme mejor, hablar con más sosiego, actuar con más prudencia. Eso está reconocido y afirmado, pero el principio sólo está en la imaginación, pensado, planeado. Sin embargo, debe entrar en la realidad, y ésta es tenaz”.

O a renglón seguido: “También puede uno adelantar en sueños en una virtud, y ¡cuántos sueños de deseo consisten en virtudes fantaseadas! Pero los sueños vuelan, y todo vuelve a estar como antes. No; ha empeorado, pues en el fantasear se consume energía moral, aun prescindiendo del embuste que hay en él”.

Se impone el realismo, por duro que sea: “¡Cuántas veces, bajo la impresión de una hora sublime o de una decisión flamante, se piensa: ahora ya estoy! Pero en la siguiente ocasión se nota cómo nuestra propia realidad, que parecía haber recibido la actuación de lo nuevo, de lo reconocido como justo, vuelve rápidamente a lo viejo, y todo está como estaba”.

El auténtico progreso moral –aquí se diría que Guardini escribe más despacio, interpelando al lector desde una mayor profundidad– contaría con tomar más conciencia “realista” de lo que sucede con nosotros mismos: comprenderlo, tratar de adecuarnos a esa realidad, pero sin conformarnos a esa situación por comodidad, sino resistiendo con más fortaleza, y, por tanto, con más libertad, a ese acontecer que nos arrastra. Esto sería avanzar en la vida interior, cambiar en la conexión de nuestros actos, y por tanto en la configuración de su carácter. Pero esas cosas, reconoce el autor, sólo se producen muy despacio.


Recomenzar siempre

Todo ello desemboca en una propuesta que es la disposición para recomenzar, como recomienda el libro de la Imitación de Cristo. Observa Guardini que en el mundo de la mecánica el comienzo solo está, por definición, al principio y luego se va más adelante.  “En lo vivo el empezar es un elemento que constantemente ha de hacerse operante. Nada va adelante si no ‘empieza’ a la vez”.

He aquí la propuesta: “Quien quiera adelantar, pues, debe empezar siempre de nuevo. Siempre debe sumergirse en el origen interior de lo vivo y elevarse desde él en nueva libertad, en ‘iniciativa’, en ‘potencia iniciadora’, para hacer real lo antes pensado: la prudencia, la mesura, la superación de sí mismo y todo lo que haya de llegar a ser”.

Queda claro, pues, que la paciencia consigo mismo no tiene que ver con la dejadez ni la blandura, sino con el realismo que es fundamento de todo esfuerzo humano.


La paciencia en el marco de las virtudes

Como suele hacer Guardini al tratar sobre las virtudes, señala que no hay virtud “químicamente pura”, tampoco la paciencia, sino que están entremezcladas y se sustentan mutuamente. En este caso señala los vínculos de la paciencia con la comprensión, la sabiduría, con la fortaleza y, sobre todo, con el amor, a imagen de Dios.

Paciencia, comprensión y sabiduría: “No es posible ninguna paciencia sin comprensión: sin saber el modo como va la vida. Paciencia es sabiduría, comprensión de lo que significa: tengo esto, y nada más; soy así, y no de otro modo; la persona con que estoy vinculado es así y no como todos los demás. Cierto que me gustaría que fuera de otro modo, que también se podrá cambiar mucho con tenaz esfuerzo; pero, en principio, las cosas están como están, y tengo que aceptarlo. Sabiduría es comprensión del modo como tiene lugar la realización; de cómo un pensamiento se hace real en la sustancia de la existencia partiendo de la imaginación; de qué lento es el proceso y en cuántos sentidos puesto en riesgo; de qué fácilmente se engaña uno a sí mismo y se va de la mano”.

Paciencia y fortaleza: “La paciencia comporta fuerza, mucha fuerza. La suprema paciencia descansa en la omnipotencia. Dios, por ser el Todopoderoso, puede tener paciencia con el mundo. Sólo el hombre fuerte puede aplicar una paciencia viva, recibir en sí, una vez y otra, lo que es; empezar de nuevo, una vez y otra”. La paciencia sin fuerza es mera pasividad, superficial tolerancia, acostumbramiento a ser cosa.

Paciencia y amor. “El amor forma parte de la auténtica paciencia, amor a la vida. Pues lo vivo crece despacio, tiene sus horas, va por muchos caminos y rodeos. Por eso requiere confianza, y sólo el amor confía. Quien no ama la vida, no tiene paciencia con ella. Entonces vienen las vehemencias y los cortocircuitos, y hay heridas y roturas”.


La “paciencia viva”

Concluye Guardini refiriéndose a la “paciencia viva” de modo conforme a lo que se ha llamado su pensamiento de “contrastes o polaridades”: los rasgos de la realidad se mueven siempre en tensión entre extremos. Una tensión que no es mala, si se sabe “gestionar” adecuadamente:

La paciencia viva es la persona entera, que está en tensión entre lo que querría tener y lo que tiene; lo que habría de hacer y lo que es capaz de hacer; lo que desea ser y lo que realmente es. El soportar esa tensión, el concentrarse siempre de nuevo en la posibilidad de cada hora, eso es paciencia. Así, se puede decir que la paciencia es la persona en devenir que se entiende adecuadamente. También sólo en la mano de la paciencia prospera la persona que nos está confiada”.

Pone algunos ejemplos, relativos a la educación y a la vida: “Un padre, una madre que no tienen paciencia en ese sentido nunca harán más que daño a sus hijos. El educador que no toma con paciencia a los que se le confían les asustará y les quitará la sinceridad”.

“Dondequiera que se nos pone vida en las manos, el trabajo en ella sólo puede prosperar si lo hacemos con esa fuerza profunda y silenciosa. Tiene semejanza con la manera como crece la vida misma. De niños, quizá, disponíamos de un jardincillo, o siquiera de un tiesto en la ventana, y sembramos semillas; ¿no fue difícil acostumbrarse al modo como tenía lugar el crecimiento en la tierra? ¿No escarbamos entonces para ver cómo adelantaba, y el germen se echó a perder? ¿No iba demasiado despacio para nosotros, hasta que surgió lo que al principio estaba tan invisible? Y cuando se formaron las yemas, ¿no las apretamos para que brotaran? Pero en vez de eso se pusieron oscuras y se marchitaron”.

“La paciencia –concluye Guardini– es la fuerza bajo cuya custodia puede desplegarse la vida que nos está encomendada”. Con todo, en su “plenitud viva”, la paciencia es fuerza que no se consigue solamente mediante los esfuerzos humanos y en una perspectiva voluntarista. Es necesario recurrir a su fuente, Dios mismo. Por eso, la paciencia se adquiere, tras la conciencia de su necesidad, pidiéndola, porque es un don, en la oración.

“¡Ay si no tuviera esa larga y sabia voluntad que conserva y deja madurar el mundo, que no necesita, pero al que ama!”

“¡Señor, ten paciencia conmigo, y concédemela, para que las posibilidades que se me han otorgado crezcan y den fruto en el corto intervalo de mi vida en estos pocos años!”.

Paciencia como don a imagen de Dios, como necesidad y como fruto. No en vano la tradición de la Iglesia la cuenta entre los frutos del Espíritu Santo (cf. Ga, 5, 22-23 según la versión bíblica de la Vulgata), que es, a su vez fruto de la Cruz; es decir “perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1832). La paciencia sostiene la Esperanza y es hija suya (cf. Francisco, Spes non confundit, bula de convocación del jubileo del año 2025, n. 4).
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Cf. Tugenden: Meditationem über Gestalten sittlichen Lebens [Virtudes: Meditaciones sobre las formas de la vida moral], Mainz y Paderborn 1963. En español está publicado como segunda parte del volumen La Esencia del cristianismo. Una ética para nuestro tiempo, ed. Cristiandad, 3ª ed., 2007. 


Inteligencia artificial, sabiduría y comunicación


El tema del Mensaje del Papa para la 58 Jornada mundial de las comunicaciones sociales (12-V-2024) es: “Inteligencia artificial y sabiduría del corazón para una comunicación plenamente humana”. Plantea, según señala obispo de Roma, “cómo podemos seguir siendo plenamente humanos y orientar hacia el bien el cambio cultural en curso”. No debemos, aconseja, dejarnos llevar por augurios catastrofistas ante el futuro, pero sí, como ya dice Guardini proféticamente ya en 1927, permanecer “sensibles al dolor que produce la destrucción y el proceder inhumano que se contiene en este mundo nuevo”; y promover “que brote una nueva humanidad de profunda espiritualidad, de una libertad y una vida interior nuevas” (Cartas del lago de Como, Pamplona 2013, 101-104).


Partir de la sabiduría del corazón

En continuidad con los mensajes de las anteriores Jornadas mundiales de las comunicaciones sociales (2021-2023), Francisco propone que, en esta época que corre el riesgo de ser rica en tecnología y pobre en comunicación, hemos de partir, para nuestra reflexión, de la sabiduría del corazón humano. Aquí el término corazón se usa en sentido bíblico, como la sede de la libertad y de las decisiones importantes de la vida. “La sabiduría del corazón es, pues, esa virtud que nos permite entrelazar el todo y las partes, las decisiones y sus consecuencias, las capacidades y las fragilidades, el pasado y el futuro, el yo y el nosotros”. Puede parecer, y lo es, difícil de lograr, pero, añade el Papa, “es precisamente la sabiduría —cuya raíz latina sapere se relaciona con el sabor— la que da gusto a la vida”.

Al mismo tiempo, advierte que no podemos esperar la sabiduría de las máquinas, y concretamente de la Inteligencia artificial (=IE). Como expresa su nombre científico original, machine learning, las máquinas pueden “aprender” en el sentido de almacenar y correlacionar datos, pero es solo el hombre el que puede darles su significado. De ahí que, como todo lo que está en manos del hombre, la IE es una oportunidad y a la vez un peligro en manos del hombre, si este no supera “la tentación original de llegar a ser como Dios sin Dios (cf. Gn 3). No se trata solo de un riesgo, sino del peligro en que de hecho el hombre ha caído al querer “conquistar por las propias fuerzas lo que, en cambio, debería cogerse como un don de Dios y vivirse en la relación con los demás”. Por eso afirma el sucesor de Pedro, es necesario “despertar al hombre de la hipnosis en la que ha caído debido a su delirio de omnipotencia, creyéndose un sujeto totalmente autónomo y autorreferencial, separado de todo vínculo social y ajeno a su creaturalidad”.

Estas afirmaciones no son generalidades. De hecho, desde la primera fase de la Inteligencia artificial, la de los medios sociales, hasta los algoritmos, vamos experimentando que “toda extensión técnica del hombre puede ser un instrumento de servicio amoroso o de dominación hostil”. Las fake news y deepfakes, con la manipulación y simulación que conllevan, son claros ejemplos.


Por una regulación ética de la Inteligencia Artificial

¿Qué propone el Papa? Propone, en primer lugar, actuar preventivamente, fomentando “la regulación ética para frenar las implicaciones nocivas y discriminatorias, socialmente injustas, de los sistemas de inteligencia artificial y contrarrestar su uso en la reducción del pluralismo, la polarización de la opinión pública o la construcción de un pensamiento único”. Así pues, renueva su llamamiento exhortando a “la comunidad de las naciones a trabajar unida para adoptar un tratado internacional vinculante, que regule el desarrollo y el uso de la inteligencia artificial en sus múltiples formas” (Mensaje para la 57 Jornada mundial de la paz, 1-I-2024, 8).

En segundo lugar, propone crecer en humanidad, sin dejarse reducir a un mundo donde lo personal se convierte en meros datos en beneficio de unos pocos: del mercado o del poder. Y a este propósito, ensalza la figura del buen periodismo, que es capaz de comunicar la realidad, de modo que “devuelve a cada ser humano el papel de sujeto, con capacidad crítica, respecto de la misma comunicación”. De ahí que ve necesario “proteger la profesionalidad y la dignidad de los trabajadores del ámbito de la comunicación y la información, junto con la de los usuarios de todo el mundo”. Junto a ello pide garantizar los criterios éticos en la información, el respeto y la transparencia de la autoría y de las fuentes; de modo que se preserve el pluralismo y se represente la complejidad de la realidad, haciendo que la información sea “sostenible” y al mismo tiempo “accesible” para todos.

Sobre esta cuestión, afirma el Papa, “por una parte, se cierne el espectro de una nueva esclavitud, por la otra, una conquista de la libertad”. De nosotros, en gran parte depende que alimentemos el corazón con la libertad, sin lo cual no existe la sabiduría.  


Todo ello tiene una repercusión evidente sobre la educación de las nuevas generaciones. 

jueves, 9 de mayo de 2024

Belleza y fragilidad

El discurso del Papa a los jóvenes en Venecia (28-IV-2024) es un fragmento de lo que ha llamado la “sinfonía de la gratuidad”, cuyo tema principal podría ser también belleza y fragilidad.

El punto de partida es la filiación divina y vale la pena reproducir el párrafo entero: 

“Todos hemos recibido un gran don, el de ser hijos predilectos de Dios, y estamos llamados a realizar el sueño del Señor: ser testigos y experimentar su alegría. No hay cosa más hermosa. No sé si ustedes han tenido alguna experiencia tan hermosa que no pueden guardársela para sí mismos, sino que sienten la necesidad de compartirla. Todos tenemos esa experiencia, una experiencia tan hermosa que uno siente la necesidad de compartirla. Hoy estamos aquí para eso: para redescubrir en el Señor la belleza que somos y para alegrarnos en el nombre de Jesús, el Dios joven que ama a los jóvenes y que siempre sorprende. Nuestro Dios siempre nos sorprende. ¿Lo han entendido? Es muy importante estar preparados para las sorpresas de Dios”.

Cada uno tenemos que ver, en efecto, con un sueño único de Dios, y es bello que lo sepamos descubrir. Precisamente se lo decía desde Venecia, ciudad de la belleza. Y les sugería dos verbos prácticos y maternales, dos verbos de movimiento que animaron el corazón joven de María, nuestra Madre: levantarse e ir.


Levantarse

En primer lugar, levantarse (cf. Lc 1, 39: "se levantó y se fue"). “Levantarse del suelo, porque estamos hechos para el Cielo. Levantarse de las penas para mirar hacia arriba. Levantarse para estar ante la vida, no sentarse en el sofá”. No tiene sentido un joven que pasa la vida sentado en el sofá. Y hay diferentes sofás que nos agarran y no nos dejan levantarnos.

“Levantarse para decir ‘¡Aquí estoy!’ al Señor, que cree en nosotros. Levantarse para acoger el don que somos, para reconocer, antes que nada, que somos preciosos e insustituibles”.

Y, como susurrando, añade Francisco: no vale decir: no es verdad, soy feo o fea… Eso sí que no es verdad, replica: cada uno es hermoso y tiene un tesoro dentro para compartir.

Cada uno de nosotros, les explica, es hermoso y tiene un tesoro dentro, un hermoso tesoro para compartir y dar a los demás. Y no se trata de autoestima, sino de realidad. Hay que reconocerlo desde que nos levantamos y dar gracias a Dios:

"Dios mío, gracias por la vida. Dios mío, haz que me enamore de la vida, de mi vida. Dios mío, Tú eres mi vida. Dios mío, ayúdame hoy por esto, por esto otro...”.

Luego está el Padrenuestro, donde la primera palabra es la clave de la alegría: "Padre", y ahí nos reconocemos como un hijo amado, una hija amada: “Te recuerdas que para Dios no eres un perfil digital, sino un hijo, que tienes un Padre en el cielo y que, por tanto, eres hijo del cielo”. Se adelanta el Papa: esto no es “demasiado romántico". Es la realidad, que hemos de descubrir en nuestra vida.

Y hablando de realidad, añade con realismo: es verdad que con frecuencia tenemos que luchar contra una fuerza que tira de nosotros hacia abajo, para verlo todo gris. Pero hemos de levantarnos. Y para eso dejarnos levantar. “Para levantarnos -no lo olvidemos- ante todo debemos dejarnos levantar: dejar que nos lleve de la mano el Señor, que nunca defrauda a los que confían en Él, que siempre levanta y perdona”. 


Cambiar de marco

Prosigue su discurso a modo de diálogo. Podemos pensar: pero yo no estoy a la altura, soy débil y a menudo pecador. ¿Qué hacer entonces? Del sabio, el consejo: “Cuando te sientas así, cambia de ‘marco’: no te mires con tus propios ojos, sino piensa en la mirada con la que Dios te mira. Cuando cometes un error y caes, ¿qué hace Él? Se queda ahí, a tu lado, y te sonríe, dispuesto a cogerte de la mano y levantarte. Esto es algo muy hermoso: siempre está ahí para levantarte”. Jesús nos mira desde lo alto, pero para levantarnos, como hizo con Pedro, con María Magdalena, con Zaqueo. Y así “el Señor hace maravillas con nuestra fragilidad”. Es el tema de esta sinfonía (decíamos): belleza y fragilidad.

Aprovecha el Papa, como otras veces, para aconsejar llevar encima un pequeño Evangelio de bolsillo y leer con frecuencia un pequeño pasaje.

Parece como si de repente, levanta la mirada y se topa… con Venecia: hermosa y delicada, aunque con fragilidades que deben cuidarse. Pero Dios no insiste en nuestras fragilidades, como para machacarnos psicológicamente: “hiciste eso, hiciste…”.

Y sigue Francisco escuchando el corazón de los jóvenes: "Pero, Padre, tengo muchas, muchas cosas de las que me avergüenzo". Y protesta: “¡Pero no te mires a ti, mira la mano que Dios te tiende para levantarte! No lo olvides: si te sientes agobiado por tu conciencia, mira al Señor y deja que te lleve de la mano. Cuando estamos abatidos, Él ve hijos a los que levantar, no malhechores a los que castigar”. Dios ve hijos, no malhechores.

Y una vez levantados, hay que permanecer así con constancia. El sucesor de Pedro es bien consciente del momento que nos toca. Hoy, les recuerda, vivimos de emociones, sensaciones e instintos que duran instantes. Pero tanto los campeones deportivos, como los artistas y los científicos demuestran que los grandes logros no se alcanzan en un momento, de golpe. Y con mayor motivo pasa esto con lo que más cuenta en la vida: el amor y la fe. Requieren perseverancia, sin dejarse llevar por la improvisación o el “me apetece”. Y un detalle importante: “Hacerlo juntos, porque el hacerlo juntos nos ayuda a avanzar”. En estas cosas grandes el «hazlo tú mismo» no funciona. Es, en efecto, un buen consejo: “No se aíslen, busquen a los demás, experimenten a Dios juntos, sigan caminos de grupo sin cansarse”

De nuevo, el contrapunto del diálogo que puede presentar el obstáculo real: todos los que me rodean están solos con sus móviles, pegados a las redes sociales y a los videojuegos…. Y el consejo: ir contracorriente y sin miedo.


El estilo y la sinfonía de la gratuidad

“Toma la vida en tus manos, ponte en juego; apaga la tele y abre el Evangelio – ¿es esto demasiado? -, deja el móvil y ¡encuéntrate con la gente! El teléfono móvil es muy útil, para comunicarse, es útil, pero ten cuidado cuando tu teléfono móvil te impida conocer gente. Usa el móvil, está bien, pero ¡conoce gente! Ya sabes lo que es un abrazo, un beso, un apretón de manos: gente. No lo olviden: usen el móvil, pero conozcan gente”.

Hasta el final escucha el Papa las objeciones: eso se dice fácil, ir contracorriente. 

Pero Venecia nos habla de remar con constancia y esfuerzo para llegar lejos. Por eso además de levantarse hay que ir:Ir es hacerse don, darse a los demás, capacidad de enamorarse; y esto es una cosa hermosa: una persona joven, un joven que no siente la capacidad de enamorarse o de ser cariñoso con los demás, algo le falta. Ir al encuentro, caminar hacia el encuentro, avanzar”.

Palabras sencillas, palabras de padre, palabras cristianas son estas. Hacia el final de su discurso el Papa llama a contemplar la belleza de lo que Dios ha creado e invita a ser creadores de belleza. Y crear es hacer algo que antes no existía. Esto acontece concretamente en la maternidad o paternidad (los hijos), en el trabajo profesional (ser creadores de novedad) e incluso en la oración: “Una oración hecha con el corazón, una página que escribes, un sueño que realizas, un gesto de amor hacia alguien que no puede corresponderte: esto es crear, imitar el estilo de Dios que crea”

Concluye con un acorde mayor: “Es el estilo de la gratuidad, que te saca de la lógica nihilista del ‘hago para tener’ y del ‘trabajo para ganar’. Esto hay que hacerlo -hago para tener y trabajo para ganar-, pero no debe ser el centro de tu vida. El centro es la gratuidad. Y renueva el consejo: “Den vida a una sinfonía de gratuidad en un mundo que busca el beneficio. Entonces seréis revolucionarios. ¡Adelante, entrégate sin miedo!”

Son los toques finales, fuertes, como los entienden los que son jóvenes, al menos de espíritu: “¡Levántate, enamórate y ve! Sal, camina con los demás, busca a los solitarios, colorea el mundo con tu creatividad, pinta las calles de la vida con el Evangelio”.


miércoles, 24 de abril de 2024

Actitudes de Jesús ante el sufrimiento humano



El tiempo de Pascua actualiza nuestra vida con Cristo resucitado, su victoria sobre el mal y las tinieblas. Y nos capacita para identificarnos con Él, si correspondemos a su invitación con generosidad, en sus actitudes ante la enfermedad, el sufrimiento y humano y las personas discapacitadas. También a nivel social podemos hacer mucho en este terreno, luchando contra la "cultura del descarte" de tantos niños y jóvenes, enfermos, personas discapacitadas, ancianos y marginados de la sociedad.

Así podemos contribuir, en el día a día y en las circunstancias concretas de cada uno, a mostrar y defender la "dignidad infinita" de todo ser humano (*).


Cuidar y unir, asumir y tocar

Quien mira a Cristo y vive con Él, camina con Él y participa de sus actitudes. En un Discurso a la plenaria de la Pontificia Comisión bíblica (11-IV-2024), el sucesor de Pedro nos exhorta a participar de las actitudes de Jesús, concretamente ante la enfermedad y el sufrimiento humano.

"Todos vacilamos bajo el peso de estas experiencias y debemos ayudarnos a atravesarlas viviéndolas ‘en relación’, sin replegarnos sobre nosotros mismos y sin que la rebelión legítima se convierta en aislamiento, abandono o desesperación".

Por la experiencia de los sabios y de las culturas, sabemos que el dolor y la enfermedad, sobre todo si los situamos a la luz de la fe, pueden convertirse en factores decisivos en un camino de maduración; pues el sufrimiento, entre otras cosas, permite discernir lo esencial de lo que no lo es.

Sostiene el Papa que es sobre todo el ejemplo de Jesús el que muestra el camino, la actitud que hemos de tomar ante la enfermedad y el sufrimiento propio y ajeno, y traducirlo en pasos provechosos: “Él nos exhorta a cuidar a quienes viven en situaciones de enfermedad, con la determinación de superar la enfermedad; al mismo tiempo, nos invita con delicadeza a unir nuestros sufrimientos a su ofrecimiento salvífico, como semilla que da fruto". Cuidar e intentar superar, unir y asumir.

En efecto, desde el comienzo de su pontificado, el 19 de marzo de 2013, viene enseñando, también cuando evoca el ejemplo de san José, la tarea cristiana y humana de custodiar y servir, de la cercanía y del cuidado de los demás, especialmente de aquellos que nos salen al encuentro o a los que podemos llegar, para aliviarles en sus necesidades (cf. también el mensaje para la Jornada mundial de la paz, 1-I-2021 sobre "la cultura del cuidado como camino de la paz").

En nuestros días Francisco ha señalado que la visión de fe nos puede llevar a afrontar el dolor con dos actitudes decisivas: compasión e inclusión.

viernes, 22 de marzo de 2024

Evangelización en el horizonte del jubileo 2025


 

 

Rembrandt, v. R., Cristo curando a un leproso (h. 1650) 
Riks Museum, Amsterdam


El discurso del Papa al Dicasterio para la evangelización (15-III-2024)  ayuda a comprender las líneas generales por donde avanzan las propuestas de su pontificado en el horizonte del jubileo de 2025.

Comenzó trazando el marco de los desafíos contemporáneos. Subrayó el secularismo (vivir como si Dios no existiera) de las últimas décadas, la pérdida del sentido de pertenencia en la comunidad cristiana y la indiferencia respecto a la fe.

Estos desafíos, explicó, necesitan respuestas adecuadas, teniendo también en cuenta la cultura digital en que nos encontramos: saber situar lo legítimo de la hoy tan reclamada autonomía de la persona, pero no al margen de Dios. Pues solo Dios funda la verdad que alberga toda persona y solo Él garantiza la plena libertad de la acción personal. (En efecto, aunque alguien piense ¿pero no existe fuera de Dios la verdad y la libertad?, estas no se encuentran de hecho sino de modo fragmentado y oscurecido).

Tras esta introducción, el Papa señaló tres temas importantes en este momento y cara al jubileo del 2025.



La transmisión de la fe

En primer lugar, la ruptura en la transmisión de la fe. A este propósito apuntó la urgencia de recuperar la relación con las familias y los centros de formación. Y señaló claramente el centro de la cuestión: la fe se transmite sobre todo con el testimonio de la vida. Un testimonio que tiene un centro: “La fe en el Señor resucitado, que es el corazón de la evangelización, para ser transmitida pide una experiencia significativa, vivida en familia y en la comunidad cristiana como encuentro con Jesucristo que cambia la vida”.

En este marco subrayó la importancia de la catequesis. Y en relación con la catequesis, recomendó servirse del nuevo Directorio para la catequesis, elaborado por este dicasterio de la Evangelización en 2020. “Este es un instrumento válido y puede ser eficaz no solo para la renovación de la metodología catequística, sino, diría, sobre todo para la implicación de la comunidad cristiana en su conjunto”.

También en este contexto puso de relieve el ministerio del catequista, sobre todo en el ámbito de los jóvenes, al servicio de la evangelización.

Una tercera llamada de atención en el mismo marco, la dirigió el Papa al Catecismo de la Iglesia Católica, referencia fundamental para la educación de la fe (no solo para la catequesis sino para toda enseñanza en relación con la fe católica). “En este sentido os animo a encontrar las formas para que el Catecismo de la Iglesia Católica pueda seguir siendo conocido, estudiado, valorado, de modo que de él se extraigan las respuestas a las nuevas exigencias que se manifiestan con el paso de los decenios” (*).  


Cabe señalar que treinta y dos años después de su publicación (1992) este "Catecismo" (que no es un "catecismo" en el sentido popular de la palabra: un pequeño librito para enseñar a niños y jóvenes, sino un verdadero tratado teológico en la perspectiva pedagógica de la fe) sigue siendo plenamente actual, y cualquiera que se adentre en sus páginas comprobará su riqueza de contenidos y su claridad. 

domingo, 17 de marzo de 2024

Once años con Francisco



"Los papas reciben una asistencia especial del Espíritu Santo para llevar a cabo su tarea”


Entrevista (Miriam Lafuente) con el sacerdote Ramiro Pellitero, teólogo y escritor, publicada en "El Faro de Melilla", 16-III-2024) (*)

-Cada Papa trae consigo sus carismas. ¿Cuál sería el carisma más destacado en la figura de Papa Francisco?

-El Papa Francisco es ante todo un pastor. Le gusta estar con la gente, echa de menos visitar las parroquias, subir a los medios públicos de transporte, conversar con las familias, los jóvenes y los niños, visitar a los enfermos, compartir su tiempo con los pobres y los encarcelados. De ahí brota el mensaje más importante de su pontificado: la primacía de la misericordia sin descuidar la verdad de la doctrina.

-El Papa hace viajes a lugares con minoría católica. ¿Por qué cree usted que lo hace?

-Supongo que lo hace porque se sabe Padre común de los católicos y se siente llamado a acompañar a los más débiles y pequeños. También con una misión de testimonio del amor que Dios Padre ha manifestado en Jesucristo. Un amor que debe manifestarse ante el mundo con hechos, con gestos, a veces pequeños pero claros, en todo lo que hace la Iglesia, con el impulso del Espíritu Santo.

sábado, 9 de marzo de 2024

Una eclesiología "de misión"

Imagen: "San Pedro y el gallo" (cf. Lc 22, 61) en el Salterio bizantino Cludov (s. IX). Tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/El_estudiante_(relato)


En los párrafos que siguen (*) el entonces obispo Angelo Scola (luego sería cardenal de Venecia) propone, en una primera parte, tres rasgos esenciales de la Iglesia, que se traducen en la vocación-misión de sus miembros: 

a) su carácter dramático (en cuanto implica la acción que envuelve la libertad de Dios y de los hombres);

 b) su carácter sacramental (la Iglesia ha sido denominada “sacramento radical”, en el sentido de que es el ámbito y punto de encuentro de todos los sacramentos, que los contiene a todos y los vivifica; y todo ello en y desde Cristo, que es el “sacramento primordial” según los Padres, del que depende también la función mediadora de la Iglesia, centrada en los siete sacramentos;

 c) su carácter eucarístico (pues en torno a la Eucaristía se desarrolla el encuentro entre la libertad de Dios y la del hombre y, desde ahí, el despliegue de la vocación y misión del cristiano).


En la segunda parte, el autor muestra cómo una “eclesiología de misión” es capaz de manifestar la dimensión antropológica y sacramental del misterio de comunión que es la Iglesia.