sábado, 19 de noviembre de 2022

El templo de Dios y los pobres

Han transcurrido cinco años desde que Francisco instituyó la Jornada Mundial de los Pobres. En esta ocasión (cf. Homilía, 13-XI-2022; ver también el Mensaje para la VI Jornada mundial de los pobres, publicado el 13 de junio pasado), el Papa se refirió al templo de Jerusalén, que muchos admiraban en su esplendor (cf. Lc 21, 5-11). Ese templo, en la perspectiva cristiana, era prefiguración del verdadero templo de Dios, es decir, Jesús como cabeza de la Iglesia (cf. Jn 2, 18-21).

Es algo que nos afecta personalmente a cada cristiano. Porque ese trasfondo de la historia de la salvación y de la fe cristiana debe ser traducido en concreto, en el aquí y ahora de nuestra vida, mediante el discernimiento. Para mostrarlo, en esta ocasión el Papa se ha fijado en dos exhortaciones del Señor: “no os dejéis engañar”, y “dar testimonio”. 


Discernimiento para no dejarse engañar

Los oyentes de Jesús se preocupaban por cuándo y cómo se producirían los espantosos acontecimientos que les estaba anunciando (entre ellos la destrucción del templo). Tampoco nosotros, nos aconseja Francisco, hemos de dejarnos llevar por “la tentación de leer los hechos más dramáticos de manera supersticiosa o catastrófica, como si ya estuviéramos cerca del fin del mundo y ya no valiera la pena empeñarnos en nada bueno”.

Jesús nos dice, en palabras del sucesor de Pedro: “Aprended a leer los acontecimientos con los ojos de la fe, seguros de que estando cerca de Dios ni un cabello de vuestra cabeza perecerá (Lc 21, 18)”.

Además, aunque la historia está llena de situaciones dramáticas, guerras y calamidades, eso no es el fin, ni es para paralizarse por el miedo o el derrotismo de quien piensa que todo está perdido y es inútil esforzarse. El cristiano no se deja atrofiar por la resignación ni por el desánimo. Ni siquiera en las situaciones más difíciles, “porque su Dios es el Dios de la resurrección y de la esperanza, que siempre nos levanta: con Él siempre se puede mira arriba, recomenzar y volver a empezar”. 

domingo, 6 de noviembre de 2022

Alegría, unidad y profecía


En su viaje al reino musulmán de Baréin, hoy, domingo, 6 de noviembre, el Papa Francisco ha mantenido un encuentro con fieles católicos (obispos, sacerdotes, consagrados, seminaristas y agentes pastorales), que son unos 80.000 de un total de 1,7 millones de habitantes. Y su discurso contiene un mensaje esencial, también en las circunstancias actuales de la Iglesia y del mundo, para todos los cristianos

En la introducción a su discurso, les ha dicho que “es bello pertenecer a una Iglesia formada por la historia de rostros diversos, que encuentran la armonía en el único rostro de Jesús”. Tomando pie de la geografía y cultura del país, les ha hablado del agua que riega y hace fructificar tantas zonas de desierto. Una bella imagen de la vida cristiana como fruto de la fe:

“Emerge a la superficie nuestra humanidad, demacrada por muchas fragilidades, miedos, desafíos que debe afrontar, males personales y sociales de distinto tipo; pero en el fondo del alma, bien adentro, en lo íntimo del corazón, corre serena y silenciosa el agua dulce del Espíritu, que riega nuestros desiertos, vuelve a dar vigor a lo que amenaza con secarse, lava lo que nos degrada, sacia nuestra sed de felicidad. Y siempre renueva la vida. Esta es el agua viva de la que habla Jesús, esta es la fuente de vida nueva que nos promete: el don del Espíritu Santo, la presencia tierna, amorosa y revitalizadora de Dios en nosotros".


Los cristianos, responsables del "agua viva"

En un segundo momento, el Papa se detiene en una escena del Evangelio según san Juan. Jesús esta en el templo de Jerusalén. Se celebra la fiesta de los Tabernáculos, en la que el pueblo bendice a Dios agradeciendo el don de la tierra y de las cosechas y haciendo memoria de la Alianza. El rito más importante de esa fiesta era cuando el sumo sacerdote tomaba agua de la piscina de Siloé y la derramaba fuera de los muros de la ciudad, en medio de los cantos jubilosos del pueblo, para expresar que de Jerusalén fluiría una gran bendición para todos los pueblos (cf. Sal 87, 7 y sobre todo Ez 47, 1-12).

En ese contexto Jesús, "puesto en pie", grita: “¡Quien tenga sed, venga a mí y viva!, y de sus entrañas brotarán ríos de agua viva” (Jn 7, 37-38). El evangelista dice que se refería al Espíritu Santo que recibirían los cristianos en Pentecostés. Y observa Francisco: "Jesús muere en la cruz. En ese momento, ya no es del templo de piedras, sino del costado abierto de Cristo que saldrá el agua de la vida nueva, el agua vivificante del Espíritu Santo, destinada a regenerar a toda la humanidad liberándola del pecado y de la muerte".

domingo, 16 de octubre de 2022

Fe viva, misión y unidad

(En el 60º aniversario del Concilio Vaticano II)


Con un enfoque más allá de lo sociológico (1), en su homilía durante la celebración del 60 aniversario del comienzo del Concilio Vaticano II el Papa Francisco ha propuesto una triple mirada: mirada desde lo alto, mirada en el medio y mirada de conjunto. Y ha construido su predicación en torno a las palabras que Cristo dirige a Pedro en el Evangelio: “¿Me amas? (…) Apacienta mis ovejas” (Jn 21, 15 y 17). 


Fe viva. "¿Me amas?"

Primero una mirada desde lo alto. Esa mirada corresponde a la pregunta de Jesús a Pedro: “¿Me amas?”. Una pregunta que el Señor nos hace siempre y que hace a la Iglesia. Lejos de las perspectivas pesimistas como también de las perspectivas humanamente demasiado optimistas, y sin entrar en ello, afirma el Papa en línea con los Papas anteriores:

“El Concilio Vaticano II fue una gran respuesta a esa pregunta. Fue para reavivar su amor por lo que la Iglesia, por primera vez en la historia, dedicó un Concilio a interrogarse sobre sí misma, a reflexionar sobre su propia naturaleza y su propia misión. Y se redescubrió como misterio de gracia generado por el amor, se redescubrió como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, templo vivo del Espíritu Santo”.

En efecto. Y no se trata de abstracciones pseudoteológicas, sino realidades que pertenecen a la fe. Y no a una fe teórica sino a una fe viva, es decir la fe que obra y vive por el amor (cf. Ga 5, 6). Y la Iglesia es un “sacramento” (un signo e instrumento) del amor de Dios (cf. LG, 1) (2).

Y ahora nos toca a nosotros: “Preguntémonos –invita Francisco– si en la Iglesia partimos de Dios, de su mirada enamorada sobre nosotros. Siempre existe la tentación de partir más bien del yo que de Dios, de anteponer nuestras agendas al Evangelio, de dejarnos transportar por el viento de la mundanidad para seguir las modas del tiempo o de rechazar el tiempo que nos da la Providencia de volver atrás”.

Continúa advirtiendo contra dos extremos equivocados: “Estemos atentos: ni el progresismo que se adapta al mundo, ni el tradicionalismo o el ‘involucionismo’ que añora un mundo pasado son pruebas de amor, sino de infidelidad. Son egoísmos pelagianos, que anteponen los propios gustos y los propios planes al amor que agrada a Dios, ese amor sencillo, humilde y fiel que Jesús pidió a Pedro”.

Invita Francisco a redescubrir el Concilio desde el amor de Dios y desde la esencial misión salvadora de la Iglesia, que ella debe cumplir con alegría (cf. Juan XXIII, Alocución "Gaudet Mater ecclesia" en la inauguración del Concilio Vaticano II, 11-X-1962). Una Iglesia que sepa superar los conflictos y las polémicas para dar testimonio del amor de Dios en Cristo.

martes, 11 de octubre de 2022

Caminos de la fe: siete itinerarios en el Catecismo de la Iglesia Católica



Hoy se cumplen 30 años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica. Reproducimos una entrada que salió el año pasado, al presentar un libro con ocasión de este aniversario. 

Ramiro Pellitero, Caminos de la fe: Siete itinerarios en el Catecismo de la Iglesia Católica, ed. Palabra, Madrid 2021.

 

Para celebrar los 30 años del Catecismo

"El Catecismo de la Iglesia Católica", ha señalado el Papa Francisco, "se presenta como un camino que permite captar la dinámica de la fe" (*).

Con motivo de los treinta años de publicación de este singular Catecismo (11-X-1992), el autor de este blog ha seleccionado siete itinerarios en ese camino de la fe.

Se pueden considerar como claves o indicadores, perspectivas o pistas, luces o destellos del depósito de la fe, vivo y dinámico.

También se podrían ver como ideas madres o líneas maestras del Catecismo, entre otras que cabría indicar. O como puertas para entrar en él o ventanas, para mirar desde él la realidad de la fe cristiana, que pide hacerse vida.
 
 
Indice de capítulos
 
1. El Catecismo de la Iglesia Católica en sí mismo
2. Dignidad humana del acto de fe
3. El cristocentrismo trinitario del Catecismo
4. La Iglesia, misterio de comunión y sacramento universal de salvación
5. La "economía sacramental"
6. La moral cristiana como respuesta de amor
7. La oración, relación personal con Dios. 
 
Nota: Entre la abundante bibliografía ya existente sobre este Catecismo, se encuentran otros libros publicados por el autor de este blog:
- La sinfonía de la fe: redescubrir el Catecismo de la Iglesia Católica, 84 pp., ed. Promesa, Costa Rica 2013 (pequeña introducción)
- Renovar la educación de la fe: claves del Catecismo de la Iglesia Católica, 276 pp., ed. Eunsa, Pamplona 2019 (para educadores)
- Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica (Col. Manuales del ISCR, n. 28), ed. Eunsa, 176 pp., Pampona 2019 (curso de estudio)


Además, en este blog hay diversos materiales sobre este Catecismo (ver en etiquetas).


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(*) Francisco, "Presentazione", en Catechismo della Chiesa Cattolica. Testo integrale. Nuovo commento teologico-pastorale, 2017.


martes, 27 de septiembre de 2022

Religiones y cristianismo en un ambiente multicultural

 

El viaje del Papa a Kazajistán con motivo del VII Congreso de los líderes de las religiones mundiales y tradicionales (13-15/IX/2022) ha puesto de relieve algunos criterios teológico-pastorales, vigentes y útiles para el diálogo entre las religiones (y el papel de los cristianos), en el ambiente actual, multicultural y multirreligioso.

Estos criterios se desarrollan en conjunción con otros, procedentes todos ellos de la antropología cristiana, de la ética y de la Doctrina social de la Iglesia (como los desarrollados en las encíclicas Laudato síy Fratelli tutti); y, siempre, en el contexto de la misión evangelizadora.

Todo ello se sitúa en la estela del Concilio Vaticano II (cf. Decl. Nostra aetate sobre las relaciones con las religiones no cristianas). Las enseñanzas de Francisco sobre esta cuestión pueden presentarse en cinco puntos (*). 

domingo, 4 de septiembre de 2022

El asombro de colaborar con Dios

La homilía del Papa con los nuevos cardenales, el pasado 30 de agosto, es, entre otras cosas y dentro de su género y brevedad, una lección de lo que podríamos llamar eclesiología espiritual y pastoral.

La cuestión central es la del asombro. Las lecturas escogidas, de la carta a los Efesios (cf. Ef 1, 2-14) y del evangelio de San Mateo (cf. Mt 28, 16-20), le sugieren al Papa Francisco ese asombro, ese “estupor” producido por la acción del Espíritu Santo en la Iglesia. Dividimos la exposición de los argumentos del Papa en tres puntos.

jueves, 1 de septiembre de 2022

El don de la ancianidad: servicio y testimonio de esperanza

 Ha concluido la catequesis del Papa sobre el sentido y el valor de la vejez (23-III al 24-VIII-2022). Quiso “animar a todos a invertir pensamientos y afectos en los dones que ella trae consigo y para las otras edades de la vida” (23-III-2022); pues, en efecto, la ancianidad es un don y bendición divinos (*).



Los ancianos, maestros de sabiduría

Francisco señaló que en la cultura dominante, “los ancianos son poco valorados, en su calidad espiritual, su sentido comunitario, su madurez y sabiduría. Y esto, a los ojos del Papa, implica un “vacío de pensamiento, imaginación, creatividad” (Ibid.).

Insistió en que sin el diálogo entre generaciones tenemos “una sociedad estéril, sin futuro, una sociedad que no mira al horizonte, sino que se mira a sí misma” (2-II-2022).

A los ancianos les dijo: “Tenéis la responsabilidad de denunciar la corrupción humana en la que vivimos y en la que continúa esa forma de vida del relativismo, totalmente relativa, como si todo fuera lícito. Adelante. El mundo precisa, necesita jóvenes fuertes, que salgan adelante, y viejos sabios” (Ibid.).

A los demás, les recordó su deber de proteger a los ancianos y de educar en el cuidado de la ancianidad. A propósito del cuarto mandamiento ”honrar padre y madre” , señaló: “El honor falta cuando el exceso de confianza, en vez de manifestarse como delicadeza y cariño, ternura y respeto, se convierte en rudeza y prevaricación. Cuando la debilidad es reprochada, e incluso castigada, como si fuera una falta. Cuando el desconcierto y la confusión se convierten en ocasión para la burla y la agresión” (23-II-2022).

domingo, 31 de julio de 2022

La pobreza que libera

 

El 13 de junio Francisco publicó su mensaje para la VI Jornada mundial de los pobres, que se celebrará el mismo día del próximo noviembre. El lema resume la enseñanza y la propuesta: “Jesucristo se hizo pobre por vosotros (cfr. 2Co 8,9)”. Se trata de una sana provocación, dice el Papa, “para ayudarnos a reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre tantas pobrezas del momento presente”.

      También en el actual contexto de conflictos, enfermedad y guerras, Francisco evoca el ejemplo de San Pablo, que organizó colectas, por ejemplo, en Corinto, para atender a los pobres de Jerusalén. Se refiere concretamente a las colectas de la misa del domingo. “Por indicación de Pablo, cada primer día de la semana recogían lo que habían logrado ahorrar y todos eran muy generosos”. También nosotros debemos serlo por el mismo motivo, como signo del amor que hemos recibido de Jesucristo. Es un signo que los cristianos siempre han realizado con alegría y sentido de responsabilidad, para que a ninguna hermana o hermano le falte lo necesario”, como atestigua ya san Justino (cf. Primera Apología, LXVII, 1-6).

jueves, 30 de junio de 2022

Necesidad de la formación litúrgica




La carta apostólica Desiderio desideravi (29-VI-2022), del Papa Francisco, subraya la necesidad de la formación litúrgica para todos los fieles, no solo para los laicos. La carta señala que la liturgia cristiana se entiende y se vive como encuentro con Cristo, sobre todo en la Eucaristía. Distingue el sentido de la liturgia con respecto a ciertas ideologías. Propone el asombro ante lo creado, como modo para redescubrir la belleza y el simbolismo de la liturgia, contando con la oración, la acción del Espíritu Santo y la realidad de la Iglesia.

 
Verdad, fuerza y belleza de la liturgia: el encuentro con Cristo

La finalidad de la liturgia, cuyo centro es la celebración de los sacramentos y especialmente la Eucaristía, es la comunión de los cristianos con el cuerpo y la sangre de Cristo. Es el encuentro de cada uno y de la comunidad cristiana como un solo cuerpo y una sola familia, con el Señor.

La liturgia, señala el Papa, garantiza la posibilidad del encuentro con Jesucristo en el “hoy” de nuestra vida, para trasformar todas nuestras actividades –el trabajo, las relaciones familiares, el esfuerzo por mejorar la sociedad ayudar a quien nos necesita– en luz y fuerza divinas. Esto es lo que Cristo ha querido en su última Cena. Esta es la finalidad de sus palabras: “Haced esto en memoria mía”. Desde entonces nos espera en la Eucaristía. Y la misión evangelizadora de la Iglesia no es otra cosa que la llamada para ese encuentro que Dios desea con todas las personas del mundo, encuentro que comienza en el bautismo.

En varias ocasiones enuncia progresivamente los objetivos de este documento: “Con esta carta quisiera simplemente invitar a toda la Iglesia a redescubrir, custodiar y vivir la verdad y la fuerza de la celebración cristiana” (n. 16); “Redescubrir cada día la belleza de la verdad de la celebración cristiana” (antes del n. 20); “(…) Reavivar el asombro por la belleza de la verdad de la celebración cristiana, recordar la necesidad de una auténtica formación litúrgica y reconocer la importancia de un arte de la celebración que esté al servicio de la verdad del misterio pascual y de la participación de todos los bautizados, cada uno con la especificidad de su vocación” (n. 62).
 

domingo, 29 de mayo de 2022

Sobre la aceptación de sí mismo

Según Guardini (*), el presupuesto para el crecimiento de la vida moral, es decir, de la madurez en los valores, es la aceptación de uno mismo. Aceptarse a sí mismo, a las personas que nos rodean, al tiempo en que vivimos (cf. para lo que sigue R. Guardini, Una ética para nuestro tiempo, Madrid 1977, cap. III, pp. 140ss.).

Esto no quiere decir “dejarse llevar” sino trabajar en la realidad y si es preciso luchar por ella, para transformarla, para mejorarla en lo que dependa de nosotros, aunque sólo sea “un granito de arena”. 

En el animal sólo hay un acuerdo consigo mismo, no existe la dinámica propia del espíritu humano, que consiste en una tensión entre ser y deseo: entre lo que somos y lo que queremos ser, tensión que es buena, siempre que nos mantenga en la realidad y no nos haga refugiarnos en fantasías. 

Se puede comenzar por la aceptación de uno mismo: circunstancias, carácter, temperamento, fuerzas y debilidades, posibilidades y límites. Esto no es obvio, pues con frecuencia uno no se acepta: hay hastío, protesta, evasión por la imaginación, disfraces y máscaras de lo que somos, no sólo ante los demás sino ante uno mismo. Y esto no es bueno. Pero esconde la realidad de un deseo de crecer, que pertenece a la sabiduría. “Puedo y debo trabajar en mi estructura vital, dándole forma, mejorándola; pero, ante todo, he de decir ‘sí’ a lo que es, pues si no todo se vuelve inauténtico” (ibid., pp. 142s). 

Así, el que se le ha dado por naturaleza un sentido práctico, debe aprovecharlo, pero consciente de que carece de imaginación y creatividad. Mientras que el artista debe sufrir temporadas de vacío y desánimo, Quien es muy sensible ve más, pero sufre más. El que tiene un ánimo frío y no le afecta nada, se arriesga a desconocer grandes aspectos de la existencia humana. Cada uno debe aceptar lo que tiene, purificarlo para servir con ello a los demás, y luchar por lo que no tiene, contando también con los otros. 

En la práctica esto no es fácil. Hay que empezar por llamar bueno a lo bueno, malo a lo malo; sin molestarse cuando algo sale mal o a uno le corrigen. Sólo reconociendo mis propios defectos, que se van conociendo poco a poco, tengo la base real para mi superación. 

También hay que aceptar la situacion vital, la etapa de la vida en la que estamos y la época histórica en la que vivo, sin trata de escaparme de esas realidades: procurando conocerlas y mejorarlas. No se puede escapar hacia el pasado o hacia el futuro, sin valorar lo presente. 

Aquí entra la aceptación del destino (tratado por R. Spaemann en el último capítulo de Ética: cuestiones fundamentales, Pamplona 2010). El destino no es azar, sino resultado de la conexión de elementos interiores y exteriores, algunos de los cuales dependen de nosotros. Primero de nuestras disposiciones, carácter, naturaleza, etc. (de nuevo: aceptarse a sí mismo). Pero además es resultado de nuestra libertad en el día a día, también en lo pequeño que dejamos o no dejamos pasar. 

Aceptarse a sí mismo o al destino puede hacerse difícil cuando viene el dolor o el sufrimiento. Por eso incluye la capacidad de aprender del sufrimiento, sin limitarse a evitarlo, como es lógico, en lo posible; sino tratando de comprenderlo, aprender de él.

Aceptar la propia vida es aceptarla como recibida, recibida de los padres, de la situación histórica y de los antepasados, pero también, cabe pensar con sabiduría, de Dios. 

Según el cristianismo, Dios tiene experiencia de nuestros problemas pues ha tomado carne en Jesucristo, que se hizo vulnerable hasta el extremo, pero con plena libertad. Y en Dios no hay falta de sentido. Un sentido que no es solamente racional sino a la vez amor. Por eso no hay que confundir el hecho de que yo no capte hoy y ahora el sentido de esta situación, con el hecho de que esta situación tiene un sentido en el conjunto de mi vida, que yo debo descubrir y aprovechar con confianza.
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(*) Además del libro que se cita en este artículo, ver la primera parte (original de 1955) de su pequeño libro: “La aceptación de sí mismo; las edades de la vida”, Cristiandad, Madrid 1977; Lumen, Buenos Aires 1992. El tema de la aceptación fue desarrollado por el autor ocho años más tarde en un segundo libro, sobre las virtudes, que es el referido en nuestro texto. Cf. “La aceptación”, en Una ética para nuestro tiempo (originalmente titulado "Tugenden", virtudes, y publicado como segunda parte de La esencia del cristianismo, Cristiandad, Madrid 2007, pp. 139-151); en este caso la aceptación se considera como una virtud junto con otras del ámbito del dominio de sí (como respeto y fidelidad, paciencia y ascetismo, ánimo y valentía, concentración y silencio), de la búsqueda de la verdad y de la solidaridad. 


jueves, 21 de abril de 2022

La Pascua: ver, escuchar y anunciar sin miedo

D. Hersey, Resurrection

Durante la vigilia pascual (sábado santo, 16-IV-2022), Francisco se fijó en el relato evangélico del anuncio de la resurrección a las mujeres (cf. Lc 41, 1-10). Y subrayó tres verbos.


Ver, escuchar, anunciar
 
En primer lugar, ver. Vieron la piedra corrida y cuando entraron no hallaron el cuerpo del Señor. Su primera reacción fue el miedo, no levantar la vista del suelo. Algo así, observa el Papa, nos pasa a nosotros: “Con mucha frecuencia, miramos la vida y la realidad sin levantar los ojos del suelo; sólo enfocamos el hoy que pasa, sentimos desilusión por el futuro y nos encerramos en nuestras necesidades, nos acomodamos en la cárcel de la apatía, mientras seguimos lamentándonos y pensando que las cosas no cambiarán nunca”. Y así sepultamos la alegría de vivir.

Perdonar y pedir perdón

 
En su libro La condición humana, explica Hanna Arendt (ed. Paidós, Barcelona 1993, pp. 255-262), a nivel antropológico, el asombroso poder del perdón. Sirve para deshacer los actos del pasado y liberar de sus consecuencias. Sin ser perdonados seríamos como el aprendiz de brujo que desconocía la fórmula mágica para romper el hechizo. Pero si somos perdonados podemos recomenzar a vivir. Y si perdonamos, damos la capacidad al otro de recomenzar una vez más, de iniciar algo nuevo. Al contrario que la venganza, el perdón es impredecible, y comporta la liberación de la venganza.

Reconoce la filósofa judía que “el descubridor del papel del perdón en los asuntos humanos fue Jesús de Nazaret”, aunque lo hiciera en un contexto religioso. 

Cabría observar, en la perspectiva de la fe cristiana, que también Jesús nos “descubrió” cómo el perdón forma parte del gran poder divino; y que, el perdón humano, a fin de cuentas, es imagen del divino, tiene siempre raíz divina. 

domingo, 20 de febrero de 2022

San José y la Iglesia

  

 F. de Zurbarán, Cristo coronando a San José (1636-1640) (detalle)



En sus tres últimas catequesis sobre San José, después de haber ponderado su figura, su papel en la historia de la salvación y sus virtudes, Francisco abordó las relaciones de San José con la Iglesia, es decir con nosotros y cada uno. 

San José y la comunión de los santos

1. En primer lugar, la realidad de San José y la comunión de los santos (2-II-2022). “La Comunión de los santos es precisamente la Iglesia” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 946). (No se refiere a que los santos comulguen, decía el Papa de broma, evocando una respuesta suya cuando era niño). Los santos que están en el cielo son intercesores nuestros ante Dios, patronos (porque quizá llevamos su nombre) o hermanos a los que podemos tener devoción y tratar con confianza. Además, la comunión de los santos es también la Iglesia que peregrina en la tierra, que está compuesta de justos y pecadores.

Al llegar a este punto el Papa señaló lo que calificó de definición hermosa de la Iglesia: “La Iglesia es la comunidad de los pecadores salvados”. Y añadió: “Nadie puede ser excluido de la Iglesia, todos somos pecadores salvados”. De un lado todos los cristianos formamos con Cristo (espiritualmente) un solo cuerpo (cf. 1 Co 12 12; 26-27); estamos en comunión con Él por la fe y el bautismo. Y eso es la comunión de los santos.

lunes, 24 de enero de 2022

Palabra de Dios: luz, vida y espada

 

                                        G. K. Olsen, Jesús, enseñando en la sinagoga de Nazaret



El 23 de enero se celebró el Domingo de la Palabra de Dios, instituido por el Papa Francisco para el tercer domingo del tiempo ordinario. Una iniciativa pastoral llamada a promover la formación de los fieles, en orden a facilitarles extraer de la Sagrada Escritura "frutos inestimables de sabiduría, esperanza y vida” (Carta Aperuit illis, 30-IX-2019).

En su homilía, el Papa evocó la iniciativa de la Palabra de Dios al crear el mundo, y su amor al habernos elegido en Cristo, su Palabra eterna. Si en el Antiguo Testamento Dios nos habló por los profetas, al llegar la plenitud de los tiempos, esa Palabra se ha cumplido: ya no es una promesa, sino que se ha realizado (cf. Lc 4, 21). Ahora, “por obra del Espíritu Santo habitó entre nosotros y quiere hacernos su morada, para colmar nuestras expectativas y sanar nuestras heridas”.

Como aquellos judíos que le contemplaban en la sinagoga de Nazaret, teniendo sus ojos fijos en Él (cf. Lc 4, 20), también nosotros deberíamos ser capaces de captar su la radical novedad de esta Palabra que es Cristo. En ella, propone Francisco, podemos contemplar dos aspectos unidos entre sí: “la Palabra revela a Dios y la Palabra nos lleva al hombre. Ella esta en el centro, revela a Dios y nos lleva al hombre”.

domingo, 2 de enero de 2022

Custodiar meditando




La homilía del Papa Francisco en la solemnidad de María, Madre de Dios (1-I-2022) es un buen comienzo del año. En la escuela de María se aprende lo que todos necesitamos. Ella –como anticipo y madre de la Iglesia, y a la vez como primera discípula– es modelo y corazón del discernimiento cristiano y eclesial.

En el “escándalo del pesebre” (un comedero para animales), María aprende que Dios quiere ser cercano y familiar; que viene en la pobreza y trae la alegría y el amor, y no el miedo; y que se quiere hacer comida para nosotros. Allí contempla la belleza de Dios acostado en un pesebre.

Mientras otros simplemente pasan y viven, y algunos “se asombran”, María “conservaba –guardaba, custodiaba– todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2, 19; cf. también el v. 51).