En un discurso a la International Catholic Legislators Network (27-VIII-2021), el Papa Francisco ha recordado que estamos todavía en un momento difícil: “La pandemia del Covid-19 está arrasando”.
Difícil, no solo por eso, sino porque es necesario afrontar las dificultades, particularmente las dificultades educativas, que esta crisis ha puesto de relieve: “Afrontar las causas profundas que la crisis ha revelado y amplificado: la pobreza, la desigualdad social, el extenso desempleo y la falta de acceso a la educación”.
Francisco se ha referido también al papel de las tecnologías en relación con el bien común, la dignidad humana, e, implícitamente, la educación. “Las maravillas de la ciencia y de la tecnología moderna han aumentado nuestra calidad de vida” (cf. Laudato sí’, 102). “Sin embargo –añade–, abandonadas a sí mismas y solo a las fuerzas del mercado, sin las directrices adecuadas dadas por las asambleas legislativas y otras autoridades públicas guiadas por un sentido de responsabilidad social, esas innovaciones pueden amenazar la dignidad del ser humano”.
Advierte que no se trata de frenar el progreso tecnológico, pero sí de proteger la dignidad humana, especialmente en relación con la plaga de la pornografía infantil, la explotación de los datos personales, los ataques a las infraestructuras críticas como los hospitales, las falsedades difusas por las redes sociales, etc.