Al concluir sus catequesis sobre los Mandamientos (del 13 de junio al 28 de noviembre de 2018), el Papa Francisco ha resumido el significado del Decálogo en una perspectiva cristiana de conjunto.
El Decálogo supone una liberación de las idolatrías y, como fruto de la acción del Espíritu Santo con su gracia, un corazón nuevo. Eso comporta el “don de deseos nuevos” (cf. Rm 8, 6) y nos viene con Jesús, que lleva a la plenitud los Mandamientos. El Decálogo es como una “radiografía” de Cristo. En ella se trasluce la vida cristiana como una existencia agradecida y libre, auténtica y adulta, protectora y amante de la vida, fiel, generosa y sincera.
Es el Espíritu
Santo el que fecunda nuestro corazón introduciendo en él, como un don, los
deseos del Espíritu y, con ellos, el ritmo del Espíritu y la música del Espíritu.
En el cristiano que secunda los deseos del Espíritu, brotan la fe, la esperanza
y el amor. Y esto le hace partícipe de
la belleza, del bien y de la verdad que están plenamente en Cristo.