M. Chagall, María y Jesús,
vidriera en la iglesia de St. Stephan, Mainz (Alemania)
En la tradición cristiana se compara a la Iglesia, junto con Cristo, con una persona. Y esto tiene un gran contenido desde el punto de vista de la vida espiritual, y también para explicar muchas cuestiones que afectan a la vida y a la misión de los cristianos.
En tiempos de tormentas –como son los actuales para la Iglesia y los cristianos– conviene considerar y fortalecer la propia personalidad. Tres veces recoge el Catecismo de la Iglesia Católica la expresión
“persona mística” referida a la Iglesia en su unión con Cristo. La primera, al exponer la Iglesia como
Cuerpo místico de Cristo, con expresión tomada de Santo Tomás de Aquino para explicar la relación entre Cristo y la Iglesia: “La Cabeza y los miembros, como si fueran una persona mística” (cf. n. 795). La segunda al hablar de los
sacramentos y su celebración en la Iglesia, que forma con Cristo-Cabeza “como una única persona mística”, como recoge Pío XII (cf. n. 1119) en su encíclica de 1943. Finalmente, a propósito de la
“comunión de los santos” y el intercambio de bienes espirituales que existe entre los cristianos, en la unidad sobrenatural del Cuerpo místico de Cristo, tal como señala Pablo VI (cf. n. 1475).